consumo sostenible

Movimientos
Prácticas y reflexiones desde la economía solidaria

listadoconsumo sostenible

1 a 3 de 3
05 de Mayo 2014
idearia

Por Iñigo Bandrés, de Altekio S. Coop. Mad.

Vivimos como el conejo de Alicia, corriendo pendientes de nuestro reloj. Uno de los principios en los que se asienta la Economía Social y Solidaria tiene que ver con la importancia de recuperar la dimensión humana, social, política, económica y cultural del trabajo que permita el desarrollo de las capacidades de las personasEntre otros aspectos, que se pueden consultar de forma desarrollada en la Carta de la Economía Solidaria, esto se traduce en el intento de crear empleos que dispongan de unas condiciones laborales dignas, que cubran las necesidades económicas de las personas, que sean un espacio de desarrollo personal y que permitan la participación en la toma de decisiones a diferentes niveles dentro de la empresa.

Puede resultar difícil definir qué suponen unas relaciones laborales dignas, especialmente cuando valoramos los aspectos subjetivos de las mismas en relación con la oportunidad que pueda ofrecer el trabajo desempeñado dentro de la empresa para el desarrollo personal y sociocultural de las personas que forman parte de la misma. Quizás en el caso de las cooperativas y de otras entidades de la economía solidaria donde las personas socias son al mismo tiempo trabajadoras y propietarias de los medios de producción, ésto sea más difícil todavía. Sin embargo, más allá de otras consideraciones, parece evidente que la relación entre remuneración, tiempo de trabajo y de descanso, y conciliación de la vida personal y laboral -en el caso de todas las personas implicadas en la empresa y no exclusivamente de las madres y padres- son aspectos fundamentales para determinar qué son una condiciones laborales dignas.

No quiero en este artículo profundizar demasiado en cómo debemos definir unas condiciones dignas en las empresas de economía solidaria desde un punto de vista teórico. Éste es un debate filosófico, político y sociológico que va mucho más allá del objeto del mismo. Sin embargo, tengo la sensación de que la mayor parte de las empresas cooperativas con las que he tenido relación en todos estos años vinculado a la Economía Social y Solidaria, y las personas que las gestionamos y trabajamos en ellas, nos enfrentamos a un importante dilema, o quizás debería decir más bien una dificultad, en relación con las variables remuneración, conciliación y desarrollo personal. Me parece importante aclarar que en todos los casos, alcanzar unas condiciones laborales dignas es una pieza angular sobre la que se asientan los proyectos empresariales de la Economía Solidaria, que no suele estar presente en los objetivos de las empresas capitalistas -ese fue, por ejemplo, uno de los objetivos fundamentales que nos marcamos al crear el Grupo Cooperativo Tangente-; sin embargo lo cierto es que muchos de nuestros proyectos empresariales suelen ser proyectos en los que la precariedad económica, acrecentada de forma importante en los últimos cuatro o cinco años, lleva en muchas ocasiones a jornadas laborales demasiado extensas y con altos niveles de presión, junto con salarios que en muchas ocasiones resultan insuficientes para cubrir las necesidades personales de las personas socias.

Por supuesto esta no es una realidad exclusiva de las empresas de Economía Solidaria, si no que se ve fuertemente marcada por un sistema económico, donde la productividad y la maximización de los rendimientos del capital, generan un contexto estructural donde las empresas y la vida de las personas se ven obligadas a funcionar cada vez más deprisa para ser competitivas en un mercado en el que los aspectos emocionales, afectivos y personales no son en absoluto tenidos en cuenta. Por eso muchas veces decíamos, frente a la afirmación de que hay que dejar los problemas en casa, que queremos empresas donde las personas puedan desarrollarse y para ello es necesario tomar en consideración sus problemas y acompañar sus procesos desde los cuidados.

Las TIC podrían ser un buen ejemplo de esa aceleración de la vida. Más allá de todos los efectos positivos que las nuevas tecnologías han tenido en la vida privada y personal, desde el punto de vista productivo, las nuevas tecnologías han supuesto en muchas ocasiones la difuminación de los espacios laboral y personal. Al mismo tiempo se han incrementado de forma exponencial las comunicaciones internas y externas, que son cada vez mayores, más rápidas y más difíciles de gestionar: correos, whastapp, facebook, twitter... Pero no es el único ejemplo, el tren de alta velocidad podría ser otro ejemplo enfocado a aumentar la competitividad y la velocidad de las vidas, desarrollando un sistema de transporte que excluye a quienes no tienen recursos suficientes para acceder a él, al mismo tiempo que dispara los impactos ambientales asociados a la movilidad.

