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Interrogando la "crisis" desde miradas feministas

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15 de Nov 2013
vidasprecarias

Precariedad es el mundo real y no nuestras burbujas feministas (aunque nos quede mucho por mejorarlas).

Precariedad es insultarse cada día como lo hacen mis compañeros de clase. Precariedad es demostrar tu poder cada mañana. Precariedad es que te salga la homofobia y el machismo por los ojos con tan solo 18 años. Precariedad es sentir que el peor desprecio que te pueden hacer es meterte algo por el culo, y que desear ese “desprecio” a otros sea tu forma de relacionarte con el mundo. Precariedad es escuchar como llaman a alguien maricón-marica-comepollas-chupapollas-niña-nenita; las respectivas risas de los demás; y la propia respuesta de ese alguien, más homófoba aún. Precariedad es ver como simulan ofrecer su propio semen a los demás como forma de demostrar que graciosos y machos son. ¡Que venga Margaret Mead y lo vea, por favor!

Precariedad es tener que pasar 6 horas de tu día en medio de esta guerra. En la que posicionarte te mataría por omisión y desprecio tras tu espalda. Precariedad es que esto pase en un centro público y no en uno del opus.

Y ¡oye! Ahora que están de moda las huelgas (bien pacíficas) en educación ¿por qué no hacemos una huelga contra la homofobia y el machismo en las aulas? Ah, ¡no! Que los que convocan las huelgas también son homófobos y machistas... (aunque ellos te digan “sin ser yo nada de eso”).

Yo ahora entiendo a los niños yankis ¡joder! Yo mañana mismo hacía una matanza en mi instituto...

Bueno, siempre nos quedará pasar las tardes al sol con nuestras amantes, disfrutar del amor de bueno y alegrarse del feminismo que tenemos a nuestras espaldas que nos mima y nos protege.

:)
 

Para ilustrar lo contado os dejo un chiste al estilo de mi instituto:


El País, 3 de mayo de 2010.

Y un alivio:


Barrio de Lavapiés, noviembre de 2013, Madrid.

Martu.
 

 

28 de Feb 2013
vidasprecarias

Hay quien dice que el 15m nunca habría podido ser en invierno, igual que el cacerolazo argentino de 2001 fue en verano. Y, sin embargo, treinta grados arriba o abajo, la gente reincide: seguimos copando el espacio público con cuerpos y palabras que huyen de la resignación y este 23F las mareas ciudadanas volvieron a salir a las calles pese al frío. La cita tenía vocación de unidad, no se trataba de apoyar a un color concreto o mostrar indignación frente a otra política específica de ajuste. La intención era confluir, todas las mareas, con todos sus colores y contra todos los recortes; confluir para exigir una verdadera democracia frente al congreso (otra vez vallado, inaccesible, ¿protegido de sus legítimxs ocupantes?). Se multiplicaban colores y sus significados: azul-agua, blanco-sanidad, violeta-igualdad, verde-educación, rojo-desempleadxs, rojo-desahucios, amarillo-justicia, amarillo-bibliotecas, naranja-servicios sociales, negro-funcionariado, negro-minería, arco iris-gastos militares, arco iris-televisión pública...

Nosotras, tres novatas blogueras, partimos en Madrid con la marea violeta. Al pasar Colón nos dejamos diluir entre conversaciones sobre cómo vamos salvando los días, batucadas, lemas y pancartas, hasta llegar a Neptuno. Allí nos lanzamos grabadora en mano a charlar con gentes diversas de diferentes edades, que portaban mensajes, vestían batas blancas, bufandas verdes, camisetas de mareas o simplemente estaban allí. Partíamos del deseo de conocer la opinión de otras personas y amablemente nos permitieron lograrlo. Parece que la gente tiene ganas de entrar al diálogo.

Lanzamos tres preguntas que no pretendían respuestas cerradas. Tres preguntas que, creemos, plantean debates que vienen de antes del 23F y siguen tras ese día de confluencia:

¿Qué mueve tu/vuestra/nuestra marea?,¿Por qué estás en la calle, por qué estamos aquí juntxs? ¿Qué queremos decir, exigir, cambiar?

¿Hasta dónde quieres que llegue la marea? ¿Cuál es el final? ¿Con qué nos vamos a conformar? ¿Nos vamos a conformar?

¿Hay olas que se están quedando fuera? ¿Son inclusivas las mareas? ¿Estamos todxs? ¿Planteamos una lucha común-común, o común hasta cierto punto?

Este post consiste en algunas de las cosas que nos contaron -todo lo entrecomillado son palabras textuales- y las preguntas que nos hemos hecho al hilo.

Qué proponen las mareas

Sanidad, educación, justicia, televisión pública, igualdad. Derechos constitucionales. Democracia real. Aborto libre y gratuito.

En el dialogo vimos que lo público mueve la marea. “Lo que van a hacer es cargarse lo público”. Indigna que los derechos conquistados se hayan convertido en privilegios. Se recuerda a lxs abuelxs, para hacer memoria del esfuerzo que supuso conquistarlos (“esto ha costado mucho sudor y muchas vidas”). Se apela a lxs hijxs y lxs jóvenes para mostrar el compromiso con un futuro donde lo público siga existiendo como derecho.

Pero, ¿de qué hablamos cuando hablamos de lo público? ¿Nos aferramos a las fórmulas ya conocidas y probadas del estado del bienestar? ¿O es una forma posible de nombrar lo común, que podría materializarse de otras maneras?

