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Interrogando la "crisis" desde miradas feministas

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20 de Jun 2013
vidasprecarias

El 5 de mayo, desde la comisión de feminismos-sol, hicimos un taller de construcción colectiva de discurso feminista en torno al tema de la deuda. Lo llamamos “si tú me dices deuda, lo dejo todo”, y lo musicamos reescribiendo la canción de los panchos en modo de andar por casa, tan panchas. Queríamos quitarle un poco de pesadez, de seriedad, de tono grisáceo y aburrido al asunto. ¿Me explico? Por eso lo del karaoke.

Y por eso los espléndidos rol playing que las actrices amateur llenaron de vida (tanta que el asunto parecía tocarles sospechosamente en lo más íntimo): una treintañera recién hipotecada, que estaba encantada de (¡por fin!) haberse atrevido a agarrar la vida por los cuernos, no lograba entenderse con su amiga de toda la vida que sigue compartiendo piso, a su edad... y es que dónde vas a vivir con sesenta tacos, ¿no será que no quieres crecer...? Una cuarentona llorándole a su amiga sus agobios con el curro, lxs hijxs, y el compañero progre que le echa una mano, llorándole a esa amiga que sigue sin vivir con su pareja, sin ser madre, tan sola, pobre, y quién te va a cuidar cuando seas mayor... Por ahí iban los rol playing; no sé si consigo hacerme entender.

Vamos, que poder encarnar los conflictos y echarnos unas risas nos sirvió para aligerar y para plantear el marronazo de la deuda no solo como una trampa que viene de fuera sino como un mal vivir en el que andamos encerradxs. Como que no se trata solo de hablar de la rueda del hámster, sino también de que gira porque los hámsters corremos y corremos, ¿sí?, ¿se pilla?

A ver, me explico: Habitamos un mundo en el que los mecanismos de la democracia se han puesto al servicio de los mercados financieros. Más allá de palabrejas híper complejas, sabemos que esto significa que la vida se pone al servicio del proceso de acumulación de capital. La trampa de la deuda convierte en deuda de todxs lo que eran deudas (y pérdidas) justo de quienes dominan ese proceso. Y, claro, al final el follón se termina resolviendo malamente en las casas, con curro gratis, hecho sobre todo por mujeres. ¿Se me sigue?

Pero esto no ocurre solo mediante la imposición violenta de una lógica de acumulación dañina a sujetos rebeldes a quienes hay que disciplinar. No; hay mecanismos de control sutiles y difusos por los que nos vamos constituyendo en sujetos rehenes que nos auto-controlamos, entrando a formar parte de la vorágine. Me explico: que las mujeres no cuidan solo porque se les obligue, sino porque la ética reaccionaria del cuidado hace que se reconozcan a sí mismas en el sacrificio por lxs otrxs, dentro del marco de la familia nuclear, ¿voy bien?

Estos mecanismos pueden incluso conectar con un proceso subjetivo muy de fondo por el que intentamos llenar un vacío que es constitutivo de nuestro ser, que no puede colmarse. Un vacío que permite que el capitalismo heteropatriarcal nos funcione como droga: engancha no por lo que da, sino por lo que promete dar. A ver cómo podría decirlo más claramente.

Bueno, da igual, simplemente: que a lo que nos referimos es a que, si no comprendemos y abordamos este proceso de construcción de subjetividades cómplices, estamos abocadas al victimismo, a caer en actitudes paternalistas, y a perder de vista el proceso de aceptación, lo que podríamos llamar servidumbre voluntaria. En definitiva, lo que estoy tratando de decir es que en el taller planteábamos que no bastan las reivindicaciones hacia fuera y que necesitamos una transformación hacia dentro.

Perdonadme si todo esto está quedando un poco espeso o lioso. El caso, dejadme que insista, es que la cuestión que quisimos trabajar en el taller es cómo, para entender la deuda, hay que tratar una dimensión material y otra subjetiva, y entender los mecanismos de control que las anudan, a modo de pajarita, ¿¿me explico?? Y que esos mecanismos no son solo los más fácilmente reconocidos desde la izquierda, como el discurso individualizado del éxito, sino también otros denunciados por el feminismo como el amor romántico y el binarismo heteronormativo, ¿así se entiende?

¿Me explico o no me explico? ¿Por qué lo hacemos todo el rato? ¿Por qué las mujeres, quienes hemos sido socializadxs como mujeres porque se nos reconoció en ese cuerpo, o llamémoslo X, hacemos esto todo el rato? ¿Por qué hacemos todo el rato esto de pedir perdón?

Fue un taller estupendo. Con cosas mejorables y todo lo que queramos, pero las compas que expusieron estuvieron estupendas, las discusiones en plenario, los rol playing, los debates en grupo, hasta los bizcochos o los espaguetis estuvieron estupendos. Y, sin embargo, nos pedimos perdón mil veces, por no explicarnos, por quemar el bizcocho, por… Como nos decía Haizea cuando, al inicio de este blog, las intrépidas blogueras nos cuestionábamos quiénes éramos para osar escribir: por el derecho a existir. Por el derecho a explicarnos (o no). Y a quemar el bizcocho.
 

