Festival de Cine Europeo de Sevilla
El futuro, todo sigue

El futuro se presentaba en la décima edición del Festival de Cine Europeo de Sevilla. Luis López Carrasco, que traía también Árboles con el colectivo Los Hijos, dibuja un retrato nuclear de España, pone la Transición en crisis para analizar nuestro presente.

16/11/13 · 12:50
Fotograma de la película

Una pantalla en negro: Felipe González celebra la victoria en las elecciones de 1982.

La pantalla se abre: entre saltos del metraje de 16mm, empieza una fiesta.

Música alta que sólo a veces nos permite escuchar las conversaciones entrecortadas.

El futuro era eso. Por primera vez en cuarenta años se deja de sentir la dictadura, los presentes incuban un optimismo sobre la transición a la democracia que se ha descubierto virus con el estallido (¿estallido?) de la crisis. El futuro era una fiesta: conversaciones banales, consumo, despreocupación y música, porque el trabajo parecía hecho.

Y la música en la película de Luis López Carrasco tiene dos usos: ocultar las miserias humanas y traer las miserias políticas. Ocultar las miserias humanas porque hace que no escuchemos las conversaciones; porque proporcionan una coartada a los movimientos mecánicos entrecortados de los presentes en la fiesta. Con la erosión de la película y la desaparición de la banda de sonido, los bailes, los movimientos de los personajes quedarán al descubierto como huellas de la desolación. Traer las miserias políticas: en la fiesta suenan grupos como Fanzine, Ataque de Kaspa o Los iniciados, las canciones suenan hoy como una lejana advertencia para los personajes. Ellos bailan. Poco después se rompe la fiesta, primer aviso: Nuclear sí de Aviador Dro sobre fotografías de algún archivo familiar. La remezcla es sencilla, pero empieza a planear sobre nosotros, hijos de aquella fiesta, la sombra de la radiación. La música vuelve a tener en El futuro la capacidad de violentarnos, de ponernos en crisis en nuestra relación con los demás.

Miserias humanas y miserias políticas, cosas parecidas. La doble función que cobra aquí la música es un buen ejemplo de cómo Luis López Carrasco ha querido romper sin destruir. La película pone en cuestión el modelo de Transición que hemos vivido, sin destruir a las personas, porque al final, son nuestros padres, nuestros tíos, nuestros amigos; nosotros, tú, yo. En esta entrevista, realizada por Gonzalo de Pedro, cuenta cómo se grabó la película: pautas de comportamiento muy sencillas para los participantes y beber y pasarlo bien. ¿Es entonces una ficción? La posibilidad de un registro meramente documental de la fiesta planea sobre la película. Con la línea entre la ficción y el documental desdibujada, en esa casa se conjugan los tres tiempos verbales:

El pasado de nuestro presente, el de la Transición; pero también el pasado que los personajes tratan de olvidar. El presente, porque es una fiesta de verdad, y porque los ecos de 1982 resuenan con fuerza en 2013, hasta el punto de creer que más que un movimiento cíclico que nos ha devuelto al tiempo de entonces, es probable que nunca consiguiéramos superarlo. Y el futuro que los personajes abrazan para superar el pasado, un futuro en los que parecen configurarse como individuos a través del consumo y del hedonismo.

El 16mm da saltos y el sonido desaparece. Descubrimos que en la sala del festival de cine europeo de Sevilla la música de la película no sólo nos ahorraba escuchar las conversaciones de los asistentes a la fiesta; también nos ahorraba escuchar los murmullos, las risas y los suspiros de desesperación de los asistentes a la sala. Cuando la imagen se paraliza, alguien comenta que gracias a Dios que se ha roto la película, y la gente se ríe. Los límites de lo aceptable se rompen, pero ha producido reacciones y es interesante. Desde lo provocativo de su propuesta formal, Luis López Carrasco habla de nosotros, de todos los asistentes de la sala; las risas y los aspavientos de la sala confirman la hipótesis de El futuro; España está jodida y ni siquiera lo sabemos (o no lo queremos saber).

Gran parte de la potencia de la película se encuentra en que López Carrasco ha encontrado un equilibrio en la tensión entre la benevolencia de quien quiere a sus personajes y quien los culpa de la situación actual. Pero hacia el final, la emulsión del celuloide produce grandes círculos negros sobre las caras de los personajes; acaban destruidos aunque López Carrasco haya mostrado afecto por ellos/nosotros. La cámara sale a la calle, la panorámica vertical desvela lo que ya todos sabíamos: es el presente. Se cierra con un “A mis padres” dulce y envenenado.

Salgo del cine y pienso en los círculos negros sobre las caras de los personajes. Si nuestros padres debieron ser asesinados (aunque sea metafóricamente, aunque sea por la materialidad del cine) nosotros no deberíamos haber nacido.

Tags relacionados: Cultura de la Transición Cine
+A Agrandar texto
+A Disminuir texto
Licencia

comentarios

0

Tienda El Salto