Saberes
Destituir Occidente, Construir Comunismo
04
Abr
2016
11:46
A las tribus de Europa

Parece que tenemos pocas opciones:

Nos ofrecen un plan A para Europa, una auténtica tragedia humana que ni los propios europeos soportan a la luz de sus índices demográficos y el espectacular aumento en el consumo de ansiolíticos.

Nos ofrecen un plan B, compuesto por aquellos que ambicionan el poder que les fue negado, y que según van pasando los meses se parecen cada vez más a los cerdos de la granja.

Otros, seguramente con más razón, nos ofrecen odiar Europa, destruirla, conceptual o materialmente. Para ello nos ofrecen un variado menú basado a partes iguales en asumir la culpa colonial (que merecidamente debemos revisar y acarrear) y en aceptar toda propuesta que venga de fuera por el hecho, de que el pensamiento europeo está agotado, su gente muerta.

¿Cómo negar el aullido de Occidente, de sus valores acabados en las fronteras de Grecia, de su naufragio como propuesta humana, artística o filosófica? La bestia está herida, no lo negamos ni nos entristece. Pero no es nuestra labor concentrarnos en su muerte. No somos ni dioses ni jueces para decidir sobre su agonía. Tampoco vamos a jugar a su rescate. No queremos desde luego un plan A, ni un plan B. No queremos la culpa (aunque la comprendamos). No queremos un límite ni una nueva receta, ni de dentro, ni de fuera. No queremos nada de eso, precisamente porque lo queremos todo.

Ha retornado, tal vez porque nunca se fue el tiempo del espíritu. Volvemos a creer. No tenemos miedo a partir de las ruinas. Aceptamos la muerte de Europa ante la que sonreímos, quizás con melancolía pero sobre todo con esperanza. Olvídate de las modas new age, el abono es un hecho biológico. De la materia en descomposición surge la vida, si le pones el empeño necesario, claro. La nueva política, que es vieja como el tiempo de la humanidad hunde sus raíces fuera del estado.

La primera política, no lo olvidemos, fue el reconocimiento de la humanidad, de unos ojos a otros ojos. De un olor a otro olor. La primera política, la única sincera y verdadera, sabe a manada. Se expulsa entre los fluidos del parto y va a parar a la placenta, que bien es devorada bien es enterrada para que fertilice de nuevo la tierra.
Sembrar la política. Hacerlo como creyentes, ya sin la vergüenza de aceptar lo que nos compone: una fe. Una llamarada, una explosión vital que deslumbra en cada gesto real del acontecimiento. Cada cooperativa que surge es nuestro palacio de invierno. Cada segundo, cada minuto, cada hora, cada día de coexistencia fuera de la jerarquización es nuestro momento constituyente. Porque, aun dentro de la máquina de matar, damos cabida a nuevas y diferentes realidades.

No somos ilusos. Muchos venimos de fuera, hemos podido ver lo que le sucede al poder colonial, nada más que otro poder colonial. Por eso sabemos, no por la experiencia de nuestras vidas, si no por la interminable sucesión de generaciones de luchadoras y luchadores que nos preceden, que lo único que se puede hacer, lo único que se debe hacer con el poder es dispersarlo. Matar al macho dominante. Es un gesto fundamental, que debe sin duda de venir acompañado del proceso de descolonización de la memoria: matar al padre fundador. Esos gestos no vienen del estéril deseo de muerte, si no del gesto poético que nos recitara Benedetti, pues “somos militantes de la vida”.

La vida política, la vida que merece la pena ser vivida, es un gesto constante, un acontecimiento perpetuo, una obra de arte permanente. Por eso es humilde. Por eso huye de los grandes gestos. Su gran relato, su epopeya es religiosa, se inscribe en la magia. Se compone de versos que hablan de mujeres y hombres fuertes que estrechan lazos de solidaridad por encima de sus existencias.

La gesta política de nuestra independencia como pueblo europeo debe deshacerse de toda panoplia utilitaria, de todo tacticismo vacío para hacerse eco de los tambores de Bois Caiman, esos que bendijeron la emancipación de Haití. Retornar al rito iniciático. A la oración colectiva. A las abluciones por la mañana. Devolvernos la posibilidad de contemplar cada elemento del mundo con la ilusión de una cría. Someter el ego, el individuo, la voz protagónica que nos asume como “únicos” e “indispensables” para pasar a ver la potencia de todo cuanto nos rodea.  No será fácil, debemos aprender  a armarnos, aprender a amarnos. Llevamos demasiado tiempo ya despojadas, desnudas, sometidas, siglos de inanición espiritual y existencial nos han convertido en seres frágiles, expuestos, precarios. Tenemos dos frentes de combate en la guerra en curso: el primero comienza en nuestros cuerpos, parte del miedo y del vacío en el que crecimos. El segundo se extiende por todo el campo quemado de la tragedia humana en que se ha convertido Europa y sus fronteras. Tragedia de la vida, tragedia de los comunes.  La guerra en curso será larga y dura. Pero aprenderemos como siempre hicimos.

Hablamos de fantasías, de utopías, de metas inalcanzables. Hablamos precisamente de lo imprescindible de todo ello para acometer la necesaria transformación de nuestras vidas. Romper el sujeto, fragmentar el individuo, salvar todo ese reguero de vidas rotas que la ilustración y sus resultados han abandonado por todo el mundo. Sumergirse de nuevo en la capacidad para comprender el sufrimiento ajeno. Y una vez que hayamos mirado de nuevo a la vida, acometer los retos concretos. Las solidaridades necesarias, las contingencias inexcusables. Afrontar lo que nos da miedo y dejar de someternos. Con seriedad. Cuidándonos, pero sin perdernos en la dimensión líquida de las identidades vacías. Buscándonos, pero sin descuidar nuestra independencia.

Es cierto lo que dicen los miserables, tanto los que nos gobiernan como los que quieren gobernarnos, un cambio súbito es imposible. Es cierto no porque la transformación radical de la existencia no sea posible, si no porque ellos y los que les preceden han hecho lo posible durante siglos para constituir un régimen de privilegio basado en el despojo material y espiritual de todo lo que les rodeaba. Pero miremos también hacia dentro, el cambio súbito es imposible si sólo estamos enamorados de nosotros mismos.

Sin embargo, no es menos cierto que el relato está ahí fuera aguardando a ser vivido. Un relato irrepresentable, inenarrable. Una oración que clama contra lo que acontece precisamente porque no es y busca precisamente el retorno del ser. El retorno del contenido. El retorno del latido. El primer gesto político, no lo olvidéis, es el reconocimiento. La mirada, el olor, el sonido, sobre todo el tacto. La rotura del escudo y la interrelación con el afuera. Y tras el encuentro y el contacto de venenos, la lucha, campo en el que tenemos mucho por hacer.

comentarios

1

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    Al sur de la frontera
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    Mar, 04/05/2016 - 21:10
    Profundamente inspirador a la par que bello, bellísimo. Repensarnos insertas (o no) en esta Europa de las tribus es tarea del ahora y la Historia nos lo agradecerá. Maravillosa reflexión, mi enhorabuena.
  • Nuda Vida

    Nuda Vida es el lugar donde un grupo variopinto de gente que vive en lugares tan distintos como México, Castilla o Canadá, convergen para reflexionar en torno a la potencia colectiva, la comunidad que viene, la autonomía y la construcción del comunismo.

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