Este realizador se propuso examinar el ideario generado en torno al coche tras sufrir un atasco en una autopista. Hablamos con él del mito de las cuatro ruedas.

Hablar con Óscar Clemente, director de Sobre ruedas. El sueño del automóvil (2011) es echar toda una mañana, con su café, su tostada y casi que su vermú, y que todavía queden muchos temas por tratar. Y no es para menos, desmontar la sociedad de consumo y llegar hasta la piedra angular, el automóvil, requiere un trabajo estajanovista, que pasa por repensar el modelo de ciudad que hemos creado en torno al coche, la sociedad humana que surge a la par y analizar las consecuencias de todo ello de cara a un futuro que se vaticina aterrador, y que, de hecho, ya estamos padeciendo.
Bueno, para ir entrando en materia, vamos por la génesis, ¿de dónde surge la idea?
La idea surge tres o cuatro años antes de empezar a escribir el guión y arranca de una vivencia personal. Yo vivía en Lisboa y un día, saliendo en hora punta para Sevilla, en lugar de tomar la autopista de circunvalación en un sentido la cogí en el contrario por equivocación, y entonces tuve que hacer toda la ronda en hora punta y pude tardar como dos horas y media. Y primero es un espectáculo ver toda la cantidad de coches, de gente ahí metida, es como una mega concentración, sólo que no tienes la posibilidad de hablar con el vecino, es una situación muy paradójica, está todo el mundo atascado, pero todo el mundo metido en su burbuja. Y en principio escribí un falso documental en el que sucedía todo en una cola de coches, un poco al estilo de "La autopista del sur" de Cortázar. Y a partir de ahí luego, por otras circunstancias, empecé a leer a algunos teóricos sobre movilidad españoles, a Alfonso Sanz sobre todo. Y decidí convertir este falso documental en una idea más específica de documental, que al final es una metáfora de la sociedad de consumo, utilizando como hilo conductor el automóvil, que es un poco el objeto central de este mundo que hemos construido de posesión de objetos.
Al ver el documental, asusta bastante esa distopía que expones: consecuencias medioambientales catastróficas, ciudades totalmente deshumanizadas, individuos aislados… Es como si pasáramos del sueño del automóvil a la pesadilla.
Yo creo que hablar del automóvil y sacarle las costuras al modelo es un poco atacar uno de los dogmas de nuestra cultura, que es que los coches son buenos, y si no tienes coche eres un pringao, y eso está totalmente asimilado. Y realmente al mínimo que te acercas al tema del automóvil desde ámbitos un poco tangenciales tipo la filosofía, la ecología, la ingeniería.... te das cuenta de que es un modelo de transporte que no tiene ni pies ni cabeza, que está condenado al fracaso. Y no es que lo diga gente muy radical, es que coges el Libro Verde de Transportes de la UE y lo pone muy clarito, que no podemos seguir aumentando el flujo de tráfico porque es muy negativo. Pero a la vez me parece muy interesante porque representa el sueño de la sociedad de consumo. Realmente la sociedad de consumo nace con el automóvil, la producción en masa y el abaratamiento de los productos, que los inventa Henry Ford. Y es el pistoletazo de salida de todo lo que nos rodea. Hay que tener en cuenta que es una distopía que está desvelándose desde hace treinta o cuarenta años pero que también viene de un momento histórico muy potente, que es el momento en el que se descubre el uso del petróleo y se considera ilimitado. Entonces el sueño del automóvil es “somos la bomba, si esto no tiene fin, vamos a triunfar, vamos a tener cada vez más energía por cabeza y a darle carrete”. Y ahora mismo es un sueño muy apuntalado. Y uno de esos puntales es la publicidad, que me interesaba también un montón. Yo creo que aquellas cosas que son muy útiles en nuestra vida no necesitan una industria publicitaria por detrás creándonos un imaginario de maravillas. Creo que antes de la crisis, del coste medio de un automóvil en España, cerca de 450 euros es lo que se paga por la publicidad de ese coche, una barbaridad...
Lo que pasa es que en las ciudades al final se crea la necesidad de tener coche...
