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En el terreno de lo políticamente dudoso

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03 de Mayo 2016
Jule Goikoetxea

“Todo producto químico es saludable hasta que se demuestre lo contrario. Es decir, hasta que no muera gente por su consumo no vamos a quitar ningún producto del mercado”

Esto es el TTIP, un golpe de Estado.

Un golpe de Estado que recorre Europa y ante el cual los demócratas mienten como bellacos. Mienten como bellacos los socialistas, los liberales, los conservadores, los cristiano-demócratas, los neocom, los fascistas, los católicos, los protestantes y los ateos.
Y por otro lado, una izquierda ensimismada con las coyunturas y las elecciones, con coaliciones y partidos alfabéticos, mirando hacia un pasado que nunca existió y hablando de un futuro sin estructura ni presente. Estamos viviendo un golpe de estado y nadie dice nada
¿Alguien ha visto a los partidos autodenominados de izquierdas rasgarse las vestiduras, llorar, sudar y gritar “¡¡¡golpe de estado, golpe de estado!!!” Así como intentar paralizar el ‘normal’ funcionamiento de este golpe de Estado democrático para decir en los medios a su población: “¡peña, estamos viviendo un golpe de Estado, coged las armas y a la clandestinidad!” No. Estamos más en tono “Heidi larai larai liri! Portaos bien, acatad las leyes y cuando muráis intoxicados, si eso, ya denunciaremos por los cauces legales. Ah! Y no se os olvide votar para seguir en Europa”

Los culpables no son Bayer ni Coca-cola ni Nestlé ni Kraft. Los culpables son los mandatarios actuales, aquellos que dirigen los ejecutivos y los sistemas de justicia de los estados nacionales. Son ellos quienes permiten legalmente, ayudan económicamente, posibilitan materialmente que dichas empresas nos roben, esclavicen, envenenen y maten. No es Bayer la que obliga a los Estados a firmar su propia privatización. Son los Estados los que permiten a las multinacionales privatizar y dejar en pocas manos la autoridad política, los derechos humanos y la riqueza pública. Son los Estados los que llevan a cabo el golpe de Estado, y recordad, en los golpes de Estado no desaparece el Estado, sino que cambia el régimen. Ahí estamos.

Los golpes de Estado son variados, variopintos, violentos y los suelen llevar a cabo grupos u organizaciones armadas (ejército, paramilitares, guerrillas y servicios de inteligencia nacionales e internacionales). En este caso, el grupo armado son los ejecutivos de los estados nacionales y las multinacionales. Es decir, los sujetos ‘revolucionarios’ que llevan a cabo este golpe de Estado son, entre otros, aquellos que están dirigiendo tu estado o tu comunidad, ya que por ejemplo en nuestro caso, los partidos vascos cristiano-liberales apoyan dicho golpe de estado al igual que los partidos neoliberales catalanes.

La negociación del TTIP se lleva a cabo, por tanto, entre lobbys industriales-financieros y los gobiernos de los Estados. Más concretamente, es mediante el aparato ejecutivo y judicial que se lleva a cabo la privatización de la democracia ¿Cómo? Entre otras, aprobando leyes que no pasan por la tercera dimensión del estado moderno: el parlamento. El parlamento ya no decide qué leyes aprueba el gobierno (para saber cómo lo hacen leed a Saskia Sassen y Kholer-Koch, expertas en la Unión Europea, privatización y globalización).
Las representantes del pueblo elegidas en elecciones ya no controlan al ejecutivo. Las decisiones no se toman en los parlamentos ni nacionales ni Europeo ni en el congreso de los Estados Unidos. Y esto se lleva a cabo poniendo el sistema judicial a disposición del ejecutivo en vez de a disposición del parlamento. Cuando entre el TTIP, ni siquiera el sistema judicial nacional tendrá nada que decir. La justicia se privatizará, quedará en manos de las élites financiera, y ya no será relacionada con el bienestar social, sino con la maximización de las ganancias. Aquello que obstaculice la maximización de ganancias será injusto y por tanto neutralizado (sean leyes, personas, instituciones).

