Guillermo Zapata

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Notas y debates desde el colectivo que edita este periódico

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16 de Jun 2015
colectivodiagonal

Sólo han tenido que pasar 48 horas para que el nuevo gobierno de Ahora Madrid, después de asumir el mando del Ayuntamiento, haya aprendido una lección y se haya dado cuenta de que le esperan muchas encerronas y presiones para las que se tiene que preparar lo antes posible. Porque el inicio de hostilidades deja claro que no habrá tregua ni coherencia ética: todo vale cuando el objetivo es, por un lado, recordar quién manda realmente –los intereses político-empresariales, la caverna mediática, los aparatos de los partidos tradicionales..., máxime cuando se es un gobierno municipal en minoría– y, por otro, erosionar las posibilidades de todo cambio o transformación real en las instituciones públicas, intentando evidenciar que la propuesta de Ahora Madrid no es capaz de articular otro modelo de ciudad ni de gestionar el que ya hay.

Una vez más, la gran coalición, el llamado PPSOE, ha ejercido como un rodillo bajo el cual apenas hay espacio para respirar. Doble rasero, falta de coherencia, oportunismo, jugadas sucias... La guerra ha comenzado con una intensidad que todo el mundo veía posible pero que nadie acababa de creer. Sólo ha hecho falta encontrar un par de tuits inapropiados –no muy distintos a comentarios de barra de bar o de tertulia radiofónica relajada– y descontextualizarlos para iniciar una operación de acoso y derribo, recurriendo a todas las baterías mediáticas –de El País y la SER a La Razón o Federico Jiménez Losantos–, que se ha llevado por delante a uno de los pilares del nuevo Ejecutivo local: el concejal Guillermo Zapata, conocida figura de los movimientos sociales madrileños y único representante en la Junta de Gobierno, junto a Javier Barbero, del núcleo formado en torno a EnRed, el germen con ADN 15M de Ganemos, parte fundamental de Ahora Madrid.

La imagen de debilidad que deja la renuncia de Zapata a ocupar la Concejalía de Cultura abre la puerta a que los voceros del Régimen puedan apuntar a un nuevo objetivo, mediante argumentos falaces, con altas posibilidades de éxito y ningún riesgo. Esto no es aceptable. La reacción a la previsible ofensiva ha llegado tarde y ha resultado, cuando menos, cuestionable. ¿Era necesario dejar caer a una figura por unos comentarios descontextualizados, publicados en tono humorístico y nada menos que del año 2011? ¿Por qué no se ha cerrado filas frente a quien fue elegido por mandato popular y colectivo denunciando una obvia campaña mediática de los perdedores de unos comicios que han tocado de lleno las bases del Régimen del 78? Ahora Madrid ha sufrido su primer revés de novato y debe aprender de la experiencia, se lo debe a una ciudadanía que ha votado en Madrid, por primera vez en mucho tiempo, con ilusión de cambio.

La parálisis por parte de algunos poderosos compañeros de viaje de Ahora Madrid puede resultar útil a corto plazo con el objetivo de no apagar el fuego con gasolina, pero no puede convertirse en una norma de actuación entre los actores y actrices principales del cambio. En lo local, es preciso que se vea pronto y de forma meridiana cuál va a ser la respuesta del proyecto municipalista, qué líneas rojas se va a marcar a los representantes del 1% en la capital, quién va a poner en el centro la cuestión del saqueo y el expolio que constituye la “herencia recibida” por este gobierno municipal.

Mecanismos de toma de decisión

La crisis ha estado marcada por la ausencia de mecanismos de decisión colectiva en Ahora Madrid, lo que ha supuesto una oportunidad perdida para poner en práctica las herramientas que propone su programa, así como la posibilidad de salir reforzada. Desde los principales medios de comunicación se ha cargado sobre la alcaldesa la responsabilidad de exigir la renuncia de uno de sus concejales cuando ésta es una decisión que correspondía tomar al conjunto de la organización. Eso es algo que rompe los propios principios y bases sobre los que se asienta una candidatura ciudadana de unidad popular. Hemos aprendido desde el 15M que el poder en pocas manos es algo del pasado, que la mal llamada ‘nueva política’ –en realidad hablamos de los primeros intentos de trasladar la democracia real a las instituciones– pasa por un ‘mandar obedeciendo’ y unos procesos colectivos que nadie puede pasar por alto.

