ciudad

Saberes
Ciudad, arquitectura, ideas

listadociudad

1 a 9 de 9
17 de Jul 2016
Wayward Wandering

Una ciudad decide construir una torre, dos torres, tres torres y luego una cuarta. Se aprecia el skyline, las luces nocturnas, la altura, la proyección de la ciudad entre las metrópolis protagonistas de nuestra época. La ciudad se vuelve moderna, el progreso es palpable.

Hay que decidir su finalidad, para qué se construyen cuatro edificios inmensos. Aunque parezca sorprendente, en realidad su uso es indiferente, al ser la verdadera finalidad de la construcción el tener una posibilidad más de inversión [léase especulación]. Todo lo demás no tiene que interesar, no hay que preguntar. O mejor dicho, se puede preguntar casi todo lo que concierne los detalles, insostenible sería la pregunta de un niño —desinteresada, naíf, penetrante— sobre el porqué. El pupitre está hecho para estar sentado allí donde una voz firme te indica, sin preguntar.

Luego llega el momento de encontrar un nombre para el lugar, ya que nombrar las cosas las define: Cuatro Torres Business Area. El nombramiento no ha terminado: hay que encontrar un nombre para cada torre. Historia de los nombres: Torre Repsol (petrolera), Torre Caja Madrid (banco), Torre Bankia (banco 'salvado' con dinero público), Torre Cepsa (petrolera), Torre Espacio (inmobiliaria), Torre de Cristal (aseguradora), Torre Sacyr Vallermoso (constructora), Torre PwC (consultoría, la torre alberga también un hotel de cinco estrellas).

Un círculo embriagador, el niño ya no sabe qué preguntar. Con la palabra 'Espacio' pensó en la inmensidad del cielo, la luz de las estrellas. La palabra 'Cristal' le recordó la belleza de la naturaleza, la transparencia, la claridad de visión. 'Vallermoso' recreó en su mente la hermosura de un valle exuberante, un espacio fuera del mercado para desatar sus deseos. Ex cathedra le aconsejan democráticamente no moverse del pupitre, no formular preguntas innecesarias. Si hay pupitres una función la tendrán.

El proceso educativo procede sin alarmantes desviaciones.

El nombre de la quinta torre, la perla que completa el idílico cuadro urbano: Villar Mir (el manipulador del hormigón, un maestro en cuestiones éticas). Al niño le recuerda vagamente la historia de los faraones, los esclavos y algo más que aprendió en la escuela de manera confusa. El niño ignora el derecho al voto, pero en sus lecturas recuerda el nombre de un cierto Étienne de la Boétie y su Discurso sobre la servidumbre voluntaria. La torre albergará, por un lado, una universidad (privada) de business, por el otro un hospital (privado, ça va sans dire). Funciones intercambiables: podrían ser un centro de blanqueo de capital, las oficinas de una fábrica de minas antipersona, una clínica de transplantes de órganos de procedencia desconocida o las oficinas de una industria de psicofármacos. Es indiferente lo que mueve las ruedas de la industria.

Parafraseando a Ivan Illich —y trasladando a la ciudad lo que él escribió sobre la escuela en el íncipit de La sociedad desescolarizada (1971)— el verdadero progreso consistiría en desescolarizar la ciudad, para no confundir un hotel con la capacidad de acoger, un hospital con la capacidad de cuidar, una universidad (privada) de business con la educación, una constructora con el acto de habitar un lugar, un banco con la administración inter pares de los recursos del planeta.

El niño imagina una quinta torre sin nombre, sin constructoras, sin arquitectos célebres, incluso sin diseño. El niño imagina una quinta torre sin nombre, sin constructoras, sin arquitectos célebres, incluso sin diseño. Un espacio vacío, cuyo diseño es la decisión de dejarlo intencionalmente vacío. Una torre que no está en venta, una torre que detiene el tiempo y reflexiona. 

El hotel de lujo se volverá capacidad de acoger y hospedar, el hospital eliminará el lucro con la com-pasión desinteresada, la torre del banco se derrumbará por sí misma, con un suicidio catártico, revelando el carácter irreal del dinero, la universidad se disolverá en la ciudad, abriéndose a todos sin distinción, convirtiendo la certificación en aprendizaje desinteresado, compartido, cuestionado.

La quinta torre: una torre inmaterial aún más alta que las demás. Una torre que espera, allí, que la veamos. Una torre tímida, invisible, frágilmente sólida, con la fuerza que sólo el conocer nuestra posición en el mundo, el penetrar densamente la vida, el sentarse fuera del pupitre como un di-sidente puede dar. Una fuerza que sólo lo inmaterial proporciona.

En lugar de ser un símbolo del poder, fálico, intimidatorio, falsamente inexpugnable, la altura de la quinta torre permite ver más allá de las fronteras (des)educativas modernas para volver a pensar los fundamentos, ahora miserables, que constituyen nuestras metrópolis.

Lejos de ser un ensueño, es una realidad que espera materializarse.

 

04 de Sep 2015
Wayward Wandering

Una puerta es un elemento que se abre y se cierra, deja pasar e impide el acceso. Las palabras ‘puerta’ y ‘puerto’ tienen una raíz común, prtu-, que en protoindoeuropeo significa ‘pasaje’. A partir del siglo XV la palabra ‘puerto’ adquiere la acepción de ‘sitio de refugio’.

Una puerta puede cerrarse para defender la intimidad de un espacio, para proteger la posesión de bienes materiales o para impedir el acceso a una ciudad. Una serie de puertas cerradas puede prohibir la entrada a un continente entero.

Lampedusa, Sicilia, 28 de junio de 2008: viene inaugurada la Porta di Lampedusa - Porta d’Europa, obra del artista italiano Mimmo Paladino, dedicada a las personas muertas en el mar buscando sus derechos. Una puerta de cinco metros, en cerámica y hierro, dirigida hacia el punto de inicio del viaje. Una puerta que no se abrirá, que nunca será puerto, cerrada por el cristal invisible de la ley.

En la web de los impulsores de la realización de la obra se lee su intención de entregar a la memoria la búsqueda desesperada por partes de los migrantes de un destino mejor.

‘Desesperado’, ‘migrante’ y ‘destino’ son tres palabras que apartan el problema confinándolo en un espacio otro, que nada comparte con nuestra cotidianidad y nuestras vidas modernas, nuestras smart cities, nuestras pólizas de seguro, nuestras esperanzas vacías. Palabras que alejan la responsabilidad, palabras que vacían de significado eventos densos. Refugio, puerto, defensa, derechos, igualdad les devolverían densidad.

Un espacio  –el Mediterráneo– aparentemente lejano, invisible, separado del espacio metropolitano, representa en realidad su espacio complementario

Un espacio  –el Mediterráneo– aparentemente lejano, invisible, separado del espacio metropolitano, representa en realidad su espacio complementario, su negativo, en que se esconde la verdad de nuestras metrópolis, que los ciudadanos bien (des)educados no quieren ver. La verdad se acerca cada día más, llega en barcazas, trenes, camiones, salta vallas, anda días, llegando a su origen, nuestra modernidad, nuestra economía, nuestro espacio metropolitano.

