Las luchas sociales no suelen ir encabezadas por nombres de mujer. Sin embargo, en cuanto escarbas en la historia de los hechos saltan nombres femeninos que dan vida a los trabajos colectivos de muchas realidades sociales. Esto también sucede en la historia de la Casa Palacio del Pumarejo, que se ha convertido en todo un símbolo de creación de tejido social y vecinal en Sevilla. Mujeres que a simple vista son invisibles, pero que sin su aportación no existirían espacios como el Pumarejo según lo conocemos.

Las luchas sociales no suelen ir encabezadas por nombres de mujer. Sin embargo, en cuanto escarbas en la historia de los hechos saltan nombres femeninos que dan vida a los trabajos colectivos de muchas realidades sociales. Esto también sucede en la historia de la Casa Palacio del Pumarejo, que se ha convertido en todo un símbolo de creación de tejido social y vecinal en Sevilla. Mujeres que a simple vista son invisibles, pero que sin su aportación no existirían espacios como el Pumarejo según lo conocemos. Toñí no necesita apellidos ni títulos nobiliarios para pasar sus días en un palacio. Ella es un ejemplo de lucha junto a muchas otras mujeres invisibles. Antes del año 2000 y de implicarse en la lucha de la Casa Palacio del Pumarejo se había “buscado la vida trabajando desde los 17 años” y dado a luz dos niñas. Primero se implicó en proyectos pedagógicos como montar un aula de psicomotricidad con otros padres y complementar la educación formal. Después, quedó “fascinada” por el Pumarejo, sus espacios abiertos a las personas. Desde entonces han pasado muchas cosas que sin su aportación no hubieran sido posibles como la apertura de la Biblioteca o la catalogación de Bien de Interés Cultural en el que trabajó recopilando información en hemerotecas, organismos públicos y bibliotecas.
¿Cómo empieza la lucha por lograr que la Casa Palacio del Pumarejo sea hoy un espacio abierto al barrio del que disfrutan tantas asociaciones y gentes diversas?
En un principio era una propiedad de cuatro hermanos. En aquel entonces era algo bohemio vivir allí y los alquileres a los nuevos inquilinos eran caros. Así que los alquileres a las vecinas de toda la vida no interesaban y se dedicaban a no arreglar las cosas e incluso en los 90 vemos que dejan de alquilar y someter al edificio a una dejadez. Se fueron cerrando espacios y vimos como este proceso de “echar” a la gente del barrio de sus casas ya estaba sucediendo en otras casas de vecinos de renta antigua. Fue muy duro ver salir a mucha gente del barrio porque declaraban casas en ruinas, no las arreglaban, porque en el fondo había un proceso de especulación y querían que se fueran las personas de toda la vida. Sin embargo, un grupo comenzamos a investigar sobre la historia y los usos que había tenido el Pumarejo. Fui a la biblioteca, aparecían personajes de la historia sevillana como un imaginero, fui al Archivo Municipal, la hemeroteca... Un proceso largo que descubría la importancia histórica del Pumarejo. Nos enteramos que los hermanos han puesto el edificio en venta.
¿Quién salta la liebre de que el Pumarejo está en peligro?
Había un grupo de gente activa en contra de hacer el parking en la Alameda, otro proceso especulativo, gente como David Gómez, de la Plataforma del Pumarejo, tenían información sobre los planes de especulación que había en el centro. Hay una reunión a la que va Pepe Pedrinazzi, el hijo de Felisa (una de las tres vecinas que a día de hoy sigue viviendo en el Pumarejo). Comienzan muchas reuniones, vienen asociaciones cercanas y se constituye la Plataforma de la Casa Palacio del Pumarejo. Yo me dedicaba a pasar las actas de estas reuniones. En 2001 se contrata a un antropólogo especialista en patrimonio, Javier Hernandez, para presentar un dossier y conseguir la catalogación de Bien Cultural. Había que hacer un proyecto muy elaborado, no sólo arquitectónico, sino social e histórico y se descubre la importancia de la Casa. Yo le ayudo a buscar información, Carmen Guerra, arquitecta, también colabora. Se crea un equipo de trabajo muy amplio. Sin embargo, en 2000 nos llega la “amenaza de ruina”, que era el formato más utilizado en la zona para echar a los vecinos de sus casas. Muchas casas desaparecieron, porque en el momento que se declaraba ruina, ya no servía el contrato de alquiler. Este era un atajo para echar a la gente que tenia alquileres de renta antigua.
¿Y las vecinas como vivían este proceso de ver que cada día se acercaba el echarlas a la calle?
Hay una anécdota muy graciosa. Un día las vecinas deciden que tienen muchas macetas en el patio del Pumarejo y que se tienen que repartir las macetas antes de que las echen y dejan el patio vacío.