 

Aquí la participación de compañeras de feminismos-sol en el Mayo Global, en la actividad organizada por economía-sol “Violencia Económica, alternativas al fascismo financiero”

amaia

 

12 de Abr 2013
vidasprecarias

Hablar de la vida, de la vida que merece la pena ser vivida, de sostenibilidad de la vida, de vidas precarias, exige, sí o sí, hablar también de la muerte. Supongo que sonará obvio, pero no sé al resto, a mí me cuesta (mucho) asumirlo y darle forma. Por eso lo que siguen son palabras muy en bruto, muy en primera persona y poco reflexionadas.

Hace ya muchos años una profesora de primaria me comentaba la enorme carencia que suponía el no hablar nunca a lxs niñxs de la muerte, no enseñarles a abordarla y entenderla como parte de la vida. Y ahí seguimos, a trancas y a barrancas desde la infancia hasta el final. Huimos del dolor, de la enfermedad. Delirios de inmortalidad que no son en absoluto nuevos, y mecanismos para escapar que tampoco son precisamente recientes: las religiones y sus diversas promesas de vida eterna, el amor romántico como sublimación de la existencia, la fe en los avances científicos para alcanzar la eterna juventud. Y, sin embargo, la muerte llega. Más vale reconocerlo e integrarlo, también en nuestras luchas políticas. ¿Cómo variarían nuestras reivindicaciones si no negásemos esta dimensión oscura que nos aterroriza? La persecución del buen vivir es también lucha por el derecho a una muerte digna, con todas sus implicaciones tan bien planteadas por la AFDMD (Asociación por el derecho a morir dignamente).

En ese marco se sitúa la opción de elaborar un testamento vital. Anticipar cómo queremos ser tratadxs si llega un momento en el que no podemos expresarnos no solo es un ejercicio de libertad, sino también de responsabilidad con quienes nos rodean; la durísima decisión de qué tratamiento darnos, hasta dónde arriesgar una operación, hasta cuándo mantenernos enchufadxs (para entendernos), nunca debería ser suya; sino propia de cada unx.

Gracias a luchas previas es ya una posibilidad realizar el testamento vital, llegando hasta donde la legislación actual permite e incluyendo como porsiacasos lo que aún no está reconocido (lo que debemos luchar porque se reconozca). La AFDMD nos aconseja incluir la limitación del esfuerzo terapéutico, los cuidados paliativos (especialmente la sedación terminal) y la eutanasia activa. Sea como sea, cada quien que lo piense bien, solx y en compañía, en casa y escuchando a quienes ya tienen muy trabajados estos asuntos. Eso sí, lejos del confesionario.

Una amiga firmó su “documento de instrucciones previas” en Madrid hace unos meses. Si lo hacéis, veréis que llega un punto donde se te pregunta qué quieres que se haga con tu cuerpo cuando fallezcas: donación o no, de órganos o del cuerpo, para la investigación o la enseñanza universitaria. El salto se da si optas por donar el cuerpo a la enseñanza, porque, en ese caso, no se devuelve a la familia. Consultando al funcionariado encargado del trámite en madrid (vaya un ole por ellxs), fue ahí donde apareció la duda: es duro pensar que tu cuerpo, o el de alguien que te importa, quede abierto en canal, expuesto en manos anónimas. Pero, si no hay cuerpos muertos para la enseñanza, ¿cómo aprender a sanar cuerpos vivos?

En un alarde de buenismo poco reflexionado, a punto estaba esta colega de marcar con una x la dichosa casillita cuando preguntó: “Y, claro, habrá poca gente que done su cuerpo a la enseñanza, ¿no?” Alucinó cuando la respuesta fue un no rotundo. De hecho, hacía meses que las universidades en madrid ya no recibían más cuerpos, el cupo del año se había alcanzado hacía tiempo.
- ¿Y eso?
- Por la crisis.
- ¡¿Por la crisis?!

Sí, por la crisis. Porque donar el cuerpo de esa forma implica no tener que pagar el entierro. Más aún, a veces permite gastar en necesidades más acuciantes el dinero que el seguro da para el entierro. Sí, es la crisis. Resulta que la muerte también está mercantilizada (¡el más allá está mercantilizado!) y que el derecho a la libre decisión sobre qué hacer con tus huesos tampoco es igual para todxs. O sea, morir no es un derecho, es otro privilegio.

 

amaia

 

fragmentos de este libro pueden leerse aquí

21 de Feb 2013
vidasprecarias

En este ahora en el que internet es uno de nuestros espacios cotidianos donde nos encontramos y nos pensamos, nos apetece convivir con esa multiplicidad de plataformas de expresión aportando nuestra parte a la comunidad. Una comunidad esencialmente abierta, en continuo movimiento y cambio. Es cierto que a veces colapsamos con tanta información, pero sabemos que toda esa gente chillando directamente desde sus cuartos conectados también es una de las mayores riquezas de la red. Y, pese a los ritmos vertiginosos que impone la hiperconexión, creemos que una participación con ritmo propio también es posible. Este blog nace con el deseo de generar un espacio pausado en el que pensar juntas sobre lo que (nos) acontece en estos tiempos convulsos.

