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En el terreno de lo políticamente dudoso

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30 de Mayo 2016
Jule Goikoetxea

La construcción de un Estado Feminista
Sesión organizada por Endavant - Barcelona.
Tomaron parte Isabel Vallet, Maria Colera y Jule Goikoetxea.
Aquí tenéis los vídeos en castellano y en catalán por orden de intervención.

¿Cómo convertir la democracia patriarcal en una democracia feminista?
¿Cómo construir un nuevo estado con un sistema económico, político y social que no sea misógino y donde la mujer sea considerada una clase económica y socio-política oprimida?
¿Cuáles son los pasos a dar? ¿Qué conceptos hay que repensar? ¿Qué es la heterosexualidad si no es un régimen político? ?Qué medidas de despatriarcalización hay que implementar?

Jule Goikoetxea

Maria Colera

Isabel Vallet

03 de Mayo 2016
Jule Goikoetxea

“Todo producto químico es saludable hasta que se demuestre lo contrario. Es decir, hasta que no muera gente por su consumo no vamos a quitar ningún producto del mercado”

Esto es el TTIP, un golpe de Estado.

Un golpe de Estado que recorre Europa y ante el cual los demócratas mienten como bellacos. Mienten como bellacos los socialistas, los liberales, los conservadores, los cristiano-demócratas, los neocom, los fascistas, los católicos, los protestantes y los ateos.
Y por otro lado, una izquierda ensimismada con las coyunturas y las elecciones, con coaliciones y partidos alfabéticos, mirando hacia un pasado que nunca existió y hablando de un futuro sin estructura ni presente. Estamos viviendo un golpe de estado y nadie dice nada
¿Alguien ha visto a los partidos autodenominados de izquierdas rasgarse las vestiduras, llorar, sudar y gritar “¡¡¡golpe de estado, golpe de estado!!!” Así como intentar paralizar el ‘normal’ funcionamiento de este golpe de Estado democrático para decir en los medios a su población: “¡peña, estamos viviendo un golpe de Estado, coged las armas y a la clandestinidad!” No. Estamos más en tono “Heidi larai larai liri! Portaos bien, acatad las leyes y cuando muráis intoxicados, si eso, ya denunciaremos por los cauces legales. Ah! Y no se os olvide votar para seguir en Europa”

Los culpables no son Bayer ni Coca-cola ni Nestlé ni Kraft. Los culpables son los mandatarios actuales, aquellos que dirigen los ejecutivos y los sistemas de justicia de los estados nacionales. Son ellos quienes permiten legalmente, ayudan económicamente, posibilitan materialmente que dichas empresas nos roben, esclavicen, envenenen y maten. No es Bayer la que obliga a los Estados a firmar su propia privatización. Son los Estados los que permiten a las multinacionales privatizar y dejar en pocas manos la autoridad política, los derechos humanos y la riqueza pública. Son los Estados los que llevan a cabo el golpe de Estado, y recordad, en los golpes de Estado no desaparece el Estado, sino que cambia el régimen. Ahí estamos.

Los golpes de Estado son variados, variopintos, violentos y los suelen llevar a cabo grupos u organizaciones armadas (ejército, paramilitares, guerrillas y servicios de inteligencia nacionales e internacionales). En este caso, el grupo armado son los ejecutivos de los estados nacionales y las multinacionales. Es decir, los sujetos ‘revolucionarios’ que llevan a cabo este golpe de Estado son, entre otros, aquellos que están dirigiendo tu estado o tu comunidad, ya que por ejemplo en nuestro caso, los partidos vascos cristiano-liberales apoyan dicho golpe de estado al igual que los partidos neoliberales catalanes.

