Una acción, en memoria de las mujeres que sufrieron la represión fascista, culminó frente a la Basílica de la Macarena en Sevilla, que acoge los restos del máximo responsable del Ejército en Andalucía durante el golpe militar y la guerra civil.
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“Viva Sevilla la roja… ”. Es el inicio de una canción que resuena en la sevillana Plaza del Pumarejo. Nadie diría que es una antigua grabación. Parece que la misma plaza, y las mujeres que la llenan en ese momento, todas en silencio, vestidas de negro, de riguroso luto, se hubieran trasladado a los años treinta y más concretamente, a los días iniciales del golpe militar de julio de 1936. Así comenzó, el pasado viernes 24 de mayo, la acción “Las mujeres no olvidamos: 1936-2013”, como “homenaje a estas mujeres que sufrieron la represión fascista”.
La primera mirada en este viaje al pasado es a la historia de Isabel Atienza Lucio, de 72 años y madre del dirigente comunista Saturnino Barneto, cuyo cuerpo desnudo permaneció durante días en la misma Plaza del Pumarejo, tras ser torturada y asesinada, una práctica muy común en aquellos tiempos por parte de las fuerzas nacionales, a modo de “castigo ejemplarizante”. Una de las mujeres se transforma en Isabel Atienza, mientras otra persona le pone voz, en una supuesta conversación con su asesino: “Si me diera la vuelta y te mirara a los ojos sería capaz de destruirte, porque tendrías que apretar el gatillo viendo a todas las mujeres del mundo una detrás de otra. Todas están aquí ahora conmigo, sujetas de los brazos, llenando la plaza de cestos, faldas, pañuelos, rebecas, delantales, zapatos y alpargatas (…). Si alguna vez alguien habla de mí cuando yo ya no esté, también hablará de ti y por ello me deberás tu historia en la que se te nombrará como el que se atrevió a ser lo suficientemente cobarde como para matar a una muerta que sabe que su hijo está libre y que cuando apretaste el gatillo ya estaba lejos, calle abajo, confundida en el paso de tantas otras”.
Las mujeres inician entonces su recorrido, cogidas de los brazos, y aún en silencio, sólo roto por el sonido de los pasos en el empedrado que domina la mayor parte de estas calles de irregular trazado. Estamos en el entorno Macarena-San Julián, que en 1936 eran barrios proletarios del casco antiguo con gran arraigo comunista y anarco-sindicalista. Con apenas 80 viejos mosquetones –ante la reticencia de las autoridades republicanas de armar al pueblo- y calles sembradas de barricadas, resistieron durante más de seis días el golpe militar del 18 de julio.
“Es una tarea más ardua honrar la memoria de los seres anónimos que la de las personas célebres”, afirma Walter Benjamin. Más aún en el caso de las mujeres, se pretende evidenciar con esta acción. En varias calles se colocan placas, recordando a tantas y tantas mujeres anónimas, como en la calle San Luis: “Antigua calle de Ana y Teodora”, en la que puede leerse la historia de estas dos hermanas: “Teodora tocaba el arpa y defendía la república cuando le asesinaron a su hermana Ana y le encarcelaron a su marido. A la una la veló y al otro le llevó comida cada día a la cárcel. Cuando se le acabó el carbón con el que cocinar y el dinero para poderlo comprar, hizo astillas con los muebles de la casa. Comenzó por cortar las patas de las sillas y terminó, habiendo pasado por mesas, armarios o alacenas, deshaciendo en astillas el arpa, la música. El marido hambriento, el silencio de su casa y el de todo un país acabaron matándola”.