El proceso de democratización de las instituciones que Ahora Madrid pretende iniciar en el Ayuntamiento requiere del acompañamiento de una comunidad que respalde, fiscalice y proponga desde abajo. Sin esa comunidad, que incluye la esfera mediática, la debilidad será permanente.

Entre los errores que conviene señalar en este caso ha estado la sobreexposición de la recién elegida alcaldesa ante la demanda de los medios de comunicación de masas. El descontrol de los tiempos y el omitir posibilidades como que otros portavoces del Ayuntamiento gestionaran la crisis derivada del caso de Guillermo Zapata provocó que Carmena juzgase y sentenciase los mensajes de éste, espoleada por los medios de comunicación. Eso es algo sin precedentes para una sociedad acostumbrada a las gestiones comunicativas en diferido y por pantalla de plasma. Aprender de las estrategias del enemigo no significa asumirlas, pero sí entender sus porqués y su utilidad en momentos determinados.

Falacias y límites del humor

El caso también vuelve a abrir el debate sobre hasta dónde llega la libertad de expresión, cuáles son los límites del humor y hasta qué punto plataformas como Twitter pueden entenderse como espacios en donde sentirse libres o como ventanas de exposición a través de las cuales cualquiera pueda convertirse en policía del pensamiento. Si con el 15M el uso de las redes sociales explotó en el Estado, cuatro años después aún no está claro el alcance de su uso. En estos dos últimos años han sido habituales las operaciones policiales dirigidas a detener y crear campañas de opinión en contra de determinadas personas y colectivos por expresar opiniones o, simplemente, publicar en redes sociales chistes de mal gusto. Las denominadas operaciones ‘Araña’ han supuesto la detención de más de 40 personas a las que se aplican consideraciones morales que raramente tienen fundamento jurídico.

Hace tiempo en el colectivo editor de Diagonal hemos sostenido un debate sobre la legitimidad del uso de mensajes emitidos en las redes sociales para generar “noticias”. Aunque es fuerte la tentación de conseguir visitas y lectores mediante el lanzamiento a la opinión pública de exabruptos y declaraciones inaceptables, vemos necesario hacer público el debate sobre lo que Javier Salas ha llamado, precisamente en El País –primer medio que se hizo eco de los tuits que recuperaban los mensajes de Zapata–, “la nueva inquisición”. Este artículo de Adolfo Estalella, sobre la necesidad de poner límites a la intromisión de los medios de masas en nuestras comunicaciones en Internet, aporta una mirada necesaria sobre lo que ya se está convirtiendo en uno de los principales caladeros para el periodismo actual.

La (leve) influencia de los nuevos y no tan nuevos medios

Otro problema que se ha puesto sobre la mesa tras esta primera “crisis de gobierno” ha sido la constatación de que los nuevos y no tan nuevos medios de comunicación seguimos teniendo muy poca capacidad para contrarrestar o responder ante las comunicaciones lanzadas desde los mass media. Aunque se hayan multiplicado las voces y el público busque cada vez más fuentes de información ante el descrédito de los diarios de siempre, la televisión y la radio fueron definitivas para resolver sumariamente el caso de los mensajes de Guillermo Zapata.

Los trending topics no bastan para desmontar un consenso establecido en torno a lo que Guillem Martínez ha llamado acertadamente Cultura de la Transición. El propio Martínez decía ayer a cuenta de este caso que se debe tomar nota de este punto débil: “La fortaleza cultural del 15M, que ha cambiado marcos culturales, es sumamente frágil en las instituciones”. Entender el régimen como un pack conlleva una mirada crítica sobre las campañas que se inician desde los medios de comunicación del establishment. También es necesario que la sociedad civil, los movimientos y todos los actores implicados en este proceso de cambio mantengan abierto el conflicto contra esos poderes.

"Vamos despacio porque vamos lejos" sigue siendo una consigna válida hoy día. El objetivo de alcanzar una democracia real llevará a cometer más y peores errores, sin duda. Lo que no nos podemos permitir, en ningún caso, es aprender despacio e instalarnos en la desmemoria que se nos propone desde arriba.