En la defensa de lo público se expresa un camino ya recorrido: de la lucha por las condiciones laborales propias (contra los despidos) se pasa a luchar por el sentido social del trabajo que se hace (si no hay profesorado, no hay derecho a la educación; si no hay gente en los juzgados, no hay acceso a la justicia) y, de ahí, a luchar “por todo lo demás”, “ya no es sólo tu parcela particular, es toda la injusticia”. Luchamos por otrxs y por nosotrxs, vivimos en colectivo: “vamos uno detrás de otro, vamos todos unidos de las manos”.

¿Y quién organiza y gestiona la vida en común? Entran aquí exigencias de democracia real y una idea muy fuerte compartida: no podemos dejarlo en manos de aquellxs que “se están riendo en nuestras caras”. “Que dimitan si no saben gobernar”. ¿Gobernar es organizar lo público al servicio de todxs? ¿Deben gobernarnos o la democracia implica que existan formas de participación directa?

Qué critican las mareas

Recortes, corrupción, abuso de poder, un sistema que no va bien. Desahucios, gastos militares, reformas laborales, despidos. La obstaculización en el acceso al empobrecido estado de bienestar.

Ponen el grito en un cielo cada vez más oscuro.

Hay mucho, mucho enfado con “la sinvergonzonería de los que gobiernan” y se exige su dimisión. ¿Por qué? Porque es un “gobierno corrupto”. ¿En qué sentido corrupto? ¿En el sentido de que se pone al servicio de los mercados para garantizar su beneficio? ¿En el sentido de que las personas, con nombre y apellidos, que ocupan cargos públicos se llenan los bolsillos? ¿En el sentido de que llenarse los bolsillos y beneficiar a los mercados no son dos cosas distintas? Entonces… ¿el problema es de la clase política española? ¿O el problema es “todo lo que ellos llaman sistema”? ¿Un sistema que va más allá del estado español?

Lo que se busca

La marea hay que llevarla… “hasta el final”. Pero, ¿cuál es el final? Se palpa y se expresa un anhelo de cambio. Estamos caminando, transitando… ¿hacia dónde?

No son pocas las respuestas que hablan de no perder lo que teníamos y dan por bueno el estado de bienestar que había previo a la oleada de recortes. Pero también se afirma que “el sistema hay que cambiarlo entero”. Quizá, sobre todo, lo que esta indefinición nos dice es que la pregunta de '¿hasta dónde?' no tiene por qué estar respondida de antemano, sino que se irá respondiendo en el propio proceso de la marea.

Entonces quizá sea relevante preguntarnos quiénes estamos y quiénes no estamos en las mareas. “Es absurdo ir divididos; el problema de todos es el mismo” Pero ¿quién es ese todos? “Falta mucha gente”. ¿Son las mareas una expresión de la pesadilla de la clase media? ¿Creíamos que teníamos todo controlado y queremos volver a tenerlo? No queremos vivir en carne propia esos problemas que eran de lxs pobres, lxs migrantes, lxs otrxs. La pesadilla de la clase media se conjura diciendo: virgencita virgencita, que me quede como estoy… o como estaba.

La marea habla de unidad. Es una lucha desde la ciudadanía y por la ciudadanía, pero ¿hay discurso conjunto en torno a la exclusividad de esa propia ciudadanía, que cierra sus fronteras en banda especialmente en momentos como este? Una ciudadanía que siempre fue de segunda para las mujeres; y que no fue para tantxs migrantes. Una ciudadanía que a unas se nos vendió en formato de inserción a un mercado laboral discriminatorio; y a otrxs, en formato de hipotecas abusivas. Y hoy hay desahucios y vueltas a casa a hacer curro gratis. Denunciamos ambas cosas, pero ¿están en las mareas lxs migrantes y las cuidadoras full time?

¿Lo que “ya teníamos” se ve como insuficiente pero se asume con resignación? Vemos que la exclusión ahora llega a quienes nos creíamos a salvo, ¿aprovechamos para transformar un sistema generador de exclusiones o queremos “que todo vuelva a su sitio”?

La plaza

La rabia esta presente en la marea y junto a ella las propuestas. Nombrar los deseos requiere de cierto ejercicio, y aquí se reconoce que plazas y mareas han contribuido en el aumento de la agilidad del músculo colectivo que elabora propuestas y las pone en practica. Nos movemos juntos, juntas. Andamos kilómetros, estamos en tránsito. El pasado sábado se demostró que somos muchas las personas en busca de un cambio, con fuerzas para buscar alternativas y con ganas de construir consensos: ¿dónde hablar, dónde juntarnos y discutir cómo continuar? Si las mareas inundan todo, ¿dónde reposan, juntas?, ¿dónde establecen el diálogo para el cambio? ¿Acaso necesitamos una plaza? ¿Un espacio? Algunas de las personas con las que hablamos exigen acciones a los políticos, pero se respiraba agencia, ganas de meter las manos en la masa y de aprender, en compañía, a tomar las riendas. Muchas ganas de hablar, de ser escuchadx y de construir. Decían el sábado que aquí “huele a cambio”.

Poco después: más detenciones y cargas que tratan de acallar y evitar la construcción de esa plaza.

Y hoy, 28 de Febrero ¿cómo seguir moviéndonos con/en las mareas?

haizea, sara y amaia

 

Vidas precarias

Hoy, en medio de una de las tantas tormentas de la lluvia ácida del capital, mezclamos voces, deseos y miradas feministas para interrogar la realidad desde otros lugares que no sean el sujeto obrero-blanco-heterosexual-urbano que hace tiempo dejó de representarnos. Aquí nos encontramos amaia orozco, Haizea M. Alvarez, Martu Langstrumpf, Sara LF y Silvia L. Gil, partiendo de nuestros cotidianos para conversar entre nosotras y con otras en las fugas y resistencias que visibilizan conflictos y generan otras formas de vida.