Barcelona, Eixample, 2015, en un hotel de cuatro estrellas. La puerta principal  –dos hojas de cristal tan limpio que resulta invisible– se abre y se cierra al ritmo de los clientes, siguiendo silente las órdenes de la cámara. Los clientes andan en dirección perpendicular al umbral, con la seguridad que les otorga una tarjeta de crédito, procedentes de taxis que atraviesan la ciudad sin penetrarla.

La puerta se abre, automática y acrítica, sin pensar, como un autómata programado para no ver, un vigilante de una fábrica moderna que controla la producción, un empleado de un banco que ofrece preferentes, un arquitecto de renombre que diseña un espacio de excepción.

Paralelamente al umbral pasan carros del súper cargados de hierro y otros metales  –barcas que vagan en el mar metropolitano– empujados por personas invisibles que conocen las aguas del Mediterráneo, personas que el ciudadano modélico no nota, quizás por distracción. Los carros recorren las manzanas del Eixample, recogiendo restos de aparatos electrónicos realizados por otras personas invisibles en países lejanos, otros espacios complementarios  –y necesarios– al espacio metropolitano. Al pasar de las barcas metropolitanas las puertas del hotel no se abren, las cámaras no las ven, quizás por distracción.

Embarcaciones vagan en el mar, cargadas de personas que buscan sus derechos, encontrando puertas cerradas por el cristal de la ley. Carros vagan por el espacio metropolitano moderno, invisibles, buscando sus derechos  –perdidos en nuestra economía encontrando puertas cerradas por cámaras de seguridad, cristales asépticos, ciudadanos-clientes que han perdido la vista, quizás por distracción. Lo que ocurre en el mar tiene su homólogo en la ciudad, lo lejano está cerca.

Nuestras ciudades están hechas de puertas abiertas que esconden un cristal tan limpio y aséptico que resulta invisible. Un cristal hecho de palabras vacías cristalizadas  –las palabras de leyes cínicas y de un sistema (des)educativo acrítico, que no cuestiona el status quo– que erigen vallas y muros envolviendo las ideas y las mentes.

Puertas simulacro que hay que aprender a abrir con palabras encontradas en sitios oscuros, anómalos, diálogos inter pares en lugares marginales.

Hay que encontrar la mirada para abrirlas, una mirada ex-ducativa, libertaria. Hay que forzar las puertas con palabras densas.
 


Fuente fotográfica

https://grazianograziani.files.wordpress.com/2011/11/lampedusa-5-e28093-porta-deuropa.jpg

12 de Jun 2015
Wayward Wandering

La avenida Diagonal de Barcelona ha sido recientemente remodelada en su tramo central, siguiendo un proyecto elaborado sin la participación de los ciudadanos.

La Diagonal, eje del Eixample que conecta la zona universitaria al mar, es un elemento cuya organización podría ofrecer a la ciudad un cambio de paradigma. Recorriendo la Diagonal desde la zona universitaria –lugar en que tendría que respirarse la cultura, lejos del beneficio económico de las empresas, dedicándose a la búsqueda del beneficio de todas las personas– hacia el mar –lugar de lo desconocido, del encuentro con lo nuevo– podemos encontrar varios elementos que describen claramente las ideas que dan forma a la ciudad.

Uno de estos es el grupo de edificios del banco La Caixa –una institución en la ciudad, venerada por el poder político–, dos torres que acogen al visitante comunicándole claramente quién gobierna la ciudad. Si seguimos hacia el mar encontramos la Illa Diagonal, construida en los años 1990-1993 por Grup Sanahuja y Grup Winterthur (hoy AXA Seguros) siguiendo el proyecto de Rafael Moneo –premio Pritzker, el más prestigioso reconocimiento en arquitectura– y Manuel de Solà-Morales. Su nombre se revela una descripción perfecta de su naturaleza: una isla fuera de la vida de la ciudad, un lugar alejado sin conexión alguna con la cultura de la ciudad, sus movimientos viscerales e irregulares, sustituyéndolos por la celebrada diversión del 'ir de compras'. Los autores del proyecto creyeron que la construcción de una isla muda destinada a un centro comercial era un elemento para mejorar la ciudad. Un edificio de trescientos metros, definido por sus autores un rascacielos horizontal –imagen de una ciudad caída, que se nutre de los productos del scientific management– cuya primera piedra que se colocó contiene en su interior –según afirma la web del centro comercial– una póliza de seguros y un certificado de depósito, símbolos de nuestra época.

Prosiguiendo nuestro descenso mirando hacia el mar, encontramos el centro comercial de las Glorias, otra isla que separa a las personas de la vida de la ciudad, isla que se refleja en la torre Agbar, símbolo de la privatización de un bien indispensable a la vida –y conectada con La Caixa–. Acercándonos al agua del mar que (todavía) es de todos –mejor dicho de nadie, de sí misma, con sus movimientos incalculables, incontenibles– encontramos en el último tramo de la Diagonal la perfecta descripción de su esencia, de la dirección que la ciudad ha tomado en los últimos años: una isla más que, a excepción del nombre, nada comparte con el mar, que prostituye: el área llamada Diagonal Mar. Centro comercial Diagonal Mar, complejos residenciales de lujo como la Illa Mar y la nueva torre de Telefónica –conectada con La Caixa– materializan la pobreza de nuestra época.

Volviendo a la nueva reforma del tramo central de la Diagonal –en cuyo proceso han sido silenciadas las voces de las personas que viven la avenida, la habitan, le dan forma y cuerpo– vemos cómo ese tramo se convierte en la prosecución del Paseo de Gracia recién reformado: si miramos la sección del Paseo de Gracia y la comparamos con la sección de la Diagonal reformada podemos ver que son –en su sustancia– idénticas. Idénticas en las ideas que las generan, unas ideas que se basan en considerar a las personas como clientes de un sistema económico basado en el beneficio de una minoría, sin derecho a participar en el proceso de transformación Ideas que se basan en considerar a las personas como clientes de un sistema económico basado en el beneficio de una minoría, sin derecho a participar en el proceso de transformación. Esas ideas son visibles en toda la reforma, a pesar de su intento de camuflaje: al aparente ensanchamiento de las aceras para dar más espacio a las personas –los domingos son previstas actividades 'para los peatones', juegos, deportes, talleres de vario tipo– y el desplazamiento del carril bici a la calzada para enseñar una aparente atención hacia la bicicleta, se opone una lectura que revela la verdadera naturaleza de la Diagonal: ensanchamiento de las aceras para dar espacio a nuevas terrazas, mantenimiento del transporte privado motorizado como principal medio de desplazamiento, ausencia de transporte público que use energías renovables y permita liberar la calzada del automóvil, carril bici como simulacro de progreso (una anchura mínima para la presencia crítica de la bicicleta frente al espacio dedicado al automóvil). Un resumen perfecto de la pobreza de nuestra modernidad –autoritaria, que privilegia quien tiene más poder–, la completa ausencia de creatividad e imaginación, la obstinación en querer mantener vivo un sistema económico basado en la esclavitud moderna de un gran número de seres humanos, el anhelo de considerar todo el planeta como una mercancía. Los niveles de contaminación en la ciudad –inadmisibles, que violan el derecho a respirar aire salubre– son, por lo tanto, un elemento sin importancia si ayuda a mantener el actual sistema económico vivo. Una reforma perfecta para conectar las torres de La Caixa con la zona de Diagonal Mar.