Pero insisto en que la privatización de la justicia (y obviamente de la educación, la sanidad, las pensiones, la formación continua…) que implica el TTIP, la hace el Estado, no las multinacionales y por otro lado, que la estructura estatal se privatice no significa que desaparece (hay muchos análisis últimamente que confunden esto) sino que se transforma ¿Por qué? Porque es el capital quien inventó el estado moderno, y no será el capital quien lo haga desaparecer, sino en todo caso, transformar, porque es la estructura estatal la que asegura que el capital se pueda mover legalmente de un sitio a otro con total seguridad (ante pérdidas, extravíos, robos, asaltos). Las empresas no podrían funcionar sin las garantías jurídicas y coercitivas del Estado (policía, ejército, cárceles, residencias, escuelas). Es el Estado quien ofrece en sacrificio los cuerpos que producen las mujeres (repito producen, no reproducen) y que la sociedad convierte en cuerpos productivos de riqueza y conocimiento, es decir, el empresariado no es nada sin la clase trabajadora, sin las mujeres que paren la humanidad y sin las instituciones públicas que hacen que los cuerpos sean no sólo productivos sino fiables, dóciles y obedientes.

Sin trabajadoras no hay riqueza ni bienestar pero sin educación y sanidad no hay trabajadoras productivas. He ahí porque el capital no va a hacer desaparecer el Estado. Lo que sí producen los grandes empresarios (que no las pymes) y en concreto las multinacionales, es pobreza.

El capitalismo no produce riqueza, produce mecanismos legales para el robo masivo del bienestar que con nuestras manos y cabezas producimos a diario para que 4 señores gordos, blancos y viejos rían, coman y vomiten felizmente. Pero estos señores gordos, blancos y viejos no son nada sin nosotras, y en ese sentido, no serían nada sin el Estado o las instituciones públicas que producen la mano de obra cualificada y toda la red jurídico-institucional y coercitiva que posibilita y protege la circulación del capital. Así que ¿quién dijo miedo?

21 de Mar 2016
Jule Goikoetxea

Hemos atravesado Europa, desangrada en las estatuas negras de Karlovo Most,
la tolerancia escondida observa a los refugiados,
concentrados ante los perros de acero,
vigilantes efigies,
dispuestos a atemorizar al pueblo,
indecente y sin dinero,
que nada sabe de cielos,
sólo de tortura,
de corredores escabrosos y contrafuertes de lo retorcido,
mecenas todos de la regia-mafia del dividendo.

Es bella la tolerancia, tan bella como material: cuanto más poder tienes más tolerante puedes ser.

No se puede tolerar lo que se sufre, porque la tolerancia ocurre cuando aceptas (es decir, puedes aceptar) algo que no te gusta. Así que la tolerancia no es algo que podamos practicar en cualquier momento, ya que entre la persona tolerante y lo que se tolera hay normalmente una relación de dominación. Los refugiados sufren Europa, no pueden ser tolerantes con Europa, pero tampoco intolerantes. Europa, en cambio, puede tolerar a los refugiados o dejar que mueran de hambre o ahogados.

La tolerancia tiene un trazo de lujo como pilar.

La elite política y financiera europea, el establishment de tu país, pueden ser tolerantes contigo, humilde trabajador, pero tu no puedes ser tolerante con respecto a la élite porque la sufres.

El pensamiento liberal y patriarcal quiere hacernos entender que la tolerancia es una decisión individual (y lo es, pero en un veinte por ciento). Por eso la mayoría de la gente relaciona el debate sobre la tolerancia con la religión o el origen cultural (no con la precarización, la privatización o con que las mujeres cobren menos), y se tiende a enmarcar la tolerancia entre el respeto a lo diferente (personas, culturas, paises) y la no-sumisión ante lo diferente (sumisión cultural, política, económica).
 

