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Destituir Occidente, Construir Comunismo

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26 de Nov 2015
Nuda Vida

Por Ignacio Castro Rey

"Incluso comprender ya es un heroísmo (...) Cada vez me parece que todo es una cuestión de paciencia, de amor que crea paciencia, de paciencia que crea amor". Clarice Lispector

I
No hay lágrimas suficientes para estar a la altura del dolor de cada una de las 129 víctimas parisinas, de su angustia y zozobra, de su desorientación. Es el espanto de una humanidad que de pronto, buscando recuperarse del agotamiento laboral, se ve atrapada en un infierno de estallidos, plomo y fuego, teniendo que oler su propia sangre por todas partes, mezclada con el suelo que pisa.

II
El mal existe, ha existido siempre, un mal que incluso no tiene nombre. Si el hombre no es el mal, al menos éste siempre ha estado en la historia. No volvamos entonces a repasar la lista de afrentas, de un lado o de otro. No hace falta, y sería un poco obsceno, buscarlo sólo en los otros. Los atentados de París, mientras tanto, han impactado en un público apacible y multiétnico -curiosamente, también es multiétnico el grupo de atacantes-, pero masivo en sus costumbres. Una población pacífica, pero un poco ensimismada y bastante previsible. Un blanco fácil, pues. Y la masificación es así: es sencillo infiltrarse en ella, actuar en medio, simular su simulación. Nos juntamos en masa para no pensar por cuenta propia, de ahí las olas de pánico.

III
No hay que descartar que a nuestros líderes les importe tanto la sangre de los muertos y heridos, en pleno altar de la Libertad, como los otros símbolos lesionados: el corazón de Europa y de la democracia, el santuario de la civilización, el universo del orden y la seguridad... Y es esta cuasi religión -compuesta de aislamiento individualista e información masiva- la que crea el peligro, la que atrae los estallidos y la metralla. Aproximadamente igual que una torre atrae el rayo a la más mínima señal de tormenta eléctrica.

IV
Por su propia inercia la masificación teme a cualquier peligro externo. Y en ella, todo lo oscuro o silencioso es externo. Tememos entonces a cualquier lobo solitario como un globo hinchado teme a una aguja. La avidez de la prensa estos días, pendiente del "hombre más buscado del planeta", tenía algo de atávico y también de dramáticamente significativo. Buscando localizar el mal fuera, la información es el opio del pueblo. No obstante, todas las medidas preventivas serán insuficientes para contrarrestar un temor que viene de abajo, de la indefensión que produce la inercia, el automatismo que llamamos Seguridad o simplemente Economía.

V
Parece también sintomático que el Estado Islámico haya atacado a un público alternativo, a ese tipo de europeo multiétnico y libertario que está a favor del diálogo y de tender puentes. No hay que descartar esta hipótesis: golpear el ala izquierda de París, como si nuestro orden democrático fuera uno solo para ellos. Y enconar así el choque de civilizaciones.

VI
La gran ventaja de Daesh -Isis o EI: no sabemos ya cómo nombrarlo, y esto tal vez indica una naturaleza móvil, mutante, proteica- es estar dispuestos a dar la vida por algo en medio de una religión de la Seguridad donde nadie daría su vida por nada. Hasta el terrorismo, a su pesar, demuestra que no existe tecnología numérica comparable a la voluntad o a la resolución; al coraje de mantener una decisión, una sola idea que le de forma a la vida. En nuestra existencia capitalista, encauzada por la metafísica del cálculo y la seguridad, ¿recordamos todavía algo de ese suelo elemental? Ellos sí, y ésta es su primera gran baza.

VII
Es desde esta opulenta neutralidad y distancia -la democracia formal como masivo aislamiento personal conectado después por fuera- que hemos bombardeado a los musulmanes sin piedad. Civil y militarmente, conceptual y materialmente. Da un poco de vergüenza, es odioso y cansino volver a repetirlo, pero la historia misma se repite. Repasemos sólo esta lista de nombres: Afganistán, Mazar-i-Sharif, Irak, Faluya, Abu Ghaib, Guantánamo, Somalia, Sudán, Chad, Mali, Libia, Siria... Y Gaza y Cisjordania todos los días. Millones de muertos, de heridos y humillados, de aldeas y familias destrozadas. Sin mucho detalle, busquemos en las hemerotecas o Internet el significado de estos nombres; muy distintos, pero significando una similar torpeza. Peor aún, señalando un mismo desprecio, una idéntica estrategia de desconocimiento del mundo islámico.