Ese es otro elemento. Todo surge en EEUU, porque es un sitio muy extenso y muy poco poblado. En un momento en el que el automóvil se convierte en el mito de la alfombra voladora que te lleva a todos sitios, se genera un modelo de ciudad dispersa, absolutamente dependiente del automóvil. ¿Qué pasa en Europa? Aquí es peor y a la vez es mejor. Teníamos un invento maravilloso y milenario que ha hecho las veces de automóvil que es la ciudad compacta, un modelo de ciudad donde tú podías hacer tus actividades cotidianas a la distancia de un paseo. Cuando la idea de progreso es tener un automóvil, el coche entra en ese modelo de ciudad y se lo carga. Mira el centro de Sevilla, era maravilloso cuando tú podías estar en la calle, en el momento en que te tienes que refugiar en una acera de cuarenta centímetros, ya deja de ser un placer hacer determinadas cosas. Cuando el automóvil se cepilla un ecosistema autónomo se produce la paradoja de que es el propio automóvil el que tiene la solución, que es llevarte a vivir a las afueras, y ahí es donde crea su propia necesidad.
Al final hablar de automóviles es hablar de cómo construimos las ciudades, por qué son como son.
Es que cualquier conjunto de casas rodeadas de carretera y de parking no es ciudad, no cumple las funciones que tradicionalmente había cumplido la ciudad, que es socialización, servicios, etc. y eso habría que invertirlo. Ha surgido hace poco esta noticia del Ikea (que hace las veces de comedor social por sus precios tan bajos)... habla mucho del modelo de ciudad. No hay una red, en el momento en que te vas a vivir a un adosado pierdes tu red. Y estás rodeado de gente que tiene su jardincito como tú, pero que no tienen relaciones, no hay bares, no hay tiendas... Y además es un modelo de comprar en grandes superficies, porque alrededor no hay nada. Y al final surge esto de Ikea como comedor social, cuando en realidad si hubiera un modelo de barrio habría muchas maneras de solucionar la crisis, que no pasarían por comerte una salchicha a un euro.
Esto tiene que ver con la idea que expones de cómo la ciudad pierde el concepto de plaza y se convierte en un pasillo.
Ese es un concepto que planteó Santiago Alba Rico en el documental, que, como curiosidad, fue guionista de La bruja avería. Y él plantea esta idea, convertir un espacio público en una carretera es una privatización del espacio porque solo los automóviles lo pueden usar. El ser humano ha desarrollado su vida en dos tipos de espacio: uno son las plazas, que son los lugares de la socialización, del encuentro y del intercambio, y el otro es el pasillo, que tradicionalmente, ha sido un sitio que básicamente servía para llegar de una plaza a otra. En el momento en que tú conviertes todo el espacio público en un pasillo, el espacio pierde su función, el modelo de ciudad compacta desaparece... Es verdad que el ser humano se caracteriza por estar, por convivir, por conversar, y no por desplazarse de un sitio a otro, que sería un poco la vida de roedor que se habla en el documental. Los ratones sí son animales que tradicionalmente han hecho su vida en un pasillo, pero nosotros no.
También se ve el tema de la plaza en la desaparición de la autonomía infantil...
Al final queda esta cosa perversa de que los niños son los culpables de los accidentes, "¡peligro niños!". Un ser de treinta kilos que se desplaza a cuatro kilómetros por hora no puede ser un peligro, sobre todo frente a otro que pesa más de media tonelada y alcanza grandes velocidades. Y esta culpabilización del niño ha tenido como consecuencia que al final la crianza en la calle desaparece... Si miras los parquecitos infantiles son como cercados, son como reservas de la biosfera infantil en la que ese objeto peligroso que son los niños, vive en cautividad.
Sí, con los peatones en general también pasa lo mismo. Yo no sé si recuerdas Peatón Bonzo, esa campaña que ZEMOS98 hizo ya algunos años en Sevilla. Es la resistencia del peatón, que son vistos casi como terroristas, por el hecho de caminar por las ciudades.
Sí, totalmente. Y luego hay un fenómeno que ha surgido en los últimos años que está muy bien, que es la peatonalización de calles, como Asunción aquí en Sevilla. Al principio, todos estaban en contra, había movilizaciones, y una semana después de las obras, ya nadie se acuerda de que pasaban coches por ahí y está todo el mundo en la calle. Al principio hay una resistencia, pero luego hay una gran aceptación social.
Das un dato muy interesante: una familia del área metropolita recorre una distancia en tres meses equivalente a lo que Marco Polo recorre en toda su vida. Todo para hacer una vida totalmente sedentaria...