La marcha culmina en la Basílica de la Macarena. Aquí está enterrado Gonzalo Queipo de Llano, Jefe de la II División (Sur) en la guerra civil y máximo responsable de la represión del bando fascista en Andalucía: según los últimos estudios, que nunca podrán ser completos por la destrucción de archivos incluso en los años ochenta, tan sólo en la provincia de Sevilla fueron asesinadas más de 14.000 personas. Según denuncian las convocantes, “hasta 2008 Queipo de Llano fue hijo adoptivo de Sevilla, en 2012, Alberto Ruiz Gallardón, actual ministro de Justicia, y el rey Juan Carlos I, renovaron a su nieto el título de marqués que Franco le otorgó en 1950”. La Hermandad de la Macarena explica que “Queipo está aquí enterrado por su condición de macareno y nada más". Sin embargo, hasta el año 2009 permanecían en su lápida las referencias a su condición de “Excelentísimo Sr. Teniente General” y la fecha del 18 de julio de 1936, incorporándose, en esta reforma, su título de "hermano mayor honorífico". La lápida originaria, de 1951, contenía incluso más condecoraciones y escudos suprimidos poco después.
Unas cuantas convocantes penetraban en la basílica para depositar sobre la tumba de Queipo de Llano una corona de flores en memoria de las mujeres represaliadas por el fascismo. Responsables de la basílica les pidieron que salieran de allí, y que se llevaran la corona, que luego fue depositada sobre la "otra tumba"
Es sobre una réplica de madera de esta tumba originaria, colocada en el exterior de la Basílica, sobre la que se desarrolla la última parte de la acción. Las mujeres de negro la rodean, mientras se escucha uno de los numerosos discursos radiofónicos emitidos por Queipo de Llano desde Unión Radio (Actual Radio Sevilla de la Cadena Ser), éste, con fecha del 23 de julio de 1936: “Nuestros valientes Legionarios y Regulares han demostrado a los rojos cobardes lo que significa ser hombre de verdad. Y, de paso, también, a sus mujeres. Esto está totalmente justificado porque estas comunistas y anarquistas predican el amor libre. Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricones. No se van a librar por mucho que berreen y pataleen”. Los propios taconeos de las mujeres presentes van acallando su voz, y dos de ellas, mirada firme, brazos al aire, bailan, taconean, sobre la tumba reproducida de Queipo de Llano. Con cánticos alusivos y la lectura del manifiesto, culminaba este homenaje a las miles de mujeres que sufrieron la represión y luego fueron borradas de la memoria colectiva por los secuestradores del pasado.
Por qué y para qué se reprimió a las mujeres andaluzas
La historiadora Pura Sánchez, en su estudio “La represión de las mujeres en Andalucía durante la Guerra Civil y la posguerra (1936-1950)”, responde a la pregunta de “por qué y para qué se reprimió a las mujeres andaluzas”: “Las mujeres habían transgredido con sus actuaciones el modelo de mujer; y debían ser castigadas por ello, pero, además, había que recordarles cuál era su sitio. Era necesario devolverlas al hogar y, por tanto, a la invisibilidad (…). Además de esta represión, Pura Sánchez señala que las mujeres sufrieron “el terrible sometimiento del escarnio público, rapándoles la cabeza, haciéndoles tomar aceite de ricino y paseándolas después a la vista de todos en comitivas espeluznantes, acompañadas en ocasiones por bandas de música. Estas acciones, precedidas o seguidas en ocasiones de violaciones, tenían como objetivo servir de escarmiento a las transgresoras (…)”. El franquismo modela una mujer al servicio del régimen, confinada al hogar en su papel de “esposa-madre”, transmisora de valores dentro de la “célula primaria” de la sociedad, que es la familia. La legislación responde a este fin: derogación de los derechos igualitarios concedidos en la República, discriminación laboral, supresión del matrimonio civil, segregación de sexos en la escuela, etc. La Sección Femenina, con Pilar Primo de Rivera a la cabeza, asumirá la tarea de formar a las mujeres según este modelo: “El verdadero deber de las mujeres para con la patria es formar familias con una base exacta de austeridad y de alegría en donde se fomente todo lo tradicional (…). Para que sean el verdadero complemento del hombre. Lo que no haremos nunca es ponerla en competencia con ellos, porque jamás llegarán a igualarlos y en cambio pierden toda la elegancia y toda la gracia indispensable para la competencia”, afirmaba Pilar Primo de Rivera, en un discurso público, el 15 de enero de 1938.
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