La negociación del TTIP se lleva a cabo, por tanto, entre lobbys industriales-financieros y los gobiernos de los Estados. Más concretamente, es mediante el aparato ejecutivo y judicial que se lleva a cabo la privatización de la democracia ¿Cómo? Entre otras, aprobando leyes que no pasan por la tercera dimensión del estado moderno: el parlamento. El parlamento ya no decide qué leyes aprueba el gobierno (para saber cómo lo hacen leed a Saskia Sassen y Kholer-Koch, expertas en la Unión Europea, privatización y globalización).
Las representantes del pueblo elegidas en elecciones ya no controlan al ejecutivo. Las decisiones no se toman en los parlamentos ni nacionales ni Europeo ni en el congreso de los Estados Unidos. Y esto se lleva a cabo poniendo el sistema judicial a disposición del ejecutivo en vez de a disposición del parlamento. Cuando entre el TTIP, ni siquiera el sistema judicial nacional tendrá nada que decir. La justicia se privatizará, quedará en manos de las élites financiera, y ya no será relacionada con el bienestar social, sino con la maximización de las ganancias. Aquello que obstaculice la maximización de ganancias será injusto y por tanto neutralizado (sean leyes, personas, instituciones).

Pero insisto en que la privatización de la justicia (y obviamente de la educación, la sanidad, las pensiones, la formación continua…) que implica el TTIP, la hace el Estado, no las multinacionales y por otro lado, que la estructura estatal se privatice no significa que desaparece (hay muchos análisis últimamente que confunden esto) sino que se transforma ¿Por qué? Porque es el capital quien inventó el estado moderno, y no será el capital quien lo haga desaparecer, sino en todo caso, transformar, porque es la estructura estatal la que asegura que el capital se pueda mover legalmente de un sitio a otro con total seguridad (ante pérdidas, extravíos, robos, asaltos). Las empresas no podrían funcionar sin las garantías jurídicas y coercitivas del Estado (policía, ejército, cárceles, residencias, escuelas). Es el Estado quien ofrece en sacrificio los cuerpos que producen las mujeres (repito producen, no reproducen) y que la sociedad convierte en cuerpos productivos de riqueza y conocimiento, es decir, el empresariado no es nada sin la clase trabajadora, sin las mujeres que paren la humanidad y sin las instituciones públicas que hacen que los cuerpos sean no sólo productivos sino fiables, dóciles y obedientes.

Sin trabajadoras no hay riqueza ni bienestar pero sin educación y sanidad no hay trabajadoras productivas. He ahí porque el capital no va a hacer desaparecer el Estado. Lo que sí producen los grandes empresarios (que no las pymes) y en concreto las multinacionales, es pobreza.

El capitalismo no produce riqueza, produce mecanismos legales para el robo masivo del bienestar que con nuestras manos y cabezas producimos a diario para que 4 señores gordos, blancos y viejos rían, coman y vomiten felizmente. Pero estos señores gordos, blancos y viejos no son nada sin nosotras, y en ese sentido, no serían nada sin el Estado o las instituciones públicas que producen la mano de obra cualificada y toda la red jurídico-institucional y coercitiva que posibilita y protege la circulación del capital. Así que ¿quién dijo miedo?

21 de Mar 2016
Jule Goikoetxea

Hemos atravesado Europa, desangrada en las estatuas negras de Karlovo Most,
la tolerancia escondida observa a los refugiados,
concentrados ante los perros de acero,
vigilantes efigies,
dispuestos a atemorizar al pueblo,
indecente y sin dinero,
que nada sabe de cielos,
sólo de tortura,
de corredores escabrosos y contrafuertes de lo retorcido,
mecenas todos de la regia-mafia del dividendo.

Es bella la tolerancia, tan bella como material: cuanto más poder tienes más tolerante puedes ser.

No se puede tolerar lo que se sufre, porque la tolerancia ocurre cuando aceptas (es decir, puedes aceptar) algo que no te gusta. Así que la tolerancia no es algo que podamos practicar en cualquier momento, ya que entre la persona tolerante y lo que se tolera hay normalmente una relación de dominación. Los refugiados sufren Europa, no pueden ser tolerantes con Europa, pero tampoco intolerantes. Europa, en cambio, puede tolerar a los refugiados o dejar que mueran de hambre o ahogados.

