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04 de Abr 2014
Javierfernandez

El pasado 31 de Marzo se daba por inaugurado el nuevo Museo Arqueológico Nacional, así rezaba una placa en la entrada del mismo aunque en realidad, estamos hablando de una gran reforma que ha durado seis años. La radiografía del discurso inaugural de Mariano Rajoy Brey no podía ser más desoladora, a lo largo de nueve minutos el presidente del gobierno no deja de redundar en un mismo fin: la unidad de España. El matiz político superó al científico en sus palabras y nos dibujó una vez más el perfil de un presidente al que la cultura le seduce más bien poco, algo que podían paliar con el guión bien estructurado, pero sus asesores de marca “Wertiana” también se decantan más por la prensa deportiva de color rosa.(Discurso de Mariano Rajoy)

Un cierto halo de incertidumbre me envolvió al escuchar el discurso, sobre todo con la oleada de aplausos que recibió Rajoy por parte de las personas del patronato tras finalizar sur redundante parloteo. Además, la prensa generalista tampoco hacía mucho hincapié en el carácter didáctico que debía tener el MAN. Sin embargo, todas mis dudas se disiparon al entrar en la primera sala del museo. Tantos años de espera habían merecido la pena.

Estelas en su entorno. Fotografía de Tomás Aguilera.

En primer lugar hay que destacar el itinerario a lo largo de las cuatro plantas que componen la exposición permanente. El trayecto sigue un hilo cronológico lineal de la historia de las diversas identidades que han poblado el territorio de lo que hoy conocemos como Estado español. Finalmente, en una parte de la última planta se dedica un espacio a la historiografía del propio museo y las secciones de Oriente Próximo, Egipto y Nubia y Grecia. Los últimos bloques mencionados son el reflejo de la historia de la investigación española que se desarrolló en los siglos XIX y XX.

Uno de los aspectos básicos de la museística es la utilización del espacio, pues no se trata de inundar cada sala con vitrinas atestadas de piezas, sino de darle un sentido visual que permita una mayor comprensión de lo que se está viendo. El MAN cumple las expectativas y respeta las zonas reservadas al visitante, permitiendo un tránsito fluido a lo largo de cada área. Además, se han aprovechado dos patios interiores del edificio con gran acierto. En uno de ellos nos encontramos el sepulcro de Pozo Moro, antes situado en un lugar angosto, y ahora, ubicado en una localización que permite contemplar la reconstrucción desde diversos ángulos y distancias.

Pozo Moro

En lo referente a la materia expuesta y la distribución de la misma, cabe reseñar el espíritu didáctico que predomina en todos los sectores del museo. Cada una de las salas se divide en diversos bloques que atañen los aspectos que giran en torno a una sociedad: religión, política, economía, relaciones interculturales y vida cotidiana entre otros. El despliegue de elementos que ilustra cada sala sorprende gratamente: medios audiovisuales, paneles informativos que absorben al visitante, maquetas de yacimientos -tumbas principescas de Toya-, reconstrucciones a tamaño real -como el caso de una vivienda de la cultura del Argar con dos enterramientos bajo su suelo-, recreaciones de pequeños escenarios en los que se sitúan ciertas piezas con objeto de ubicarlas en su entorno original, réplicas de piezas que pueden tocarse -algunas de ellas reproducen el proceso de forja de un arma por ejemplo-.

Réplicas para tocar.

Además, la historiografía adquiere un gran peso en la exposición. Los trabajos de Luis Siret en Villaricos son puestos a disposición para explicar la metodología empleada sobre el yacimiento, colocando sus anotaciones y perfiles junto a las piezas de allí expuestas. Otro ejemplo destacable lo encontramos en la primera sala dedicada al Antiguo Egipto, en la cual se hace hincapié –como es natural- a la misión arqueológica española en Nubia entre los años 1960 y 1966.

En cuanto a los aspectos negativos pueden destacarse dos. Por un lado el tamaño de la letra de algunas fichas explicativas de las piezas, es demasiado pequeño. Por otro, la poca protección de algunas piezas, expuestas a ser tocadas por los visitantes, viendo así perjudicada su conservación.

Los medios generalistas hablan de “las 10 piezas que no puedes dejar de ver en el MAN”, cuestión que tiene su relevancia, no obstante, la clave del museo no es esa. Lo que resulta imprescindible es comprender a través de los materiales y medios cómo se articularon las diferentes sociedades que poblaron la Península Ibérica a lo largo de siglos y cómo han sido reconstruidas por el mundo de la investigación.

Recreación de un enterramiento de guerrero del campaniforme Fotografía de Tomás Aguilera

La labor en las reformas del Museo Arqueológico Nacional ha sido encomiable. Esto deja de nuevo al descubierto que dentro del Estado español hay grandes profesionales y que con los medios necesarios son capaces de cualquier cosa. Ojalá tomara nota el Gobierno, en vez de obligar al exilio a muchos de estos científicos.