VIII
El pánico es la mejor arma del terrorismo. Incluso sin suspensión de encuentros deportivos, sin estados de excepción, sin endurecimiento de leyes ni persecución de los inmigrantes. Pero el pánico es también nuestra vida cotidiana, un mecanismo sin el cual no podríamos vivir. Es anterior al primer atentado, del cual apenas tenemos memoria. El miedo está instalado, inyectado, y duerme con nosotros. Tememos de hecho a todo lo durmiente porque sabemos que hemos abandonado el atraso de la tierra, las relaciones afectivas en lo comunitario, lo arcaico de los sentidos y la intuición. ¿No será que todas las culturas comunitarias son temibles, para nosotros, por esa fidelidad al afecto y los sentidos?

IX
El terrorismo nos expropia la paz cotidiana, es cierto. Pero éste es también el método de toda nuestra cultura occidental: una especie de estado de excepción permanente. No hay más que ver cómo se regodea la información durante estos días, con todo tipo de detalles escabrosos, para comprobarlo. Una sociedad que apenas tiene nada afirmativo que ofrecer, dijo hace ya treinta años un francés célebre, sólo puede vivir de sus enemigos. Es como si, internamente, necesitásemos el terrorismo, en sus distintas variantes.

X
El dispositivo cultural podría ser éste: Es posible que no nos vaya muy bien, pero el exterior es aún peor, prácticamente un infierno. Otra muestra de esta posible implicación interna con el terror es el hecho de que, como en el caso de Bin Laden y otros, los autores de la matanza sean casi un producto nuestro. En este noviembre trágico, jóvenes franceses y belgas de origen; antiguos chulitos de barrios, casi de discoteca; incluso pequeños delincuentes de las drogas.

XI
La macroeconomía, ideología salvadora -y sin ideas- que se incrusta en cuerpos, mentes y costumbres, supone un odio sonriente y democrático hacia la tierra. Nos hemos alejado de ella y de todos su pueblos atrasados, también de sus dioses. A los que, con frecuencia, hemos ofendido y castigado sin piedad. Porque además, muy particularmente, a la opulenta democracia capitalista Alah siempre le ha parecido un Dios de los pobres.

XII
Nueva York, Madrid, Londres, París. No es tan extraño que los errores externos reviertan algún día hacia dentro. No se trata de justificar nada -como asesinos en masa, ellos sólo entienden el poder de las armas- pero sí de entender. ¿De dónde viene todo esto? No es de Marte: el mal está cerca, incluso dentro. En el fondo, el terror es para nosotros lo real, el atraso de la vida terrenal. Y el problema es que nosotros, que huimos de ella, no tenemos mucho que ofrecer. Sólo un espectáculo efímero de gestión, extremadamente vulnerable.

XIII
No es disculpa para nada, pues los terroristas no merecen más que la represión armada. Pero habría que explicar algunas cosas: esta oleada que no cesa, esta organización fluida y mutante, la migración a la Yihad de miles de jóvenes europeos, convertidos a una rabia suicida. Como decía un ministro español: "Contra ETA todo era relativamente fácil. ¿Qué hacemos sin embargo frente miles de personas que están dispuestas a morir? Y un palestino, recuerden, decía hace años: No pueden matarnos, ya estamos muertos.

XIV
Nosotros también hemos hecho el mal, masivamente. Por razones estratégicas de una inteligencia dudosa, hemos destrozando naciones que, sin ser perfectas -Irak, Libia, Siria-, se mantenían en una relativa paz. ¿La paz de los cementerios? ¿En naciones artificiales creadas ayer? No, no exactamente. Y además, aunque fuera así, eran naciones que mantenían una cierta convivencia. Sin embargo, aprovechando incluso la primavera árabe, las destrozamos; elegimos el caos, el enfrentamiento tribal que las empuja a "la edad de piedra". Cuando, hay que recordarlo, nadie entre nosotros prefiere el caos a una dictadura: ni siquiera ocurría esto bajo el régimen de Franco.