Esta aceleración de la vida, orientada hacia una mayor productividad, tiene fuertes consecuencias sociales en forma de mayores tasas de paro o de exclusión en el acceso a determinados derechos, como el transporte o el trabajo; ambientales, acelerando la depredación de los recursos y aumentando la generación de residuos; económicos, acrecentando las desigualdades en la distribución de la renta y favoreciendo la transferencia de rentas hacia el capital frente al trabajo; y personales, con cuadros de estrés y de depresión, dificultad para conciliar la vida personal y profesional, etc.

Frente a esta situación, ¿qué podemos aportar desde la Economía Solidaria? ¿Cómo es posible hacer frente a este dilema?

Desde luego, parece que un aspecto fundamental pasa por dar mayor viabilidad empresarial a nuestros proyectos, siendo capaces de generar unas mayores rentas, que al ser distribuidas entre las personas socias de la empresa, permitan a estas tener unas mejores condiciones en forma de percepciones salariales por su trabajo. Probablemente sea también necesario una reflexión profunda sobre las políticas de conciliación y corresponsabilidad en la organización empresarial, en el sentido de lo que apuntaba Soraya Gonzalez Guerrero en este mismo blog.

Pero desde mi punto de vista existen unas condiciones estructurales del mercado de trabajo y del sistema productivo que no podemos plantearnos abordar desde la dimensión empresarial, sino que es necesario trabajarlas planteando cambios profundos en el sistema económico y productivo, que solo serán posibles desde la dimensión de la Economía Solidaria como un movimiento social capaz de tejer alianzas y construir estrategias conjuntas con otros movimientos sociales – como el ecologista o el feminista- que están poniendo encima de la mesa propuestas y reflexiones orientadas a un cambio radical del modelo socioeconómico actual, coherente con los principios y valores de la Economía Social y Solidaria.

Algunas de estas propuestas que están encima de la mesa hacer hincapie en la necesidad individual, pero también colectiva, de un cambio de hábitos en la forma que tenemos de gestionar el tiempo en relación con nuestro consumo y con la producción. En este sentido, se orientan propuestas como el Slow Movement o la simplicidad voluntaria, que promueven “recuperar” el control del tiempo y ralentizar la vida, dando prioridad a las actividades que redundan en el desarrollo de las personas y tratando de recuperar los ritmos y las conexiones los ecosistemas de los que formamos parte, tratando de buscar una “vida buena”.

Otras propuestas como la Renta Básica Universal plantean la necesidad de abordar cambios en la concepción y la asignación de la renta y el trabajo, buscando como efecto una mayor libertad para que las personas puedan desarrollar sus inquietudes y motivaciones. En este mismo sentido, se encuentra la propuesta de la New Economic Fundation de una jornada laboral de 21 horas, como una forma para avanzar hacia un sistema que nos permita salir de las múltiples crisis a las que nos enfrentamos en la actualidad, al mismo tiempo que le permita vivir vidas con menores recursos, pero con un mayor bienestar.

Y por supuesto no podemos obviar propuestas más estructurales que tratan de transformar el modelo económico, poniendo las necesidades de las personas y la urgencia de la crisis ambiental a la que nos enfrentamos en el centro, a través de la disminución controlada y progresiva de la producción y del consumo con el objetivo de generar un sistema económico sostenible y adecuado a las verdaderas necesidades de las personas.. En este sentido, hace años que están encima de la mesa propuestas como el decrecimiento o el movimiento en transición.

Creo que todos estos movimientos y propuestas ponen encima de la mesa debates, reflexiones, intersecciones y propuestas sobre las que tenemos que debatir y profundizar desde la Economía Social y Solidaria, abriendo diálogos con otros agentes, apropiándonos de los discursos y promoviendo alianzas con otros movimientos sociales, para promover trasformaciones profundas en el sistema, pero también como instrumento para desarrollar empresas en las que las condiciones de trabajo sean realmente dignas.

12 de Dic 2013
idearia

Por Conchi Piñeiro y Javier F. Ramos, Altekio S. Coop. Mad.

En los últimos meses, se han organizado varias jornadas, cursos y publicaciones centradas en la relación entre consumo consciente (responsable, crítico, colaborativo, transformador, etc.) y género. Algunas de ellas ya han sido nombradas en el blog, otras han dado lugar a una publicación (1) que estará próximamente on line,  en la que se podrá profundizar en las ideas expresadas en este post. 

