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Interrogando la "crisis" desde miradas feministas

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29 de Jul 2013
vidasprecarias

La reproducción ha sido y es un tema central para el feminismo. Ya sea como contraposición (parte invisibilizada) de la producción, como puerta a la maternidad, como destino obligatorio, como algo a criticar o a desear... pero está ahí, siendo pensado desde feminismos diversos, anhelado y criticado, estudiado, practicado... Desde tiempos históricos la capacidad reproductiva de (algunas) mujeres se ha utilizado para naturalizar diferencias y desigualdades entre hombres y mujeres. La reproducción, como hecho biológico, se utiliza para naturalizar el modelo de familia nuclear y para definir a las mujeres como intrínsecamente madres y cuidadoras, para definir ese mismo ser mujer.

De alguna manera, algo de todo esto se modifica, muta, se re-inventa cuando nace Louise Brown en 1978, la primera persona nacida por técnicas de in vitro; se habló entonces del primer “bebé probeta” y el tiempo que resta hasta hoy día ha ido sumando perfeccionamientos de técnicas, invenciones de técnicas nuevas, cambios brutales en nuestras ideas sobre qué es la reproducción y cómo acceder a ella, así como las prácticas en torno a la misma. Se dio entonces el pistoletazo de salida al desarrollo de la reproducción asistida en formas nunca antes pensadas y su rápida expansión y la normalización de su uso han abierto espacio a muchas esperanzas, muchos sueños y muchos planes para familias diversas: parejas hetero con problemas de fertilidad (tanto de unos como de otras, de ambos,...), mujeres solteras, parejas de lesbianas,... Y, a su vez, han abierto nuevas formas de mercantilización, cosificación y medicalización de los procesos reproductivos y el material biológico implicado en los mismos (embriones, espermatozoides, óvulos, úteros, etc.) que abren intensos debates en torno a múltiples cuestiones, desde en qué sentido estas técnicas y su aplicación refuerzan la idea de maternidad obligatoria o hasta qué punto es legítimo permitir que empresas privadas generen beneficio a través de algo como la reproducción.

En nuestro país, lo que llamamos reproducción asistida es escasamente cubierto por la sanidad pública... Por un lado, porque existen fuertes restricciones para el acceso (en términos de edad, de infertilidad probada, etc.) pero, en términos generales, porque hay muy pocos recursos dedicados a ello (en relación a la cantidad de gente que acude a la sanidad pública buscando ayuda para quedarse embarazada) y, por otro, porque en caso de que alguien sea “elegible” para optar a atención pública, las listas de espera son tales (en un caso en el que la edad importa mucho, y más que te lo hacen sentir) que la mayoría termina resignándose a irse por la privada. De hecho, las clínicas privadas ofrecen servicios de financiación para sufragar el proceso,... y, si no te lo puedes pagar, que es algo muy común porque es carísimo, ya te puedes buscar la vida por tu cuenta, pero no de cualquier forma, porque si lo que te falta es esperma, lo vas a tener complicado, ya que la donación tiene que ser anónima y, si no lo es, en cualquier momento el tipo del que provenga el esperma puede auto proclamarse padre de la criatura y tú, la madre, las madres, o el padre que le haya criado, te puedes quedar sin derechos sobre la criatura, quedándose esta desprotegida. Y todo esto, estando ya más que probado que defender en el juzgado un tipo de familia no heteronormativa es prácticamente un suicidio, así que sí: zancadillas por todos los lados.

Las declaraciones de Ana Mato de las últimas semanas, resultan totalmente absurdas en términos de ahorro económico (supuesta motivación) y no tienen sentido en relación a la definición de salud por la que se mueve (supuestamente) la sanidad pública. Económicamente absurdas porque probablemente su gabinete se haya gastado más dinero en darle mil vueltas a una legislación que, de hecho, ya restringía bastante el acceso a la reproducción asistida, que el dinero que se haya podido dedicar en estos años a atender a solteras y parejas de lesbianas desde lo público de cara a la reproducción asistida. Absurdas en relación a la idea de salud que utiliza, porque según Mato “la financiación pública debe ser para la curación” pero no tengo del todo claro que, por ejemplo, las mujeres que de hecho estén embarazadas consideren que la atención a su embarazo (y el apoyo durante el parto) les está “curando” nada. Ni que el seguimiento médico del desarrollo en la infancia, la labor de los pediatras, suponga generalmente “curar” algo. Quizás la ministra de sanidad no sabe que la sanidad pública española recoge muchas cosas que no son ni enfermedades ni precisan cura, sino que son cuidados, atención, seguimiento,... vaya, lo que supone la atención a la salud, que no siempre va vinculado a la enfermedad. Quizás es que Ana Mato no sabe que la definición de “salud” de la OMS (Organización Mundial de la Salud) la entiende como «un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades.»

