Para Caroline Betemps, Andrea Kropman y Nicolás Mazzini
¿Eres de Ecuador? me preguntan en España. Yo respondo que sí. Silencio y sonrisa. Aguardo porque a continuación escucharé dos respuestas automáticas. La primera tiene que ver con mis 1.76 cm. de altura y la segunda alude a aquella chica, también ecuatoriana (o colombiana o peruana, ¡da igual!), que cuida a la abuela de la persona en cuestión o que limpia los desechos de su casa su cuerpo su vida. A la muchacha le han cogido cariño todos en la familia. Lo que viene a continuación se ha vuelto fácil de predecir también: el argumento que se utiliza para justificar este afecto es su buena educación. La conversación suele concluir allí porque casi nunca tenemos más que decirnos; excepto una vez en la que decidí saltarme el guión y pregunté por la educación de esas mujeres. La buena educación consiste en ser, cómo te digo, como sois allí mujer, silenciosas, suaves, limpias, trabajadoras y obedientes muy obedientes. No sé si me explico. ¡Claro, claro que te explicas!
Un estudio del colectivo IOE refleja que un buen número de esas mujeres presenta un nivel académico alto, es decir, títulos y esas cosas importantes. Pero en realidad no hace falta recurrir a datos para comprender que en aquellos días en los que hubo trabajo en España, el mercado se caracterizó por estar poderosamente etnificado: las mujeres llegaban, ocupaban ciertos puestos pocos valorados que no correspondían con sus titulaciones, estudios y experiencias y que, sobre todo, no estaban vinculados a la capacidad para construir, producir y reproducir unos conocimiento de los que eran portadoras pero que ni eran ni son reconocidos. ¡Eso no!
Luego, la historia es al revés y Ecuador y el sur de América se han convertido en lugares en los que se han creado nichos de trabajo para algunxs de lxs expulsados del euro dream. “No nos vamos, nos echan” cantan lxs bellos euracas en las plazas. Sin embargo, en todo esto hay algo que resulta inquietante o al menos contradictorio. ¿Cómo es que lxs así llamados especialistas, investigadorxs, expertos y académicxs españolxs son capaces de insertarse de manera más o menos fácil en un sector del mercado latinoamericano y no al revés? Se me responde que en Ecuador, por ejemplo, hace falta aquello que lxs tecnócratas del conocimiento llaman cuadros, es decir, personas con títulos altamente valorados en el mercado –léase PhDs y doctorados o conocimientos muy concretos en temas diversos. Por supuesto, el fenómeno de los mercados laborales etno-segmentados no es una situación peculiar de España y las posiciones que cada quien ocupamos no son estáticas, sino móviles: no es igual migrar desde Ecuador a España gracias a una beca doctoral que hacerlo con un título obtenido en una universidad ubicada en una zona rural y no es lo mismo migrar desde España a Londres con un título y varios idiomas bajo el brazo y trabajar de panaderxs o ir a colaborar en una universidad latinoamericana ocupando puestos y cargos de poder -como parece ser que ocurre cada vez con mayor frecuencia. Que no se me malinterprete: yo también sueño con un mundo sin fronteras y yo también opino que los centros de pensamiento deben ser espacios en los que es preciso articular, con otras regiones del mundo, proyectos intelectuales, políticos y éticos. Pero también creo que si en América Latina nos proponemos configurar un sistema de conocimiento que de verdad sea revolucionario, es preciso ocuparnos de dinamitar las lógicas coloniales que están en la raíz del mismo. Con esto quiero decir, por poner otro ejemplo, que mientras en España existe la tendencia a considerar que los títulos académicos obtenidos en Ecuador tienen poco valor social, paradójicamente, en algunos países del Sur de América ocurre lo mismo, esto es, también se desvalorizan los títulos obtenidos en la región. Claro, porque buena parte de la producción científica que se desarrolla en Latinoamérica está en manos de personas que nos hemos formado en el norte–léase Europa y EEUU. Nos repetimos y repetimos un régimen de repartición del conocimiento en el que la mayoría se queda fuera, perpetuando un sistema social clasista, racista y sexista.
Apostar, como se está haciendo, por un sistema de conocimiento que promete romper con las desigualdades sociales sólo podría ocurrir si éste es disidente, es decir, si implica des-colonizar la producción del conocimiento desde la práctica. En consecuencia, hacer una revolución educativa no puede significar trasladar los privilegios y reproducir las novedades académicas surgidas en otros lugares del mundo. Al contrario, esto recrudece, encubre y renueva las prácticas de neo-colonización y subalternización de un pensamiento excluyente y homogeneizador. Pregunto, sólo pregunto: ¿de verdad nos interesa calcar unas humanidades que perdieron terreno en razón del avance de la razón instrumental y la razón estratégica, cada vez más omnipresentes en las universidades yanquis, europeas y en los centros de estudio y de investigación desde el siglo XVI?
Quizás habría que reflexionar cada vez más junto a Silvia Rivera Cusicanqui en Bolivia, no tanto en términos de una geopolítica del conocimiento, sino también de una economía política del conocimiento en la que es preciso desmenuzar las estrategias económicas y los mecanismos materiales que operan detrás de los discursos sobre el conocimiento y sus flujos. El conocimiento neo-colonial es un aparato que se reproduce a nivel local y transnacional y que crece y se expande. Esto, por supuesto, no quiere decir que en los días que corren no sea urgente pensar juntxs y alegres porque, entre otras cosas, la tendencia (neo) liberalizadora del sistema educativo se extiende con bombos y platillos más allá de las fronteras y porque “solx no puedes, ¡con amigxs sí!”. La clave, eso sí, estaría en los puntos de partida: no es sólo cuestión de cambiar los contenidos sino los términos mismos de la conversación. Se trataría de generar un pensamiento de frontera como diría Escobar, esto es, moverse más allá de las categorías creadas e impuestas por la epistemología única. Porque digo yo: ¿no sería liberador proponernos pensar desde nosotrxs mismxs, conectar horizontalmente con otras mentes, cuerpos, conocimientos y saberes allí y aquí, dentro y fuera de las aulas; poner en diálogo, debate y discusión pensamientos críticos cuyos objetivos sean comprender y confrontar problemáticas y por supuesto, reflexionar fuera de los límites definidos por el capitalismo? El debate sigue abierto. No sé si me explico.
*María Fernanda Moscoso R. (mafe)
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Somos un grupo heterogéneo de personas que habita tanto los dentros como los fueras de clase. Nuestra intención es acercarnos de modo crítico y transformador a los procesos de aprendizaje en un sentido amplio. No nos interesa desarrollar un conocimiento experto y sí facilitar la formación de una comunidad de aprendizajes no unidireccionales en la que las prácticas, las ideas y las metodologías sean situadas, abiertas, liberadoras y resistentes. El blog que ensayamos tiene vocación de ser un laboratorio común en el que se ponen en juego diferentes lenguajes y conexiones entre lo local y lo global, lo de dentro y lo de fuera, lo viejo y lo joven, lo de arriba y lo de abajo, el norte y el sur. Nos gusta soñar con una educación desplegada, crítica, inclusiva y anticapitalista.
Pilar Cucalón, José Carlos Loredo, María Fernanda (Mafe) Moscoso, Marta Morgade, Jara Rocha y Tomás Sánchez Criado.
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