En varias investigaciones recientes sobre consumo y estilos de vida en las que hemos participado, esta relación es uno de los aspectos estudiados. La semana pasada nos escribió una compañera (Leticia Urretabizkaia, que también participa en la publicación citada) para solicitar referencias prácticas o teóricas concretas para abordar este tema, porque estaba participando en la elaboración de un diagnóstico de género de una cooperativa de personas productoras y consumidoras.

Esto nos  hace pensar que estamos empezando a poner el foco en la relación entre consumo consciente y género, pero aún resulta difícil incluir criterios específicos y metodologías concretas en nuestras prácticas cotidianas, y es un aspecto todavía poco trabajado dentro de estas iniciativas (en las que nos incluimos).

El género es uno de los patrones de socialización que, en la sociedad capitalista y patriarcal, campañas, empresas,administraciones y otras entidades utilizan para orientar las prácticas de consumo de la sociedad. Así hablamos de la idea de “consumos de género” como tipos y ámbitos de consumo asociados a personas socializadas como mujeres y como hombres en el heteropatriarcado, así como la idea de las “dicotomías perversas” como mujeres emotivas y hombres racionales, que se pueden trasladar como estereotipos a sus comportamientos en el consumo. Y en este punto nos detendremos un poco para presentar una de las reflexiones en las que estamos trabajando últimamente: no sólo la socialización de género puede orientar las prácticas de consumo consolidando la desigualdad entre hombres y mujeres, sino que podemos vislumbrar un camino de ida y vuelta. Es decir,también las propias prácticas de consumo, ayudan a producir y consolidar roles y estereotipos de género que crean dicha desigualdad.

También se va construyendo una mirada al cuerpo y a la salud relacionada con estas dimensiones, que aparece tanto en algunos discursos del consumo que se construyen desde las prácticas, como en investigaciones sobre el tema. Esta mirada ya la hacen feministas como Alicia Puleo que nos explica que “desgraciadamente las mujeres somos más vulnerables biológicamente y perdón por el adverbio biológicamente porque dentro del feminismo suena mal, pero es que desgraciadamente los agro tóxicos, las dioxinas, los órganos fosforados, etc.; es decir cientos, miles de sustancias que estamos utilizando a toneladas afectan más rápidamente a las mujeres que a los hombres ¿por qué? porque muchas ellas son leídas, interpretadas por nuestro organismo como estrógeno” (Feminismo y ecología: Hacia otro mundo posible). Entendiendo que, cuando hablamos de mujeres, nos referimos a lo que se ha denominado “biomujeres”, y que existen una gran diversidad de identidades de mujeres que se ven afectadas de forma diversa por este hecho de las sustancias agrotóxicas, entre ellas las mujeres Trans (que se enfrentan a muchos otros problemas en cuanto a la discriminación)”. En esta línea, señalar estas diferencias es un aspecto que aparece en algunos de los documentos y discursos para promover el consumo consciente como una dimensión que debemos valorar.

Por otra parte, en las alternativas o iniciativas que construimos colectivamente para promover el consumo consciente y transformador o las iniciativas de economías colaborativas podemos abordar esta relación como una oportunidad para mirar, no sólo cuántas personas que se identifican como mujeres y hombres participan en estas propuestas, sino también qué relaciones de poder se están dando y quién tiene mayor visibilidad, cómo es el reparto de tareas (en relación a la división sexual del trabajo), y cómo funcionan los grupos, etc. (como señala en su capítulo Rubén Suriñac en el Informe Consumo y Estilos de Vida Cambio Global 2020 2050 y también señalan varias autoras los resultados específicos del proyecto europeo EUPOPP).

En este sentido, uno de los debates que hay es la mayor receptividad y participación respecto a estas iniciativas por parte de las mujeres por estar socializadas en los valores de los cuidados, que están presentes en el consumo consciente. Como nos recuerda Yayo Herrero esto es el resultado de una construcción social. Por eso, es muy interesante hacer propuestas como diagnósticos participativos de género en las iniciativas de consumo consciente, que nos permitan avanzar hacia espacios igualitarios en las prácticas concretas y una mayor reflexión en la relación consumo consciente-género, incorporando nuevas preguntas e identificando nuevos silencios.

  
(1) Tejiendo alianzas para una vida sostenible. Consumo crítico, feminismo y soberanía alimentaria, editado por Xarxa de Consum Solidari y Marcha Mundial de las Mujeres.
 
26 de Mar 2013
idearia

Álvaro Porro (www.revistaopciones.org)

Los compañeros de la cooperativa Altekio me invitaron para su 5º cumpleaños y me pidieron que hiciera una reflexión sobre dónde se encontraba actualmente la pata social (participación, desarrollo comunitario, innovación social...) de la sostenibilidad.