La tolerancia tiene un trazo de lujo como pilar.

La elite política y financiera europea, el establishment de tu país, pueden ser tolerantes contigo, humilde trabajador, pero tu no puedes ser tolerante con respecto a la élite porque la sufres.

El pensamiento liberal y patriarcal quiere hacernos entender que la tolerancia es una decisión individual (y lo es, pero en un veinte por ciento). Por eso la mayoría de la gente relaciona el debate sobre la tolerancia con la religión o el origen cultural (no con la precarización, la privatización o con que las mujeres cobren menos), y se tiende a enmarcar la tolerancia entre el respeto a lo diferente (personas, culturas, paises) y la no-sumisión ante lo diferente (sumisión cultural, política, económica).
 

La tolerancia se articula desde la ética-política pero es una cuestión de estructura y de poder, una cuestión colectiva, y la pregunta abstracta "debo tolerar al otro" es universal e individualista y por eso mismo tramposa. Ya que no es lo mismo que ese otro sea pobre-empbrecido (necesitado, refugiada, perseguida...) o rico - enriquecido (mafia rusa, capital americano). Y no es lo mismo que ese otro llegue a un estado grande y rico (Estados Unidos, Alemania) o a una comunidad minorizada y fragmentada. Por tanto, en lo que respecta a sí una es tolerante, intolerante o lerda y sumisa baste decir que un hombre blanco de clasemedia o alta cristiano y nacido en Nueva York o Madrid tiene muy difícil ser un lerdo-sumiso culturalmente y muy fácil ser tolerante, ya que su identidad cultual, social y económica son hegemónicas.

Por otro lado, aceptar aquello/aquel que no te gusta es la base de toda sociedad. Problema: ¿Por qué tolerar aquello que no te gusta, si tus gustos no se toleran? Seas migrante, extranjero, pobre, joven, negra o mujer. ¿Por qué ser tolerante con lo que no te gusta, si la capacidad para establecer los gustos en la sociedad y el mundo está repartida de forma intolerable?

Solo algunos gustos e intereses se convierten en Estado, en normalidad, en Unión Europea y en Banco Central, así que los gustos e intereses que no se convierten en estructura, estado, banco o medio de comunicación no pueden tolerar (o no tolerar) los deseos e intereses de los primeros ya que, directamente, los padecen. Y ¿qué es lo que nos jugamos entre el padecer y el tolerar? La democracia.

Por último, al hablar de tolerancia ¿por qué nos vienen a la cabeza el velo, las cruces y el cerdo, y no, los zapatos de tacón o la segregacion en el deporte?¿Por qué no se relaciona la xenofobia y el clasismo Europeo con las conversaciones que cada día toleramos en el bar? Que la tolerancia sea una cuestión de poder no significa que no tengamos responsabilidades, sino todo lo contrario. Tenemos la responsabilidad, muy concreta, de actuar e influir allí donde y cuando podamos.

No toleráis que los baños y los sueldos se dividan por raza, pero toleráis que los baños y los sueldos se dividan por sexo.

Son esas mujeres, las que cobran menos por ser mujeres, las mismas que están siendo violadas, por ser mujeres, en la frontera Europea y por europeos (hombres) a cambio de entrar. No relacionáis lo último con lo primero porque vuestra tolerancia tiene unas fronteras (como Europa) muy concretas: vuestros privilegios. Los mismos privilegios que muestra la Unión en sus fronteras. Los mismos privilegios que sustentan en el trabajo, las calles, las elecciones, los medios y las escuelas la violencia sexista y racista que vivimos a diario.

No, no hay ninguna ofensiva directa y articulada a la Europa capitalista, racista y patriarcal, porque la izquierda europea es blanca, hombre y profesional.