XV
Es necesario, si no creemos estar en un enfrentamiento de civilizaciones, sino en una "guerra" de distintas civilizaciones contra el terror, revisar nuestra estrategia geopolítica. Debemos cambiar urgentemente nuestra lógica de alianzas. Para empezar con Rusia, a la que hemos dejado sola en la lucha contra esa fuerza armada con el resentimiento y el odio. Es necesaria otra política militar que haga entrar a Irán y a los países musulmanes en la alianza. Hoy y mañana, el entendimiento político y militar de Francia con Rusia es clave, ponga la cara que pongan Obama y Netanyahu.

XVI
Lo otro, nuestra relación con la religión, parece que por ahora no podremos revisarlo. La reforma cultural habrá que dejarla para más adelante. Pero algún día tendremos que encararla. Y entonces, algún día, habrá que entrar en la religión y tomarla en serio. Y no sólo como respetable creencia que conmueve nuestra tolerancia -siempre un poco paternalista-, sino como una tecnología punta del conocimiento en todos los pueblos que no quieren despegarse de la tierra.

XVII
El cristianismo ha sido, desde hace mucho tiempo, más comprensivo con el Islam que la furiosa religión del capital, este integrismo laico de la libertad individual -su furioso aislamiento- sedada con el derecho a la conexión. Es urgente pensar el pensamiento que porta lo religioso. Y en particular, por lo que nos atañe, las tres religiones del Libro; también para estudiar lo que tiene en común, que puede ser mucho. Pero tres no comercian si uno no quiere.

Ignacio Castro Rey. Madrid, 22 de noviembre de 2015

15 de Nov 2015
Nuda Vida

 

Por Teresa Sanjurjo y Aitor Jiménez

 

En un mundo concebido para la inmediatez, para la eterna adolescencia, para el gasto permanente en uno mismo. En un mundo construido para el consumo,  para el trabajo precario, la movilidad incesante no decidida. En un mundo donde el amor se experimenta como el mercado, supuestamente libre, guiado por  la gran mano, pero condicionado como el capitalismo por los criterios heternormativos y patriarcales que movilizan la sociedad entera. En un mundo donde  la vida y su discurso han ido apropiados por la iglesia y por el estado. En un mundo donde la geografía de los pueblos y las ciudades esta conectada para el flujo de capitales y no para el encuentro de personas. En un mundo así la maternidad, la paternidad, es por si mismo un acto político, que devenga en  decolonial es decisión nuestra.

 

Las maternidades nos exponen desde el mismo momento de la concepción frente al biopoder. Todo el proceso del embarazo está medicalizado, requiere un tratamiento, se lo atiende como una enfermedad. Portar una vida en el vientre sitúa a la mujer frente al médico inferiorizándola. En tono grave, serio, científico el personal médico aconseja, recomienda, ordena, sin miramientos. Respaldado por su autoridad responde el poder médico ante cualquier  cuestionamiento con el clásico “ustedes sabrán”, “firmen este papel, yo me lavo las manos”, es el todo o nada, o ellos o la muerte, civilización o barbarie. La  ciencia construida por el hombre para el hombre, tiene ante si a la mujer como objeto reproductivo. En la mayor parte de los centros públicos toda la cadena de acontecimientos que conducen hacia el parto están tecnificados, guiados por protocolos maquínicos, deshumanizados. Llegado el mismo incluso en los centros que tienen reconocido otra forma de actuar, más humana, más cercana, mas personal, el poder médico toma el control. No cabe explicación, ellos  son el sujeto de poder, de conocimiento. Si el parto se complica ciertamente salvan vidas, pero quien haya experimentado el riesgo de la muerte de alguien tan cercano como un hijo es consciente de la impotencia de cada uno de sus actos, del acto miserable de delegación con el que hemos ido transigiendo a lo largo de nuestras vidas. Estar frente al poder médico guiándote en el camino de la vida es estar cara a cara frente al despojo que el estado, que la iglesia, que la ciencia, ha ido llevando a cabo contra los comunes. Un despojo de los saberes. Un despojo incluso de la esencia biológica que nos compone, pues estamos discapacitados para gestiona nuestra propia reproductividad.