Sí, el nomadismo sedentario, ese es un concepto de Pilar Vega, y son datos reales cogidos de una familia real de Villalba en Madrid. Con el añadido de que Marco Polo tuvo infinitas experiencias vitales y la tuya es escuchar Kiss FM. Ni siquiera está esa idea mítica del viaje como acumulación de saberes, intercambio de experiencias...
Y ante este panorama, ¿qué hacemos?
Pues la industria del automóvil ofrece como alternativa al problema del automóvil otro automóvil, que usa biocombustibles. Eso no funciona, sobre todo, porque si como seres humanos pretendemos generar un modelo que pueda satisfacernos a todos, está más que demostrado que no nos podemos mover cada uno en nuestro propio coche, es que no hay espacio. ¿Soluciones? Pues claramente es invertir ese modelo de ciudad que nos ha generado esa dependencia al coche. Aquí en Europa y en la cuenca mediterránea lo tenemos tan fácil, volver al modelo de ciudad que teníamos en el que podíamos satisfacer nuestras necesidades cotidianas en un entorno cercano, y eso además va a repercutir en tener entornos más ricos, vamos a poder hacer más vida en la calle, vamos a tener un barrio con comercios y otros servicios... El modelo del coche es el modelo de consumo de internacionales y es el modelo de “yo hago la compra un día al mes en un gran hipermercado, donde además tengo un garaje”. Frente a eso, yo pondría un modelo de economía local en el que pongamos el acento en recuperar la idea de vecindario. Y por otro lado, hay que fomentar medios de transporte más sensatos, la bicicleta y el transporte público. Nadie duda de que el coche es una de las grandes cimas de la cultura humana. La paradoja es que el símbolo de la libertad individual, cien años después, se ha convertido en lo contrario. La libertad ahora es no tener que coger el coche cada día, entonces vamos a trabajar en esa línea.
Reseñando Sobre ruedas. El sueño del automóvil
Por Bilal Paladini
En el mes de Noviembre, se proyectó en el Festival de Cine Europeo de Sevilla el documental Sobre Ruedas. El sueño del automóvil, del director Óscar Clemente. La obra muestra entrevistas a los mejores expertos del país en materia de energía, sostenibilidad, urbanismo, sociología, etc… para poder explicar todos los impactos que el desarrollo y la expansión del automóvil han tenido sobre la vida de las personas. Entre estos expertos, destaca la intervención del recientemente fallecido Ramón Fernández Durán.
El documental aborda con gran sentido del humor y unas tomas muy bien logradas las consecuencias negativas del modelo de movilidad basado en el coche: inversión en mega infraestructuras ineficientes, ocupación del espacio, crecimiento de la ciudad difusa con la consecuente desaparición de modos de sociabilidad tradicional, es decir, la pérdida del modelo de ciudad compacta mediterránea donde las plazas eran centros de socialización. Surge entonces la ciudad-pasillo, donde los lugares de socialización se localizan en centros comerciales. También se muestra la imposición del coche por la ley del más fuerte, que impide a los niños jugar en la calle y dificulta el desplazamiento de las personas con diversidad funcional, especialmente en zonas como las estrechas calles del casco antiguo de Sevilla.
A nivel teórico, aparecen algunos datos que resultan realmente impresionantes, como que los 1000 millones de coches que existen, colocados en fila india, darían la vuelta al ecuador 100 veces, que la extensión que ocupa todo el parque automovilístico europeo supera la superficie de Suiza o que alrededor de un 40% de la energía que consume la humanidad se destina al transporte. Según el director, la quema de combustibles fósiles que genera el sistema productivo actual, provoca en la atmósfera el mismo efecto que encender el motor de un coche dentro de un garaje subterráneo.
Visualmente, hay dos grandes atractivos. Por un lado, el archivo de imágenes que usa: películas de propaganda americana pertenecientes al archivo de dominio público Prelinger e infinidad de campañas de la DGT desde sus inicios, que, vistos desde la perspectiva actual, resultan a veces surrealistas. Por otro lado, la gran baza son las animaciones a cargo de Diego y Miguel Brieva, que son todo un derroche de imaginación y comicidad.
Aún le queda una larga vida a este documental, que ya ha ganado dos premios en China y ha pasado por numerosos festivales internacionales, como el Festival Cinemambiente de Turín, donde recibió la mención especial que concede WWF Italia, o el festival que organiza la televisión árabe Al Jazeera, en el que estuvo nominado al premio Al Jazeera Documentary Channel, y además está programado que se estrene en Moscú, Washington DC y Bueno Aires.
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