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28 de Abr 2016
Wayward Wandering

Un cable de acero como puente entre el infierno y el paraíso, entre el mundo del trabajo, la fatiga, el tiempo que se consume en silencio en el llamado mundo de la producción y el mundo del consumo, de las cotizaciones, la materialización del deseo en nuestra época.

Un cable de acero, fino, invisible, une un valle con una naturaleza exuberante con una ciudad vacía, sin habitantes, sin vida.

Estamos hablando del documental 'Behemoth', del director Zhao Liang, galardonado en el festival praguense de cine sobre los derechos humanos One World 2016, un viaje a través de China en busca de las personas invisibles que han hecho posible la construcción, durante los últimos quince años, de cientos de nuevas ciudades en la China capitalista.

Behemoth, el monstruo bíblico, se convierte aquí en una alegoría del hombre moderno, el monstruo que saquea el planeta —en nombre del llamado progreso— para el beneficio de una minoría.

La región de China llamada Mongolia Interior posee aproximadamente la cuarta parte de las reservas mundiales de carbón, reservas de gas natural y yacimientos de diferentes minerales. Desde el momento del descubrimiento de combustibles y minerales el tiempo circular que marcaba la vida del valle se convierte en una línea recta que redibuja el paso del tiempo según las cadencias naturales del llamado progreso.

La industria minera cumplió su misión: la conquista de la naturaleza, con la consiguiente generación de importantes problemas ambientales que afectan toda la región (cuya superficie es más del doble de la superficie de España) y la explotación de los invisibles de la historia. La finalidad es simple: producir sin pausa, para que las riquezas se concentren allá donde quien escribe la historia quiere que se concentren, con un Ángel de la Historia que mira sin poder detenerse para llorar a los muertos, las víctimas que algunos consideran necesarias.

Los invisibles, en este caso, pertenecen a la minoría mongola presente en esta región de China (17% de los 25 millones de habitantes de la región). En el valle se extrae el carbón, que luego se transporta en camiones, se lleva a una fundición, se mezcla con minerales de hierro, se calienta, se transforma en acero para producir cables para la industria de la construcción —intensamente activa en la China contemporánea, país que en los años 2011-2013 parece haber usado la misma cantidad de cemento que Estados Unidos usó durante el siglo XX— que luego se transportan a otro lugar para construir nuevas ciudades, siempre con un se impersonal.

Miles de se sin nombre trabajan en profundidad, llevados por un ascensor hasta lugares de los que nunca se habla. Otros tantos se anónimos transforman el carbón en acero, que después de ser calentado y moldeado se enfría junto a los cuerpos de los trabajadores que a los cincuenta años mueren de neumoconiosis por inhalar partículas de carbón, o quizá nunca hayan existido.

El país se desarrolla, la economía se desarrolla, la modernidad se desarrolla.

Ghost cities las llaman, al tratarse de ciudades construidas en breve tiempo que a menudo tardan años en popularse, convirtiéndose en lugares espectrales en gran parte vacíos, con centros comerciales, tiendas, carreteras, gasolineras, bancos, bloques de pisos todos iguales para personas todas iguales que iguales sólo parecen. Un escenario de edificios vendidos, inversiones realizadas, contratos firmados, sellos puestos, documentos registrados: la imagen de nuestra economía.

Las llamadas ghost cities y el valle en que se extrae el carbón pertenecen a dos mundos separados. El paraíso del bienestar y la inversión por un lado, el infierno de la producción por el otro. Todos conceptos abstractos que no hablan de la vida.

Entre estos dos mundos se interponen barreras de distinto tipo. La espacial es la más evidente: hasta el siglo XIX el hilo que unía personas y cosas era corto, visible, difícil de ocultar. Las manos del artesano, que enseñaban las arrugas, las venas, los cortes del tiempo pasado trabajando, eran visibles. Hoy el cable tendido entre estos dos mundos se alarga, la dilatación del espacio que la peculiar organización económica moderna ha generado permite ocultar, con facilidad, la conexión entre los objetos y las personas que los han producido, objetos convertidos en productos, personas en productores.

La barrera espacial es evidente, pero insuficiente. El mismo desarrollo tecnológico elimina, o acorta, las distancias entre los dos mundos. Hoy en día se puede saber, se puede conocer, se puede ver el hilo (in)visible tendido entre los dos mundos.