Un último elemento resulta involuntariamente revelador en la reforma del tramo central de la Diagonal: el rol de la naturaleza en la ciudad queda representado perfectamente en la decisión de pavimentar las aceras destinadas al comercio con baldosas que representan una hoja (de plátano): la naturaleza es reducida a simulacro, sometida a los intereses económicos, vejada, violada, tiranizada. Las hojas que los arquitectos –el estudio Terradas arquitectos que, por cierto, es el autor del CosmoCaixa– han decidido usar creyendo satisfacer necesidades antiguas y humanas con una imagen vaciada de lo que ya no se conoce, se convierten sin querer en la ilusión de lo que ya no es, un cuerpo muerto que bien describe la pérdida de la tercera dimensión de nuestra época. La densidad de los elementos, las cosas, las personas se vuelve plana, inerte, muerta, como una cinta transportadora que mueve los deshechos del scientific management. Las aceras se cubren de hojas, sintéticas y geométricas como un código de barras, sustituyendo la naturaleza –una vez más– por su simulacro, para dar espacio al elemento central: el automóvil y la economía que en él se centra. La carnalidad queda excluida de la vida metopolitana.

En vez de ofrecer a la ciudad una movilidad realmente moderna, basada en la centralidad del transporte público verde por un lado –representado, principalmente, por el tranvía–, en los vehículos privados sin motor por el otro –personales y creativos, pacíficos y libertarios– la reforma de la diagonal deja inalterado el sistema del transporte. En vez de aplicar la sabiduría de Ivan Illich, quien hace 40 años ya había considerado el carácter antitético del automóvil en relación con la bicicleta en Energía y equidad, se ha preferido confirmar la ceguera moderna.

La Diagonal, que conecta el mar con la universidad –lo desconocido con el estudio de posibilidades nuevas– debería ser un elemento de ruptura de las actuales ideas que impregnan la organización de la ciudad, capaz de llevar la sal marina hasta las islas mudas presentes en su recorrido, bañándolas con agua de todos y de nadie, para que las heridas de la economía –aún invisibles a la mayoría– empiecen a revelarse en toda su carnalidad.

06 de Mar 2015
Wayward Wandering

En las últimas semanas se ha hablado en muchos periódicos de la decisión del Ayuntamiento de Barcelona de conceder nuevas licencias para la construcción de cinco hoteles en el barrio de Gracia.

Gracia es un barrio que ha sufrido, en los últimos años, una lenta y progresiva destrucción de su carácter popular, o sea su vida. Destrucción llamada 'gentrificación', elitización: la llegada del turismo de lujo, hipsters, inversiones y la desaparición de los habitantes.

La construcción de nuevos hoteles, en la mayoría hoteles de lujo –islas sin comunicación con la vida que discurre en el lugar– es un elemento importante en el proceso de aniquilación de la vida de un barrio. En el caso específico de Barcelona y Gracia, queremos analizar el acontecimiento yendo más allá de la crítica al turismo y a la gentrificación, a través del análisis de las voces y las palabras que han sido pronunciadas: por un lado los autores de los proyectos, por el otro las personas que habitan el barrio.

Para los inversores cínicos, que se trate de mercancías, clientes o sangre es indiferente

Entre los cinco nuevos hoteles destacan el proyecto para una nueva torre que sustituirá la actual sede del Deutsche Bank, en la confluencia entre la Diagonal y Paseo de Gracia –98 metros de altura, 23 plantas destinadas a un hotel de lujo, impulsado por la sociedad KKH Property Investors– y la transformación de un edificio antiguo en la popular plaza del Sol en un hotel de la cadena NH, con 18 habitaciones y piscina.

El proyecto de la nueva torre en la confluencia de Paseo de Gracia con la Diagonal será elaborado por Carlos Ferrater -profesor en la UPC, con proyectos al activo desde Arabia Saudí hasta China- y su estudio OAB. Carlos Ferrater ha contribuido -y está contribuyendo- a la realización de varios hoteles de lujo en Barcelona y tiene planeado un proyecto para un nuevo hotel de lujo en Ibiza. Además del Juan Carlos I (1992), es autor de los proyectos de los siguientes hoteles de Barcelona:

  • Avenida Francesc Cambó (en construcción, 2016 –KKH Property Investors– hotel de 100 habitaciones junto al mercado de Santa Caterina
     
  • Gran Vía 619-621 (en construcción, 2016 - KKH Property Investors compró el edificio para transformarlo en un hotel de cinco estrellas, 7000 metros cuadrados)
     
  • Calle Casp-Bruc (en construcción)
     
  • Mandarín Hotel (hotel de cinco estrellas en Paseo de Gracia, 2010)
     
  • Calle Córsega (en construcción)
     
  • Deutsche Bank (KKH Property Investors - Paseo de Gracia esquina Diagonal)

Si ponemos estos puntos en el mapa de Barcelona se puede ver como estas islas mudas trazan la geografía de un archipiélago que une el casco antiguo (ya exangüe, explotado como en un perfecto scientific management) a los barrios contiguos hasta llegar al Deutsche Bank, a Gracia. El archipiélago usa el Paseo de Gracia como un eje para desplazar a las mercancías –llamadas clientes– como en una cinta transportadora de una cadena de montaje, desde el centro desangrado hasta un barrio que todavía posee sangre fresca, perfecta para ser explotada. Para los inversores cínicos, que se trate de mercancías, clientes o sangre es indiferente.

Si miramos la web del estudio OAB, podemos leer -en la sección llamada 'Ideología'-las siguientes palabras:

Carlos Ferrater destila las ideas y los temas de su arquitectura con una precisión aforística; sin exhibiciones retóricas aísla el pensamiento que acompaña cada obra para expresarlo sintéticamente y con la máxima concreción. [...] No se encomienda a la teoría sino a la descripción razonada de un procedimiento que en cada obra fija nuevos elementos de su búsqueda personal. La pregunta que hace la realidad a la construcción arquitectónica es el requisito previo indispensable para afrontar cada proyecto.'

