Culturas
Reflexiones sobre filosofía, historia, literatura y política
08
Abr
2016
16:05
Amor “platonóvico”
Por Jactaos Vosotros

 
Lo mismo que acostumbramos a decir “amor platónico”, podríamos también hablar de amor "platonóvico”. No cabe duda de que Andréi Platónov (1899-1951), el gran escritor ruso, lo merecería. De hecho, los lectores de Platónov percibimos en sus obras un tipo de amor que resulta bastante infrecuente.

Recordar que el uso lingüístico que se hace actualmente del primero, –a saber, una relación sin sexo de enamorados–, tiene poco que ver con las enseñanzas de Platón. A nosotros, en cambio, lo que nos interesa ahora son el Platón –y el Platónov– originales.

Andrèi Platónov escribió en el contexto de la revolución y la guerra. Sin embargo, el tono que subyace –sonoramente– a sus escritos, el “bajo continuo”, el fondo en que todo está empapado, más allá de hilo y argumento, es el hambre.

No se trata de un hambre cualquiera, sino que es un hambre que ha echado raíces en los huesos y en la piel, un hambre que se ha convertido en crónico para una población entera, hambre puro y duro, hambruna interminable. Y están hambrientos, no únicamente los humanos, sino asimismo los animales domésticos, las fieras del campo, los árboles, las plantas... cada uno, por igual, pasa hambre.

En ese sentido, el hambre parece dominarlo todo; sin ser, no obstante, dueño y señor de nadie. Ciertamente, quienes lo sufren no le hacen excesivo caso, ya que se sobreentiende para ellos. Están acostumbrados a pasar siempre hambre y frío, a levantarse sin fuerzas por la mañana, y a acostarse exánimes por la noche.

Así, pues, la descripción de la vida cotidiana, –de la vida en general–, desde el punto de vista del hambre es fundamental en la obra de Platónov. El escritor ruso ha creado, con maestría, un universo al que es inherente el hambre.

Ahora bien, esos que pasan hambre noche y día no son héroes. La mirada de Platónov está lejos del realismo socialista y su épica. La gente no vive a causa del entendimiento ni del conocimiento de ninguna verdad sobre su futuro, sino porque ha sido traída al mundo. Igualmente, la muerte es aceptada, –sin que nadie la busque en nombre de ninguna gloria ejemplar–, porque los humanos somos mortales, como el resto de los seres vivos.

En tales condiciones, ¿qué es lo que anima y da calor a los amantes? Nada menos que las ganas de aprender y de estudiar: la revolución ha derrumbado una puerta cerrada, y la corriente de aire creada los atrae sin medida. Es a la luz de esta fiebre tan extendida que nos muestra Andréi Platónov las piernas delgaduchas de los que se aman, sus brazos famélicos, sus rostros demacrados, sus ropas gastadas y su aspecto extenuado.

Aprender y estudiar ocupan, como decíamos, un lugar principal en esta época tan azarosa, en tal escenario. Los enamorados cuentan con pocos días para conocerse y casarse. Mas están tan convencidos de la necesidad de partir y separarse que, a pesar de quererse mucho, las parejas emprenden esperanzadas el viaje que las llevará a tierras remotas y les permitirá aprender.

Por otro lado, el empeño por saber no se reduce a la alfabetización, ni tampoco a hacerse con un oficio y devolver a la sociedad, con agradecimiento, lo adquirido: es algo más. A Platónov le preocupa, tanto como la electrificación de Lenin y la mejora de las condiciones materiales, que cada uno pueda desarrollarse y encontrar su propio camino. Platónov ve la revolución también como oportunidad para que el corazón se libere de la soledad interior que imponen la represión y la explotación capitalistas.

“Nunca el trabajo de esclavo, el agotamiento y la explotación reclaman sólo fuerza física, las manos, no. Primero destruyen el entendimiento, el corazón y el ánimo, luego es cuando el cuerpo se desmorona; y entonces el ser humano huye hacia la muerte, se oculta en la tierra como en una fortaleza, en una guarida, olvidado por completo de que ha vivido, alienado y alejado ya de todo lo que le concernía...”, afirma Plátonov en su novela Dzhan.