¿Qué cambios llegan al Pumarejo con la apertura de su sala de abajo como “Centro Vecinal” (el que ahora utilizan decenas de colectivos para sus reuniones)?
Comenzamos a reivindicar los espacios cerrados y se decidió arreglar la parte de abajo. Vimos que había una sala de 200 metros, barra, baños, mesas, había de todo sin utilizar. Fumigamos, entramos con mascarilla. Hicimos una convocatoria de prensa y llamamos a los propietarios para que supieran que la gente del barrio estaba revitalizando el espacio. Fuimos a Urbanismo donde se quedaron un poco alucinados al ver a un grupo de vecinos. Ellos no hacían más que pedir “un interlocutor válido”. Nosotros decíamos “cualquier persona es válida”. La diversidad del Pumarejo siempre ha dejado muy descolocada a la gente de Urbanismo. Sin embargo, el trabajo, la complejidad de la situación y la constancia han jugado a favor del Pumarejo.
Han ofrecido a Mariano (bar aledaño al Pumarejo) que se fuera. Él era muy crítico y con 80 años dijo al Ayuntamiento: “Si hay que irse, nos vamos juntos, haremos lo que diga la Plataforma”. El proceso de crear tejido social en el barrio había comenzado. Pero no todas las casas tuvieron la misma suerte ¿verdad?.
No. Hemos visto desaparecer casas en Divina Pastora, corralones de artesanos en San Luis, en Arrayán también hubo una lucha. Pero, al menos, de esta lucha nace La Liga de Inquilinos, y vecinos de otras casas iban a la Liga de Inquilinos al Pumarejo a asesorarse para poder aguantar en sus casas.
¿Cuál ha sido tu función en La Liga de Inquilinos?
Se retoma la corriente de la Liga de Inquilinos de 1919 en homenaje a Diego Corriente que batalló en un corral en Triana que iba a desaparecer. La Liga ha acompañado a mucha gente que tenía contratos de renta antigua. Fuimos precursores en temas de vivienda cuando había la burbuja. Sin embargo, hay un cambio social y los contratos de renta antigua van desapareciendo. Se eclaraba ruina muy fácilmente y se iban acumulando los casos a los que asesorar y acompañar. Por ejemplo, hubo un caso muy sonado, el de Rosario Viudo, una mujer mayor que con el cambio de pesetas a euros se equivoca en el ingreso de su alquiler de renta antigua, la echan de su casa, tuvo mucha repercusión e hizo saltar las alarmas.
¿Cómo va avanzando la lucha por el Pumarejo?
Se abren más espacios para que la gente los use. El bajo 5, la biblioteca, pensada para que se pudiera disfrutar de ella a pie de calle. Todo se fue recuperando.
¿Cuándo se habla de los procesos y de que el afecto es revolucionario que significa? ¿cuál ha sido la clave de lograr crear tejido vecinal? ¿Los cuidados han mantenido la Casa del Pumarejo?
Sí, los cuidados han mantenido la Casa. Recuerdo a una de las vecinas, Rosa, que cuando había reunión de la Plataforma bajaba de su casa una tortilla y botellines. Se entretenía hasta en poner los palillos a los trocitos de tortilla. Sin duda los cuidados nos mantiene. Otra vecina, Felisa, ponía potaje. Las reuniones con este apoyo eran otra cosa.
¿Las vecinas mayores que van quedando en la casa van cambiando de mentalidad hacia el proceso de convertir el Pumarejo en una Plataforma de lucha y una casa vecinal?
Sí, las vecinas se dan cuenta que los enchaquetados de Urbanismo entraban y se ponían a tirar el techo de una vivienda sin decir nada. Se dieron cuenta que no podía entrar cualquiera y sin embargo vieron como la gente joven con sus pintas y sus pantalones rotos se ayudaban los unos a los otros, rehabilitaban espacios, pintaban y limpiaban la casa. Hubo un cambio de mentalidad colectiva. Incluso trabajamos con la Universidad Pablo de Olavide en un Proyecto de Investigación de Acción Participativa.
¿Y cuál crees que es el futuro de la Casa ahora?
Lo importante ha sido saber “pasar el testigo”. Dejar que nuevas personas se impliquen y participen. Que lleguen cosas nuevas y que no se pierda el principio de lucha, de como se inició el concepto vecinal y el trabajo. Resulta que ver salir del barrio a tanta gente querida tiene un nombre para los técnicos de Urbanismo. Se llama gentrificación. Ellos se van y llega una población nueva. Se pierde el hilo conductor y se deja de hacer vida de barrio. El Pumarejo, embargo, es un lugar de interés etnológico por sus diversos usos residenciales, su arquitectura y su valor social. Es un patrimonio vivo que está asociado a las actividades de la gente y lo importante es que eso siga vivo.
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