Juan Manuel López Acosta, agente libre de desarrollo sostenible, y Zohar Chamberlain Regev, activista y co-fundadora del TruequeSierra, comparten con DIAGONAL una animada conversación sobre el presente y futuro de las iniciativas que persiguen el sueño de convertir el mundo rural andaluz en un territorio autosuficiente y sostenible.

¿Cuál es el momento actual de las iniciativas sobre soberanía alimentaria en la sierra?
J. M.: Ahora mismo, estamos en un periodo de plenitud con el tema del campesinado, hay una conciencia que es la que se perdió cuando se desarticuló todo el sector agrícola y ganadero, con la destrucción de los recursos locales y de diversificación de rentas protagonizados principalmente por el sistema familiar. La toma de conciencia es lo que motiva a la gente a luchar por otra forma de vida. Aunque se está dando ahora de otra manera, es un buen caldo de cultivo: por necesidad, por la crisis económica que está habiendo y, lo más importante, por un espíritu que está entrando en toda Andalucía, que es el querer otra sociedad distinta de la capitalista. Se están articulando como corpúsculos o grupos que se organizan priorizando las necesidades de una alimentación sana, otras lo hacen por una educación, por una estructura de redes y de intercambio para que desaparezca la moneda… Cada grupo se identifica con una necesidad, pero al final es en un proceso de articulación entre sí.
En la sierra están creándose pequeños grupos de huertos comunes, viendo que cada uno, con su huerto, no hace nada. Se ha recuperado una de las prioridades de las zonas rurales: la gente tenía interiorizado que por sí mismo, como individuo y en el campo, no consigue grandes cambios. Era una de esas normas que no está escrita en ningún sitio pero que pertenecía a la ruralidad campesina donde hay que respetar al vecino por encima de todo. Siempre va a haber una necesidad mutua de apoyo a partir de donde se regían las relaciones sociales y se tejía una red en las relaciones campesinas. Esa recuperación de la necesidad de cooperar es la que está moviendo a que la gente no quiera trabajar su huerta en solitario, que las mujeres se agrupen para tener un parto natural, para crear grupos de consumo… pero, eso sí, con una conciencia que crece por detrás y que está permitiendo que se estabilicen todos estos grupos. Lo más importante ahora es la creación de redes.
Z.: La idea de crear una red de intercambios se basa en la necesidad de apoyarnos mutuamente, principalmente de la gente que viene de fuera, más que de la gente de los pueblos que ya tenía su red de apoyo funcionando. Se intentó hacer esto de forma estructurada con una gestión centralizada, pero sin una moneda física, sino que son puntos virtuales que se van ganando a través de favores que se realizan, se van registrando en algún sitio y se puede así pedir otros favores. Mucha gente que se apuntó al grupo dudaba de que la idea de una moneda local que iba a favorecer el intercambio y de alguna forma también la autoestima personal, pudiera ofrecer cosas, y sólo el hecho de pensarlo les ha ayudado. Hay que admitir que este proyecto no funcionó del todo bien, llegó a tener un centenar de personas pero a la gente le costaba pedir cosas o cubría sus necesidades de otra forma. Después evolucionó en una red de apoyo para proyectos específicos, por ejemplo, para ayudar a cavar una zanja de drenaje, levantar una pared o hacer una huerta. Pero siempre tengo la sensación de que se queda más entre los forasteros y que la gente de los pueblos no se acerca tanto, para mí esto es un desafío más, que veo también en los mercados campesinos. Cuesta hacer que la gente misma del pueblo se acerque a los mercados. Es una inquietud, pero aún no tengo respuestas.
Contadnos algo sobre el proyecto “Mercados Campesinos de la Madre Tierra”…
J. M.: Surgió hace tres años. El proyecto en sí está evolucionando hasta el punto de que este año se ha abierto a cuatro pueblos y hay demanda de otros pueblos en la comarca que quieren que el mercado se extienda en la sierra. Aunque este no es el objetivo con el que nació el mercado, que trata de ser un incentivador, un escaparate para que la gente del mundo rural viera que se puede volver a sacar una renta de los excedentes de cada huerta o cada unidad familiar y que la calle es el mejor sitio para comercializar de forma directa. El recurso del conocimiento, el recurso genético de las semillas y la tierra están en la gente local y queremos movilizar esos recursos como prioridad: la gente se mueve si ve que algo funciona y le interesa. Si la gente le ve utilidad, el proyecto seguirá hacia delante. En un primer momento se ha aprovechado mi experiencia en el mundo rural para su implantación. Ahora, en cada pueblo -Alájar, Galaroza, Almonaster y Fuenteheridos- funciona con gente de esos pueblos o próximos a ellos, que coordinan y se hacen responsables de ese espacio siendo ellos los que lo gestionan y lo ponen en marcha.
¿Y cuál es el papel de las administraciones?
J. M.: Por parte del gobierno autonómico, de momento no hay oposición ni facilidades y mientras sea así, nosotros seguimos hacia delante, aunque lo ideal sería que sí se implicara, pues estamos trabajando valores muy profundos e interesantes para la conservación de todo tipo del patrimonio cultural, genético, natural… Desde las administraciones centrales es algo que les interesa y que fomentan. Se podría materializar más ese apoyo con incentivos. El proyecto se está trabajando de forma autogestionada y autónoma y así queremos que siga de momento, pues así lo decide la asamblea que gobierna los espacios, pero apoyos siempre se necesitan. En Huelva, la Diputación ha reconocido los valores que estamos transmitiendo y se fomentó una campaña con la que se pretendía extender este proyecto otros lugares de la provincia, haciendo una ruta por siete pueblos que fue realmente fructífera, pero para que eso cuaje tiene que haber un equipo de gente detrás que levante el proyecto allí con la población local y eso requiere de recursos económicos. Las administraciones locales donde se está haciendo, hasta ahora se están volcando al 100%.
¿Y vuestros sueños para el futuro del mundo rural?
Z.: Estuve el fin de semana pasado en un encuentro de la RAM (Red de Apoyo Mutuo) de Córdoba y la verdad es que me gusta la forma en la que funcionan, al menos desde fuera. Conozco la sierra y hay muchos proyectos individuales y no se puede cultivar sólo en el campo… ¡y aquí está todo vallado! (risas) En la sierra no hay grandes extensiones pero está cada uno en su finca o en su historia y me gustaría ver más apoyo mutuo, creo que la gente podría aprovechar mucho de esto. Hay proyectos que funcionan e iniciativas pequeñitas de familias que están haciendo cosas juntas, pero habría que crear una red así para poder realmente desconectar lo máximo posible del gran sistema.
J. M.: Por mi parte… el sueño utópico que pretendemos es convertir la sierra en un territorio autónomo sostenible donde todo lo que se genere se consuma aquí y que seamos autosuficientes por lo menos en lo básico, alimentación, ropa… y aquello que nos permita mantenernos. La riqueza que tiene la sierra en cultura y artesanía, es impresionante… y en los trece años que llevó aquí, que no es nada, he ido viendo cómo se está perdiendo… mueren los maestros y sabios de la sierra. Hay gente motivada para coger el relevo pero hay que dar esas facilidades para el encuentro y ahí es donde yo le pediría a la administración que no ponga trabas, que permita a la población realmente desarrollarse con todo su potencial y todo su esplendor. Es lo único, simplemente eso, este podía ser fácilmente un territorio autónomo y sostenible.
comentarios
0