La tolerancia se articula desde la ética-política pero es una cuestión de estructura y de poder, una cuestión colectiva, y la pregunta abstracta "debo tolerar al otro" es universal e individualista y por eso mismo tramposa. Ya que no es lo mismo que ese otro sea pobre-empbrecido (necesitado, refugiada, perseguida...) o rico - enriquecido (mafia rusa, capital americano). Y no es lo mismo que ese otro llegue a un estado grande y rico (Estados Unidos, Alemania) o a una comunidad minorizada y fragmentada. Por tanto, en lo que respecta a sí una es tolerante, intolerante o lerda y sumisa baste decir que un hombre blanco de clasemedia o alta cristiano y nacido en Nueva York o Madrid tiene muy difícil ser un lerdo-sumiso culturalmente y muy fácil ser tolerante, ya que su identidad cultual, social y económica son hegemónicas.

Por otro lado, aceptar aquello/aquel que no te gusta es la base de toda sociedad. Problema: ¿Por qué tolerar aquello que no te gusta, si tus gustos no se toleran? Seas migrante, extranjero, pobre, joven, negra o mujer. ¿Por qué ser tolerante con lo que no te gusta, si la capacidad para establecer los gustos en la sociedad y el mundo está repartida de forma intolerable?

Solo algunos gustos e intereses se convierten en Estado, en normalidad, en Unión Europea y en Banco Central, así que los gustos e intereses que no se convierten en estructura, estado, banco o medio de comunicación no pueden tolerar (o no tolerar) los deseos e intereses de los primeros ya que, directamente, los padecen. Y ¿qué es lo que nos jugamos entre el padecer y el tolerar? La democracia.

Por último, al hablar de tolerancia ¿por qué nos vienen a la cabeza el velo, las cruces y el cerdo, y no, los zapatos de tacón o la segregacion en el deporte?¿Por qué no se relaciona la xenofobia y el clasismo Europeo con las conversaciones que cada día toleramos en el bar? Que la tolerancia sea una cuestión de poder no significa que no tengamos responsabilidades, sino todo lo contrario. Tenemos la responsabilidad, muy concreta, de actuar e influir allí donde y cuando podamos.

No toleráis que los baños y los sueldos se dividan por raza, pero toleráis que los baños y los sueldos se dividan por sexo.

Son esas mujeres, las que cobran menos por ser mujeres, las mismas que están siendo violadas, por ser mujeres, en la frontera Europea y por europeos (hombres) a cambio de entrar. No relacionáis lo último con lo primero porque vuestra tolerancia tiene unas fronteras (como Europa) muy concretas: vuestros privilegios. Los mismos privilegios que muestra la Unión en sus fronteras. Los mismos privilegios que sustentan en el trabajo, las calles, las elecciones, los medios y las escuelas la violencia sexista y racista que vivimos a diario.

No, no hay ninguna ofensiva directa y articulada a la Europa capitalista, racista y patriarcal, porque la izquierda europea es blanca, hombre y profesional.

Euskaraz BERRIA.eus

17 de Dic 2015
Jule Goikoetxea

La nación francesa ha perdido su soberanía y el poder público de la ciudadanía ha quedado en unas pocas y ávidas manos. En la Unión Europea, Francia no tiene capacidad de negociación y el prestigio e influencia que tenía a nivel internacional ha decaído gradualmente pero sin pausa. Los franceses tienen derecho a un trabajo digno y la oleada de refugiados es culpa del estado francés y, de Europa, en general. Este es el discurso de Marine Le Pen, la dirigente ultraderechista del Frente Nacional, en el Parlamento Europeo, ante un François Hollande avergonzado y silenciado y ante la izquierda europea, escondida en los retretes de Bruselas.

La democracia implica repartición del poder, decía Le Pen. Sí, ya sabemos que la izquierda europea lleva más de cuatro décadas diciendo esto último, lo que ocurre es que a continuación siempre añaden que el estado no es más que una condenable maquinaria de violencia y a continuación dicen que las naciones tienen que desaparecer porque la democracia ha de basarse en la ciudadanía si es que queremos lograr una sociedad sin clases ni naciones ni estados. Igual los marxistas, los socialistas, los anarquistas o los comunistas (que por cierto desaparecieron en la década de los 90), teniendo en cuenta que los socialistas y los Gaullistas hace mucho tiempo que se pasaron al bando neoliberal.