Son necesarias, por lo tanto, otras barreras que garanticen la distancia necesaria para no ver la violencia del llamado mundo de la producción moderno, para aceptar que un número de personas difícil de visualizar se ocupe del bienestar de nuestros países desarrollados.

Las barreras que se construyen son el resultado de una sinergia (des)educativa que nos presenta la violencia como norma, el prejuicio como valor, el éxito personal como objetivo único hacia la conquista de una posición social respetable, el poder sobre los demás como práctica cotidiana, la fragilidad como anomalía, la anomalía como peligro.

La fatiga cotidiana, el dolor del trabajar viendo la vida consumirse demasiado rápidamente hasta una muerte prematura, marca el tiempo de un número inmenso de personas, tiempo pasado respirando carbón, que ennegrece indiferentemente paredes y pulmones, tiempo oculto que se deposita esterilizado en los edificios vacíos construidos por empresas y vendidos 'llaves en mano' por inmobiliarias que, se dice, crean puestos de trabajo, mueven la economía.

Como escribe Wade Shefard en 'Ghost cities of China', la superficie de los pisos vacíos de Ordos —la ghost city retratada en el documental, una de las más conocidas— podría cubrir todo Madrid. A pesar de las profundas diferencias de contexto y de causas, es inevitable trazar una línea larga miles de kilómetros que une Ordos con Madrid, y pensar en los miles de pisos vacíos de propiedad de los bancos presentes en España, pisos construidos para luego quedarse inhabitados.

Pisos vacíos, ciudades vacías: imagen de nuestra economía, hecha por las personas para los inversores

Pisos vacíos, ciudades vacías: imagen de nuestra economía, hecha por las personas para los inversores. El artífice de esta inexplicable, incomprensible organización del espacio es un monstruo llamado progreso, dicen.

La palabra 'progreso' viene del verbo latín progredior, 'ir adelante, avanzar'. Avanzar en la igualdad entre los seres humanos, sin distinción, avanzar en la conversión de la violencia en energía dedicada al conocimiento, la expresión creativa, la exploración sin prejuicios de la vida, avanzar en la comprensión de la naturaleza y la tierra para habitarla sin destruirla, avanzar sin miedo en la exploración de diferentes maneras de vivir nunca antes exploradas: éstos son algunos ejemplos de progreso. Lo demás es desarrollo. El artífice de esta inexplicable, incomprensible organización del espacio es, por tanto, un monstruo llamado desarrollo.

Desarrollo y progreso, como decía Pasolini ya en 1973, son no sólo distintos, sino incluso contrarios.

En su artículo publicado en Escritos Corsarios, con estas palabras aclara la distinción:

« Existen dos palabras que retornan frecuentemente en nuestros discursos: mejor dicho, son las palabras clave de nuestros discursos. Estas dos palabras son 'desarrollo' y 'progreso'. ¿Son dos sinónimos? O, si no son dos sinónimos, ¿indican dos momentos diversos de un mismo fenómeno? O, más bien, ¿señalan dos fenómenos distintos que, sin embargo, se integran necesariamente entre sí? O, incluso, ¿indican dos fenómenos sólo parcialmente análogos y sincrónicos? Finalmente, ¿indican dos fenómenos “opuestos” entre sí, que sólo aparentemente coinciden o se integran? »

Y en el siguiente vídeo:

« Es necesario distinguir entre desarrollo y progreso... entre estas dos palabras hay una diferencia enorme... son dos cosas no sólo distintas, sino incluso contrarias... »

Intentar ver, conocer lo que se ha vuelto invisible: éste es el camino arduo, un ejercicio acrobático para entender la abstracción de nuestra economía y convertirla en una economía concreta, para unir las cosas a las manos, los rostros, los materiales, el tiempo, los elementos naturales que las han producido, para entender la ciudad del mercado, vacía, y convertirla en una ciudad para la vida en sus múltiples formas y maneras de vivirla, sin prejuicios, un ejercicio para distinguir el desarrollo del verdadero progreso.

Querer caminar sobre el alambre es un acto hoy considerado inadecuado para el fluido prosperar de la economía. Un cable que desaparece detrás de la capa gris de la (des)educación moderna, cuya finalidad es que todo siga tal como es y no se presente el peligro de un cambio que derrumbaría el actual sistema económico, desvelándolo. La existencia de dos mundos es considerada un axioma, un dogma, que en el mejor de los casos se decora con un amor abstracto al prójimo cuya condición es que el prójimo esté lejos y no modifique nuestra manera de vivir, es decir siga trabajando en una mina sin molestar.