Euskaraz BERRIA.eus

16 de Sep 2015
Jule Goikoetxea

La vida consiste en quitar vida. Eso lo aprendimos, creo, en tercero de EGB. En la asignatura llamada ciencias naturales. Que siendo una ciencia ideológica, como otra cualquiera, explicaba convincentemente que para vivir necesitamos energía, y para ello has de quitarle vida a la hierba, a las plantas, a los peces o a las vacas. Y así es como sobrevivimos día a día, siglo a siglo, extrayendo energía, que no es más que un eufemismo científico de matar, dominar y explotar. La cuestión no es por tanto, dejemos de extraer energía, sino hagámoslo con la menor crueldad y mayor sostenibilidad posible. Y en torno a esta cuestión gira la ecología, la soberanía alimentaria, la soberanía política, el feminismo y la lucha por los derechos sociales y económicos, es decir, el conflicto en torno a la extracción de la fuerza de trabajo, la cual es también un tipo de energía. Con esto no pretendo que el estudio de la explotación humana sea incluido en la asignatura de ciencias naturales, dado que la pobreza poco tiene de natural. Como la crisis. Ni la pobreza es consecuencia de una crisis, ni la crisis consecuencia de un cúmulo de fallos técnicos, o una technicality, excepto, por supuesto, para los tecnócratas.

En esta guerra en concreto, nuestra utopía democrática va perdiendo, y la utopía legalista que prometía regular la violencia organizada bajo el imperio de ley, va ganando

El statu quo actual, el tipo de explotación a la que me refiero se reproduce mediante diferentes mecanismos de extracción de energía, recursos y vida, que termina con la muerte de miles de personas cada día. La desventaja que tenemos por estas tierras es que nuestra explotación está altamente regulada, pero la ventaja es que no es absoluta, por lo que hay margen para la resistencia, lo que significa que estamos técnicamente en guerra. Y, sí, vamos perdiendo.

Pero no es nada nuevo, lo de ir perdiendo no se debe a la crisis, la ilustración francesa también se logró mediante el trabajo gratuito en las tierras del señor feudal. La gran diferencia con respecto a la época feudal es que la democracia liberal, tras la revolución francesa y americana, proporcionó a la burguesía una nueva forma institucional que posibilitaba el desarrollo ‘lícito’ de un sistema jurídico ‘legítimo’ según el cual la propiedad era el criterio privilegiado para la concesión de derechos.

Y esta es la base de la democracia liberal en la que vivimos. Sí, es cierto que la gente con el tiempo cambia, pero tampoco demasiado.

La diferencia entre Adam Smith, el padre del liberalismo, y Merkel, Rajoy, el Banco Central Europeo, Wall Street y el Fondo Monetario Internacional es que Smith no tenía ningún problema en decir que el gobierno liberal es un régimen creado para proteger la propiedad privada, es decir, a los ricos de los pobres (sic); y al status quo que se llega mediante esta fórmula es lo que llaman libertad. La tan amada libertad de estos liberales, sean neocom, nelibes o de la old school, es por tanto esta que se desarrolla mediante un sistema de leyes y normas que privilegia a los propietarios del capital. Un capital, dicho sea de paso, cada vez menos productivo, pero capital al fin y al cabo, a quien pertenece, igual que en la Edad Media, el lujo y la autoridad, porque como bien decía Hobbes, ‘Auctoritas, non veritas, facit legem’. Que en romance contemporáneo significa que la justicia es una manera reglada de hacer la guerra y explotar de forma ‘lícita’, de acuerdo a las leyes y el derecho. Y no hay más que poner una tasa para ver qué significa esa frase.

Nuestra sociedad se construye sobre la explotación legal, sobre prácticas reguladas por las que un bando extrae desigualmente energía de otro, aumentando así su desigual capacidad para seguir extrayendo energía o, en definitiva, vida, del otro bando. Evidentemente, no todas las guerras son iguales, ésta puede ser de baja o alta intensidad, rápida, fría, eterna, innovadora, convencional, informal o con un alto nivel de institucionalización. Y el estado de derecho es una manera entre otras para regular esta sangría vital que consiste en explotar y extraer energía, recursos y vida. Y mejor regular, que no hacerlo, y mejor hacerlo entre todos y todas, que entre cuatro.

