Es la historia del asentamiento 13 de mayo, en la zona de Itapuá, Paraguay. Es un grupo de familias campesinas –unas 70 personas en total– que intentan mantener su identidad y su relación con la tierra en el marco del avance del monocultivo de la soja. La aldea fue desalojada 17 veces del mismo lugar. El título de propiedad de las tierras lo tiene el médico del ex dictador Stroessner.
Es la historia del asentamiento 13 de mayo, en la zona de Itapuá, Paraguay. Es un grupo de familias campesinas –unas 70 personas en total– que intentan mantener su identidad y su relación con la tierra en el marco del avance del monocultivo de la soja. La aldea fue desalojada 17 veces del mismo lugar. El título de propiedad de las tierras lo tiene el médico del ex dictador Stroessner.
Al ver llegar a la policía, los campesinos se esconden en el monte con lo que tienen
a mano y los hijos a cuestas. En la selva, se comunican entre ellos por señas para saber cuándo termina “la represión”, que consiste en quemar las casas y todas sus pertenencias. A veces están no o dos días escondidos y luego vuelven para construir sobre las cenizas. Esta situación se repite desde hace seis años. Entre desalojo y desalojo, los campesinos plantan para el autoconsumo y tratan de mantener, a partir del intercambio “mano a mano”, las semillas y las comidas tradicionales en un marco en el que el avance del monocultivo parece imparable.
En Paraguay hay sembradas 2.600.000 hectáreas de soja –el doble que en el 2001– y en el último
año se produjeron 3,8 millones de toneladas a pesar de la sequía. A la vez, existen 300.000 campesinos sin tierra, número que se multiplicó a partir del 2001, con el auge de la soja y los desalojos de decenas de asentamientos campesinos.
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