Álvaro Oleart

Panorama
El presente de Europa

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01 de Abr 2016
Europa Constituyente
Protesta contra el TTIP y el CETA en Berlín (octubre de 2014). Foto de Mehr Demokratie.

 
Europa no es equivalente a la Unión Europea (UE) y la UE no es (sólo) "Bruselas". La UE es un complejo sistema político que combina elementos intergubernamentales y supranacionales. Habitualmente se olvida que los Estados miembros son elementos fundamentales para el funcionamiento de la UE. Los diferentes niveles de gobierno dentro de la UE hacen que sea inútil para cualquier grupo de interés público tratar de influir en las políticas públicas siendo activo sólo en un nivel. Para que un grupo de interés público (sea un movimiento social, un partido político o una ONG) tenga un mínimo de influencia en las políticas públicas, la acción colectiva debe darse a diferentes niveles. Esto tiene una implicación clara: solamente iniciativas multi-nivel (es decir, regional, nacional, europeo y, si es posible, global) de acción colectiva transnacional pueden influir en la política pública de manera significativa.

Desde las revueltas de Seattle de 1999 durante la reunión ministerial de la Organización Mundial del Comercio (OMC), varias redes de protesta transnacional se han desarrollado. El Foro Social Mundial y el Foro Social Europeo son los más populares. Sin embargo, apenas han sido capaces de tener impacto en las políticas públicas llevadas a cabo. Las políticas neoliberales han sido la regla, y no la excepción, desde la década de 1980 hasta la fecha en Europa. Los foros sociales han abierto un espacio, pero, mientras que el Foro Económico Mundial que se lleva a cabo cada año en Davos tiene un impacto (neoliberal) en las políticas públicas, el Foro Social Mundial y Europeo apenas han influenciado las políticas públicas.

El resultado de las políticas neoliberales son enormes desigualdades económicas, así como el aumento de la pobreza y el desempleo. En combinación con el aumento del terrorismo y su posterior miedo al "otro", una respuesta nacionalista es tentadora. Pero tal respuesta sólo puede beneficiar a Donald Trump, Marine Le Pen, otros partidos políticos de extrema derecha y al propio ISIS. En los EE.UU., Donald Trump lidera la carrera republicana para ser candidato. En Eslovaquia, las elecciones que tuvieron lugar a principios de marzo vieron cómo un partido neonazi (Kotleba, el líder de un partido que tiene su propio nombre) recibió el 8% de los votos. En Alemania, el AfD mejoró sus resultados en las últimas elecciones regionales que tuvieron lugar también en marzo de 2016. Por otra parte, en las últimas elecciones de la UE (mayo de 2014), los neonazis de Amanecer Dorado (Grecia) recibieron 9,4% de los votos (en las elecciones europeas de 2009 recibieron sólo el 0,5% de los votos). Otros partidos anti-inmigración, como el Frente Nacional en Francia o el UKIP en el Reino Unido fueron los más votados durante esas mismas elecciones 2014 de la UE en sus respectivos países.

Sin embargo, por muy tentador que parezca, un retorno al aislamiento del Estado-nación, el divorcio con “Bruselas” y el intergubernamentalismo difícilmente puede llevar a políticas públicas en los intereses de la mayoría social y del medio ambiente. Las empresas transnacionales sólo pueden ser reguladas a nivel transnacional. Problemas transnacionales (como el cambio climático, el terrorismo, los paraísos fiscales ...) requieren soluciones transnacionales. Es por ello que sólo la acción colectiva transnacional puede tener un impacto en las políticas públicas. En el caso de la Sociedad Civil, parece que hay un cierto desfase entre algunas ONGs paraguas con sede en Bruselas y las ONGs nacionales. La cooperación es ahora más necesaria que nunca, no sólo entre las ONGs nacionales y las ONGs paraguas con sede en Bruselas, sino también entre las organizaciones de base nacional de diferentes países. Los actores nacionales deben transnacionalizarse, mientras que las organizaciones internacionales deben nacionalizarse. La tendencia hacia la acción colectiva transnacional ya está sucediendo. En febrero de 2016 se presentó el Movimiento por la Democracia en Europa (DIEM), donde Yanis Varoufakis está jugando un papel crucial al usar su popularidad en los medios de comunicación para atraer la atención. En paralelo está el Plan B, una iniciativa similar.