Pero, en esta guerra en concreto, nuestra utopía democrática va perdiendo, y la utopía legalista que prometía regular la violencia organizada bajo el imperio de ley, va ganando, entre otras cosas porque el ingreso salarial de la clase trabajadora lleva disminuyendo décadas, mientras el producto interior bruto (PIB) no ha parado de crecer durante esas mismas décadas (es decir, cada vez se le paga menos a la trabajadora y más al directivo) y todo de forma legal. La utopía legalista liberal no sólo ha formalizado la guerra, sino la explotación, y lo hace de acuerdo a derecho, claro, para eso estamos en un estado de derecho.

Esto quiere decir que no es la crisis la que crea explotación, sino la explotación la que crea, en todo caso, la crisis.

Es la incapacidad de socializar un discurso que permita a las clases trabajadoras percibir la explotación en todas sus formas, así como el hecho de que estas clases hayan asumido que la violencia legítima es aquella que es lícita, es decir, legal, convencional e institucional, la que impide que la clase explotada identifique su explotación y el grado de la misma.

Por poner un ejemplo, la propiedad privada de la clase trabajadora, aún juntándola toda y multiplicándola por diez, es hoy día, y hace una, tres y cinco décadas también, irrisoria comparada con la de la élite financiera y económica. Esa riqueza la ha producido la clase trabajadora, a quien le pertenece. Por eso no estamos inmersos en una crisis, sino en una guerra de expoliación, que en época de cambios bruscos, se agudiza y visibiliza mejor, quizá.

El sistema financiero, antes, durante y después de las últimas tres o cuatro crisis que dicen hemos sufrido desde los 70, se perfecciona, su crisis, por tanto, no es la nuestra. En cambio, estamos inmersos en la misma guerra. Y entre los enemigos a combatir esta la creencia de que la crisis deviene de la imposibilidad (técnica, para los neoliberales, y divina para los neocom) de tener a mano toda la información que se requiere para que el mercado y el sistema económico funcionen correctamente (que es cuando desangran y torturan en silencio y ordenadamente), es decir, la mayoría de los explotados sigue creyendo que la crisis, que su explotación, es consecuencia de una technicality.

Las crisis muestran más claramente, pero no crean, el sistema sobre el que se reproduce la explotación, la dominación de un grupo sobre la otro. El estado de derecho surgió para legitimar la propiedad privada, para otorgar a las clases propietarias el derecho de controlar a la clase trabajadora (otra cosa es como usarlo o cómo democratizarlo). Así se infiere que el derecho fue creado, y vuelve una y otra vez a serlo, como arma contra la clase trabajadora, que no es simplemente la que trabaja, si no aquella que no decide cómo y a quién extraer energía, recursos y vida mientras se la quitan a ella. El problema no es el derecho en sí, evidentemente, sino la falta de recursos y poder político de los y las explotadas para controlar el derecho y poder regular a qué, a quién y cómo se extrae energía para vivir.

Cuando la posibilidad de elegir entre leche desnatada, semi, de soja, avellana o arroz, va acompañada de la posibilidad de tener que elegir entre compartir piso con familiares o simplemente conocidos; entre comerte un trozo de pescado a la semana o dos trozos al mes; y entre tener que elegir ponerte la estufa o ducharte con agua caliente, entonces, estamos ante una manera específica de hacer la guerra.

Y, lamentablemente, no se puede elegir si estar, o no estar, en guerra.

Jule Goikoetxea | @JuleGoi
Re-editado de Naiz.info

Jule Goikoetxea

Nací posicionada, en el terreno de lo políticamente dudoso, y cuando me dijeron que la dominación mediante el discurso razonado se llamaba conocimiento una sobredosis estructural me convirtió en actualidad. Las que nacimos con la guerra perdida de antemano no luchamos para ganar, sino para transgredir, y la transgresión contiene dentro de sí técnicas milenarias practicadas desde el origen con la mayor disciplina.