Nicaragua

Libertades
Periodismo de gafas violeta. Blog de June Fernández.

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27 de Feb 2014
June

 

Es 25 de febrero, aniversario del triunfo electoral de Violeta Chamorro en 1990, que puso fin al Gobierno del Frente Sandinista de Liberación Nacional. Estamos en un salón del Instituto de Historia de la Universidad Centroamericana en Managua. Una fila de personas representa a la generación que hizo la revolución sandinista, el alzamiento popular que puso fin a la dictadura de los Somoza en 1979. Frente a ella, otra fila de personas representa a la generación joven, la que nació durante la revolución o la guerra de la contra. Las separan tres cuerpos en el suelo -los muertos-, y una mujer de pie con una pegatina en el pecho en la que se lee: “No sirvió”.

El resto de asistentes observan la escena desde las sillas que rodean al grupo. Algunos rostros reflejan escepticismo, otros emoción (con lágrimas incluidas), la mayoría expectación. Se trata de una sesión de constelaciones familiares, una técnica de la terapia sistémica cuyo lema se resume en que, cuando la historia no ha sido correctamente asimilada, se repite y se repite y se repite. Normalmente se utiliza para tomar conciencia sobre cómo la historia de nuestra familia influye en nuestros patrones de conducta. Pero la psicóloga social nicaragüense Martha Cabrera, convocada por un grupo de jóvenes interesadas en establecer un diálogo intra e intergeneracional sobre cómo les duele y les afecta la historia reciente del país, propuso utilizar esta técnica a modo de terapia colectiva. El objetivo es poder conectar con el dolor que provocó la guerra y lo que simbolizó la victoria de la oposición apoyada por Estados Unidos. El título de la sesión: Encuentro con la historia desde el corazón. Porque la historia de la revolución sandinista y la guerra no es sólo un relato que se analiza y se revive a través de libros de texto y documentales, sino que atravesó la vida de cada nicaragüense.

“Alguna gente dice que lo que ocurre ahora no es muy diferente a cómo se vivía durante la Revolución. Otra gente dice que lo que ocurre ahora no es muy diferente a cómo se vivía durante la dictadura de Somoza”, dijo una de las asistentes durante el intercambio de sentires con el que se inició la sesión. Normal: Daniel Ortega volvió al poder como líder del Frente Sandinista de Liberación Nacional en 2006. El mismo presidente y el mismo partido que en la Revolución, pero cuyo triunfo electoral 27 años después fue posible gracias a sus pactos con la Iglesia católica y con Arnoldo Alemán, presidente liberal entre 1997 y 2002, recordado como uno de los diez jefes de Estado más corruptos del mundo. Quienes pusieron fin a la dictadura, hoy acumulan poder, cambian la Constitución para poder ser reelegidos indefinidamente, aumentan el peso del Ejército y combinan su mensaje hippie de paz y amor con un clima de represión y criminalización de la protesta social.

“Nací en el 93. Para poder analizar de forma objetiva la política actual, tengo que aceptar qué ocurrió con la Revolución”, reflexiona una de las asistentes más jóvenes. Otro, nacido dos meses después del triunfo de la Revolución, recuerda que el silencio marcó su infancia: “Mi familia todo el rato me llamaba al silencio: 'no digas eso, que te vas a ganar enemigos'. Eso marcó la forma en la que me relacionaba con las personas, hasta que pude iniciar mi propia revolución personal”. Las más mayores hablaron de familias divididas, de amigos que se fueron al servicio militar y volvieron en cajas; las jóvenes, de cómo fue emigrar de niña o entender que su mamá y su papá no estuvieron ausentes porque tuvieron que ir a la guerra.

Compartidas las vivencias, la psicóloga Eugenia Monroy explica en qué consisten las constelaciones familiares y elige y coloca en su lugar a las personas que escenificarán el desencuentro en torno al sentimiento de fracaso que dejó -a quienes creyeron en la Revolución- la victoria de Violeta Chamorro en 1990. El dolor de sentir que lo luchado no sirvió, que quienes nacieron en torno a esa fecha heredaron un fracaso.

Jóvenes y mayores se miran, miran a los muertos, miran a la mujer y su “No sirvió”. La psicóloga les pregunta cómo se sienten. “Tensa”. “Con miedo”. “Ansioso”. “Tranquila”. “Me duele el cuello”. “No quiero mirarles”, dice una joven, que levanta la vista hacia por encima de la cabeza de los mayores para que sus miradas no se encuentren. “Quisiera acercarme a ella”, expresa otra joven señalando a uno de los cadáveres. La facilitadora le da permiso, así que ella se tumba entre dos de los cuerpos y se queda ahí.