La gente universitaria vota a favor de la izquierda multicultural mientras la clase trabajadora vota laïcité (católica, pero laïcité). El Frente Nacional es el partido más votado no sólo entre los más pobres y entre los que menor nivel educativo tienen, es también el más votado entre los agricultores, las autónomas, los parados y las jóvenes. Porque sólo los universitarios entienden y saben cómo distribuir el poder sin estado, soberanía y nación (ironía ON).
 

 

Curiosamente, en lo que respecta a la soberanía y al estado, el discurso de Le Pen coincide con los estudios y análisis académicos: el pueblo ha perdido su soberanía y sin recuperar la soberanía estatal van a privatizarnos hasta la respiración. Eso dice la academia, la de izquierdas, en todo Europa, en cambio los partidos de izquierda europeos no son capaces de decirlo (exceptuando los partido de izquierdas inmersos en un proceso de emancipación, en donde, se muestran a favor de la soberanía nacional y estatal).

Pero los partidos de izquierdas Españoles, Alemanes, Ingleses, Franceses, Italianos… (en esta categoría no entran los socio-liberales) no son capaces de defender con la fuerza de Le Pen la soberanía popular, porque la defensa de la soberanía de un pueblo implica per se fronteras (por mucho que se puedan articular y organizar de diversas formas, más o menos porosas, etc.) y a la izquierda no le gustan las fronteras, por eso llevan más de un siglo luchando contra el estado, ya que si los estados desaparecen, según ellos, las fronteras también. Pero es que además, a la izquierda no le gusta el estado porque es, de acuerdo a Marx, quien produce las clases-socioeconómicas y las desigualdades, ya que el estado es una herramienta de la burguesía… y es por tanto contradictorio defender tu propia nación o estado ya que choca con los principios marxistas internacionalistas… etc. etc. Este ha sido el discurso predominante (no único, sino predominante) en la izquierda europea desde hace ya más de cuatro décadas.

Por eso ahora la izquierda europea incluida la española (aquí no entra el socialismo español, que es en este momento el partido más desclasado de toda Europa), no pueden defender con la misma fuerza que Le Pen la soberanía popular porque llevan décadas condenando al estado y a la nación, sin tener en cuenta que el escaso poder que se ha conseguido distribuir en comparación a hace dos siglos, se ha hecho mediante el estado y en referencia a la nación, ya que (recordemos) es la nación (el pueblo) quien ha de detentar el poder o la soberanía, de ahí lo de ‘soberanía popular’.
¿Cómo va la izquierda europea a defender la democracia de forma seria si han condenado todos los elementos básicos sobre los que se funda una democracia?

¿Cómo le va a decir la izquierda a la gente que la Unión Europea es un lobby financiero desde el principio y que el Parlamento Europeo funciona como un INEM II para políticos que no saben dirigir, después de estar cuatro décadas defendiendo la podrida paz Europea y su democracia oligárquica?

Para que la democracia emerja, decía la izquierda europea, los estados y las naciones tienen que perder poder, si no cada nación y estado defenderá sus intereses y no se podrá construir una Unión fuerte y sana. Esta ha sido la obsesión de la izquierda europea: demonizar al estado, no querían naciones ni fronteras ni soberanía estatal. Querían una sociedad global sin clases y con intereses universales… es decir, europeos, blancos y de clase-media universitaria, preferiblemente hombres, preferiblemente limpios. Nada de naciones, nada de estados y por tanto nada de soberanía (estado) popular (pueblo-nación).

Que se coma ahora la izquierda, la española incluida, esta chachi-piruleta global, porque nosotras no lo vamos a hacer.

Jule Goikoetxea

Nací posicionada, en el terreno de lo políticamente dudoso, y cuando me dijeron que la dominación mediante el discurso razonado se llamaba conocimiento una sobredosis estructural me convirtió en actualidad. Las que nacimos con la guerra perdida de antemano no luchamos para ganar, sino para transgredir, y la transgresión contiene dentro de sí técnicas milenarias practicadas desde el origen con la mayor disciplina.