Eduardo Quintela Bóveda, en sus tiempos jóvenes.
Hoy vamos con la historia de un mal bicho. No es un guerrillero pero sale en muchos libros de guerrilleros. No es un anarquista pero dedicó su vida a ellos, no a ayudarles, sino a su búsqueda, detención y muchas veces, a su exterminación. Hoy hablamos del infame Eduardo Quintela Bóveda, comisario de la Brigada Político Social de Barcelona.
Este afamado donjuán, virtuoso fumador de puros habanos, nació en el orensano pueblo de Cea el 13 de octubre de 1891, y no sabemos muy bien, como siendo sus padres profesores, el niño salió rana y se volvió policía. Opositó en 1917 y sacó plaza y no mucho después ya lo tenemos en la capital catalana vestido de paisano pero ejerciendo de policía. Casó con Balbina Fernández y tuvo una hija, a la que curiosamente llamaron Generosa, un adjetivo que si en algo casaba con él, era solo en sus malas artes.
Parece ser que nuestro personaje tenía gran devoción por otro elemento de altos vuelos, ni más ni menos que el comisario Bravo Portillo, encargado de los trapos sucios y del pistolerismo patronal en su lucha contra la CNT. En septiembre de 1919 un comando obrero elimina a Bravo portillo y parece que este acto marcó para siempre a Quintela, quien en su despacho tenía una foto del finado y era su figura a seguir. La ejecución de su héroe provocó en él un anti anarquismo que ya le acompañaría de por vida, y a ello se dedicó a tiempo completo.
El cadáver de Bravo Portillo tras ser tiroteado por un grupo anarquista.
En 1930 es destinado por un corto espacio de tiempo a El Ferrol, a donde llega como agente de 1ª clase, aunque poco después vuelve a su lugar habitual de trabajo, la ciudad condal.
Antes de llegar a ser el afamado y temido comisario de la BPS, nuestro hombre fue un agente de calle y aunque muchas personas pueden conocer el intento de asesinato que sobre él realizaron los grupos del “Quico” y “Los Maños”, unos cuantos años antes, esos viles anarquistas que pululaban por Barcelona ya habían intentado darle pasaporte, pues nuestro Eduardo empezaba a distinguirse en la persecución de libertari@s. En enero de 1933, a la salida del bar Centelles, en el barrio de San Martín, mientras seguía a cuatro clientes del mismo, al darles la voz de alto, fue tiroteado por tres de los individuos, él respondió a tiros, pero para entonces ya había recibido un tiro en un brazo y otro en una nalga. Sangrando abundantemente, volvió al bar desde donde pidió ayuda.
Si buscamos en la hemeroteca de la época, encontramos numerosas páginas de La Vanguardia en las que se mencionan sus servicios. Unas veces lo encontramos siguiendo y deteniendo bandas de expropiadores libertarios, como desarticulando grupos dedicados al sabotaje o investigando asesinatos. Para 1935, Quintela era ya el jefe del grupo de persecución de atracadores. Participa en Madrid como testigo de acusación contra los miembros de la Generalitat por los hechos secesionistas de octubre del 34.
El policía Quintela en el año 1919.
No se sabe a ciencia cierta cuál es la causa por la que en julio del 36 nuestro protagonista no estuviera en Barcelona, pero eso le libro con casi toda seguridad de haber sido ajusticiado por alguna patrulla de control o por los tribunales populares. L@s anarquistas, sus enemig@s naturales, se habían apoderado de Cataluña. Reaparece en mayo de 1937 en Valladolid destinado en la “sección de servicios especiales” como comisario jefe, siendo felicitado públicamente por su tarea en la consolidación de la paz pública.
Con el final de la guerra llega la hora de la venganza y la represión. En Barcelona destacó por su eficacia y crueldad el rondín antimarxista, que con los testimonios de quintacolumnistas, los datos recogidos en centros sindicales, nombres que salían en los periódicos de los años rojos e información abandonada en general, se dedicaron a la depuración de la horda marxista y anárquica. Uno de los capitostes de este rondín antimarxista es otro conocido de esta sección, el torturador Bravo Montero, digno hijo de Bravo Portillo, de tal palo tal astilla, no hay duda. Y Quintela se puso a lo suyo, a desenmascarar anarquistas y a desmontar las fuertes redes libertarias que aún quedaban. Presentó un extenso fichero en febrero del 39 que sería muy utilizado en causas contra números@s anarquistas, lo que acarrearía numerosas penas extensas de prisión y penas de muerte.
Parece ser que los poderes de Quintela con la llegada del franquismo, le permitían tanto investigar hechos acaecidos antes de la guerra como interrogar presos con condenas ya fijadas. De hecho, fue uno de los 14 comisarios nombrados directamente por Franco en el año 1939. Entre las tácticas de este personaje, estaba la de tras una gran redada, dejaban escapar a alguien, que era desde entonces seguido discretamente, y si este no se percataba de la vigilancia, poco a poco iba volviendo a montar la estructura, momento en el cual se daba otra gran redada, dejando escapar a alguien que no fuera el sujeto de la vez anterior. En 1941, se crea la Brigada Político Social, cuyos cuarteles se situaban en el tétrico edificio de Via Layetana, de cuyos sotanos sobre todo, guardan infausto recuerdo much@s desafortunad@s visitantes.
Este edificio fue el cuartel de la temida BPS en Barcelona.
