Hace unos días se aprobó la reforma de la ley aborto a pesar del descontento e indignación de la mayoría social. El ministro de Justicia en una de sus declaraciones apelaba a que aquello era lo que quería la gran parte de los españoles, todo ello, basándolo en la mayoría absoluta representada en las cámaras. La indignación al oír tales palabras es creciente y nos muestra un resultado que todos ya sabemos; el sistema es incoherente con el sentir popular, la democracia representativa no funciona. Nos situamos ante un problema de continente, pero también de contenido y por ello el colapso de la estructura errática del 78 se cae a pedazos.
En referencia a lo anterior y al concepto de democracia, me gustaría que nos trasladásemos a la Atenas del Siglo V a. C y realicemos una reflexión conjunta, salvando como es natural los ángulos oscuros que pueden darse, así como ser conscientes del contexto histórico en el que nos movemos. Apelemos a la esencia de la democracia, su concepción y los mecanismos que se pusieron en práctica para la vertebración de dicho sistema.
Recordarán que en una entrada pasada hablé de la figura de Clístenes (570 a.C-507 a. C), con sus reformas se pusieron los cimientos de la democracia. No obstante, será con Pericles cuando se consolide en la región del Ática. Sin entrar en todos los engranajes de la estructura democrática – llevaría unos cuantos manuales a escribir- voy a destacar ciertos aspectos clave para entender su funcionamiento.
Tucídices en su Historia de la Guerra del Peloponeso recoge un amplio discurso pronunciado por Pericles en el año 431 en honor de los caídos en el primer año de guerra. En el fragmento escogido se percibe la esencia del concepto de democracia:
“Tenemos un régimen de gobierno que no envidia las leyes de otras ciudades, sino que más somos ejemplo para otros que imitadores de los demás. Su nombre es democracia, por no depender el gobierno de pocos, sino de un número mayor; de acuerdo con nuestras leyes, cada cual está en situación de igualdad de derechos en disensiones privadas, mientras que según el renombre con que cada uno, a juicio de la estimación pública, tiene en algún respecto , es honrado en la cosa pública; y no tanto por la clase social a que pertenece como por su mérito, ni tampoco, en caso de pobreza, si uno puede hacer cualquier beneficio a la ciudad, se le impide por la obscuridad de su fama”.
El texto nos muestra que todos los ciudadanos tenían el derecho y la obligación de participar, siendo protagonistas de la vida política, en contra de los sistemas oligárquicos -el gobierno de unos pocos-, independientemente de la “clase social” a la que perteneciese, ¿con qué elementos podía articularse tal afirmación más allá del marco narrativo?
El órgano de participación popular residía en la Ekklesia (asamblea), allí, el poder (kratos) estaba representado por el conjunto de la ciudadanía. La asamblea tenía decisión sobre la mayoría de los asuntos que concernían el día a día de Atenas y por ende de sus ciudadanos. Diversas materias de Estado como religión, finanzas y política exterior dependían de la asamblea. Por ejemplo, entrar o no en una guerra. Aparte de dichas competencias cabe reseñar que en gran medida hablamos de un mecanismo de control de otras instituciones que completaban el sistema como las magistraturas.
Sin entrar en muchos detalles vamos a trazar las líneas de los otros organismos. Por un lado tenemos la Magistratura, cuyos componentes son delegados por el cuerpo de los ciudadanos. La magistratura como órgano colegiado se componía de 10 estrategos y 9 arcontes. En el caso de los estratego- como Pericles-, habían de ser elegidos por la Ekklesia, siendo el cargo anual y renovable sin límite de años. No obstante, para poder formar parte de la institución el individuo debía pasar una prueba previa en la cual su vida privada y comportamiento político anterior eran analizados (dokimasia) y, dependiendo del mismo podía ser rechazado. Sus funciones eran diversas, en el marco teórico debían de preparar decisiones que otras instituciones tenían que tomar y encargarse de su cumplimiento. En materia de control, los magistrados podían ser durante su mandato depuestos, llevados a juicio, desterrados e incluso condenados a muerte. Al final de su legislatura debía rendir cuentas ante la siguiente institución a presentar: el Consejo o Bulé.
Por otro lado, tenemos el Consejo de los Quinientos o Bule que se encargaba de controlar todas las actividades de los magistrados. Dentro de la Bulé se recibían las enmiendas e iniciativas de los particulares, magistrados o los propios buleutas, sobre ellas se debatía y se redactaba en forma de propuesta de resolución, la cual se presentaba a la asamblea quien tenía la última palabra. Además, el Consejo debía asegurar la publicación y la ejecución de las decisiones tomadas por la Asamblea. Otra institución fue el Areópago, pero en el siglo V a.C o su relevancia era nimia comparada con los siglos anteriores.
En el campo de la justicia nos encontramos ante los tribunales populares. En Atenas el principal se denominaba Heliea. Para formar parte de los jurados se elegían todo el año mediante sorteo a seis mil ciudadanos atenienses mayores de 30 años, de ellos dos mil quinientos formaban parte de Heliea y el resto se derivaban a otros tribunales. En dichos tribunales podía vérselas un magistrado si resultaba acusado por un particular ya fuera por ilegabilidad (eisangelia) o simplemente contra ciertas decisiones tomadas (ephesis). Otra fórmula jurídica fue la graphe paranomon, un recurso de ilegibilidad ante una ley por parte de un particular si éste consideraba que la nueva ley atentaba contra las vigentes. Con la denuncia la nueva ley quedaba pendiente de aplicación hasta que un tribunal especial juzgaba el asunto.
A pesar de todo, la participación de los más desfavorecidos (Thetes) en la Ekklesia y en los tribunales se antojaba complicada por dos motivos. Si un campesino acudía una jornada a la asamblea perdía un día de trabajo con su salario correspondiente, por otro lado, en la antigüedad las distancias eran mucho más insalvables que en la actualidad debido a los medios de transporte. Pericles, consciente de la situación, crea la mistaforía, una especie de indemnización o compensación por la participación diaria del ciudadano en la vida política, actividad que no era un derecho sino un deber.
En la práctica no todo resultó ser tan idílico y hubo muchas aristas -un ejemplo fue el acceso a las magistraturas y el Consejo como apunta el historiador Gómez Espelosín en su obra Introducción a la Grecia Antigua-,sin embargo la ciudadanía tenía la posibilidad real de participar en la vida política de una forma directa. Demos y Kratos, pueblo y poder, concepto en boca de muchos actualmente. No obstante, no hay que equivocarse, nuestra mentalidad procede de la Revolución Francesa no del corazón de la Antigua Grecia.
Lecturas recomendadas.
Domínguez Monedero, A. J. ; Pascual González, J. ( 1999): Esparta y Atenas en el siglo Va. C. Síntesis.
Gómez Espelosín, F.J ( 1998): Introducción a la Grecia Antigua. alianza Editorial.