13
Sep
2013
11:18
Líneas
Por Anfigorey

 

De múltiples maneras las líneas divisorias que hemos aprendido a trazar, y entre cuyos límites nos movemos a lo largo de nuestra vida, nos hacen aún más difícil vivir. El pequeño horizonte de seguridades, que tanto nos esforzamos en decorar, acaba tomando la forma de un espacio no sólo limitado, sino limitante. ¿Cómo puede ser que hayamos llamado seguridad a los escasos tres pasos que conseguimos dar antes de tropezar con la siguiente pared? ¿Nos protege de algo esta fina pared? Ni tan sólo de nosotros mismos. Pero levantamos muros y añadimos todo tipo de paneles divisores a un mundo que nunca parece llegar a estar suficientemente dividido.

Mientras, sin darnos apenas cuenta, el tiempo, el mismo tiempo que hace oxidar algunos metales, oxida también la Historia, hace que se rompa por el mango el cazo con todas las explicaciones que en él guardamos. Las líneas se desprenden y se rompen, se pierden junto a la seguridad de unas divisiones sólo sostenidas por la costumbre, cierto hábito que nos llegó a hacer confundir la realidad nombrada con la única realidad posible, creer que llamábamos a las cosas por su nombre cuando decíamos separación de poderes o estado de bienestar.

Enseguida nos agachamos para recoger los pedazos, con esmero los juntamos y los devolvemos al cazo, esperando conseguir de alguna forma engañar al tiempo, pero el tornillo está oxidado; nuestra historia también lo está. Todas las explicaciones, ésas que hasta hace poco repetíamos para tranquilizarnos, parecen escritas en un idioma extranjero. El cazo nos resbala de las manos. Pero no es el miedo a lo desconocido lo que nos pone nerviosos, sino nuestras ganas de inventarlo y no saber exactamente por dónde comenzar.

comentarios

0

Anfigorey

Una vez escuché a alguien decir que si todos sacásemos nuestro monstruo se haría innecesario seguir hablando de monstruos. Pues bien, me siento cerca de este huésped al que nadie ha invitado. Una fría tarde de invierno ve una luz encendida y decide entrar. Sin más.
En un momento en el que no se espera de nosotros otra cosa que obediencia y miedo, intentar pensar al margen de los discursos oficiales es para muchas un modo de resistencia. Por supuesto, no esperamos una invitación.

Tienda El Salto