Sin embargo, el movimiento STOP TTIP es probablemente el mejor ejemplo de acción colectiva transnacional exitosa. Ha logrado constituirse como un movimiento de gran alcance capaz de ampliar la esfera pública europea y poner en la agenda temas que los medios de comunicación más grandes han ignorado por completo, como el Tratado Transatlántico entre los Estados Unidos y Europa (TTIP). En tal movimiento, hemos visto una amplia colaboración entre sindicatos (en España, la CGT y CCOO se han unido contra el TTIP), partidos políticos (Podemos e IU), movimientos sociales (las Mareas) y organizaciones de la Sociedad Civil (Ecologistas en Acción, ATTAC y Greenpeace, entre otras). El movimiento STOP TTIP ha sabido combinar la dimensión nacional con la transnacional, participando activamente en una Iniciativa Ciudadana Europea (ICE) auto-organizada y colaborando regularmente con otras organizaciones, tanto en Bruselas como en otras ciudades europeas.

El movimiento STOP TTIP podría ser un ejemplo a seguir. Cooperación entre sindicatos, partidos políticos, ONGs y movimientos sociales de diferentes países es ahora más necesaria que nunca. Pero no son los únicos actores que tienen que transnacionalizarse. Los medios de comunicación son un elemento clave en un posible cambio futuro. Estamos viendo varias iniciativas destinadas a alentar un debate transnacional, tales como Open Democracy o TalkReal (por European Alternatives). Estamos viendo también cómo algunos medios de comunicación nacionales tratan de ser más transnacionales, tales como Mediapart en Francia o Diagonal y eldiario.es en España.

Tal tendencia a la transnacionalización no es neutral. Es política. La transnacionalización de las iniciativas significa creer en un proyecto europeo y mundial democrático. Esto no es nuevo. Muchos actores provienen del movimiento de justicia global (Global Justice Movement). Pero la solidificación de estas redes transnacionales sí es un fenómeno nuevo. La característica más importante de esta transnacionalización es que no está llegando a través de organizaciones grandes y establecidas, como Greenpeace o Amnistía Internacional (a pesar de que sin duda participarán en algunas redes). La transnacionalización de la acción colectiva está sucediendo a través de la articulación de redes de organizaciones de diferentes tamaños, que muchas veces se ocupan de diferentes temas y que trabajan desde diferentes países. La cooperación entre organizaciones de diferentes países, especializadas en diferentes temas y con diferentes roles (sindicatos, partidos políticos, ONGs…) es un elemento fundamental de la batalla política actual. La democracia transnacional tiene muchos retos, como por ejemplo los diferentes idiomas y culturas, pero no es imposible.

Estas iniciativas transnacionales no serán una excepción si queremos un futuro democrático. En el contexto político actual, el campo de batalla política es Europa. Pero cuando me refiero a "Europa", no sólo estoy hablando de "Bruselas". Me refiero a Barcelona, ​​París, Londres, Roma, Bucarest, Bratislava, y muchas otras ciudades y pueblos. La batalla nacional es importante, la europea (e incluso mundial) es inevitable. Aquellos actores que ignoren la dimensión multi-nivel europea o global pueden perder toda relevancia. Inversamente, las organizaciones y los partidos políticos que decidan entrar en el campo de batalla transnacional es probable que ganen visibilidad. El surgimiento de los movimientos transnacionales y de una sociedad civil transnacional no sólo es necesario, sino que es la única alternativa europea y global a la encarnación neoliberal del proyecto europeo.

Álvaro Oleart

Europa constituyente

Europa constituyente es un foro de análisis, discusión y propuesta sobre el proyecto europeo de emancipación en la época de su fracaso y destrucción a manos de la fuerza combinada de los capitales financieros y de las elites políticas neonacionalistas.

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