21M: DÍA INTERNACIONAL CONTRA EL RACISMO Y LA XENOFOBIA
Racismo vergonzante y clasismo sin complejos

Desde la mitad de los años noventa se ha podido observar un paulatino retorno a posturas reaccionarias que han terminado infectando sin contestación el discurso y la acción institucional. Un nuevo pensamiento reaccionario ecléctico, de corta y pega, que a día de hoy puede registrarse en docenas de tertulias radiofónicas y televisivas, en cientos de blogs y en la constitución de lobbies y “movimientos sociales” que encubren su verdadera naturaleza bajo las advocaciones más variopintas.

, Antropólogo
20/03/13 · 14:19

Desde la mitad de los años noventa se ha podido observar un paulatino retorno a posturas reaccionarias que han terminado infectando sin contestación el discurso y la acción institucional. Un nuevo pensamiento reaccionario ecléctico, de corta y pega, que a día de hoy puede registrarse en docenas de tertulias radiofónicas y televisivas, en cientos de blogs y en la constitución de lobbies y “movimientos sociales” que encubren su verdadera naturaleza bajo las advocaciones más variopintas.

Todas estas plataformas mediáticas y políticas tienen un punto en común: aprovechan el rumor y las “leyendas urbanas” para hacerse un sitio dentro del imaginario compartido y lograr legitimidad. Son los altavoces de un discurso en el que lo seguritario ha desplazado al análisis y el orden público se coloca por encima de los derechos, haciendo bueno el concepto acuñado por el Premier británico John Major en 1993, “castigar más, comprender menos”. Es, por ahora, una suerte de populismo de baja intensidad que afronta algunas cuestiones sociales complejas siempre del mismo modo, agarrando el pez por donde primero se pudre, victimizarse y reclamar restricciones de derechos como solución disuasoria. El fascismo puede enmascararse un tiempo, mimetizándose, haciendo suyos postulados progresistas o negando ser lo que es, pero una vez que pasa a la acción, termina descubriéndose.

Pueden dar buena cuenta de ello las “patrullas vecinales”, instigadas por sujetos vinculados al partido ultraderechista Democracia Nacional, contra rumanos, musulmanes o familias desahuciadas, ocupantes de pisos vacíos, que aparecen justo en un momento en el que la delincuencia en la zona norte de Sevilla no alcanza ni de lejos las cifras de finales de los setenta y principios de los noventa. El abogado Ángel Luís Bordas, presidente del Foro Sevilla Nuestra, detrás de la denominada Plataforma Basta de Ya de Asentamientos y Gorrillas y activo bloguero, puede permitirse decir en una tertulia que hay “demasiados gitanos” en España sin que el moderador ni los concurrentes le repliquen; aseverar, con ocasión del octavo centenario de la batalla de las Navas de Tolosa, que los sevillanos somos de origen germano y que nada queda de sangre impura entre nosotros o mofarse de la muerte a golpes de una ciudadana rumana en su cuenta de youtube.

Podría parecer un fenómeno marginal si no fuera porque en medios de comunicación de mayor enjundia el derrotero reaccionario se afianza cada vez más. Carlos Colón, columnista del Diario de Sevilla, se permite llamar “fascistas” a los manifestantes de izquierdas, insultar a los jóvenes de la periferia, frisar la apología de la tortura contra los inculpados en el caso Marta del Castillo, sugerir la vuelta a los manicomios a la antigua usanza para impedir la “peligrosidad” de los enfermos mentales o pedir la intervención de los antidisturbios contra las aglomeraciones de jóvenes los fines de semana. Recientemente, al norteamericano J.J. Reels confesó en su blog del Diario de Sevilla que se apeó del metro sevillano temiendo una explosión cuando vio a un joven musulmán leyendo el Corán.

No esperemos un fascismo con correajes, desfiles, antorchas y brazos en alto, sino como una gramática insidiosa que se filtra en el lenguaje cotidiano y del que muchos, incluso quienes se consideran de izquierdas, poco a poco van participando. La palabra, como sentenció Bertold Brecht, no es inocente y es responsabilidad de todos no contemporizar con la palabra que apela a los miedos y los egoísmos individuales, porque ese es el lubricante del fascismo.

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