Una buena parte del 15-M ha debatido los últimos días si apoyar o no la manifestación del 19 de Febrero convocada por CCOO y UGT contra la reciente reforma laboral, lo que ha llevado a conformar en algunas CCAA un “bloque crítico” en las citadas manifestaciones.
Una buena parte del 15-M ha debatido los últimos días si apoyar o no la manifestación del 19 de Febrero convocada por CCOO y UGT contra la reciente reforma laboral, lo que ha llevado a conformar en algunas CCAA un “bloque crítico” en las citadas manifestaciones. Señalan el oportunismo de una clase sindical alejada de la realidad, adormilada por las subvenciones y por sus liberados sindicales, y silenciosa ante los sucesivos recortes sociales que PSOE y PP han llevado a cabo, y que tuvo su culmen en su apoyo a la reforma de las pensiones del PSOE que condenaba a las futuras generaciones a jubilarse a los 67 años. En realidad, como explica Antonio Antón en su libro “El devenir del sindicalismo y la cuestión juvenil”, la concertación sindical en la última década y media ha empeorado progresivamente las condiciones laborales de las generaciones más jóvenes que se incorporaban al mercado laboral. A cambio, conseguían paliar los recortes en derechos de los sectores laborales afiliados a esos sindicatos, trabajadores mayores de 40 o 45 años, principalmente del sector público u obreros de grandes industrias. Es decir, la precariedad laboral juvenil (las tasas de desempleo y temporalidad más altas de la UE-15, sueldos muy bajos), es consecuencia indirecta de negociaciones donde el sindicalismo mayoritario representó en mayor medida a sus afiliados que al resto de la población. Lo grave, repito, es que esa afiliación no era representativa del conjunto de los trabajadores (debido a las dificultades para la sindicación en el ahora mayoritario sector servicios). Es entonces lógico el “cabreo” de unos jóvenes para los que los sindicatos han sido entes ajenos durante la mayor parte de sus experiencias laborales (cuando las han tenido).
La función del sindicalismo, como la del Derecho Laboral –herido de muerte tras esta última reforma laboral-, es intentar compensar la desigualdad de fuerzas en la negociación de la que disponen los empresarios, apoyando acuerdos más justos entre las partes en los centros de trabajo. El problema es que tras los ataques a CCOO y UGT se esconde una estrategia de acabar no con esos sindicatos, sino con el conjunto del sindicalismo; es decir, de suprimir una herramienta básica para igualar la diferencia de fuerzas a la hora de negociar salarios, condiciones de trabajo o despidos. Una buena parte de los jóvenes indignados esperan que la caída de CCOO y UGT conlleve el ascenso de sindicatos críticos, combativos y alternativos a los anteriores, como pueden ser CSI, CGT o SUATEA en Asturias, o como algunos sindicatos gallegos y vascos que ya han convocado huelga general para el próximo 29 de Marzo. Sin embargo, la experiencia nos dice que la cosa no es tan sencilla. Necesitamos asumir dos cuestiones básicas. Primero, que los sectores donde CCOO y UGT han dejado de representar a los trabajadores, principalmente por la pérdida capacidad de sindicación (por ejemplo, al externalizar y privatizar empresas públicas), no han sido mayoritariamente tomados por esos sindicatos alternativos, sino por nadie. Dejarlos caer, sin más, puede reforzar una estrategia tatcheriana que evite que nadie ocupe en el futuro ese lugar. Segundo, que el cambio en la orientación del sindicalismo vendrá por la sindicación de nuevos grupos sociales y sectores profesionales, actualmente fuera de esa representación, a partir de desarrollar nuevos modelos de sindicalismo. En este sentido, la movilización de la Asamblea de becarios de investigación “Severo Ochoa” en Asturias –donde también ha colaborado CCOO- o las experiencias de sindicalizar la precariedad llevadas a cabo por CGT o CSI (residencias de tercera edad, Palacio de los niños) buscan incorporar a los excluidos de los derechos sindicales, reformando las metodologías tradicionales (asambleas abiertas vs delegados sindicales, generación de redes horizontales entre trabajadores, apoyo de trabajadores de fuera de esas empresas), algo que su inercia actual hace muy complicado de aceptar para CCOO y UGT. Es necesaria la organización colectiva de las personas trabajadoras precarias y excluidas, y eso nos ha de hacer defender con firmeza los ataques al sindicalismo realizados por quiénes quieren dar la unilateralidad a la Patronal.
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