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Interrogando la "crisis" desde miradas feministas

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21 de Mar 2013
vidasprecarias

Pensé en escribir este post nada más salir de la consulta de mi médica de cabecera, una de esas que hacen huelga por la sanidad pública y que es tía y que tendrá unos 50 años y el pelo casi corto y que se le ve bastante empoderada. Lo que ocurrió dentro de la consulta no fue nada raro, más bien bastante común, la típica discusión bollera-médica sobre salud sexual, en la que la no-médico prefiere no discutir o ni se plantea rebatir lo que la médica dice; a pesar de tener más conocimiento empírico la propia bollera que la médico.

Lo que hace el biopoder o las técnicas de control del cuerpo del régimen farmacopornográfico...
 

Yo no fui capaz de decirle “las cándidas se pasan entre tías, ¡lo sabré yo! Lo que pasa es que en la facultad no te han contado nada de como pueden follar las tías entre ellas y no tenéis ni idea de lo que se pasa ni de lo que no”; solo alcancé a decirle que prefería no discutir la segunda vez que me rebatió mi argumento mientras le escenificaba un fisting.

Básicamente lo que me gustaría plantear es que la atención a la salud de las mujeres –sin esencializar el concepto mujer– es precaria, la atención a la salud sexual de las mujeres es más precaria aún, y la atención a la salud sexual de bolleras, desidentificadas, polisexuales, queers, trans, BIciosas... ya ni te cuento... y ya no solo es precaria si no que precariza nuestros cuerpos y nuestras vidas.

Así, a la vez, me gustaría preguntar(me)nos: ¿Es este modelo de sanidad pública, que nos trata como una mierda cada vez que vamos a una consulta del/la ginecólogo/a, el que estamos defendiendo en la calle con marea pa'aquí marrea pa'allá? Desde luego yo no lo quiero.

Yo no quiero tener que mentir o discutir para que me hagan las pruebas de VIH: una amiga me contaba que cuando el médico de un centro de salud sexual supo que llevaba más de dos años sin follar con cis-hombres le dijo que no le hacia las pruebas, ella le discutió durante un buen rato, pero el tipo no se bajaba del burro. Otras amigas bolleras me contaban como mentían sobre sus practicas sexuales para asegurarse de que no les pusieran problemas.

Yo no quiero que me juzguen ni que me den discursos moralistas, ni que me echen la bronca ni que me miren con cara de asco, ni que me hagan bromas cuando tengo varias parejas sexuales, no me acuerdo exactamente la ultima vez que follé o tengo menos de la edad “normal” para follar. Hemos escuchado cosas como “durante el tratamiento no mantengas relaciones sexuales, vamos, si puedes...”

Yo no quiero que presupongan en mí ni heterosexualidad ni monogamia, con el típico “dile a tu pareja que...” o “dile a tu novio que...”, cuando le has repetido 3 veces que no tienes pareja, ni novio y que mayormente follas con tías.

Yo no quiero que me hagan ninguna broma mientras una persona desconocida me mira el coño, ni mucho menos que me digan que estoy muy guapa o que me acaricien la pierna, cosa que ya nos ha pasado.

Yo no quiero que me receten la píldora compulsivamente, cada vez que la regla se me viene cada 35 días en vez de 28, me sale un pelo en la punta de la nariz o me duelen los ovarios, en vez de decirme que me haga pajas, que me den masajes a la altura de los ovarios, que no vaya a currar, que pelos tiene todo el mundo y que lo raro de las reglas es que sean regulares.

Yo no quiero escuchar ninguna opinión sobre mi capacidad reproductiva y lo que hago con ella. Nos han dicho cosas como: “mira a ver, ya tienes 30 años y se te va a pasar el arroz” o un “menos mal” a la pregunta de si has tenido algún embarazo.

Yo no quiero que cuestionen mis prácticas sexuales, aunque cuando ya te dicen “¿pero por qué tienes que meter la mano entera?” ya no sabes si reírte, llorar o pensar en la última vez que te metieron la mano hasta la muñeca para relajarte.

Yo no quiero que cuando pregunte a mi ginecóloga por cuánta carga viral de VIH puede haber en la sangre menstrual me diga “¡qué pregunta tan interesante, pero no tengo ni idea!” y tú pienses “¿hola? ¿Nadie se ha planteado esto? ¿Nadie folla con la regla?”.