Fue conocido como “el terror de la FAI”, disfrutaba de una merecida fama como experto torturador y según Sánchez Agustí, gozaba arremangándose en el preludio de cualquier “hábil interrogatorio”, que consiguió derrumbar a la mayoría. Aparte, una de sus mejores virtudes fue la de ir comprando conciencias a una parte de los anarquistas que detenía, para que actuaran como infiltrados dentro del movimiento libertario, entre ellos, posiblemente su mayor éxito fuera Eliseo Melís. Este hombre pasó la frontera y anunció a la CNT en el exilio, su caso, propuso actuar como agente doble, pero la organización no presto la atención debida, craso error que fueron pagando diversos militantes, unos con largas condenas de prisión, y otros con sus vidas. Melís llegó a ser secretario general de la regional catalana y fue finalmente ejecutado por un grupo de acción anarquista en 1947, aunque ya se había propuesto e intentado antes. Otros infiltrados conocidos fueron Antonio Seba, reclutado por Quintela en 1945, que también fue tiroteado, por un grupo “Los maños” en el bar Bracafé en 1949, tras lo cual desapareció de la vida pública o Aniceto Pardillo, miembro de “Los Maños” a quienes delató. Este último fue dado por muerto en Francia tras recibir una fuerte paliza por otro grupo de acción, aunque finalmente sobrevivió, logro escapar y pasar desapercibido durante muchos años. Entre los hombres de Quintela, destacan Pedro Polo, antiguo boxeador, al principio a las ordenes de este, otro destacado antianarquista, que a partir de 1946, fue el encargado de la Brigada de Servicios Especiales, encargada de ayudar a la BPS, Arturo Ureta, otro boxeador que a base de directos científicamente estudiados iba ablandando a los sospechosos, o un tal Molins, gigantesco policía que solía rematar la faena después de la dosis de boxeo. Algunos intentos de infiltración, aún así, no le funcionaron a Don Eduardo, Josep Dot fue puesto en libertad con la promesa de colaborar con la policía, pero según llegó a Francia comunicó los planes de Quintela y a este si que le hicieron más caso y no volvió a pasar al estado. A mediados de 1947 empiezan los intentos libertarios por eliminar, yo no a los colaboradores e infiltrados de Quintela, sino al propio comisario. El grupo de Facerías comete tres tentativas durante ese verano, que por diversos motivos acabaran fallando. En febrero de 1948 fue ascendido a comisario jefe. Y el 2 de marzo de 1949, tras haber investigado concienzudamente los itinerarios y rutinas del policía, los grupos conjuntos del “Quico” y “Los Maños” ametrallan el coche oficial donde se movía pero para desgracia suya y de muchos compañeros más, en su interior ese día no iba Don Eduardo, sino el secretario del frente de juventudes, Manuel Piñol y el jefe de deportes de la Falange, José Tella. El primero y su chofer resultaron muertos, el segundo quedó herido, Quintela seguía en su despacho de Via Layetana, vivito y coleando. Pocos días antes, los hermanos Sabaté, habían acabado con uno de los hombres de la BPS, el agente Oswaldo Blanco, en un intento de emboscada montado por este cuerpo policial a la salida del cine condal de Barcelona. Tras estos hechos, una cincuentena de miembros de la BPS de Madrid se trasladaron a Barcelona en lo que fue una temporada de locos en la capital catalana.
Durante el entierro del agente Oswaldo Blanco, Quintela con gafas oscuras.
Y por fin, durante el verano de 1953, le llegó la jubilación. El 4 de julio se celebró una fastuosa comida con más de 300 comensales para honrar su trayectoria y su “merecido” reposo. Acompañado de policías, militares y demás personalidades del régimen, se despidió a este elemento, aunque me imagino que los que más celebraron su paso a la jubilación, fueron una buena cifra de personas encarceladas y otras tantas que trataban de no caer en sus manos.
Circuló después un rumor, no sabemos si cierto o no, aunque en sus libros lo mencionan tanto Téllez como Sánchez Agustí, de que cuando fue cercado “Quico” Sabaté en su última expedición al estado, el enemigo número uno del comisario, al que nunca había podido poner la mano encima, allá por enero de 1960, el señor Quintela, ya sin su título policial, se desplazó desde su tierra natal, donde había ido a pasar tranquilamente su retiro, hasta las tierras de Gerona, para poder regodearse con la detención o mejor aún llegado el caso, con la ejecución de su viejo enemigo. Supuestamente, se hizo acompañar de su perro bloodhound, aunque no le sirvió de mucho la compañía pues “Quico” solía llevar encima siempre una bolsa con pimienta para evitar seguimientos caninos.y nos imaginamos que si realmente hizo el viaje, disfrutaría de lo lindo al ver el cadáver de Francisco Sabaté Llopart tendido sin vida en las calles de Sant Celoni.
La imagen más conocida del comisario Quintela.
Finalmente, en agosto de 1968, a la edad de 77 años, le llegó la última hora a este verdugo de anarquistas. Otro personaje, que como Franco, tras varios intentos de atentado, moría tranquilamente en la cama en la ciudad de Barcelona.
Por cosas de la vida, muchos años después de la jubilación y muerte de nuestro Eduardo, allá por 1974, otro celebre anarquista da con los huesos en los sótanos de Vía layetana, ni más ni menos que Luis Andrés Edo. ¿Y quien está al mando del cotarro en esta ocasión?, pues ni más ni menos que Bello Provincial, sobrino de nuestro personaje y que ahora ocupaba su puesto…en fin, que todo queda en casa.
Fuentes: Sabaté. (Antonio Téllez), El maquis anarquista (Ferrán Sánchez), Kyklos alpha (Kostas Floros), La revolta dels Quixots (Oriol malló), La CNT en la encrucijada (Luis Andrés Edo), hemeroteca de La Vanguardia y https://biosbardia.wordpress.com/2016/12/21/quintela-boveda-o-asasino-de-anarquistas-e-outras-historias-de-policias/