¿Cuál es 'el pensamiento que acompaña cada obra' o 'la pregunta que hace la realidad a la construcción arquitectónica' que justifique la construcción de un hotel (más) de lujo en Barcelona –en la frontera con un barrio histórico– o en Ibiza –isla elegida por Walter Benjamin en los primeros años Treinta, isla meta de los hippies en los años Sesenta por su alma libertaria y su sensualidad? ¿Cuál pregunta hace la realidad– hecha de personas, vidas, historias- de un barrio que está siendo asaltado, en que el precio del alquiler de un piso de 50 metros cuadrados corresponde al salario mínimo interprofesional en España? ¿Cuál pensamiento acompaña este proyecto que no sea la miseria de los intereses personales y el cinismo de los negocios?

Si escuchamos las palabras pronunciadas por Carlos Ferrater en una de sus entrevistas presentes en youtube, podemos oír:

La marca Barcelona ayuda [...] una ciudad para las personas [...]

Nosotros creemos que esa arquitectura que se ha hecho siempre en Barcelona, en esta ciudad, en Cataluña, tan basada en el programa, en la gente, en la organización social de los edificios, en el lugar, en lo vernáculo, en la tradición cultural de los lugares en los que trabajamos [...] intentamos entender cuál es la tradición cultural de esos lugares y transmitirla al proyecto

una arquitectura [...] basada en la organización social de los edificios

Se hace, además, un uso continuo de las palabras 'cultural', 'intelectual'. ¿Cuál es la tradición cultural del lugar (Gracia) que se transmite al proyecto de un hotel de lujo, propiedad de una sociedad de inversión que se dedica a comprar edificios, transformarlos en hoteles de lujo y venderlos a otras sociedades que los gestionen, sino un ejemplo del uso de palabras vacías y vaciadas de su significación para justificar proyectos que nada tienen que ver con la cultura o las preguntas de la sociedad?

Las reacciones a las nuevas licencias de las personas que habitan el barrio han sido intensas, como el grito de un animal herido: palabras escritas en la piel de los edificios, condensación de sentimientos nacidos hace tiempo, han aparecido en la plaza del Sol, culminando en la manifestación del 28 de febrero –organizada por la plataforma 'Gràcia cap on vas?'– para criticar el asalto al barrio por parte de cínicas empresas constructoras, acompañadas por arquitectos obedientes y conniventes. El día de la manifestación terminó con la ocupación del local del antiguo colmado en el edificio de plaza del Sol –ahora propiedad de la cadena hotelera NH– para organizar una oficina de resistencia a la gentrificación.
 

Palabras densas, cargadas de emociones, escritas en las calles, las venas del barrio. Palabras contrarias han aparecido y desaparecido con la velocidad del viento, que silencia voces y gritos. En unas horas las palabras escritas en las fachadas de los edificios interesados desaparecieron –o mejor dicho dejaron de ser visibles– cubiertas con una capa de pintura, limpia, uniforme, educativa, como un gesto autoritario que silencia las anomalías. Ese celo en cubrirlas, esa voluntad de esconder, es el elemento que ha evidenciado su validez, su densidad, entre las mil palabras vacías –eslóganes publicitarios– escritas en los muros de la ciudad.

Palabras que podrían ser una razón para cuestionar el proyecto mismo, la 'pregunta que hace la realidad a la construcción arquitectónica' que Carlos Ferrater busca.

Protestas, frases, palabras que quieren comunicar. Palabras cubiertas con una capa de pintura, como deseos anulados con un gesto autoritario que crea fragmentos de insatisfacción, que cuando destallan en gestos aparentemente insensatos vienen definidos locura, insensatez. Capas de pintura que vemos aplicadas continuamente en los ámbitos llamados educativos, en los ambientes sanitarios, los asilos, los centros psiquiátricos, las cárceles y mil más.

Palabras densas que requieren una capacidad de escucha que ha sido perdida. La autonomía de pensamiento, la capacidad crítica, la capacidad de escuchar y escucharse, los exploración de caminos nuevos, la expresión de deseos indecentes, oscuros, obscenos, primordiales, viscerales son los primeros temas tratados por la educación obligatoria, o sea su total anulación o su aplicación como simulacro. Volver a recuperar la autonomía –la regla, νόμος, por y para sí mismos, αὐτος– el movimiento vital de los deseos, dejarlos salir en su indecente verdad, rechazar el vacío del cálculo cínico, su mutilación del vivir, ex-dūcere nuestro mundo vital, ése es el significado denso de la palabra educación.

Palabras vacías, palabras densas, inagotable vitalidad.

30 de Ene 2015
Wayward Wandering

Como en un cínico experimento tecno-científico en que se han excedido los límites –perdiendo la necesaria conexión con nuestra humanidad, nuestro ser en el mundo– el cuerpo yace inerte e inerme, indefenso hacia el cálculo de una mentes que han perdido conexión con el cuerpo mismo, de la misma manera Barcelona, un tiempo ciudad libertaria, está bajo asedio: por un lado los funcionarios –herederos del peor racionalismo y autores de una violencia nunca tan claramente planeada como en los últimos años–, por el otro los turistas, cuya inconsciente participación en el teatro del scientific management es cada día menos naïve.

El cuerpo de la ciudad agoniza cada día con más evidencia, los funcionarios –asistidos por bufetes de abogados que podrían ser los personajes de un cuadro de Grosz– maquillan el cuerpo inerte para esconder lo inocultable: su muerte.

El cuerpo muestra la verdad, acumulada con el tiempo, oscurecida, detenida a la espera de volver a la vida, a la espera de que el estado de excepción permanente vuelva a ser excepción. El cuerpo revela, la verdad se manifiesta, tarde o temprano, a través del cuerpo. La ciudad se envuelve paulatinamente en la nube densa del scientific management, una nube que difumina los contornos del pensamiento y otorga simulacros de seguridad y la certeza de la anestesia.

Urbanistas, expertos, administración juegan con los números, gráficos de cotizaciones, inversiones, contratos, desahucios, suicidios. Mientras tanto los llamados arquitectos de la ciudad, interesados en intervenciones quirúrgicas dignas de la palabra progreso, se convierten en los nuevos colonos disfrazados de artistas. Los administradores diseñan la barbarie moderna que Michael Löwy describe magistralmente, una barbarie que hace uso de la técnica y es consustancial a un falso progreso.

Uno de los proyectos arquitectónicos que en los últimos años ha interesado un lugar clave para la ciudad de Barcelona y la economía tradicional es la construcción del nuevo Mercat dels Encants, ubicado en el lugar de la ciudad que Cerdà concibió como el nuevo centro, la plaza de las Glorias. El mercado es un lugar en el que las personas han ido buscando objetos para darles una segunda vida, para respirar la existencia de otro tipo de comercio, o bien por no poder permitirse ser parte de la economía moderna. En los últimos decenios el mercado ha sido un lugar en el que era posible encontrar una economía otra –pasada y futura–, un lugar que nos depurara del aturdimiento de los centros comerciales. Era, por lo tanto, una isla en la que los náufragos del shopping podían encontrar reparo y olvidarse, por algunas horas, del mecanismo perverso de la economía moderna. Isla que era parte de un archipiélago regenerador –los comercios tradicionales, las actividades artesanales, lugares del saber de una τέχνη, lugares del lento depositarse del tiempo, nunca igual a sí mismo– en gran medida destruido por la LAU de 1994, cuyo inevitable y previsible efecto ha sido la muerte o agonía del comercio tradicional por mano de la economía de mercado.
 

