Pensé en escribir este post nada más salir de la consulta de mi médica de cabecera, una de esas que hacen huelga por la sanidad pública y que es tía y que tendrá unos 50 años y el pelo casi corto y que se le ve bastante empoderada. Lo que ocurrió dentro de la consulta no fue nada raro, más bien bastante común, la típica discusión bollera-médica sobre salud sexual, en la que la no-médico prefiere no discutir o ni se plantea rebatir lo que la médica dice; a pesar de tener más conocimiento empírico la propia bollera que la médico.
Lo que hace el biopoder o las técnicas de control del cuerpo del régimen farmacopornográfico...
Yo no fui capaz de decirle “las cándidas se pasan entre tías, ¡lo sabré yo! Lo que pasa es que en la facultad no te han contado nada de como pueden follar las tías entre ellas y no tenéis ni idea de lo que se pasa ni de lo que no”; solo alcancé a decirle que prefería no discutir la segunda vez que me rebatió mi argumento mientras le escenificaba un fisting.
Básicamente lo que me gustaría plantear es que la atención a la salud de las mujeres –sin esencializar el concepto mujer– es precaria, la atención a la salud sexual de las mujeres es más precaria aún, y la atención a la salud sexual de bolleras, desidentificadas, polisexuales, queers, trans, BIciosas... ya ni te cuento... y ya no solo es precaria si no que precariza nuestros cuerpos y nuestras vidas.
Así, a la vez, me gustaría preguntar(me)nos: ¿Es este modelo de sanidad pública, que nos trata como una mierda cada vez que vamos a una consulta del/la ginecólogo/a, el que estamos defendiendo en la calle con marea pa'aquí marrea pa'allá? Desde luego yo no lo quiero.
Yo no quiero tener que mentir o discutir para que me hagan las pruebas de VIH: una amiga me contaba que cuando el médico de un centro de salud sexual supo que llevaba más de dos años sin follar con cis-hombres le dijo que no le hacia las pruebas, ella le discutió durante un buen rato, pero el tipo no se bajaba del burro. Otras amigas bolleras me contaban como mentían sobre sus practicas sexuales para asegurarse de que no les pusieran problemas.
Yo no quiero que me juzguen ni que me den discursos moralistas, ni que me echen la bronca ni que me miren con cara de asco, ni que me hagan bromas cuando tengo varias parejas sexuales, no me acuerdo exactamente la ultima vez que follé o tengo menos de la edad “normal” para follar. Hemos escuchado cosas como “durante el tratamiento no mantengas relaciones sexuales, vamos, si puedes...”
Yo no quiero que presupongan en mí ni heterosexualidad ni monogamia, con el típico “dile a tu pareja que...” o “dile a tu novio que...”, cuando le has repetido 3 veces que no tienes pareja, ni novio y que mayormente follas con tías.
Yo no quiero que me hagan ninguna broma mientras una persona desconocida me mira el coño, ni mucho menos que me digan que estoy muy guapa o que me acaricien la pierna, cosa que ya nos ha pasado.
Yo no quiero que me receten la píldora compulsivamente, cada vez que la regla se me viene cada 35 días en vez de 28, me sale un pelo en la punta de la nariz o me duelen los ovarios, en vez de decirme que me haga pajas, que me den masajes a la altura de los ovarios, que no vaya a currar, que pelos tiene todo el mundo y que lo raro de las reglas es que sean regulares.
Yo no quiero escuchar ninguna opinión sobre mi capacidad reproductiva y lo que hago con ella. Nos han dicho cosas como: “mira a ver, ya tienes 30 años y se te va a pasar el arroz” o un “menos mal” a la pregunta de si has tenido algún embarazo.
Yo no quiero que cuestionen mis prácticas sexuales, aunque cuando ya te dicen “¿pero por qué tienes que meter la mano entera?” ya no sabes si reírte, llorar o pensar en la última vez que te metieron la mano hasta la muñeca para relajarte.
Yo no quiero que cuando pregunte a mi ginecóloga por cuánta carga viral de VIH puede haber en la sangre menstrual me diga “¡qué pregunta tan interesante, pero no tengo ni idea!” y tú pienses “¿hola? ¿Nadie se ha planteado esto? ¿Nadie folla con la regla?”.
Esto último me parece comparable a que hasta los años 30 la biología, la medicina o la epistemología hegemónica (encarnada en señores) no conociera ni las líneas generales del proceso de ovulación [1]. Así, a de la misma forma de que estoy seguro de que las brujas de aquí y de allí tenían clarísimo como iban los ciclos menstruales, hormonales y la ovulación, pienso que igual tenemos que ser las nuevas brujas de nuestro tiempo. Es decir, comprometernos con generar una contra-epistemología sobre nuestros cuerpos y nuestra salud integral. Obviamente, no soy ni la única ni la primera que lo piensa. La colectiva de mujeres de Boston en el 76 publicó la segunda edición, esta vez en castellano, de su maravillosa obra contra-epistemológica y feminista Nuestros cuerpos, nuestras vidas [2]. En ella se dan muchas herramientas para la gestión de la salud integral de las mujeres, desde nociones sobre anatomía, emociones, modelos de pareja, métodos anticonceptivos, hasta técnicas abortivas, pero sobre todo plantea una contra al saber médico hegemónico.
Se afirma que nosotras seremos las mejores conocedoras de nuestro cuerpo, y que además eso será lo más saludable, conocernos. Que contra el discurso de los profesionales que nos medicalizan, muchas veces de acuerdo con las modas o los mercados farmaceúticos, y nos desinforman, manteniendo el conocimiento en su poder, hay que abrir una brecha revisando de forma crítica y desde nuestras experiencias todos esos supuestos saberes inapelables de La Ciencia.
También me gustaría nombrar a la red-CAPS, que es una red formada por mujeres profesionales de la salud, que andan haciendo critica al saber médico más cerquita espacial y temporalmente.
Además, sería maravilloso que quien lea este post se anime a contarnos si conoce a más “brujas” de la zona, a profesionales de la salud (sexual o no) majas, y también a denunciar con nombres a esos y esas hijos del mal que nos agreden en sus consultas.
Yo puedo mencionar a:
La matrona del centro de salud de la calle Antracita (Legazpi), que me hace las citologías, es muy maja y además te regala espéculos para que te mires tu misma el útero.
Isabel Serrano, una ginecóloga que tiene consulta en Puerta de Toledo, creemos que en este Centro de Salud del Ayuntamiento.
Una tal Emilia, en Móstoles, que dicen que es un amor. Me gustaría dar más detalles pero no los tengo, intento conseguirlos.
Y por último, en el centro de especialidades de Pontones hay un ginecólogo mayor bastante gilipollas, no sabemos su nombre, pero sería un placer acusarle públicamente.
Os dejo también un vídeo de un proyecto en Uruguay, que me gustó mucho (gracias Sara LF por pasármelo). Para que luego aquí la gente vaya de “tolerante” con los maricas y las bolleras y tachen de homófobo al Sur, ya nos gustaría tener aquí un programa así:
Gracias a todas las que me han contado sus intimidades con ginecólogos estas últimas semanas y teorizaciones varias sobre el tema :)
Martu Langstrumpf
Notas:
[1] Laqueur, Thomas, La construcción social del sexo. Cuerpo y género desde los griegos hasta Freud, Madrid, Ediciones Cátedra S.A., Feminismos, 1994.
[2] Colectiva de mujeres de Boston, Nuestros cuerpos, nuestras vidas, Cali, publicado por el Colectivo de Mujeres de Cali, 1976. Yo lo pillé en la librería de Mujeres & Compañía.