La terapeuta empieza a pedir a jóvenes y mayores que miren a los muertos y repitan con ella: “Su destino fue ese, el mío es otro. Ustedes murieron, yo viví”. Y a las jóvenes, mirando a sus mayores: “He cargado sus sentimientos, sus culpas, sus miedos. Me di cuenta que no son míos. Debió haber sido duro y difícil para ustedes, tanto que tuve que ayudarles a cargar con ello. Pero ahora se lo devuelvo. Ustedes tienen fuerza suficiente. Lo suyo es suyo, yo me dedico a lo mío. Nada tengo que pagar”.

Otra mujer se levanta de una de las sillas y se para en el extremo opuesto a la mujer del '”No sirvió”, pero con otro mensaje en el pecho: “Sí valió”. De nuevo, la gente joven repite los mantras de la terapeuta: “Fue valioso. Valió la pena. Cumplieron con lo que les tocaba hacer. La historia avanza paso a paso. Ustedes caminaron lo que pudieron caminar. Fue valioso, ahora lo miro. Lo que dieron fue suficiente. Gracias a lo que ustedes hicieron soy quien soy. Dejo de juzgarlos y de criticarlos”. Y ya, ambas filas, mirando a los muertos: “Su muerte valió la pena. Había tanto dolor que no nos dejaba ver lo valioso”.

¿Cómo se sienten?”. Algunas personas se han ido relajando, otras siguen sintiéndose mal, hay quien se confiesa estar desorientado: “No sé cuál de los dos mensajes creer”. La psicóloga sigue un rato haciéndoles repetir que fue valioso, que sí sirvió. Y vuelve a preguntar: “¿Cómo se sienten?” “Descargada”. “Empoderado”. “Libre”. “Yo siempre me había sentido juzgada por ustedes, ahora me siento reivindicada”, expresa una de las adultas. “Yo me siento agradecido de formar parte de una gran historia”, responde un joven.

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Nota: Lo de arriba es el tráiler del documental 'Palabras mágicas (para romper un encantamiento)', citado en la sesión como referencia imprescindible para comprender por qué duele la historia de Nicaragua.
 

 

 

03 de Feb 2014
June

Leo la noticia de que la hija de Woody Allen acusa a este de haber abusado sexualmente de ella de niña y (si bien me resulta llamativo que Allen apele a las denuncias falsas y al síndrome de alienación parental para defenderse), más que ponerme a valorar este caso, me interesa ver si podría servirnos para hablar de una de las formas de violencia sexual más silenciada en nuestra sociedad. Y digo "en nuestra sociedad", porque si algo me ha sorprendido siempre en Nicaragua es lo mucho que se habla de abusos sexuales en la infancia, los esfuerzos que feministas y ONGs hacen para que deje de ser tabú.

Te puedes encontrar en la calle y escuchar en la radio la campaña 'Yo te creo', impulsada por el Movimiento contra el Abuso Sexual, formado por más de 40 organizaciones sociales. “Esta campaña con su lema YO TE CREO surge a raíz de la problemática de abuso sexual que se vive cotidianamente en hogares nicaragüenses y debido a la falta de credibilidad en la palabra de las niñas, niños y adolescentes”, cuentan. En sus piezas de comunicación dan claves para que las personas adultas sepan identificar y abordar situaciones de abuso sexual en la infancia. Frente a lo extendidas que están tanto las denuncias por abusos sexuales a menores como los embarazos en niñas y adolescentes, recordemos que en Nicaragua el aborto es ilegal en todos los supuestos.

La violencia sexual contra menores es un tema que los principales medios de comunicación incluyen en sus agendas. El Nuevo Diario informaba recientemente de que, de los 5.977 peritajes clínicos por violencia sexual efectuados por el Instituto de Medicina Legal, 3.020 fueron en menores de edad (de 0 a 13 años); 2.481 en niñas y 539. Según las expertas, el 90% de los abusos los cometen personas muy cercanas. Casos mediáticos como las denuncias contra unos policías por violar a una niña con discapacidad intelectual, o incluso el hecho de que la hijastra de Daniel Ortega le acusase en 1998 de haber abusado de ella desde niña, hacen que el tema salga a menudo a debate. También los medios feministas dedican espacio a este asunto; el programa de radio Cuerpos sin-vergüenzas lo trató el pasado noviembre en torno al 25 de noviembre.