De lo contrario se empieza a construir vallas, muros, fronteras.

05 de Ene 2016
Wayward Wandering

El 2015 ha sido el año del retorno de las fronteras, los muros, las vallas. Físicas y abstractas, cuanto más violentas mejor, eco de las guerras modernas que mueven las ruedas de la industria. Un proceso inverso al que tuvo lugar en 1989 con la caída del muro de Berlín ha envuelto Europa en una niebla densa.

Las construcción de barreras físicas ha marcado el 2015 con cadencia acelerada hacia la llegada del invierno. En realidad hemos asistido a la fabricación de dos distintos tipos de barreras que actúan en sinergia y se alimentan mutuamente, las unas garantizando la supervivencia de las otras.

Por un lado hemos visto el nacimiento de nuevas barreras físicas, tangibles: vallas y muros construidos para contener la ola de sufrimiento en la que las economías neoliberales occidentales tienen responsabilidades importantes. Entre Macedonia y Grecia, Eslovenia y Croacia, Austria y Eslovenia, Hungría y Croacia, Eslovaquia y Hungría, Hungría y Rumanía, Ucrania y Rusia, Estonia y Rusia, Bulgaria y Turquía, Hungría y Serbia, entre Ceuta y Melilla y Marruecos, hay vallas construidas o planeadas.

Prejuicios, racismo, xenofobia son los elementos que constituyen el segundo tipo de barreras, planeadas con particular energía durante el 2015: barreras mentales fabricadas a través de los media para dar legitimidad a la construcción de las vallas. Sin la fabricación del consenso sería difícil justificar la violencia que se perpetra en las fronteras europeas. Los prejuicios llegan a ser los cimientos de las vallas, las vallas alimentan los prejuicios evitando el encuentro.

Las barreras físicas y mentales constituyen un elemento necesario a la supervivencia de nuestro sistema económico, son consustanciales a él. Resulta necesario construir barreras para poder reforzar las desigualdades en el ámbito socio-económico, para que la inicua repartición de los recursos se pueda perpetuar, barreras tanto más resistentes cuanto más se quiere incrementar las desigualdades. Las fronteras se convierten en el elemento necesario al mantenimiento del status quo, el elemento que esconde la verdad de nuestra economía. Sería peligroso para la estabilidad de Europa tener enfrente de nuestros ojos los efectos de las guerras que nuestra economía está produciendo.

Poco después de la caída del muro de Berlín, Francis Fukuyama, en su célebre artículo de 1989 'El fin de la historia' (seguido por el libro El fin de la historia y el último hombre en 1992), sostuvo que con la caída del régimen soviético la historia había terminado. Considerando la historia como un progreso lineal, un proceso acumulativo que con el tiempo lleva a alcanzar un objetivo final –siguiendo la filosofía de la historia de Hegel y Alexandre Kojève–, Fukuyama sostiene que con la caída del comunismo empieza la etapa final de la historia, triunfa el neoliberalismo económico y la sociedad va hacia la democracia perfecta: las ideologías y la política son sustituidas por la economía. Ya no son necesarios conflictos, revoluciones, nuevas ideas, la sociedad ha alcanzado su equilibrio, la historia ha llegado a su fin. Los acontecimientos históricos, a partir de 1989, sólo servirían para alcanzar el neoliberalismo perfecto.

"El fin de la historia significaría el fin de las guerras y las revoluciones sangrientas, los hombres satisfacen sus necesidades a través de la actividad económica sin tener que arriesgar sus vidas en ese tipo de batallas"

Precisamente las guerras que estallan continuamente con cadencia acelerada –y que paradójicamente son uno de los motores que mueven las ruedas de la economía neoliberal– demuestran que la historia continúa, que el supuesto equilibrio democrático de la sociedad neoliberal del que habla Fukuyama no existe, y nunca existirá por la esencia misma de la sociedad de consumo, por su desigualdad que genera conflictos.

La caída de las fronteras en 1989 y el triunfo del neoliberalismo ha generado, veintiséis años más tarde, la construcción de nuevas fronteras, que demuestran lo contrario de lo que afirmaba Fukuyama: en lugar de haber alcanzado la democracia perfecta asistimos a la decadencia de lo democrático, a su conversión en un simulacro. Las fronteras vuelven a aparecer, como el elemento necesario para poder mantener vivo el neoliberalismo y desmantelar lo democrático.

