- SERGIO FRUTOS
El primer número de DIAGONAL
ya contaba las
andanzas del entonces
obispo de Salamanca,
Braulio Rodríguez Plaza, que merced
a un mecanismo urbanístico
perverso como eran las “transferencias
- SERGIO FRUTOS
El primer número de DIAGONAL
ya contaba las
andanzas del entonces
obispo de Salamanca,
Braulio Rodríguez Plaza, que merced
a un mecanismo urbanístico
perverso como eran las “transferencias
de edificabilidad”, pudo
vender la edificabilidad del
cementerio. Una edificabilidad
teórica, ya que el objeto de la
venta era solamente el suelo, trasfiriendo
esa edificación a otro
lugar, de forma que el suelo de su
cementerio se quedaba como
estaba (en su poder y para el
mismo uso) y sus bolsillos engordaban
unos cuantos millones.
La jugada le salió bien, y tras su
traslado a Valladolid siguió por la
misma senda. Primero pegó un
pelotazo con un párking en el terreno
del seminario (también tratado
en DIAGONAL, nº 48), y luego con
otro en los terrenos y construcciones
de la Fundación Emilio Álvarez
para personas sordas y disminuidas
físicas que preside.
Ello le valió que Ángel Ceballos,
miembro de la Federación de Asociaciones
de Vecinos de Valladolid,
le dedicara un artículo en la
revista República, editada por el
Ateneo Republicano de Valladolid,
titulado “Los terrenales negocios
del ‘arzoavispado’ de Valladolid”,
cuyo título es enormemente ilustrativo
del espíritu que transmite.
Luego llegaron sus declaraciones
(descalificaciones) sobre los crucifijos
del colegio público de Valladolid
que un juez ordenó retirar,
su alineación con las cuestiones
más casposas de la Conferencia
Episcopal, y sus declaraciones
tras el pregón de la última Semana
Santa, en las que como no le
gustó el autor del mismo por
haber realizado en alguna ocasión
anterior valoraciones laicistas, dijo
que una cosa así no debería tener
cabida en la catedral. Nada dijo
sobre las subvenciones públicas
que esa misma catedral y la
Semana Santa reciben.
Y cuando este madrileño acaba de
cumplir los 65 años, edad en que
todo el mundo piensa en jubilarse,
le nombran arzobispo de Toledo,
plaza primada de España, y que
todo el mundo sabe que es un balcón
con vistas al Vaticano. Claro,
es que cuando los demás nos jubilamos
los obispos están en una
especie de tierna infancia para su
carrera en el geriátrico de la curia.
Se va a Toledo. En Valladolid se ha
entonado el famoso dicho “que
tengas tanta paz como tranquilidad
nos dejas”. Aunque, por una
parte se endosa el sujeto a los toledanos
que no tienen ninguna culpa,
y por otra, ¿el sustituto no superará
al sustituido? En un Estado laico
donde la separación de poderes
debería ser norma, esto tendría que
dejar indiferentes a toledanos y a
vallisoletanos no católicos, pero
¿de qué separación me habla?
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