El tiempo pasa con marcha militar sobre mi cuerpo y se detiene un instante en las comisuras de mi boca antes de llegar a tu mano y perderse para siempre. ¿Cuánto pesa mi vida? 80 g de papel más lo que pese una fotografía.
Siendo niño un niño cierra la tapa del frasco de cristal.
Dentro del frasco una mosca desorientada golpea el vidrio
ajena a las intenciones del niño
que en breves instantes arrancará una a una sus alas.
La mosca sin alas no tarda en perder el interés.
El niño abre entonces el grifo
el agua desborda el recipiente
y el insecto desaparece en el desagüe.
Ahora debería obtener una enseñanza.
Pegar de nuevo las alas a la mosca es la operación de enmienda que brindaría una moraleja.
Pero lo cierto es que la historia no enseña
aunque nos va tomando a su modo la medida.
En otro lugar un niño pregunta:
La crisis no es el azogue de nuestro cristal, pero en ella nos miramos y ella nos devuelve siempre una imagen vuelta del revés. Cada vez que nos referimos al año en curso no como el 2014, sino como el año seis de la crisis, algo nos cae de las manos y se astilla o rompe en pedazos finos. Rara es la ocasión en la que rebotan o caen de pie y se salvan las cosas después de haberse desplomado. Pero aún roto, cada añico de un cristal azogado continúa reflejando.
No sé quién sería el primero en decir que la vida es eso que nos sucede antes de morir. Seguramente se dio cuenta de que estaba contraviniendo alguna norma, una que decía que había vida después y era --esa otra-- la verdaderamente importante. Seguramente no lo decía en voz muy alta pero intentaba actuar en consecuencia. No siempre es necesario decir lo que pensamos pero podemos actuar en consecuencia, que ya es bastante, lo mismo, exactamente igual de difícil, tanto o más imposible.
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Una vez escuché a alguien decir que si todos sacásemos nuestro monstruo se haría innecesario seguir hablando de monstruos. Pues bien, me siento cerca de este huésped al que nadie ha invitado. Una fría tarde de invierno ve una luz encendida y decide entrar. Sin más.
En un momento en el que no se espera de nosotros otra cosa que obediencia y miedo, intentar pensar al margen de los discursos oficiales es para muchas un modo de resistencia. Por supuesto, no esperamos una invitación.