No tenemos forma de saber qué pasa por la cabeza de la ministra, ni por la del conjunto del gobierno del PP, pero es claro que sus declaraciones no son inocentes: en ningún caso lo son. Se ha dicho hasta la saciedad que no son recortes [ni estos, ni ningunos], es ideología. Y sí, lo es, ideología rancia, facha, conservadora. Primero, porque el sujeto de derecho pasa a ser la familia como dios manda, porque se habla de pareja necesariamente (uno de los dos miembros de la pareja debe tener un problema médico) y de pareja heterosexual de forma implícita (porque sólo se atenderá cuando haya un problema médico y se ha llegado a hablar de haber tenido necesariamente relaciones coitales). Debates simplones, muy cutres, porque lo que está en juego no es si incluir o no la reproducción asistida, una u otra prestación, qué implican, qué no, si es posible frenar la obtención de beneficio de las clínicas privadas a costa de las desesidades(1) ajenas,... No, no estamos ante ninguno de esos debates, si no ante la disyuntiva de ver cómo ir excluyendo a todas esas otras: bolleras, solteras,... Exclusiones que se pueden ver cómo más o menos sutiles, más o menos directas, pero que están poco a poco afianzando y normalizando la introducción de niveles dentro de un sistema sanitario cada vez más dividido, cada vez más compartimentado, en el que la única figura cuya atención sanitaria no es cuestionada en ningún caso es la de ese santo varón al que se refiere Mato, desbordando inteligencia, cuando habla de que “la falta de varón no es un problema médico”.
 

Ilustración del Escrache Feminista del 22 de julio, por Enrique Flores en sus cuadernos de Sol
Fotos del escrache, aquí.

Sara LF

(1) La idea de desesidad la tomo de Amaia Orozco, que a su vez cuenta cómo "Desde Centroamérica, en el contexto de la Educación Popular y la Investigación Acción Participativa, las mujeres lanzan la propuesta de un nuevo vocablo para resignificar la idea de “necesidades” sin escindirla de los “deseos”: las “desesidades”" en "De vidas vivibles y producción imposible" disponible aquí en pdf

29 de Mar 2013
vidasprecarias

Si América Latina ha sido siempre referente de diversos tipos de luchas y sueños, aún más cercanos se vuelven algunos de sus lemas en los últimos años. Las caceroladas, el “no debemos, no pagamos” y, en general, las protestas contra la injerencia en políticas y decisiones por parte de multinacionales, FMIs, BMs y demás acrónimos envenenados. Este post se centra en la lucha por el derecho a la salud pública y parte del interés y las ganas de preguntarse por los posibles vínculos entre luchas, los puentes de unión, las formas de aprender, de escuchar sobre lo que pasa allá-acá en un contexto tan conectado y en el que en ocasiones nos falta tiempo para profundizar en lo conseguido al otro lado del charco. Desde luego, no hace falta inventar la rueda, y periódicos como Diagonal (¡felicidades por el octavo aniversario!) son y han sido ejemplo de puente entre diferentes lugares y ventana abierta a los interesantes procesos políticos vividos en Latinoamérica, pero creo que siempre puede ser enriquecedor re-pensar las conexiones existentes y las posibles*.

Hace escasas dos semanas se llamaba a la movilización para defender la Europa de las personas y no de los mercados. No puedo dejar de pensar que esa europa, ese madrid, ese cualquier lugar tiene y tendrá mucho que aprender de América Latina. Nada nuevo, vaya, sin pretensiones de “descubrir la orilla azul de la bacinica”, sólo compartir una certeza que se hace carne al conversar con activistas salvadoreñas sobre (entre otras muchas e interesantes luchas) las marchas blancas. Ellas nos cuentan una historia de esas del “sí se puede” que seguro contiene claves importantes para responder al ataque directo contra la sanidad pública que se recibe de forma especial en los últimos tiempos en el estado español.

