Era un día para el reencuentro, para la celebración, la complicidad, la alegría e incluso para la nostalgia. Quizás no estaba todos los que eran, pero sí eran todos los que estaban. Más de 80 personas acudieron a la convocatoria de la Red Anti-LOU en la Plaza del Pumarejo para celebrar la absolución de los encausados por la manifestación en el rectorado de la Universidad de Sevilla en el 2002, como parte de las acciones de la lucha contra la LOU (Ley Orgánica de Universidades) implantada por el Gobierno de Aznar.

“La absolución fue una gran alegría”, cuenta Carmen Yuste, una de las encausadas y posteriormente absuelta, “en primer lugar porque después de diez años se demostró que las expulsiones y detenciones tuvieron más que ver con una persecución política que con otra cosa. En segundo lugar, porque podíamos ceder a otros compañeros y compañeras el dinero recaudado para afrontar las posibles multas. Finalmente, porque se ponía punto y final a un proceso demasiado largo y podíamos dejar de pensar en el juicio y centrarnos en nuevas movilizaciones y luchas actuales que son en las que ahora centramos nuestras energías”.

Cheques del LOU-Bank

Los componentes del movimiento Anti-LOU entregaron a cuatro colectivos una serie de cheques simbólicos en los que de algún modo devolvían el apoyo recibido por parte de los movimientos sociales con la intención de que puedan servir para saldar futuras multas. El SAT recibió 3.000 euros “en solidaridad por la represión que sufre el sindicato”. La misma cantidad recibió el colectivo de abogados “17 de Marzo”, que afirmó al recoger la donación: “no será para nosotros sino para poder seguir apoyando a los diversos colectivos sociales y activistas individuales”.

Los otros colectivos que recibieron las donaciones solidarias fueron los represaliados del CSOA “Casas Viejas” y el Movimiento de Acción Estudiantil (MAE), sus “sucesores” en las trincheras universitarias.

Un punto y seguido

El movimiento Anti-LOU supuso un antes y un después en la vida de sus protagonistas, como contaba Carmen Yuste a DIAGONAL: “La lucha contra la LOU supuso un proceso importantísimo en nuestras vidas. Para muchos fue el primer contacto con el activismo político, por lo que supongo que para esos compañeros y compañeras el impacto fue aún mayor. Éramos muy jóvenes, teníamos como mucho 23 años y la dimensión que alcanzaron las movilizaciones fue impresionante. La lucha contra la LOU no fue homogénea en todo el Estado, y Sevilla fue uno de los focos más activos y combativos. Todo esto fue una experiencia vital y política difícilmente repetible. Recuerdo aquellos meses de lucha cargados de energía, de ilusión, de compañerismo, de solidaridad… Luego llegó el momento de la represión, las expulsiones de la universidad y las detenciones. Fueron momentos muy duros, muy frustrantes y muy injustos. Pero también de la represión se aprende y de lo bueno y de lo malo hemos bebido hasta el día de hoy para seguir en las luchas que son hoy más intensas que nunca”.

La gran mayoría de las personas que vivieron esa experiencia están actualmente vinculadas a movimientos sociales, por lo que en el sentir de quienes asistieron la absolución es una “pequeña-gran” victoria, pero debido a la situación actual de represión que viven las protestas ciudadanas piensan que no será la última batalla y así lo expresaban en su manifiesto: “Ahora comprendemos que la lucha tiene consecuencias, que somos muy vulnerables, que el enemigo es muy poderoso, que la guerra va a ser larga y que debemos estar preparados. Pero sabemos también que se puede ganar, que juntos somos más fuertes, que nos crecemos con la dificultad y que no hay que rendirse, nunca. Porque somos como los siameses, si cae uno, caemos todos.”