Esto último me parece comparable a que hasta los años 30 la biología, la medicina o la epistemología hegemónica (encarnada en señores) no conociera ni las líneas generales del proceso de ovulación [1]. Así, a de la misma forma de que estoy seguro de que las brujas de aquí y de allí tenían clarísimo como iban los ciclos menstruales, hormonales y la ovulación, pienso que igual tenemos que ser las nuevas brujas de nuestro tiempo. Es decir, comprometernos con generar una contra-epistemología sobre nuestros cuerpos y nuestra salud integral. Obviamente, no soy ni la única ni la primera que lo piensa. La colectiva de mujeres de Boston en el 76 publicó la segunda edición, esta vez en castellano, de su maravillosa obra contra-epistemológica y feminista Nuestros cuerpos, nuestras vidas [2]. En ella se dan muchas herramientas para la gestión de la salud integral de las mujeres, desde nociones sobre anatomía, emociones, modelos de pareja, métodos anticonceptivos, hasta técnicas abortivas, pero sobre todo plantea una contra al saber médico hegemónico.

Se afirma que nosotras seremos las mejores conocedoras de nuestro cuerpo, y que además eso será lo más saludable, conocernos. Que contra el discurso de los profesionales que nos medicalizan, muchas veces de acuerdo con las modas o los mercados farmaceúticos, y nos desinforman, manteniendo el conocimiento en su poder, hay que abrir una brecha revisando de forma crítica y desde nuestras experiencias todos esos supuestos saberes inapelables de La Ciencia.

También me gustaría nombrar a la red-CAPS, que es una red formada por mujeres profesionales de la salud, que andan haciendo critica al saber médico más cerquita espacial y temporalmente.

Además, sería maravilloso que quien lea este post se anime a contarnos si conoce a más “brujas” de la zona, a profesionales de la salud (sexual o no) majas, y también a denunciar con nombres a esos y esas hijos del mal que nos agreden en sus consultas.

Yo puedo mencionar a:

La matrona del centro de salud de la calle Antracita (Legazpi), que me hace las citologías, es muy maja y además te regala espéculos para que te mires tu misma el útero.

Isabel Serrano, una ginecóloga que tiene consulta en Puerta de Toledo, creemos que en este Centro de Salud del Ayuntamiento.

Una tal Emilia, en Móstoles, que dicen que es un amor. Me gustaría dar más detalles pero no los tengo, intento conseguirlos.

Y por último, en el centro de especialidades de Pontones hay un ginecólogo mayor bastante gilipollas, no sabemos su nombre, pero sería un placer acusarle públicamente.

Os dejo también un vídeo de un proyecto en Uruguay, que me gustó mucho (gracias Sara LF por pasármelo). Para que luego aquí la gente vaya de “tolerante” con los maricas y las bolleras y tachen de homófobo al Sur, ya nos gustaría tener aquí un programa así:

 

Gracias a todas las que me han contado sus intimidades con ginecólogos estas últimas semanas y teorizaciones varias sobre el tema :)
 

Martu Langstrumpf

Notas:
[1] Laqueur, Thomas, La construcción social del sexo. Cuerpo y género desde los griegos hasta Freud, Madrid, Ediciones Cátedra S.A., Feminismos, 1994.
[2] Colectiva de mujeres de Boston, Nuestros cuerpos, nuestras vidas, Cali, publicado por el Colectivo de Mujeres de Cali, 1976. Yo lo pillé en la librería de Mujeres & Compañía.

28 de Feb 2013
vidasprecarias

Hay quien dice que el 15m nunca habría podido ser en invierno, igual que el cacerolazo argentino de 2001 fue en verano. Y, sin embargo, treinta grados arriba o abajo, la gente reincide: seguimos copando el espacio público con cuerpos y palabras que huyen de la resignación y este 23F las mareas ciudadanas volvieron a salir a las calles pese al frío. La cita tenía vocación de unidad, no se trataba de apoyar a un color concreto o mostrar indignación frente a otra política específica de ajuste. La intención era confluir, todas las mareas, con todos sus colores y contra todos los recortes; confluir para exigir una verdadera democracia frente al congreso (otra vez vallado, inaccesible, ¿protegido de sus legítimxs ocupantes?). Se multiplicaban colores y sus significados: azul-agua, blanco-sanidad, violeta-igualdad, verde-educación, rojo-desempleadxs, rojo-desahucios, amarillo-justicia, amarillo-bibliotecas, naranja-servicios sociales, negro-funcionariado, negro-minería, arco iris-gastos militares, arco iris-televisión pública...