 

La intervención –cuya autoría se debe al estudio de arquitectura b720, fundado por Fermín Vázquez– consiste, como sabemos, en una cubierta que refleja la ciudad en el interior del mercado. Como afirma el estudio en su web, la cubierta 'se convierte en un mecanismo de reflexión de la ciudad hacia el interior del mercado'. El proyecto de Fermín Vázquez –quien afirma en su web que 'produce arquitectura rigurosamente contemporánea' (¿cómo se podría construir arquitectura no contemporánea?) y ha bautizado su estudio con 'el número asignado por el sistema internacional de codificación de materias a la Arquitectura'– refleja la ciudad, también contemporánea y muy codificada internacionalmente (en la peor acepción del término), en un mercado tradicional. Las imágenes que se reflectan representan una serie de elementos –semáforos, asfalto, carriles, aparcamientos, señales de tráfico, pasos peatonales– que hacen referencia a un sólo elemento sagrado: el automóvil. ¿Cuál símbolo es mejor representativo del scientific management, el taylorismo, el crecimiento, el mercado moderno que impregna la vida? Un mercado que difiere sustancialmente del mercado tradicional, en el que la τέχνη, el saber del artesano, la creatividad, la independencia, el reutilizar como agradecimiento a la naturaleza, la relación directa entre las personas son su esencia. La propuesta de una cubierta que refleja la ciudad en el interior de un mercado tradicional, esta ciudad –una de las infinitas maneras de concebirla– es un oxímoron que pone en evidencia la insensatez de la afirmación, la falta de una real reflexión acerca del significado del gesto, un gesto que amenaza el carácter de isla regeneradora del lugar, llevando la ciudad mercantil dentro de un lugar todavía perteneciente a un modus vivendi otro.

La agonía de la ciudad sigue. Sin embargo, como recuerda Ivan Illich, 'todo lo que ha tenido un inicio tendrá un final'.

07 de Nov 2014
Wayward Wandering

La destrucción de un edificio histórico, de un lugar en que se ha transmitido el saber de un ars, de una τέχνη, en que un artesano ha vivido y operado ignaro de la existencia de la historia, la industria, el scientific management, alejado de una leyes económicas que la prostitución del lenguaje insiste en llamar democráticas, un lugar en que el tiempo se ha depositado oscureciendo los días, es comparable a la destrucción de un libro.

Como dice Fernando Baéz en su excepcional Historia universal de la destrucción de libros, la destrucción de los libros --que ha periódicamente ocurrido y sigue ocurriendo, incluyendo entre los ordenantes de la destrucción a personas de la cultura como René Descartes, David Hume, Martin Heidegger, Vladimir Nabokov (quien quemó el Quijote ante más de seiscientos alumnos) --representa la aniquilación de la memoria, del patrimonio de ideas, la destrucción de lo que se considera una amenaza a un valor superior, perpetrada a través de un medio considerado sagrado.

El mercado financiero permea la metrópoli, la envuelve, la destruye

El principal medio usado para la destrucción era el fuego, sagrado porque fuente de vida y muerte, con el que el hombre juega a ser dios, como aquel 14 de abril de 2003 en que se quemaron un millón de libros en el incendio de la Biblioteca Nacional de Bagdad, tras la toma de la ciudad por las tropas estadounidenses. Los días siguientes ardieron el Archivo Nacional, la Biblioteca de la Universidad de Bagdad y decenas de bibliotecas universitarias del país. Las obras arqueológicas fueron saqueadas y transportadas a Londres, Roma, Berlín y Nueva York, para satisfacer a los coleccionistas privados, como siempre ha ocurrido a lo largo de la historia. Hechos similares ocurrieron en 1995 en Sarajevo, cuando los Serbios quemaron la Biblioteca Nacional presente en la ciudad destruyendo dos millones de libros. Los medios de destrucción --como el fuego, el agua, los terremotos, las tormentas-- eran simbolizados con la espada, considerada un atributo divino.

En el caso contemporáneo de la destrucción del patrimonio cultural representado por los edificios y los comercios históricos de Barcelona, el medio de destrucción es abstracto --tan abstracto como puede serlo el lenguaje jurídico-- concretamente la ley de arrendamientos urbanos (LAU) que, promulgada en 1994, abrió el camino al elemento que rige la economía contemporánea: la especulación, en su acepción que nada tiene que ver con la reflexión filosófica. El mercado financiero permea la metrópoli, la envuelve, la destruye. Como en un cuadro de Grosz, los inversores asaltan la ciudad con la voracidad que sólo el dinero y las ganas de conquista y destrucción pueden producir, fielmente asistidos por bufetes de abogados de renombre. Multinacionales --sin rostro, sin alma, abstractas y con privilegios fiscales-- representan la indiferencia de los objetos transformados en mercancías, y son la transposición a nuestra época de los cínicos hombres de negocios del Berlín de los años veinte de los cuadros de Grosz.
 

 

Un medio considerado sagrado, la ley económica --economía que no tiene ninguna relación con la justa distribución de los recursos naturales y culturales --anula la memoria, el patrimonio de ideas -- patrimonio cuya etimología es el 'hacer saber', 'hacer recordar'-- destruyendo lo que se considera una amenaza a un valor superior, la especulación de los inversores.

La memoria, el patrimonio de ideas que se quiere destruir es el saber hacer --el ars-- del artesano, autónomo e independiente de la industria y los poderes, que decide y dispone de sí mismo, sustrayéndose a la sumisión que requiere el sistema de producción industrial. Libreros, sastres, luthiers, pasteleros, panaderos, tintoreros, fabricantes de juguetes creativos, carpinteros, cereros, herbolarios, cuyo saber amenaza, cuya presencia deja abierta una posibilidad otra a la producción taylorista, al scientific management que precisa, para sobrevivir, un equipo de burócratas al servicio de ideas totalitarias con la función de destruir el pasado para invalidar cualquier crítica, como George Orwell profetizó hace ochenta años en su 1984.