A principios de los 2000, ARENA –en el poder desde 1989 hasta 2009- alentado por fuertes intereses de multinacionales y en confluencia con las conocidas políticas neoliberales que asolaron toda América Latina, comenzó un proceso de privatización del sistema de salud público. Las protestas, que comenzaron con unos pocos cientos de trabajadorxs del Hospital del Seguro Social de Zacamil, terminaron agrupando a muy diferentes sectores de la sociedad, que confluyeron en las llamadas marchas blancas.  Gentes muy diversas se sentaron a conversar y pelear por una causa común, las huelgas de profesionales médicos duraron meses, hubo respuestas de apoyo económico a lxs huelguistas, colaboraciones de transportistas que trasladaron de forma gratuita a la gente para que pudiera atender las marchas durante las que se paralizó el país tomando las carreteras… Confluencia y acción política que no estuvo exenta de represión por parte del estado pero cuya fuerza consiguió resistir hasta frenar el plan privatizador del gobierno. Las marchas se repitieron en el tiempo, perdiendo y ganando fuelle en distintos momentos, pero lograron parar los pies a las embestidas neoliberales que se presentan a sí mismas como “inevitables”. En los últimos años, nuevas fuerzas se unieron para exigir, y conseguir, ya de mano del FMLN, una ley de medicamentos, en vista de que el ataque no sólo viene desde las instituciones, sino que es intrínseco a la industria farmacéutica.

Estos mismos ataques se reciben ahora de forma más intensa que nunca en el estado español, ¿es posible la misma respuesta en las calles? ¿Cómo lograr que las mareas blancas, ya multitudinarias, no se puedan ignorar? ¿Cómo introducir en las agendas la visibilización del negocio de las farmacéuticas, ese gigante que parece invencible pero al que se han dado ya fuertes reveses desde países como El Salvador y Brasil?

Sin querer idealizar el estado actual del sistema público de salud salvadoreño (ni del español) sí parece que esta experiencia (mejor explicada/resumida aquí) es una muestra más de que sí se puede (pero no quieren), de que sí podemos. La sanidad pública actual no es el ideal de atención al cuerpo, a la salud o a la enfermedad, y aún tiene mucho que avanzar, incorporar y replantear (como se veía la semana pasada en este post sobre atención ginecológica) pero sí considero que en el estado español –y, en concreto, en la Comunidad de Madrid- hemos contado con un muy buen sistema de salud público –casi-casi universal- dentro del tipo de medicina que reconoce. A mejorar, desde luego, a ampliar, sí; pero con un nivel de universalidad y calidad que nada tiene que envidiar (y sí que enseñar) a otros rincones del mundo donde la privatización de la salud es un hecho (¿quién quiere a estas alturas tomar EEUU como referente?), y que además cuenta con profesionales admirables que han salido a las calles para defenderlo. ¿Cómo coordinar/combinar la democratización de la medicina, la mayor horizontalidad de saberes, con la clara defensa del modelo público? Ese modelo que se está perdiendo (que están aniquilando) estaba basado en la solidaridad y el cuidado común, en la asunción por parte de todxs del derecho a la atención médica de todxs. Juntxs si podemos. Para ideas, sugerencias y ánimos, las fuerzas pueden venir de lo que precariamente se llama sur global.

FOTO del post “Repudio a la privatización de la Salud"; Walter Alexander Claros Ramos

* Un buen (aunque pequeño) ejemplo de estos nexos fue el último encuentro de economía feminista en Madrid, donde pudimos conectar con algunas compañeras de la Red de Mesoamericanas en Resistencia por una vida digna y de la Mesa Nacional de presupuestos sensibles al género en Bolivia, que nos contaron sus diversas experiencias de construcción de pensamiento y acciones político-económicas desde y con las bases las primeras y desde las bases a las instituciones las segundas.

Sara LF

28 de Feb 2013
vidasprecarias

Hay quien dice que el 15m nunca habría podido ser en invierno, igual que el cacerolazo argentino de 2001 fue en verano. Y, sin embargo, treinta grados arriba o abajo, la gente reincide: seguimos copando el espacio público con cuerpos y palabras que huyen de la resignación y este 23F las mareas ciudadanas volvieron a salir a las calles pese al frío. La cita tenía vocación de unidad, no se trataba de apoyar a un color concreto o mostrar indignación frente a otra política específica de ajuste. La intención era confluir, todas las mareas, con todos sus colores y contra todos los recortes; confluir para exigir una verdadera democracia frente al congreso (otra vez vallado, inaccesible, ¿protegido de sus legítimxs ocupantes?). Se multiplicaban colores y sus significados: azul-agua, blanco-sanidad, violeta-igualdad, verde-educación, rojo-desempleadxs, rojo-desahucios, amarillo-justicia, amarillo-bibliotecas, naranja-servicios sociales, negro-funcionariado, negro-minería, arco iris-gastos militares, arco iris-televisión pública...