Nosotras, tres novatas blogueras, partimos en Madrid con la marea violeta. Al pasar Colón nos dejamos diluir entre conversaciones sobre cómo vamos salvando los días, batucadas, lemas y pancartas, hasta llegar a Neptuno. Allí nos lanzamos grabadora en mano a charlar con gentes diversas de diferentes edades, que portaban mensajes, vestían batas blancas, bufandas verdes, camisetas de mareas o simplemente estaban allí. Partíamos del deseo de conocer la opinión de otras personas y amablemente nos permitieron lograrlo. Parece que la gente tiene ganas de entrar al diálogo.

Lanzamos tres preguntas que no pretendían respuestas cerradas. Tres preguntas que, creemos, plantean debates que vienen de antes del 23F y siguen tras ese día de confluencia:

¿Qué mueve tu/vuestra/nuestra marea?,¿Por qué estás en la calle, por qué estamos aquí juntxs? ¿Qué queremos decir, exigir, cambiar?

¿Hasta dónde quieres que llegue la marea? ¿Cuál es el final? ¿Con qué nos vamos a conformar? ¿Nos vamos a conformar?

¿Hay olas que se están quedando fuera? ¿Son inclusivas las mareas? ¿Estamos todxs? ¿Planteamos una lucha común-común, o común hasta cierto punto?

Este post consiste en algunas de las cosas que nos contaron -todo lo entrecomillado son palabras textuales- y las preguntas que nos hemos hecho al hilo.

Qué proponen las mareas

Sanidad, educación, justicia, televisión pública, igualdad. Derechos constitucionales. Democracia real. Aborto libre y gratuito.

En el dialogo vimos que lo público mueve la marea. “Lo que van a hacer es cargarse lo público”. Indigna que los derechos conquistados se hayan convertido en privilegios. Se recuerda a lxs abuelxs, para hacer memoria del esfuerzo que supuso conquistarlos (“esto ha costado mucho sudor y muchas vidas”). Se apela a lxs hijxs y lxs jóvenes para mostrar el compromiso con un futuro donde lo público siga existiendo como derecho.

Pero, ¿de qué hablamos cuando hablamos de lo público? ¿Nos aferramos a las fórmulas ya conocidas y probadas del estado del bienestar? ¿O es una forma posible de nombrar lo común, que podría materializarse de otras maneras?

En la defensa de lo público se expresa un camino ya recorrido: de la lucha por las condiciones laborales propias (contra los despidos) se pasa a luchar por el sentido social del trabajo que se hace (si no hay profesorado, no hay derecho a la educación; si no hay gente en los juzgados, no hay acceso a la justicia) y, de ahí, a luchar “por todo lo demás”, “ya no es sólo tu parcela particular, es toda la injusticia”. Luchamos por otrxs y por nosotrxs, vivimos en colectivo: “vamos uno detrás de otro, vamos todos unidos de las manos”.

¿Y quién organiza y gestiona la vida en común? Entran aquí exigencias de democracia real y una idea muy fuerte compartida: no podemos dejarlo en manos de aquellxs que “se están riendo en nuestras caras”. “Que dimitan si no saben gobernar”. ¿Gobernar es organizar lo público al servicio de todxs? ¿Deben gobernarnos o la democracia implica que existan formas de participación directa?

Qué critican las mareas

Recortes, corrupción, abuso de poder, un sistema que no va bien. Desahucios, gastos militares, reformas laborales, despidos. La obstaculización en el acceso al empobrecido estado de bienestar.

Ponen el grito en un cielo cada vez más oscuro.

Hay mucho, mucho enfado con “la sinvergonzonería de los que gobiernan” y se exige su dimisión. ¿Por qué? Porque es un “gobierno corrupto”. ¿En qué sentido corrupto? ¿En el sentido de que se pone al servicio de los mercados para garantizar su beneficio? ¿En el sentido de que las personas, con nombre y apellidos, que ocupan cargos públicos se llenan los bolsillos? ¿En el sentido de que llenarse los bolsillos y beneficiar a los mercados no son dos cosas distintas? Entonces… ¿el problema es de la clase política española? ¿O el problema es “todo lo que ellos llaman sistema”? ¿Un sistema que va más allá del estado español?