Una destrucción sin fuego, silente, como un ahogamiento cuyo deus ex machina es un dios invisible que hace uso de un instrumento de destrucción sagrado, la ley, como una espada moderna. El patrimonio, la acumulación de conocimientos, eventos y saberes materializado en las bodegas, tiendas, talleres y comercios históricos de la ciudad es la amenaza que tiene que desaparecer, el libro que hay que quemar, el patrimonio vivo de una cultura entera. Un dios invisible que entra en todos los lugares y los anula, llevándolos a la esterilidad y anestesia de la cadena de montaje. Un dios invisible que representa el único elemento que permea nuestra polis, el único lenguaje que se aprende desde los primeros momentos de la escuela obligatoria. Lenguaje que nada tiene que ver con la comunicación ni con la educación --el ex-dūcere liberatorio, liberador, libertario--. Sorprenderse por la destrucción de los comercios y talleres antiguos de Barcelona es hipocresía pura, hasta que no se desmonte pieza por pieza el ámbito educativo y se vuelva (vaya) hacia una verdadera capacidad de cuestionarse, antes de cuestionar. Los lugares, su creación, su destrucción, son la proyección de ideas y formae mentis que solo un largo y complejo (sin ser complicado) proceso de revolución personal puede cambiar, liberar, ex-dūcere.
 

 

El mismo operar es evidente en la manera de intervenir en el ámbito arquitectónico y urbano. Edificios históricos, cargados de memoria, eventos, manos que tocan y voces que gritan y gozan, son restaurados mediante su vaciado, la destrucción de sus vísceras para dejar la piel, máscara grotesca de lo que fueron e imagen fotográfica perfecta para la venta de un simulacro de memoria por parte de las empresas constructoras, en connivencia con los arquitectos, los políticos y los bufetes de abogados de renombre como, una vez más, en un cuadro de Grosz.

Los edificios y los comercios históricos de Barcelona que se destruyen mediante la ley son libros que arden, una amenaza que representa otra posibilidad, otra manera de vivir, otra manera de pensar.
 


Fuentes fotografías:

http://bosniangenocide.files.wordpress.com/2014/05/sarajevo-national-library-before-and-now1.jpg

http://www.pastisserialacolmena.com/historia/

24 de Oct 2014
Wayward Wandering

Un puente es una construcción que lleva a las personas de un sitio a otro pasando encima de un obstáculo, una barrera. Un puente puede, además, proporcionar cobijo, protección.

El María Moliner dice: Construcción de cualquier clase, fija, provisional, desmontable, etc., hecha sobre un río o un corte del terreno para pasar de una orilla o de un lado a otro. Más adelante el diccionario dice: Lo que sirve para acercar a personas o cosas; particularmente a personas, si existe entre ellas tirantez o enemistad. De allí la expresión Tender un puente: Hacer una persona por su parte una tentativa de aproximación para que cese la tirantez de relaciones o la enemistad entre ella y otra. Reconciliarse.

El color del hierro oxidado del puente de Vyšehrad ha llegado a ser parte de los colores de Praga

Praga, 1357: empieza la construcción del Karlův most, el puente más conocido de Praga, una estructura que pasa sobre el río Moldava, llevando a las personas de la ciudad antigua, Staré Město, a la orilla del castillo, Malá Strana. Diseñado por el arquitecto Petr Parléř y construido por centenares de manos anónimas, en el siglo XV era la arteria central para el paso de personas y mercancías, siendo el único puente que conectaba las dos partes de la ciudad divididas por las aguas del río, amigas y enemigas, fuente del agua potable de la ciudad y peligro en caso de inundación. Otra función no planeada del puente era dar cobijo a multitudes de mendigos, deudores, errantes. Mendigos, deudores, errantes que podían entender el puente, la razón de su construcción y encontrar protección. Las tres torres góticas que representan sus extremos se han vuelto parte de la ciudad, insertándose sin discontinuidad entre el puente, el río y las casas, sus techos de aguja dialogando con las cúpulas de las iglesias barrocas, contribuyendo sin violencia a la excepcional belleza de la ciudad.
 

Praga, 1871: el puente de ferrocarril de Vyšehrad, el Železniční most, es otro de los numerosos puentes sobre el río Moldava. Cinco siglos después del Karlův most, representa la transposición y adaptación del puente a la época del tren, medio de transporte colectivo que facilita la comunicación entre las dos partes de la ciudad y entre la ciudad y el territorio colindante. Un elemento que resulta fundamental para entender la función y naturaleza de un puente y determinar su relación con el entorno es la posición de la estructura en la ciudad. La posición del Karlův most y del puente de ferrocarril de Vyšehrad no es sustancialmente distinta, ya que repite el esquema de los primeros puentes que remontan a la época prehistórica --como por ejemplo el primer puente sobre el río Támesis en Londres (1750 AC)-- así como el de los puentes etruscos, romanos, románicos, renacentistas: una estructura para permitir al ser humano cruzar un río o una barrera, una construcción que acerca a personas y cosas, una obra que hace habitable un lugar, un puente tendido hacia lo otro. El color del hierro oxidado del puente de Vyšehrad ha llegado a ser parte de los colores de Praga, así como el verde de las cúpulas de cobre oxidado de muchos edificios de la ciudad [imagen 1].
 

Praga, 1927: nace el sueño de los ingenieros, construir un puente para conectar las dos orillas del valle Nusle --un tiempo una aldea en las afueras de Praga, tierra rica de viñedos (Vallis Vinarium) y molinos accionados por las aguas del río Botič, hoy en día zona céntrica de la ciudad-- haciendo pasar la más grande autopista de la República Checa por el medio de la ciudad. A los extremos del valle: por un lado la meseta de Pankrác --que recibe su nombre de la iglesia de Pankrác, pero que en realidad es hoy un lugar conocido por la cárcel homónima-- por el otro el centro de Praga. Josef Havlíček es el arquitecto funcionalista que presentó una propuesta, en el concurso de 1927, para la construcción del puente sobre el valle Nusle: una estructura de hormigón que se apoya en una serie de rascacielos [imagen 2]. El viaducto se yergue encima de las casas cortando el valle, yendo hacia la cárcel Pankrác. La propuesta no fue realizada, el sueño de los ingenieros se quedó suspendido. Algo nuevo ha nacido en el uso de la técnica, que siempre ha tenido un posible efecto adverso, pero ahora el equilibrio entre positividad y negatividad ha sido perdido.

Praga, 1967: 40 años después del concurso de 1927 para la construcción del puente --entre 1967 y 1970-- el viaducto sobre el valle Nusle (el Nuselský most) fue construido, siguiendo un proyecto distinto del presentado por Josef Havlíček, pero en realidad no muy diferente. El puente --500 metros de hormigón pretensado-- aunque no se apoya en rascacielos, pasa por encima de las casas existentes, a 40 metros de altura, y cruza el parque Folimanka, proyectando una sombra sobre casas en que las personas duermen teniendo la ilusión de vivir una vida plena y segura, siendo en realidad mendigos y errantes en un mundo en que se ha perdido cualquier referencia con las cosas [imagen 3].

El viaducto es la imagen más clara de las ideas políticas de la época del gobierno comunista. Una idea, una línea recta trazada en un plano, abstracta, se materializa en un viaducto gigantesco que lacera el espacio, como un Goliat moderno. Pero otra imagen es la representación perfecta de la relación entre uso moderno de la técnica, guerra, (intento de) destrucción de la persona y la ciudad y conquista de la naturaleza (por parte de los ingenieros y los burócratas): el uso de tanques soviéticos para realizar las pruebas de carga durante la construcción del puente, en 1970 [imagen 4]. Tanques que sobrevuelan las casas, las personas, conducidos por personas que no se pueden ver y que no pueden tocar, recorren un puente de hormigón que pasa a más de 40 metros de la tierra del valle Nusle, encima de los árboles y los tejados de unas casas que han perdido su referencia con el entorno.
 