Nosotras, tres novatas blogueras, partimos en Madrid con la marea violeta. Al pasar Colón nos dejamos diluir entre conversaciones sobre cómo vamos salvando los días, batucadas, lemas y pancartas, hasta llegar a Neptuno. Allí nos lanzamos grabadora en mano a charlar con gentes diversas de diferentes edades, que portaban mensajes, vestían batas blancas, bufandas verdes, camisetas de mareas o simplemente estaban allí. Partíamos del deseo de conocer la opinión de otras personas y amablemente nos permitieron lograrlo. Parece que la gente tiene ganas de entrar al diálogo.

Lanzamos tres preguntas que no pretendían respuestas cerradas. Tres preguntas que, creemos, plantean debates que vienen de antes del 23F y siguen tras ese día de confluencia:

¿Qué mueve tu/vuestra/nuestra marea?,¿Por qué estás en la calle, por qué estamos aquí juntxs? ¿Qué queremos decir, exigir, cambiar?

¿Hasta dónde quieres que llegue la marea? ¿Cuál es el final? ¿Con qué nos vamos a conformar? ¿Nos vamos a conformar?

¿Hay olas que se están quedando fuera? ¿Son inclusivas las mareas? ¿Estamos todxs? ¿Planteamos una lucha común-común, o común hasta cierto punto?

Este post consiste en algunas de las cosas que nos contaron -todo lo entrecomillado son palabras textuales- y las preguntas que nos hemos hecho al hilo.

Qué proponen las mareas

Sanidad, educación, justicia, televisión pública, igualdad. Derechos constitucionales. Democracia real. Aborto libre y gratuito.

En el dialogo vimos que lo público mueve la marea. “Lo que van a hacer es cargarse lo público”. Indigna que los derechos conquistados se hayan convertido en privilegios. Se recuerda a lxs abuelxs, para hacer memoria del esfuerzo que supuso conquistarlos (“esto ha costado mucho sudor y muchas vidas”). Se apela a lxs hijxs y lxs jóvenes para mostrar el compromiso con un futuro donde lo público siga existiendo como derecho.

Pero, ¿de qué hablamos cuando hablamos de lo público? ¿Nos aferramos a las fórmulas ya conocidas y probadas del estado del bienestar? ¿O es una forma posible de nombrar lo común, que podría materializarse de otras maneras?

En la defensa de lo público se expresa un camino ya recorrido: de la lucha por las condiciones laborales propias (contra los despidos) se pasa a luchar por el sentido social del trabajo que se hace (si no hay profesorado, no hay derecho a la educación; si no hay gente en los juzgados, no hay acceso a la justicia) y, de ahí, a luchar “por todo lo demás”, “ya no es sólo tu parcela particular, es toda la injusticia”. Luchamos por otrxs y por nosotrxs, vivimos en colectivo: “vamos uno detrás de otro, vamos todos unidos de las manos”.

¿Y quién organiza y gestiona la vida en común? Entran aquí exigencias de democracia real y una idea muy fuerte compartida: no podemos dejarlo en manos de aquellxs que “se están riendo en nuestras caras”. “Que dimitan si no saben gobernar”. ¿Gobernar es organizar lo público al servicio de todxs? ¿Deben gobernarnos o la democracia implica que existan formas de participación directa?

Qué critican las mareas

Recortes, corrupción, abuso de poder, un sistema que no va bien. Desahucios, gastos militares, reformas laborales, despidos. La obstaculización en el acceso al empobrecido estado de bienestar.

Ponen el grito en un cielo cada vez más oscuro.