Pero más allá de la agenda mediática, en mi entorno nica he escuchado varias historias de mujeres que vivieron abusos en la infancia, y en talleres sobre violencia machista y empoderamiento es habitual que afloren varios testimonios de violencia sexual en la infancia. Eso me ha llevado a querer profundizar en las causas por las que esta forma de violencia se encuentra tan extendida en Centroamérica y si es que en el Estado español no se habla de ello porque la prevalencia es mucho menor, o porque el tabú y el silencio siguen siendo inquebrantables. El otro día mis compañeras de casa me preguntaron sobre cómo se vive este tema en mi país, y les dije eso, que no conocía a ninguna persona que reconociera (o que me haya contado a mí, vaya) haber vivido episodios de abuso sexual en la infancia por parte de familiares, y que veo que se suele incluir en el discurso pero no se llega a hablar de ello como una realidad presente en nuestras vidas.

Cuando escribí el post de Paranoicas y Ander Izagirre el de Son unas histéricas, recibimos un montonazo de comentarios y emails de mujeres que nos relataban sus experiencias de agresiones machistas normalizadas y que agradecían que hubiera espacios en los que hablar de ellas. Cuando publiqué el reportaje 'Yo quería sexo, pero no así', de nuevo, muchas mujeres expresaron que ese texto les había ayudado a identificar que lo que vivieron con sus amantes o parejas fue violencia sexual. Una de ellas fue Lucía Egaña, quien publicó su propia narración de las agresiones vividas desde niña en un texto en Pikara que ha recibido más de 100.000 visitas y que también ha dado pie a que muchas mujeres hablen de sus vivencias.

Así que hoy me he despertado pensando que tal vez fuera posible romper el silencio con el tema de los abusos sexuales en la infancia, pero he comprobado que hay compañeras feministas que ya lo están haciendo. Proyecto Kahlo cerró el 2013 publicando una carta de una lectora contando las secuelas que le ha dejado los abusos que sufrió de niña por parte de su hermano y el dolor de no poder hablarlo con la familia y seguir conviviendo con él.

Hoy mismo, removida por la polémica con Woody Allen, Erika Irusta ha publicado su historia en El Camino Rubí. Ella sí que se decidió a hablar con sus padres de los abusos por parte de su tío; le apoyaron y emprendieron un tortuoso proceso legal del que la niña Erika salió revictimizada y su agresor impune: “Abusar significa romper un mundo, quebrar un cuerpo, sembrar el dolor por los siglos de los siglos en una persona en desarrollo. Yo he crecido macerada en el veneno de la vergüenza y la culpa. (…) Este sembrador de horrores vive tranquilo y feliz. Yo, en cambio, sigo maltrecha, germinada entre un nido de larvas, pensando en las otras niñas, aquellas que como yo, brotan torcidas, quebradas”.

Pero contarlo en espacios seguros como los colectivos, blogs y medios feministas no revictimiza, sino que empodera. Juntas transmitimos a los agresores y abusadores que pronto dejarán de sentirse impunes. Los delitos sexuales se cometen bajo el prejuicio de que la víctima callará, porque sentirá vergüenza, culpa y miedo a que no la crean o la cuestionen. Que tú lo cuentes y yo te crea y todas nos apoyemos es el primer paso para romper con el silencio y la impunidad.

PD: Insisto: no me interesa nada debatir sobre el caso concreto de Woody Allen.

30 de Ene 2014
June

Me dijo mi amigo N.: “Ya verás cuando llegués a Managua. Si antes era la ciudad de la eterna Navidad, ahora parece la casa de Willy Wonka”. Lo decía por los árboles de la vida que se instalaron primero para adornar la Avenida de Bolívar, cuyas aceras se ensancharon recientemente para convertirla en uno de los pocos paseos amables para los peatones, pero que poco a poco están sustituyendo los antiguos árboles navideños de las rotondas de la ciudad.

¿Qué es un árbol de la vida? Esto:

Foto: Carlos Herrera/ CONFIDENCIAL

Se considera que parten de la iniciativa de la influyente primera dama y responsable de la comunicación del Gobierno, Rosario Murillo, quien los ha presentado como un reflejo de la felicidad y la prosperidad de la que goza Nicaragua: según Murillo, adornan las rotondas para que “celebremos de verdad, de verdad sintiéndonos alegres por dentro, y que convirtamos la ciudad en un festejo de tanta bendición, tanta prosperidad, y tanta victoria” (La Prensa). En algunos medios se afirma que están inspirados en la obra de Gustav Klimt, en otras se las considera copia de una creación de 2008 del artista australiano Timothy Paris.

Hay quien atribuye la instalación de estas llamativas estructuras metálicas a los caprichos de la mística esposa presidencial; hay quien ve en ellas una estrategia electoral más de una líder a quien consideran experta en manejar símbolos sincréticos que conectan con amplios sectores de la sociedad. “El árbol de chatarra, a diferencia de los anteriores arrebatos antiestéticos de la cultura kitsch oficial, es la condensación simbólica más acabada del régimen en lo que tiene de abusivo, incongruente y totalitario”, sentencia Sofía Montenegro, periodista, histórica feminista y militante la escisión del FSNL, el Movimiento Renovador Sandinista (MRS). En su opinión, una prueba de ello es que hayan impuesto a la emblemática estatua de Sandino de
la loma de Tiscapa la compañía de un árbol de la vida que, más que darle sombra, le hace sombra.