 

Y esto comienza desde la infancia, desde niñas se nos enseña a no escuchar nuestro cuerpo, a no conocerlo, a ocultarlo y repudiarlo: no te toques ahí;  confiando desde la pubertad nuestra salud sexual y reproductiva al de la bata blanca, revisión una vez al año, nadie sabe porqué, si nuestros cuerpos están  sanos. Nos han enseñado a no reconocer señales, a ocultarnos: nuestra menstruación es algo que esconder, en vez de ser una puerta al conocimiento y la sabiduría; tenemos mucha suerte porque ahora diseñan compresas para que la regla no huela y nos sintamos libres y seguras... perdonen ustedes, no sabía  que por tener la regla era una esclava y estaba en peligro constante, menos mal que inventaron esos artilugios. Antes nos quemaban en la hoguera, ahora  nos desnudan ante la autoridad médica que se encarga de infantilizarnos, de negarnos, de anularnos. Llegado el momento del embarazo estamos tan desconectadas que parece que no podemos dar ni un paso sin que el médico nos de permiso. Y llegado el momento del parto, te rasuran, te humillan, hasta te atan... tú no mandas, aquí decido yo, y cómo seas díscola lo vas a pasar peor. Una serie de prácticas destinadas a situarnos por debajo, a despojarnos de  nuestras armas (si es que las hemos tenido alguna vez), a hacernos creer que nosotras no podemos y olvidarnos de que nuestros cuerpos están diseñados para parir; control, control, control.

La maternidad, la paternidad, nos sitúan frente al hecho desnudo de la vida en su esencia mas obvia. Un cuerpo frágil que nos es entregado para su cuidado  y que por entero depende de nosotras. Es preciso actuar, alimentar, abrigar, velar el sueño, limpiar el cuerpo pequeño, aprender con el, caminar en su devenir. Esa sensación de impotencia, de desconexión absoluta de falta de control se extiende ante cada gesto de la nueva vida. No sabemos sobre su salud, sobre su alimentación, sobre sus procesos de aprendizaje, sobre su sociabilidad, sobre su sexualidad, sobre su psique. Todos los aspectos de esa vida con su entorno y con nosotras ha sido delegada de una manera u otra al poder medico o al poder educativo. Y ¡ay del pobre que ose enfrentarse a ellos, que ose  transgredir o simplemente pensar, estudiar, investigar. 

 

¿Vacunas si o vacunas no? El mero hecho de preguntar ya te sitúa como prófugo de la ciencia. Aquí da igual si tienes o no tienes formación universitaria, de  la vida, o de la experiencia. Cualquier cuestionamiento de los protocolos, aunque estos repetidamente fallen, aunque sean inciertos y cambiantes, aunque están cansados de revisarlos por que matan, le sitúan a uno frente a la vergüenza de no seguir lo científicamente correcto ¿Acaso entre los que leen estas líneas no hay alguien que se haya sentido sonrojada por no haber vacunado o seguir todos los consejos del poder médico?. El poder médico mantiene todas  las formas del poder patriarcal mas tradicional. Irrebatibilidad, autoridad absoluta, suma potestas.  Y lo mismo sucede con la “educación”, ¿escolarización o no escolarización? El poder médico deja paso al poder ilustrado de lxs maestros, una compleja red  para socializar a nuestrxs hijxs en los valores del estado, para seguir cercenando nuestras mentes, moldeandolas a su imagen y semejanza. Una vez más el  cuestionamiento es perseguido. Siempre bajo la amenaza del bien mayor que es la criatura.

Quizás lo mas complejo no quede solo en la relación con la nueva vida. Si no en el contexto familiar que se ha creado ¿Como no verse reducido a aquello que siempre detestaste, al trabajo asalariado precario, a la estabilidad residencial periférica, a la vida de consumo, a la lógica de la familia nuclear, cristiana occidental? 