En cuanto a Platón, el filósofo ¿qué es lo que decía del amor? En El Banquete, el amor llamado Eros es una suerte de fuerza vital, un daimon que enciende el afán y las aspiraciones de los amantes. Primero es la belleza exterior del amado lo que seduce al recién enamorado. Luego vendrá el descubrimiento de la existencia de la belleza interior. Con todo, este proceso irá desde un principio acompañado de un sentimiento de carencia. Por ello, el amante comenzará a buscar aquello que pueda llenar esa falta, esa nostalgia. Es decir, no se contentará con la belleza de un solo ser, sino que querrá dar con la belleza en sí, con la belleza universal, realidad suprema y origen de las cosas bellas.

Ahí está el aspecto ético del enamoramiento platónico: Eros pasa a ser motor e impulso de las acciones bellas del amante. Al mismo tiempo, va despertando y fomentando en él la creatividad, para que, paso a paso, escalón por escalón, emprenda un viaje hacia las regiones del conocimiento... Está claro que Platón no desprecia el erotismo en el amor; al contrario, lo considera valioso y necesario como empuje e inspiración inicial.

Ocurre que Platón se nos aparece aquí atrapado en el tiempo, pueblo, cultura y organización social en que le ha tocado vivir. Está hablando en nombre de su gente en la misma medida que lo hacen otros filósofos o literatos. Y si bien especialmente los filósofos y pensadores tratan de abstraer e ir más allá de las ataduras locales y tem­porales, su pretensión no llega a cumplirse...

Verdaderamente, los personajes de Andréi Platónov aman tanto la sabiduría como los enamorados de Platón. Es más, están capacitados para la filosofía sin necesidad de hacer las mismas etapas que Platón pone en boca de la sacerdotisa y filósofa Diotima en el diálogo mencionado de El Banquete. Dicho de otra manera, el pueblo de Platónov, al haber hecho experiencias diferentes, sigue vías diferentes, hasta el punto que erotismo y atractivo físico parecen quedar fuera de lugar en el ambiente en que escribió Platónov.

De otra parte, el amor del escritor ruso abarca el amor entre familiares y amigos, lo que era "Philia" en Platón —y a lo que dedicó su diálogo Lysis. Pues el amor de Platónov viene a ser uno para todos los seres vivos: animales perdidos en la estepa, hojas caídas de los árboles, ramas secas, briznas de hierba marchitas... A Platónov le duele la suerte de cada uno de ellos. Y a cada uno habla amorosamente, incluso, –pongamos por caso–, a las piezas de la maquinaria de una locomotora, tan necesarias para salir adelante. Es en esa sensibilidad tan peculiar donde se halla el amor "platonóvico". Éste se acerca al amor o “Agape” griego, sin dios al uso.

Por lo demás, hay algo en las historias de Platónov –leve, no palpable al instante– que nos trae a la memoria los cuentos populares. Sus obras tienen el encanto y la ingenuidad de las ensoñaciones. Encontramos en ellas un apego ancestral a la naturaleza, y un ritmo que discurre en los límites entre realidad e irrealidad. A ello se debe, tal vez, el "aura" genial de sus escritos.

No es de extrañar que Platónov tuviera que dejar de publicar cuando se impusieron los burócratas de la revolución. Pero el espíritu de Platónov salió indemne de la crueldad –tan humana como históricamente reiterativa– que tuvo que soportar. Y no dejó de escribir.

Stalin no podía permitir un materialismo libre e imaginativo como el de Platónov. Una vez que le puso la etiqueta de “bastardo”, quiso castigarlo enviando a su hijo de quince años a la cárcel por seis años. Platónov murió contagiado por la tuberculosis que su hijo trajo al salir de allí. Sus manuscritos tardaron décadas en superar las dificultades y poder ser publicados.

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Jactaos Vosotros

Elena Martínez Rubio es doctora en Filosofía y licenciada en Filología Vasca. Autora de Bidaia filosofiak (Utriusque Vasconiae, 2015), Vivíamos a la vuelta de la esquina (editorial Bermingham, premio Ciudad de Pasaia de Poesía 2010), del diccionario Euskara-Alemana Hiztegia/Deutsch-Baskiches Wöterbuch (Elkar, 2006 y 2009)... Traductora al alemán de Comunicado urgente contra el despilfarro de Agustín García Calvo (Belladona, 1981), al castellano de Filosofía y Política/Heidegger y el Existencialismo de Hannah Arendt (Besatari, 1997) y Si estoy desesperado, ¿a mí que me importa? de Gunthër Anders (DDT, 2012), entre otros. Editora de Günther Anders (Llámese cobardía a esa esperanza, 1995), Alain Badoiu (Etika, 1997), etc. Ha colaborado con Diagonal, Egin o Gara.

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