Otra acepción devuelve significado a la expresión 'el fin de la historia', considerada como el final de la era de la civilización humanaOtra acepción devuelve significado a la expresión 'el fin de la historia', considerada como el final de la era de la civilización humana, civilización que conscientemente se acerca a las fronteras de la historia sin accionar el freno de emergencia. 'El fin de la historia' es el título de un artículo de Noam Chomsky de septiembre de 2014, que analiza los efectos de la acción humana sobre el ambiente, su destrucción a través de la generación del cambio climático. Los últimos 300 años de civilización constituyen una nueva época –que los científicos han denominado Antropoceno– en la que la influencia del ser humano sobre el planeta es dramáticamente intensa. La fuerza destructiva de la acción humana –léase del sistema productivo neoliberal– es comparada por Chomsky con el efecto devastador del impacto de un asteroide con la tierra –ocurrido hace 65 millones de años– que causó la extinción de los dinosaurios. Hoy –dice Chomsky– el asteroide es el género humano.

Es tan clara como innegable la agonía de nuestra sociedad, su acercarse a su frontera, su camino hacia el abismo y la urgencia de un proceso inverso, de un cambio radical hacia una economía ética, para que los recursos se repartan equitativamente y la conquista de la naturaleza se convierta en su salvación.

24 de Oct 2014
Wayward Wandering

Un puente es una construcción que lleva a las personas de un sitio a otro pasando encima de un obstáculo, una barrera. Un puente puede, además, proporcionar cobijo, protección.

El María Moliner dice: Construcción de cualquier clase, fija, provisional, desmontable, etc., hecha sobre un río o un corte del terreno para pasar de una orilla o de un lado a otro. Más adelante el diccionario dice: Lo que sirve para acercar a personas o cosas; particularmente a personas, si existe entre ellas tirantez o enemistad. De allí la expresión Tender un puente: Hacer una persona por su parte una tentativa de aproximación para que cese la tirantez de relaciones o la enemistad entre ella y otra. Reconciliarse.

El color del hierro oxidado del puente de Vyšehrad ha llegado a ser parte de los colores de Praga

Praga, 1357: empieza la construcción del Karlův most, el puente más conocido de Praga, una estructura que pasa sobre el río Moldava, llevando a las personas de la ciudad antigua, Staré Město, a la orilla del castillo, Malá Strana. Diseñado por el arquitecto Petr Parléř y construido por centenares de manos anónimas, en el siglo XV era la arteria central para el paso de personas y mercancías, siendo el único puente que conectaba las dos partes de la ciudad divididas por las aguas del río, amigas y enemigas, fuente del agua potable de la ciudad y peligro en caso de inundación. Otra función no planeada del puente era dar cobijo a multitudes de mendigos, deudores, errantes. Mendigos, deudores, errantes que podían entender el puente, la razón de su construcción y encontrar protección. Las tres torres góticas que representan sus extremos se han vuelto parte de la ciudad, insertándose sin discontinuidad entre el puente, el río y las casas, sus techos de aguja dialogando con las cúpulas de las iglesias barrocas, contribuyendo sin violencia a la excepcional belleza de la ciudad.
 

Praga, 1871: el puente de ferrocarril de Vyšehrad, el Železniční most, es otro de los numerosos puentes sobre el río Moldava. Cinco siglos después del Karlův most, representa la transposición y adaptación del puente a la época del tren, medio de transporte colectivo que facilita la comunicación entre las dos partes de la ciudad y entre la ciudad y el territorio colindante. Un elemento que resulta fundamental para entender la función y naturaleza de un puente y determinar su relación con el entorno es la posición de la estructura en la ciudad. La posición del Karlův most y del puente de ferrocarril de Vyšehrad no es sustancialmente distinta, ya que repite el esquema de los primeros puentes que remontan a la época prehistórica --como por ejemplo el primer puente sobre el río Támesis en Londres (1750 AC)-- así como el de los puentes etruscos, romanos, románicos, renacentistas: una estructura para permitir al ser humano cruzar un río o una barrera, una construcción que acerca a personas y cosas, una obra que hace habitable un lugar, un puente tendido hacia lo otro. El color del hierro oxidado del puente de Vyšehrad ha llegado a ser parte de los colores de Praga, así como el verde de las cúpulas de cobre oxidado de muchos edificios de la ciudad [imagen 1].
 

