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Culturas
Cuestionando el pensamiento oficial y sus monólogos afines

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10 de Nov 2016
Anfigorey

 

La literatura comienza donde se detiene la crónica. Sin embargo, los lectores no dejan de reclamar más crónica. Un libro se acepta de buen grado si lo que narra sucedió realmente. ¿Qué esconde esta avidez de realidad?

Las televisiones han dejado de advertir que las imágenes emitidas podrán herir nuestra sensibilidad, ése es ahora su propósito. En el gran teatro de variedades en el que los medios de comunicación han convertido la actualidad, las imágenes ya no ilustran procesos políticos: su función es alimentar nuestra curiosidad como espectadores. Cualquier imagen puede ser mostrada, a condición de que no dispongamos del tiempo suficiente para pensarla; a condición de que sea separada del contexto y las explicaciones que le dan sentido. Así los naufragios en el Mediterráneo pasan ante nuestros ojos sin suscitar grandes reflexiones. Ni tan solo aprendemos geografía. ¿Qué países limitan con Siria? Nuestra empatía no debe exceder los veinte segundos que dura la noticia o el anuncio publicitario, el escaso tiempo en el cual nos está permitido imaginarnos en la piel del otro. Pero si antes del siguiente bloque informativo congelásemos la imagen, ¿seríamos capaces de mirarla treinta segundos? ¿Un minuto? ¿Cuánto tiempo pasaría antes de que empezásemos a imaginar el nombre de esas personas y esas manos y espalda y ojos nos recordasen a los nuestros?

El distanciamiento emocional que conlleva la repetición de una imagen se consigue también con la reiteración de las cifras. Nos hipnotizan las cifras. Cifras de desaparecidos; cifras de muertos; cifras de desempleados; cifras de dinero robado. La cantidad del dinero estafado en el enésimo caso de corrupción siempre resulta excesiva porque no disponemos de un elemento conocido con el que ponerla en relación: ¿cuántos años de sueldo de un trabajador de Primark supone la evasión de impuestos llevada a cabo durante los últimos años a través de las sociedades de Panamá? ¿Seremos acaso tan longevos? Qué incomodidad.

La sociedad de la información no es del conocimiento. En la actualidad la información oscila entre el entretenimiento y la dosificación del escándalo como mecanismo de captura de nuestra atención. Sus operaciones son también semánticas: el vocabulario deportivo y el político son intercambiables (partido, ganar, pulso, ventaja, victoria). Las noticias de política se presentan acompañadas de encuestas de opinión; y en el último año y medio varios medios han ideado sus propios juegos, que llegaron incluso a tomar forma de “ruleta de los pactos”. El modo en que es presentada la política obtiene así su efecto despolitizador. La narrativa que impone el periodismo nos condena a no acabar nada, no a repetirlo todo sino a no acabar nunca nada. Secuestrado el tiempo para pensar, cualquier información descontextualizada no deja de ser una anécdota y será pronto olvidada.

Si en la era de la imagen nuestros ojos se hacen responsables, ¿nos ayudará la literatura a crear el sentido ausente que deseamos?

Anfigorey

Una vez escuché a alguien decir que si todos sacásemos nuestro monstruo se haría innecesario seguir hablando de monstruos. Pues bien, me siento cerca de este huésped al que nadie ha invitado. Una fría tarde de invierno ve una luz encendida y decide entrar. Sin más.
En un momento en el que no se espera de nosotros otra cosa que obediencia y miedo, intentar pensar al margen de los discursos oficiales es para muchas un modo de resistencia. Por supuesto, no esperamos una invitación.