En los comentarios digitales y en las calles, se debate sobre su gusto estético, sobre si son reflejo de tecnología y progreso o de megalomanía kistch, si no sería más lógico y ecológico haber plantado árboles vivos, si son coherentes con la doctrina cristiana que dicen abrazar Daniel Ortega y Rosario Murillo. “Todo lo que hacemos tiene como centro, como corazón, la defensa de la vida. Y allí está el árbol de la vida, para representar esa búsqueda permanente de los y las nicaragüenses; y ese árbol de la vida que también es la fe que nos moviliza”, afirmó Murillo el pasado 19 de julio. La teóloga feminista María López Vigil le contestó en un programa de radio que “si se le quiere dar una lectura religiosa al tema de los Árboles de la Vida, tendría que calificarse de ‘un gran pecado’, por instalarlos en un país muy pobre con grandes necesidades por cubrirse”.

Ante la falta de transparencia sobre su coste, fuentes del periódico Confidencial calcularon que fabricar cada arbolito cuesta más de 20 mil dólares, sin contar gastos de consumo energético y las medidas de seguridad (están custodiados por vigilantes). Estos gastos no están incluidos en el presupuesto general del Estado ni en el del Ayuntamiento de Managua, añade este diario, en el que no se descarta que se hayan empleado fondos de solidaridad de Venezuela, lo cuál explicaría que los primeros se instalasen para engalanar la no menos impactante estatua de Hugo Chávez.

Otra novedad con la que me he encontrado es la imposición de la tarjeta electrónica TUC como única forma de pago en los autobuses que recorren Managua. Por ahora se mantiene alguno “mixto” en el que todavía se acepta el pago en metálico (creo que en diez días he visto uno), pero la idea es que esa opción vaya desapareciendo. Presentado también como una muestra de progreso, el objetivo de este sistema es agilizar el abordaje, pero en los primeros meses la sensación ha sido más bien de caos y engorro para una ciudadanía poco familiarizada con este tipo de abonos. Colas kilométricas para conseguir la tarjeta (el otro día me fui a informar y ya sólo se encuentra en tres puntos de la ciudad), denuncias de que los lectores que cobraban más de lo debido, chóferes que pagaban su enojo con los pasajeros y pasajeras... Además, las personas que vienen a la capital desde otros departamentos del país se encuentran con un sistema de transportes al que ya no tienen acceso normalizado.

Y las ventajas son pocas: el precio del pasaje no se reduce por usar la TUC (hay quien prevé una subida de la tarifa para compensar gastos logísticos) y no hay otros medios de transporte por los que resulte atractivo un sistema de pago unificado. ¿A quién beneficia entonces? Fundamentalmente a Mpeso, la Entidad de Dinero Electrónico responsable de la gestión de las tarjetas, y propiedad de Haroldo Montalegre, empresario que 'Radio Patio' relaciona sentimentalmente (dejémoslo ahí) con la familia Ortega-Murillo. Actualización: N. me pasa un enlace en el que se recuerda que Montalegre fue juzgado por desvío de fondos y estafa, y finalmente no fue condenado.

Estos días, la noticia es que Daniel Ortega ha cambiado la Constitución: ahora permitirá la reelección indefinida, bastará la mayoría simple para ganar las elecciones en primera vuelta, el Gobierno podrá aprobar decretos de ley sin pasar por la Asamblea Nacional, y también otorga un mayor peso al ejército.

La semana pasada, la izquierda crítica se indignaba por la represión policial en las manifestaciones para exigir indemnizaciones a los recolectores de caña de azúcar enfermos de Insuficiencia Renal Crónica en Chichigalpa, una enfermedad mortal que los cañeros atribuyen a las precarias condiciones laborales que soportan en el Ingenio de San Antonio, en la que se produce el ron Flor de Caña. La patronal, en cambio, se lava las manos, diciendo que ninguna investigación científica ha probado la relación entre la epidemia y la actividad en las plantaciones. La tensión ha crecido aún más a raíz del asesinato de un manifestante por parte de la policía hace dos sábados, durante una propuesta para exigir indemnizaciones a la empresa, propiedad de Carlos Pellas, uno de los empresarios más poderosos de Nicaragua.

Y así me he encontrado el país de los lagos y volcanes. Recuerden el lema nacional: “Nicaragua: cristiana, socialista y solidaria”.