Praga, 1927: nace el sueño de los ingenieros, construir un puente para conectar las dos orillas del valle Nusle --un tiempo una aldea en las afueras de Praga, tierra rica de viñedos (Vallis Vinarium) y molinos accionados por las aguas del río Botič, hoy en día zona céntrica de la ciudad-- haciendo pasar la más grande autopista de la República Checa por el medio de la ciudad. A los extremos del valle: por un lado la meseta de Pankrác --que recibe su nombre de la iglesia de Pankrác, pero que en realidad es hoy un lugar conocido por la cárcel homónima-- por el otro el centro de Praga. Josef Havlíček es el arquitecto funcionalista que presentó una propuesta, en el concurso de 1927, para la construcción del puente sobre el valle Nusle: una estructura de hormigón que se apoya en una serie de rascacielos [imagen 2]. El viaducto se yergue encima de las casas cortando el valle, yendo hacia la cárcel Pankrác. La propuesta no fue realizada, el sueño de los ingenieros se quedó suspendido. Algo nuevo ha nacido en el uso de la técnica, que siempre ha tenido un posible efecto adverso, pero ahora el equilibrio entre positividad y negatividad ha sido perdido.

Praga, 1967: 40 años después del concurso de 1927 para la construcción del puente --entre 1967 y 1970-- el viaducto sobre el valle Nusle (el Nuselský most) fue construido, siguiendo un proyecto distinto del presentado por Josef Havlíček, pero en realidad no muy diferente. El puente --500 metros de hormigón pretensado-- aunque no se apoya en rascacielos, pasa por encima de las casas existentes, a 40 metros de altura, y cruza el parque Folimanka, proyectando una sombra sobre casas en que las personas duermen teniendo la ilusión de vivir una vida plena y segura, siendo en realidad mendigos y errantes en un mundo en que se ha perdido cualquier referencia con las cosas [imagen 3].

El viaducto es la imagen más clara de las ideas políticas de la época del gobierno comunista. Una idea, una línea recta trazada en un plano, abstracta, se materializa en un viaducto gigantesco que lacera el espacio, como un Goliat moderno. Pero otra imagen es la representación perfecta de la relación entre uso moderno de la técnica, guerra, (intento de) destrucción de la persona y la ciudad y conquista de la naturaleza (por parte de los ingenieros y los burócratas): el uso de tanques soviéticos para realizar las pruebas de carga durante la construcción del puente, en 1970 [imagen 4]. Tanques que sobrevuelan las casas, las personas, conducidos por personas que no se pueden ver y que no pueden tocar, recorren un puente de hormigón que pasa a más de 40 metros de la tierra del valle Nusle, encima de los árboles y los tejados de unas casas que han perdido su referencia con el entorno.
 

En 40 años 400 personas se han suicidado desde el Nuselský most. Una persona cada mes ha saltado del puente. No sería completamente insensato ver los saltos como el deseo de retorno al sentido de las cosas, saltos desde los tanques hacia los árboles y las casas, saltos como desesperación por todos los puentes no tendidos hacia otra posibilidad, saltos como rechazos, como tentativas imposibles de reconciliación con el mundo frente a la insensatez de la historia. Como el intento de suicidio de Jaroslav Hašek en 1911 desde el Karlův most, gesto dadaísta ante litteram de rechazo de la insensatez de las acciones humanas, resumido en las aventuras de su valiente soldado Švejk durante la guerra mundial. Historia que habría que volver a construir a partir de los relatos anónimos de los rechazados, ya que, como dice Pasolini, "en los desechos del mundo nace un nuevo mundo: nacen leyes nuevas allí donde ya no hay ley; nace un nuevo honor donde honor es el deshonor. Nacen potencia y nobleza, feroces, en los tugurios apiñados, en los lugares sin frontera, donde crees que la ciudad acaba y donde en cambio vuelve a empezar, enemiga, vuelve a empezar miles de veces, con puentes y laberintos, obras y zanjas, tras marejadas de rascacielos que cubren enteros horizontes".

La administración, por su parte, ha contribuido a la solución del problema construyendo vallas de protección que impiden a las personas hacerse daño a sí mismas.

Wayward Wandering

Viaje en el espacio físico de la ciudad, las ideas que lo crean, la materialidad que lo compone, las excepciones y desviaciones que proponen posibilidades nuevas. 
Wayward Wandering es teórico de la arquitectura. Colabora con varios medios en el ámbito del pensamiento crítico y es consultor de la Universidad de Edimburgo en el área de las artes y la arquitectura.
 


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