Hay mucho, mucho enfado con “la sinvergonzonería de los que gobiernan” y se exige su dimisión. ¿Por qué? Porque es un “gobierno corrupto”. ¿En qué sentido corrupto? ¿En el sentido de que se pone al servicio de los mercados para garantizar su beneficio? ¿En el sentido de que las personas, con nombre y apellidos, que ocupan cargos públicos se llenan los bolsillos? ¿En el sentido de que llenarse los bolsillos y beneficiar a los mercados no son dos cosas distintas? Entonces… ¿el problema es de la clase política española? ¿O el problema es “todo lo que ellos llaman sistema”? ¿Un sistema que va más allá del estado español?

Lo que se busca

La marea hay que llevarla… “hasta el final”. Pero, ¿cuál es el final? Se palpa y se expresa un anhelo de cambio. Estamos caminando, transitando… ¿hacia dónde?

No son pocas las respuestas que hablan de no perder lo que teníamos y dan por bueno el estado de bienestar que había previo a la oleada de recortes. Pero también se afirma que “el sistema hay que cambiarlo entero”. Quizá, sobre todo, lo que esta indefinición nos dice es que la pregunta de '¿hasta dónde?' no tiene por qué estar respondida de antemano, sino que se irá respondiendo en el propio proceso de la marea.

Entonces quizá sea relevante preguntarnos quiénes estamos y quiénes no estamos en las mareas. “Es absurdo ir divididos; el problema de todos es el mismo” Pero ¿quién es ese todos? “Falta mucha gente”. ¿Son las mareas una expresión de la pesadilla de la clase media? ¿Creíamos que teníamos todo controlado y queremos volver a tenerlo? No queremos vivir en carne propia esos problemas que eran de lxs pobres, lxs migrantes, lxs otrxs. La pesadilla de la clase media se conjura diciendo: virgencita virgencita, que me quede como estoy… o como estaba.

La marea habla de unidad. Es una lucha desde la ciudadanía y por la ciudadanía, pero ¿hay discurso conjunto en torno a la exclusividad de esa propia ciudadanía, que cierra sus fronteras en banda especialmente en momentos como este? Una ciudadanía que siempre fue de segunda para las mujeres; y que no fue para tantxs migrantes. Una ciudadanía que a unas se nos vendió en formato de inserción a un mercado laboral discriminatorio; y a otrxs, en formato de hipotecas abusivas. Y hoy hay desahucios y vueltas a casa a hacer curro gratis. Denunciamos ambas cosas, pero ¿están en las mareas lxs migrantes y las cuidadoras full time?

¿Lo que “ya teníamos” se ve como insuficiente pero se asume con resignación? Vemos que la exclusión ahora llega a quienes nos creíamos a salvo, ¿aprovechamos para transformar un sistema generador de exclusiones o queremos “que todo vuelva a su sitio”?

La plaza

La rabia esta presente en la marea y junto a ella las propuestas. Nombrar los deseos requiere de cierto ejercicio, y aquí se reconoce que plazas y mareas han contribuido en el aumento de la agilidad del músculo colectivo que elabora propuestas y las pone en practica. Nos movemos juntos, juntas. Andamos kilómetros, estamos en tránsito. El pasado sábado se demostró que somos muchas las personas en busca de un cambio, con fuerzas para buscar alternativas y con ganas de construir consensos: ¿dónde hablar, dónde juntarnos y discutir cómo continuar? Si las mareas inundan todo, ¿dónde reposan, juntas?, ¿dónde establecen el diálogo para el cambio? ¿Acaso necesitamos una plaza? ¿Un espacio? Algunas de las personas con las que hablamos exigen acciones a los políticos, pero se respiraba agencia, ganas de meter las manos en la masa y de aprender, en compañía, a tomar las riendas. Muchas ganas de hablar, de ser escuchadx y de construir. Decían el sábado que aquí “huele a cambio”.

Poco después: más detenciones y cargas que tratan de acallar y evitar la construcción de esa plaza.

Y hoy, 28 de Febrero ¿cómo seguir moviéndonos con/en las mareas?

haizea, sara y amaia

 

Vidas precarias

Hoy, en medio de una de las tantas tormentas de la lluvia ácida del capital, mezclamos voces, deseos y miradas feministas para interrogar la realidad desde otros lugares que no sean el sujeto obrero-blanco-heterosexual-urbano que hace tiempo dejó de representarnos. Aquí nos encontramos amaia orozco, Haizea M. Alvarez, Martu Langstrumpf, Sara LF y Silvia L. Gil, partiendo de nuestros cotidianos para conversar entre nosotras y con otras en las fugas y resistencias que visibilizan conflictos y generan otras formas de vida.