Confrontar la nueva realidad existencial de conjunto es darse cuenta como ya han dicho otras por ahí de que estamos carentes de tribu. Distanciados de la comunidad nos vemos rotos, fracturados de los saberes educativos compartidos, del conocimiento sobre salud, de la economía común. La nueva realidad familiar te hace ver, por mucho que te esfuerzes por convencerte de lo contrario y de hacerlo, que tu existencia precaria previa no vale para un bebé de 6 meses: es necesario planificar, estructurar, organizar un plan de contingencia. Ello requiere una base material, recursos, medios para satisfacer las necesidades. Pronto, una es consciente de que está sola ante la producción. La comunidad en la que vivías no es mas que un agregado de individuales sin proyecto común, un sálvese quien pueda capitalista. ¿Hasta que grado la alienación nos impide ver que ninguna de las facetas de nuestra vida nos pertenece, no como individuos, si no como colectivos? Para la inmensa mayoría de las personas que vivimos en el occidente cultural es imposible satisfacer nuestras necesidades biológicas mas elementales fuera del mercado. Es mas, el mercado es también el espacio donde se satisfacen nuestras necesidades afectivas, el mercado guía los espacios de consumo donde nos socializamos, donde nos encontramos, donde gozamos. El mercado guía nuestras conversaciones, nuestras tardes de parque. El mercado quiere entrar de lleno también en la crianza de nuestros hijxs, y el mercado da las vueltas de tuerca para que nosotras, díscolas, acabemos cayendo en su red. Quiere reubicarse, que caigamos en sus trampas, que creamos que necesitamos. Cómo sortear esta trampa, es tarea pendiente. Tarea difícil pues siempre encuentra la manera de entrar, con esos tentáculos tan escurridizos y persistentes. 

 

El mismo hecho de amamantar transgrede los valores de la lógica del mercado; un acto reproductivo en su esencia, fuera del mercado, solo dos, la naturaleza actúa si nosotras la dejamos. Como bien han dicho por ahí, “dar la teta es gratis y por lo tanto un pecado capitalista”. Rompiendo los esquemas del mercado, donde príman consumo y producción. La lactancia materna es en sí mismo un desafío a la mercantilización de nuestros cuerpos, de nuestras  vidas y de las criaturas.

 

Nuestras vidas mercantilizadas nos exigen para su reproducción un esfuerzo mas. Lo que antes podías sortear con curros de temporada ahora te expone frente a un horario standar, si tienes la suerte de hallarlo. Te encuentras entonces situada frente a un dilema. La nueva vida, la nueva estructura, requiere recursos, trabajas para satisfacerlos. El hecho de que trabajes te fuerza a delegar más su vida, a alejarte de ella. Aún más, la ausencia de comunidad real te  expone ante el frío hecho de que tu salario precario solo no basta para mantener el conjunto, al menos hace falta otra contribución mas…

Y ante esta situación, ¿dónde nos quedamos? ¿Seguimos dejando que se reapropien de nuestros cuerpos, de nuestros partos, de nuestrxs hijos? ¿seguimos dejando que la mercantilización de nuestras vidas llegue hasta la vida en su mas pura esencia? ¿dónde esta nuestra tribu? ¿cómo recuperar la sabiduría del  cuerpo, la sabiduría de las brujas? ¿es necesario colectivizar lxs hijxs? Como las mujeres negras esclavas, que ante la adversidad más grande, comprendían, y sabían desde sus entrañas pues es lo que habían hecho desde siempre, que el cuidado de lxs hijxs era colectivo, pues era la única forma de sobrevivir... la colectivización de las criaturas como forma de resistencia. Ahora la esclavitud es otra, pero seguimos necesitando de esa tribu. Luego, puérperas perdidas, depositamos todas nuestras necesidades sobre una sola persona, pues estamos adiestradas a vivir bajo el modelo de la familia nuclear, y una sola persona no puede abarcar todo lo que antes abarcaba la tribu. No podemos sustituir a la tribu. Necesitamos a la tribu, como lugar de encuentro y empoderamiento, de construcción y de creación, de reproducción y de crianza.

Nuda Vida

Nuda Vida es el lugar donde un grupo variopinto de gente que vive en lugares tan distintos como México, Castilla o Canadá, convergen para reflexionar en torno a la potencia colectiva, la comunidad que viene, la autonomía y la construcción del comunismo.