Y a mi me salió este “pensasiento” (vamos que me invento un pensamiento para justificar como siento yo algo) acompañado de croquis correspondiente que si no me cuesta mucho explicarme.

Para explicarnos partiremos y miraremos el proceso desde nuestro territorio (el de Altekio y del CRIC-Opciones), el del cambio de patrones de consumo y estilos de vida, no porque sea ni el más importante ni el primero ni nada por el estilo, simplemente es uno de los territorios que habrá que transitar para afrontar la crisis ecosocial en la que ya hemos entrado. No cambiaremos el mundo desde el consumo pero sin cambiar el  consumo no cambiaremos el mundo.

Microcontextos y círculos virtuosos

Una experiencia común entre los que intentan hacer cambios en su forma de consumir es la de sentirse, en la cotidianidad, limitado en las opciones o bajo la exigencia de un esfuerzo excesivo. Es desde ahí, aunque no solo por ello, que surgen articulaciones colectivas desde donde construir, facilitar, hacer más accesibles... otras formas de satisfacer necesidades, que es al fin y al cabo de lo que va en esencia el consumo. Me refiero a las cooperativas de consumo agroecológico, bancos del tiempo, redes de intercambio, grupos de crianza, finanzas alternativas, graticiclaje, huertos comunitarios, cooperativas de energía... experiencias todas ellas caracterizadas por una conceptualización muy en boga: el consumo colaborativo “link” o “ing”;carsharing, bookcrossing, cohousing, coachsurfing, crowdfunding, woofing,social-car (aunque este término agrupa no solo articulaciones colectivas sino también nuevas formas empresariales o mixtas basadas en compartir recursos en lugar de poseerlos)... Pero volviendo a las articulaciones colectivas, algunos los han llamado Ingenios de Producción Colectiva, otros (nosotros) Inovaciones Comunitarias en Sostenibilidad (ICOS) , y otros (los guiris) Grassroots Innovations  pero vienen a ser más o menos lo mismo. Desde estos espacios colectivos las acciones se facilitan, las alternativas se hacen mucho más accesibles, fáciles, fluidas y encima dejo de ser un “bicho raro” o un tiquismiquis, encontrando espacios de identidad, afinidad, complicidad... Y es que si no construimos nuevos contextos logísticos, económicos, sociales, emocionales, culturales... desde donde experimentar con otras prácticas la tarea de transformación en base a decisiones y acciones individuales puede resultar mesiánica llegada a un punto. Con estas ICOS cambian los microcontextos (nuestros y de nuestros compañeros de iniciativa) y nuestras posibilidades de cambios en nuestros estilos de vida, formas de consumo, etc... se ensanchan, nosotros lo llamamos un círculo virtuoso.

El vértigo del Upscaling y Mainstremaing

Sin embargo estos microcontextos pese a tener un largo recorrido están limitados a espacios sociales muy reducidos con alto grado de concienciación, experiencia en la organización colectiva, etc. Hace falta saltar a otras capas de la cebolla social. Los ingleses que son muy rápidos conceptualizando hablan (entre otras cosas) de “upscaling” (aumentar la escala) y “mainstreaming” (llegar al ciudadanos medio). Esos procesos pueden implicar en muchos casos  reducir la necesidad de implicación, abaratar mediante economías de escala, facilitar logística, ampliar posibilidades, reducir exigencias en los criterios, profesionalizar algunas tareas... E incluso muchas veces implica estructuras más comerciales (empresas, cooperativas...) que tratan de ofrecer similares servicios. Lo hemos visto por ejemplo en el caso de las cestas ecológicas de productores locales a domicilio o a puntos de recogida que reproducen en algunos aspectos el papel de cooperativas de consumo. En estos procesos la propuesta inicial se desvirtúa (exigencia criterios, dimensión participativa, discurso político, articulación comunitaria...). Pero quizás son procesos necesarios, la propuesta inicial tiene que perder rigidez para poder fluir a otras capas de la sociedad, surgen mutaciones con nuevas características. Y además no necesariamente se tiene que desvirtuar significativamente; por ejemplo puede ser el terreno para estructuras empresariales y comerciales pero vinculadas a otra forma de hacer “negocio” como puede ser todo el sector de la economía social y solidaria. En cualquier caso no se trata de que los ICOs desaparezcan, sino de que puedan convivir diferentes modelos adaptados a diferentes sectores, necesidades... de manera que se llegue a más capas de la cebolla. ¿dónde está el equilibrio entre llegar y desvirtuarse? Probablemente no hay respuesta general, preguntárselo es parte del proceso y el resultado.