20 de Mayo 2013
Javierfernandez

Hace tres meses el Ministerio de Hacienda denegó las subvenciones concedidas por la Secretaría de Estado de Cultura a 30 grupos de universidades españolas con proyectos internacionales dentro del campo de la arqueología. Una muestra más de los recortes practicados por el actual gobierno. Aquello, me recordó al episodio histórico que a continuación les voy a exponer.

En los primeros compases del reinado de Amadeo de Saboya, allá por el verano de 1871 se organizó una expedición a bordo de la Fragata Arapiles. El cometido estaba sometido a intenciones políticas y económicas dentro del marco del Mediterráneo oriental, no obstante, aprovechando la coyuntura, se creó una comisión científica cuya finalidad era adquirir piezas procedentes de aquella zona para el joven Museo Arqueológico Nacional, fundado cuatro años antes. Dicho equipo se componía por el académico de la Historia Juan Dios de la Rada y Delgado, un secretario de la embajada, concretamente, Jorge Zammit y Romero, quien desempeñaría las funciones de intérprete, y el académico de la Real de San Fernando, Ricardo Velázquez y Bosco, en labores de dibujo y fotografía. (fig1).
 

A simple vista, podemos dilucidar que con un equipo tan competente y docto se podría realizar una labor encomiable y aportar un grueso número de piezas a las frías salas del MAN, entrenado así en aquella batalla cultural entre los diversos museos europeos. La realidad distó de aquello, pues si por un lado la publicación posterior de aquel periplo fue exquisita para la época, no resultó así la llegada de objetos. La razón de ello fue la falta de fondos económicos. El Ministerio de Fomento extrajo de las 50.000 pesetas correspondientes al fondo para obras y adquisición de objetos del museo un total de 2.500. Cuantía que debería emplearse además para el combustible y las dietas de los miembros de la comisión. Los dispendios sobre éstas de forma diaria eran los siguientes: 15 pesetas para Rada y Zammit, mientras que 10 eran para Velázquez. Para que se hagan una idea, el viaje duró un total de 86 días, es decir, 3.440 pesetas en dietas.

El 27 de Julio, tres semanas después del inicio del viaje, como era de esperar, los fondos se agotaron. El comandante del barco prestó a los comisionados cerca de 3.000 pesetas de la caja del navío. Situación insostenible ésta que obligó a los científicos a enviar telegramas demandando fondos tanto al habilitador del Museo Arqueológico Nacional,, Sergio Sálvez, como al propio director de la institución, Ventura Ruiz Aguilera. En este último, la desesperación era evidente: “fondos cero ayúdenos ministro con su legítima influencia”. Si ustedes creen que las solicitudes fueron desatendidas, están en lo cierto. A pesar de ello, sí se adquirieron piezas, sobre todo en la primera fase del viaje, aquella que comprendió Asia Menor. (fig2)
 

De aquella odisea científica podemos extraer dos conclusiones. Por un lado tendríamos las proezas realizadas con escasos medios por parte de los comisionados y por otra el desinterés de las instituciones vertebradas por el Estado español en materia científica. Resulta interesante rescatar este episodio de la historia no muy conocido, pues una vez más de una forma u otra los comportamientos se repiten. En la universidad pública española, los profesores, aparte de su actividad docente, tienen que llevar a cabo proyectos de investigación y con noticias como la que apunté al inicio, esto se torna más que complicado, suponiendo en ocasiones la propia inversión de su salario en este tipo de campañas, además de acudir a las fundaciones privadas. De tal modo, la apuesta segura en I+D, potenciando un país en competencia científica se difumina dando paso a un modelo en los que los protagonistas son el ladrillo y Eurovegas. Por tanto, no se extrañen si en los siguientes años ven a muchos investigadores con sus tesis doctorales finalizadas sirviendo copas en Alcorcón o en otros países. Pues eso del retorno es un cuento cómo se ha visto en el caso del joven físico Diego Martínez Santos, premiado por la Sociedad Europea de Física. Quien quiso retornar a nuestro país a través del programa Ramón y Cajal y le fue denegada la beca debido a que no “estaba estaba a la altura exigida”, realidad transformada como diría nuestro querido Valle-Inclán.

Javier F. Negro

La cuestión es navegar entre los mares del conocimiento pretérito, surcar la Historia y sus ramas de pensamiento. Reflexión crítica y algo punzante, mostrar que el presente ya fue antes. Recuperar voces empolvadas, pues el ser humano es repetición consonante y cae en espirales anteriormente dadas. Conocer, aprender y no volver a tropezar.

Javier F. Negro / @JFeNegro