En 40 años 400 personas se han suicidado desde el Nuselský most. Una persona cada mes ha saltado del puente. No sería completamente insensato ver los saltos como el deseo de retorno al sentido de las cosas, saltos desde los tanques hacia los árboles y las casas, saltos como desesperación por todos los puentes no tendidos hacia otra posibilidad, saltos como rechazos, como tentativas imposibles de reconciliación con el mundo frente a la insensatez de la historia. Como el intento de suicidio de Jaroslav Hašek en 1911 desde el Karlův most, gesto dadaísta ante litteram de rechazo de la insensatez de las acciones humanas, resumido en las aventuras de su valiente soldado Švejk durante la guerra mundial. Historia que habría que volver a construir a partir de los relatos anónimos de los rechazados, ya que, como dice Pasolini, "en los desechos del mundo nace un nuevo mundo: nacen leyes nuevas allí donde ya no hay ley; nace un nuevo honor donde honor es el deshonor. Nacen potencia y nobleza, feroces, en los tugurios apiñados, en los lugares sin frontera, donde crees que la ciudad acaba y donde en cambio vuelve a empezar, enemiga, vuelve a empezar miles de veces, con puentes y laberintos, obras y zanjas, tras marejadas de rascacielos que cubren enteros horizontes".

La administración, por su parte, ha contribuido a la solución del problema construyendo vallas de protección que impiden a las personas hacerse daño a sí mismas.

10 de Oct 2014
Wayward Wandering

La palabra anomalía viene del griego ἀν y ὁμαλός, es decir 'no igual', que no se conforma con la regla general, la norma, el comportamiento habitual. En el ámbito de las ciencias físicas, por ejemplo, representa cualquier variación con respecto a un modelo de referencia, en lingüística indica la irregularidad en la conjugación de un verbo, en astronomía designa la particularidad del movimiento de un astro. ¿Qué significado y uso tiene la palabra anomalía cuando el sujeto del discurso es el ser humano? ¿Cuál es el modelo de referencia que tiene legitimidad para ser usado como término para definir qué es anómalo? ¿Quién define, en cada situación, el límite entre un comportamiento anómalo y uno 'no anómalo', una idea anómala y una 'no anómala'?

¿Cómo la voluntad de conformarse con las reglas, establecidas por una mayoría ficticia, plasma la ciudad?

La palabra anomalía tiene una relación estrecha con la palabra normalidad --que viene del latín norma, la escuadra que servía para medir si los ángulos eran rectos-- y con la palabra regla --la rēgŭla que servía para trazar líneas, de allí el significado figurado de regla--. Surgen algunas preguntas: ¿Y si se quieren trazar líneas curvas? ¿Si se descubre que las ideas resultan no ser medibles?

Es evidente que en las infinitas maneras de vivir la vida no hay reglas o normas absolutas y verdaderas. Es evidente que cualquier persona que se arroga el derecho de definir cuáles son las ideas válidas y cuáles son los caminos correctos esconde, detrás de la falsedad de la moral y el bien del otro, la defensa de prejuicios personales o los privilegios de una corporación. A menudo ese comportamiento esconde la incapacidad de vivir plenamente la vida por parte de algunos.

Las ciudades han llegado a ser el lugar clave en que se desarrolla nuestra vida moderna, después de la casi total conquista del espacio y consiguiente destrucción de la naturaleza por parte del hombre. La ciudad contemporánea, su organización, su forma, son la reificación de nuestras ideas. ¿Cómo se proyecta el arbitrario concepto de anomalía en el ámbito espacial? ¿Cómo la voluntad de conformarse con las reglas, establecidas por una mayoría ficticia, plasma la ciudad?

Mirando la geografía de una metrópoli cualquiera, se nota que el resultado de la proyección es siempre el mismo: islas mudas, espacios confinados, barreras. Por un lado los espacios del exilio --materializados en cárceles, estructuras psiquiátricas, campamentos para los pueblos nómadas, centros para personas que han decidido vivir en otro país, centros para menores o mayores, todos lugares en los que un grupo de personas constriñen a otras a vivir/morir, siempre perdiendo la libertad, en base a principios, ideas o prejuicios personales transformados en actos de coerción y estigmatización-- y los espacios escondidos --los barrios populares, las zonas malolientes, las zonas de frontera, las áreas perdidas de las ciudades-- lugares en los que las personas están indirectamente obligadas al aislamiento, para esconder su anomalía, personas que no quieren usar la escuadra para medir, que quieren vivir trazando líneas curvas, personales, temerarias.

Por el otro hay los espacios del exilio voluntario e inconsciente --bloques residenciales con cámaras de seguridad, centros comerciales, hipermercados, fitness clubs, resorts-- que revelan la imposibilidad de vivir plenamente la vida por parte de un número de personas creciente, que desde los primeros años de lo que se llama educación --o sea la escuela obligatoria-- se han alejado de su propio centro. Una búsqueda mecánica y continua de una anestesia a la vida, a la contradicción, que es precisamente lo que caracteriza la vida.

Vida y contradicción que precisan de espacios anómalos, que cuestionen de manera obscena la norma actual. Espacios humanos, de encuentro, refugio, experimentación, prueba, desorganizados, casuales, naïf, viscerales, oscuros, acráticos, imprecisos, cuestionables, nómadas, carnales, catárticos.

01 de Oct 2014
Wayward Wandering

El 25 de mayo de 2014 el antiguo aeropuerto berlinés de Tempelhof, construido en 1923 y reconstruido por el régimen nazi entre 1936 y 1941, ha vuelto a ser un elemento clave para la vida de la ciudad, siendo objeto de un referéndum sobre su uso.