Regeneración democrática y sostenibilidad

En cualquier caso incluso cuando estos procesos de upscaling se dan también tocan con los techos de las macro estructuras sociales, políticas, económicas... La sostenibilidad y la transición hacia estilos de vida más sostenibles irremediablemente comportan un cambio social, un cambio de modelo, que requiere de cambios de estructuras, cambiar macrocontextos que no se darán sin una regeneración democrática. Quizás alguno le puede chocar la relación de conceptos (democracia-sostenibilidad) pero resulta más extendida de lo que parece esta idea. Hace dos años, justo antes del 15M, realizamos unos talleres participativos de construcción de escenarios de futuro con representantes de empresas, administración, universidad, Icos, movimientos sociales... y de entre 35 factores de cambio de todo tipo el que fue elegido como más importante hacia los estilos de vida sostenibles por bastante unanimidad fue la regeneración democrática. Semanas después el 15M venía a confirmar este vaticinio como han hecho otros fenómenos que se dieron antes como el 13M o después como el  25S, la ILP de la PAH... Pero la idea no es solo que el cambio masivo hacia estilos de vida más sostenibles, (que por cierto no es nada más que una sociedad que sobreviva a sí misma social y ecológicamente sin atroces desigualdades), pueda ser consecuencia de una regeneración democrática y cambios de estructuras. La idea es que pueda ser resultado pero también palanca de cambio.

Politiquing y practiquing

Muchas veces son las prácticas las que cambian los valores y no al revés, lo dicen sólidas teorías del aprendizaje. Intentar hacer cosas básicas del día a día de manera diferente, cambiar las prácticas cotidianas, puede ser un importante activador de cambio en tu forma de mirar muchas cosas, desarrollar tu propio sentido crítico de la realidad y una serie de valores activos (no declarativos) nuevos. Pero no sólo sentido crítico, también sentido constructivo, entendiendo desde “el hacer” lo complejo de construir alternativas reales y viables... Por todo ello el terreno social de la experimentación en estilos de vida sostenibles y formas alternativas de satisfacción de necesidades puede jugar un papel relevante.

Pero solo podrán jugar ese papel si los espacios colectivos de innovación social y participación se entienden a sí mismos también como parte de ese cambio global. En la línea cool de los conceptos “ing” que tanto viralizan podríamos invertarnos uno nuevo, el “politiquing” (politizar en su dimensión más amplia) de las nuevas prácticas colectivas e individuales y no para hacerlas más puras o más rígidas (en muchos casos incluso al contrario). Se trata de dotarlas de sentido en un contexto macro que ha de cambiar y este sentido ayudará a saber cuándo merece la pena tensar para diferenciar y cuándo relajar para sumar.

Y por otro lado también hace falta como decíamos, el “practiquing”, es decir, equipar los espacios más puramente políticos con nuevas prácticas que hagan integrar más allá del espíritu de crítica y  oposición la dimensión de construcción de alternativas tangibles, viables, vivibles...

Por supuesto surgen preguntas: ¿mucha de la energía del 15M se ha transformado en nuevas ICOs? ¿las ICOs son parte del espacio de contacto con el espíritu mareas, 15M...? A nosotros nos parece que sí (más o menos) y ¿a ti?

De esta manera completamos el croquis donde esos tres ciclos se retroalimentan para el cambio de los estilos de vida y consumo, para el cambio social

Idearia

Un blog colectivo impulsado por la Red de redes de Economía Alternativa y Solidaria (REAS) sobre distintas realidades económicas que de forma práctica nos demuestran la capacidad de las comunidades de establecer relaciones económicas basadas en la democracia, la justicia social y el respeto al medio ambiente. Un espacio para la reflexión y la divulgación que está coordinado por Iñigo Bandrés y Fernando Sabín de REAS Madrid y en el que participan de forma estable Jordi García y Jordi Estivil la Xes de Catalunya, Peru Sasia y Clara Soler del Proyecto Fiare, Soraya González Guerrero de Diagonal, Alvaro Porro del Cric, Conchi Piñeiro de la cooperativa Altekio,  la cooperativa Ideas, Marga Padilla de la cooperativa Dabne, Enrique del Río y Nuria del Río de Proempleo, Xabi Teis de Coop57 y la Coordinadora Estatal de Comercio Justo.

Si quieres suscribirte al boletín mensual que editamos con los artículos publicados en este blog puedes hacerlo pinchando aquí.