Culturas
Un blog de montaña en Diagonal.
28
Ene
2016
18:23
Un ejército en retirada
Por Andando Desencaminado

Dani Sánchez

Aeropuerto Internacional de Ginebra
[Suiza] 

46º 14´09´´ Norte , 6º 6´22´´ Este, 430 metros
 

En la terminal de salidas del aeropuerto de Ginebra comenzaba aquella escalada. Era raro llevar un macuto con cuerdas y piolets en aquel lugar donde el suelo estaba más limpio que los platos de mi casa. Mientras esperaba que me vinieran a recoger, los demás pasajeros con pinta de gente bien, salían corriendo hacia la fila de los taxis. En una mano sus smartphones y en otra sus trolleys.

Por más que miraba nadie tenía pinta de venir a por mí. Parecían todos eurodiputados, así que me ajusté el forro polar para estar igualmente elegante. Paseaba por la terminal buscando a mis compañeros de cuerda. Aquellos pasillos con anuncios de relojes caros, bancos suizos y perfumes daban más vértigo que cualquier montaña. Y yo por allí a lo loco, sin crampones en los pies entre tanto precipicio. Qué lugar Ginebra pensé. Todo el mundo en silencio. Todo el mundo guapo. Todo el mundo amable. Y yo con 5 euros en el bolsillo. Lo justo para no poder comprar nada.

Tres horas después, cuando ya había perdido la esperanza de que nadie viniera a recogerme, cuando esperaba acabar mis días en aquel aeropuerto siendo el único que hablaba alto, el único feo y el único maleducado, escuché un grito en mitad del modélico aeropuerto. Los elegantes suizos se apartaban del camino de aquellos tres hombres. Uno cojeaba, era calvo y con las gafas torcidas. El otro era bajito y tenía el pelo largo y sucio. El último era el más presentable excepto por su impresentable ropa. Me saludaban y llamaban a gritos mientras las madres tapaban los ojos a sus niños rubios.

Estaban quemados por el sol de la montaña y tenían todavía las botas puestas. Con calenturas, heridas en las manos, manchas de crema solar y otras sustancias formaban un cuadro lamentable. Un fuerte olor a sudor les acompañaba. En mitad de aquel lugar estéril me recordaban un ejercito derrotado volviendo del frente, lleno de vendajes y heridas. ¡Venga dale! ¡Vámonos que este sitio apesta!, dijo el que peor olía.

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