Vidas Precarias quiere ser un punto de encuentro para interrogar la realidad. Un lugar desde el que construir una mirada que nos ayude a comprender y a afrontar los procesos de precarización, cada vez más extremos y cercanos a los de la exclusión social. Efectivamente, muchas vidas penden de un hilo, situación que conlleva -cuando menos- estados de tristeza, desánimo y resignación. No sabemos qué hacer para cambiar el rumbo de las cosas, aunque, paradójicamente, tengamos la convicción de que algo muy importante debe cambiar. Partimos de la idea de que el capitalismo se está rearticulando ferozmente a través de un ataque masivo a las condiciones de vida. En este sentido, la crisis no es nueva. De hecho, en otras partes del mundo se han vivido procesos muy similares. Pero hablar de crisis en este momento histórico concreto, sin desdeñar otras de magnitudes también importantes en otros lugares del planeta, nos permite nombrar un cambio multifacético global −una crisis económica, una crisis ecológica, una crisis de cuidados y una crisis de salud−; así como señalar que no se trata de un acontecimiento parcial: la crisis es sistémica, estructural.

El ataque a las condiciones de reproducción de la existencia produce exclusiones que borran los rostros de las y los outsider clásicos. Cada vez es más difícil saber el tiempo que se mantiene la cuerda floja sobre la que caminamos. ¿Cuánto tiempo antes de un desahucio o de la próxima redada? ¿Cuánto antes de que se refuerce el ataque contra la disidencia sexual, retrocediendo en los insuficientes derechos adquiridos por lesbianas, trans y otrxs? ¿Cuánto antes de que cuidadoras y diversas funcionales se vean abocadas a una lógica en la que la única salida al cuidado sea la opción privada mercantil y/o familiar? ¿Cuánto antes de la desarticulación de lo público que conformaba nuestro pobre, pero importante estado de bienestar? ¿Y cuánto antes de coger un avión destino a otro país?

Pero también observamos cómo, en medio de la desorientación generalizada, cabe la ilusión ante las nuevas formas de resistencia y lucha cocinadas al calor de la crisis. El espacio de acción se difumina y suceden cosas en el entorno de lo imprevisto; con esa sacudida de cuerpos, saltamos a sitios insospechados, comenzamos a pensar lo (im)posible. Se desarrollan nuevos micromundos, proliferan estrategias de supervivencia al ritmo acelerado de recortes, privatizaciones y desahucios y se abren nuevas preguntas y foros para pensar sobre ellas. Los debates crecen y se expanden de las plazas y las calles a los barrios y las redes (y vuelta a empezar). Pasamos, no sin contradicciones y ambivalencias, del miedo y la tristeza a la valentía y la alegría del estar junto a otras; de las prácticas de pequeños territorios colectivos a las movilizaciones masivas; de las miradas micropolíticas a los debates en torno a la institucionalidad. ¿Qué podemos aportar desde los feminismos en esta coyuntura?

Vidas Precarias parte de que no existe un suelo estable sobre el que pisar. Quizá durante demasiado tiempo se creyó que la vida nos pertenece. Que pertenece a cada cual, de manera individual. Como si la conciencia bastase para ser, aislada del mundo, encerrada en sí misma. Como si los cuerpos no se tocasen desde el principio unos con otros. Como si los pensamientos, los sueños y los deseos no fuesen ya parte de un mundo compartido. El discurso hegemónico del hombre blanco, discurso eficiente a la búsqueda de beneficio capitalista, entiende la vida como autosuficiencia. Entender la vida desde su precariedad nos permite ver la contradicción entre esa comprensión de la vida y la realidad encarnada de vidas que se necesitan mutuamente. En la tensión producida en ese choque, se agitan algunas preguntas fundamentales: ¿De qué modo queremos vivir juntas y juntos? ¿Qué significa lo común hoy? ¿Cómo podemos construirlo sin obviar que se trata de una cuestión no solo política y organizativa, sino también subjetiva y ética? En definitiva, queremos preguntar cuál es esa vida que pensamos merece la pena ser vivida, cuidada, sostenida, deseada, rescatada.

Vidas Precarias es una herramienta para hacernos estas preguntas en compañía.

 

Vidas precarias

Hoy, en medio de una de las tantas tormentas de la lluvia ácida del capital, mezclamos voces, deseos y miradas feministas para interrogar la realidad desde otros lugares que no sean el sujeto obrero-blanco-heterosexual-urbano que hace tiempo dejó de representarnos. Aquí nos encontramos amaia orozco, Haizea M. Alvarez, Martu Langstrumpf, Sara LF y Silvia L. Gil, partiendo de nuestros cotidianos para conversar entre nosotras y con otras en las fugas y resistencias que visibilizan conflictos y generan otras formas de vida.