Es temprano. Katy y Lucía se despiertan. Entre bostezos y remoloneos, dan las últimas vueltas en sus sábanas de ositos y payasos. Katy es la primera en tomar la iniciativa; con una mano prepara la bolsita de tela azul y el delantal a cuadros de su hija Lucia. Y con la otra ordena las fotocopias del libro de matemáticas que deberá llevar a la escuela hoy en su mochila floreada.
Los 17 años de Katy transcurrieron
desordenados: la niñez pasó
volando y ahora tiene la obligación
de comportarse como una mujer
adulta y una madre responsable,
mientras se las arregla como puede
con su adolescencia.
No hacen falta estadísticas, balances,
ni grandes investigaciones para
reflejar la realidad que vemos todos los días en la calle. El aumento de los
embarazos en niñas y adolescentes,
de entre 10 y 18 años, es evidente y
no muestra indicios de retroceso. La
mayoría de los casos se dan en sectores
sociales de bajos recursos. La falta
de información adecuada, la dificultad
en el acceso a métodos de prevención,
la promiscuidad, las relaciones
forzadas o el abuso por parte de
personas cercanas –a menudo familiares–,
hacen que la mayoría de estos
embarazos no sean planificados.
Cargan mochilas difíciles de llevar.
En Argentina sólo el 47% de las adolescentes
embarazadas continúan
con sus estudios. Unos meses después
del parto, otro 10% abandona. La Fundación Nuestra Familia trabaja
junto a servicios zonales y locales
del Gobierno de la provincia de
Buenos Aires, supervisados por el
Ministerio de Desarrollo Social.
Nuestra Familia recibe a la madre
con su hijo, allí donde la mayoría
de ellas se ven obligadas a separarse
de sus hijos que son asignados a hogares
específicos para niños.
“La idea
es que las chicas no tengan que separarse
de sus hijos”, aclara Sergio
Richetti, director del hogar. Éste funciona
a puertas abiertas, las chicas
no tienen la obligación de quedarse y
pueden entrar y salir cuantas veces
quieran para divertirse, estudiar o
trabajar. “Destacamos que puedan
llegar a entender la importancia de
sus estudios para que tengan algún
tipo de salida laboral”, comenta
Richetti, pero el objetivo principal es
volver a relacionar a las chicas con
algún integrante de la familia, ya sea
una tía, hermana o abuela, para que
al salir del hogar tengan a quién recurrir.
También hacen hincapié en el
fortalecimiento de los vínculos afectivos
con sus hijos, para que puedan
asumir su presencia en la nueva vida
y su rol como madres. Sin dejar afuera
la educación, como posibilidad de
reinsertarse laboralmente e ir armando
su propio futuro fuera del hogar.
“Lo único que conocen es la calle,
acá queremos que sepan que hay otra
realidad, que pueden salir adelante y
tener su proyecto”, destaca Richetti.
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