Lo que se busca

La marea hay que llevarla… “hasta el final”. Pero, ¿cuál es el final? Se palpa y se expresa un anhelo de cambio. Estamos caminando, transitando… ¿hacia dónde?

No son pocas las respuestas que hablan de no perder lo que teníamos y dan por bueno el estado de bienestar que había previo a la oleada de recortes. Pero también se afirma que “el sistema hay que cambiarlo entero”. Quizá, sobre todo, lo que esta indefinición nos dice es que la pregunta de '¿hasta dónde?' no tiene por qué estar respondida de antemano, sino que se irá respondiendo en el propio proceso de la marea.

Entonces quizá sea relevante preguntarnos quiénes estamos y quiénes no estamos en las mareas. “Es absurdo ir divididos; el problema de todos es el mismo” Pero ¿quién es ese todos? “Falta mucha gente”. ¿Son las mareas una expresión de la pesadilla de la clase media? ¿Creíamos que teníamos todo controlado y queremos volver a tenerlo? No queremos vivir en carne propia esos problemas que eran de lxs pobres, lxs migrantes, lxs otrxs. La pesadilla de la clase media se conjura diciendo: virgencita virgencita, que me quede como estoy… o como estaba.

La marea habla de unidad. Es una lucha desde la ciudadanía y por la ciudadanía, pero ¿hay discurso conjunto en torno a la exclusividad de esa propia ciudadanía, que cierra sus fronteras en banda especialmente en momentos como este? Una ciudadanía que siempre fue de segunda para las mujeres; y que no fue para tantxs migrantes. Una ciudadanía que a unas se nos vendió en formato de inserción a un mercado laboral discriminatorio; y a otrxs, en formato de hipotecas abusivas. Y hoy hay desahucios y vueltas a casa a hacer curro gratis. Denunciamos ambas cosas, pero ¿están en las mareas lxs migrantes y las cuidadoras full time?

¿Lo que “ya teníamos” se ve como insuficiente pero se asume con resignación? Vemos que la exclusión ahora llega a quienes nos creíamos a salvo, ¿aprovechamos para transformar un sistema generador de exclusiones o queremos “que todo vuelva a su sitio”?

La plaza

La rabia esta presente en la marea y junto a ella las propuestas. Nombrar los deseos requiere de cierto ejercicio, y aquí se reconoce que plazas y mareas han contribuido en el aumento de la agilidad del músculo colectivo que elabora propuestas y las pone en practica. Nos movemos juntos, juntas. Andamos kilómetros, estamos en tránsito. El pasado sábado se demostró que somos muchas las personas en busca de un cambio, con fuerzas para buscar alternativas y con ganas de construir consensos: ¿dónde hablar, dónde juntarnos y discutir cómo continuar? Si las mareas inundan todo, ¿dónde reposan, juntas?, ¿dónde establecen el diálogo para el cambio? ¿Acaso necesitamos una plaza? ¿Un espacio? Algunas de las personas con las que hablamos exigen acciones a los políticos, pero se respiraba agencia, ganas de meter las manos en la masa y de aprender, en compañía, a tomar las riendas. Muchas ganas de hablar, de ser escuchadx y de construir. Decían el sábado que aquí “huele a cambio”.

Poco después: más detenciones y cargas que tratan de acallar y evitar la construcción de esa plaza.

Y hoy, 28 de Febrero ¿cómo seguir moviéndonos con/en las mareas?

haizea, sara y amaia

 

Vidas precarias

Hoy, en medio de una de las tantas tormentas de la lluvia ácida del capital, mezclamos voces, deseos y miradas feministas para interrogar la realidad desde otros lugares que no sean el sujeto obrero-blanco-heterosexual-urbano que hace tiempo dejó de representarnos. Aquí nos encontramos amaia orozco, Haizea M. Alvarez, Martu Langstrumpf, Sara LF y Silvia L. Gil, partiendo de nuestros cotidianos para conversar entre nosotras y con otras en las fugas y resistencias que visibilizan conflictos y generan otras formas de vida.