Con sus 300 hectáreas, Tempelhof representa uno de los espacios públicos más grandes del mundo, con una superficie parecida a la de Central Park en Nueva York y que supera del 50% el área ocupada por el berlinés Tiergarten. El aeropuerto fue reconstruido --ampliando la estructura del aeropuerto abierto por primera vez en 1923-- siguiendo el proyecto del arquitecto Ernst Sagebiel, con una arquitectura que tenía que representar el Tercer Reich. No nos extenderemos en el análisis de la arquitectura clasicista y monumental que caracteriza los edificios del Tercer Reich. El punto que aquí queremos destacar es el carácter vivificador y liberador que Tempelhof manifiesta en dos circunstancias, soplando oxígeno en el cielo de Berlín. La primera es el conocido papel vivificante que el aeropuerto desempeña durante el Berlin-Blockade --el bloqueo de los aprovisionamientos a la parte occidental de Berlín establecido por las fuerzas soviéticas durante la guerra fría, entre junio de 1948 y mayo de 1949-- cuando se convierte en el lugar que permite el Luftbrücke, el puente aéreo de las fuerzas aliadas para abastecer a los berlineses occidentales de alimentos, carbón y bienes de primera necesidad y permitir su supervivencia, acogiendo a los aviones que esta vez no regalan bombas sino alimentos con una frecuencia (277.728 vuelos, un avión cada 90 segundos) que los berlineses mayores todavía recuerdan. Tempelhof se convierte de esta manera en una puerta abierta que permite la reconquista de la autonomía, simbolizando el derribo ante litteram del muro de Berlín, que será construido en un noche de agosto doce años más tarde y derribado solamente cuarenta años después del Luftbrücke. Muros y puertas como elementos efímeros que proyectan en el espacio, dándoles forma y materia, las ideas y decisiones de una mayoría ficticia. Barreras y aberturas se alternan sin cese en un equilibrio que aún hoy en día juega en favor de las barreras, materializándose en la construcción de nuevos muros en lugares y ciudades de todo el planeta, cada vez más frecuentes y a la vez poco conocidos.

La segunda circunstancia que permite a Tempelhof reforzar su presencia en la vida de los berlineses es su apertura, en 2010, como parque de recreo, después de su cierre como aeropuerto en 2008. El parque, en sólo cuatro años, ha llegado a ser un lugar en que diferentes tipos de personas --de edades y etnias distintas-- y diferentes actividades se combinan, se componen y se confunden sin reglas: bicis, skates, mountainboards arrastrados por una cometa, se mezclan a barbacoas, hortalizas, instrumentos musicales; la desnudez convive con la indumentaria más variada, actividades creativas se completan con simples momentos de tranquilidad, el otium al que se le suele oponer el más productivo negotium. Neukölln, Kreuzberg, Schöneberg son algunos de los barrios --antiguas ciudades en las afueras de Berlín, que en 1920 fueron anexionadas a la ciudad en el Groß Berlin Gesetz, la expansión que hizo de Berlín la capital de la cultura europea en los años 20-- que tienen una estrecha conexión con Tempelhof.

Cuando en agosto de 2013 el gobierno de la ciudad convoca un concurso para el desarrollo del área de Tempelhof --con la construcción de 4.700 apartamentos, una biblioteca para competir con la del Centre Pompidou, un lago artificial y despachos de lujo, que será ganado ex-aequo por dos proyectos de dos estudios de arquitectura, MOA de Zurich y Kohlmayer-Oberst Architekten de Stuttgart-- una luz se encendió en la mente de los berlineses. La atonía que envuelve las grandes ciudades de Europa como una niebla densa dejó espacio a una visión clara: Tempelhof no puede dejarse anestesiar por las empresas constructoras en connivencia con los muchos arquitectos que olvidaron hace tiempo la palabra habitar para sustituirla por alojar --en locales de almacenamiento para objetos que circulan a través del espacio homogéneo de bienes de consumo (Illich)-- arquitectos que se han alejado de la vida para mirar su propia imagen, como Narcisos a punto de ahogarse. Tempelhof no puede dejar de ser el espacio de libertad que ha sido en los últimos sesenta años. Los berlineses decidieron que había que defender un espacio vacío y libre --que tendrá que permanecer vacío y libre--; comunicaron y compartieron sus inquietudes y recogieron más de 185.000 firmas necesarias para convocar un referéndum para bloquear el proyecto. Algunos meses más tarde, el 25 de mayo de 2014, junto a unas elecciones europeas en las que los nacionalistas han vuelto a usar los colores para separar a las personas, los berlineses votaron a favor del bloqueo del proyecto, con un 65% de votos favorables.

Tempelhof seguirá siendo lo que es, un espacio libre poco organizado, que los berlineses están viviendo de la manera que prefieren

El proyecto ha sido bloqueado, Tempelhof seguirá siendo lo que es, un espacio libre poco organizado, que los berlineses están viviendo de la manera que prefieren, cada uno con su proyecto, personal, a veces compartido, a veces no, siempre decidido autónomamente. La biblioteca puede ser construida en otra zona de la ciudad y la necesidad de lugares en que los muchos extranjeros que deciden transferirse a Berlín puedan vivir puede ser satisfecha de otra manera, por ejemplo dando la posibilidad de habitar un lugar vacío y abandonado, sin la presencia de empresas constructoras ni de inversores, llenando de vida los vacíos que la guerra ha dejado en la ciudad y que todavía siguen presentes y aportando un beneficio tanto a los nuevos berlineses como a los antiguos en una simple sinergia autárquica.

La cancelación definitiva de una inversión de 500 millones de euros es un hecho notable, que devuelve la esperanza a los habitantes de las metrópolis anestesiadas, organizadas, planeadas, vendidas por una mayoría ficticia. La cancelación del proyecto rompe todo el equilibrio abstracto del urbanismo, juego político basado en el poder que ninguna relación tiene con el gobierno de la polis, sino con la simple y ciega aplicación de un sistema económico que ha llegado a su extremo. En Tempelhof podrá seguir existiendo el Allmende --término medieval que indica una zona agrícola de propiedad común que cualquiera puede usar libremente-- zona de 5.000 metros cuadrados de jardín y huertos que nació en 2011 por iniciativa de Allmende-Kontor, una red que desde 2010 no sólo organiza los huertos urbanos de Berlín, recuperando espacios urbanos, sino se ocupa también de la organización urbana y de soberanía alimentaria, recuperando antiguas variedades de hortalizas que la mayoría de los berlineses nunca ha conocido, entre otras un tipo de patata de color violeta intenso. Desde hace algunos años frutas, verduras y flores crecen en el Allmende Kontor, que tiene, además, la intención de reflejar la diversidad cultural del barrio, como si fuera su Eco: edades y etnias se mezclan sin reglas en el cultivo de la tierra, en el centro de una metrópoli, al lado del antiguo edificio semicircular del aeropuerto construido por los Nazis para ser un aeropuerto a nivel mundial y como expresión propagandística del régimen.

Como dijo Pasolini en referencia a Sabaudia --ciudad planeada por los fascistas de la que Pasolini destacaba la capacidad de sus habitantes de hacer de Sabaudia una ciudad que, en realidad, no tenía nada de fascista-- de la misma manera en Tempelhof las patatas violetas siguen creciendo sin hacer caso a las banderas, las naciones, las empresas constructoras y los Narcisos a punto de ahogarse.

Wayward Wandering

Viaje en el espacio físico de la ciudad, las ideas que lo crean, la materialidad que lo compone, las excepciones y desviaciones que proponen posibilidades nuevas. 
Wayward Wandering es teórico de la arquitectura. Colabora con varios medios en el ámbito del pensamiento crítico y es consultor de la Universidad de Edimburgo en el área de las artes y la arquitectura.
 


Web: perspectivasanomalas.org

Facebook: Perspectivas anómalas

Twitter: @perspanomalas