El mito de la Transición y la muerte de Suárez
El régimen de 2011 y un funeral

Los grandes acontecimientos informativos, dice el autor, han sido uno de los pilares del consenso político en torno al régimen del 78.

, periodista
27/03/14 · 12:47
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La Cultura de la Transición tiene tres mitos fundacionales: el rey, Adolfo Suárez y el pack la-responsabilidad-del-pueblo-español, figuras míticas no verificables, del mismo modo que tampoco ha sido necesario verificar nunca jamás el Juicio de Paris, otro hecho mitológico. Para ver la violencia implícita del coste de mitificar la realidad, para ver lo difícil que ha sido hablar de estas dos figuras sin el amparo de la mitología, sólo hay que ver la literatura no mitológica publicada en más de 30 años de democracia.

Desde 2011 estamos viviendo una revolución cultural que cuestiona comportamientos en los medios habituales antes de aquel año
Respecto al rey, sólo se ha elaborado una biografía –Un rey golpe a golpe–, firmada con pseudónimo y sólo con fuentes internacionales. Han aparecido rasgos biográficos en otros libros que hablan del 23F o de negocios de la Corona y, en el siglo XXI, camuflados como subgénero cuore –por ejemplo, el libro de Pilar Eyre sobre la reina–, donde se habla de mecanismos y hechos autobiográficos nada mitificables. Respecto de Suárez –una figura más delicada que el rey si se les desviste de mitología–, fuera del mito, me temo que sólo tenemos las dos biografías de Gregorio Morán. La primera fue secuestrada y tuvo algún problema más. La segunda no apareció en los medios. Es decir, la Cultura de la Transición (CT) no identificó aquellos libros como libros, como información o como un hecho cultural, sino como desestabilización, fanatismo, rencor y todo el conjunto de cosas feas y poco edificantes que quedaban fuera de la CT.

Hitos, mitos y ceremonias

No obstante, más que los mitos fundacionales del Régimen del 78, son importantes los mecanismos culturales que lo han hecho único en Europa. Efectivos, cotidianos. Uno de ellos son los grandes acontecimientos informativos. Hechos con los que se paralizaba la información en todas partes y, en su lugar, se emitía ideología. Si recordáis, pasaba con todos los atentados –el que más intensificó este hecho, y el primero al que le salió mal la dinámica, fue el del 11M–, pero también con otros hechos que los gobiernos consideraban importantes: una boda, un nacimiento, una conmemoración... y, claro está, un funeral. La muerte de Suárez, uno de los reyes mitológicos de un Régimen fundamentado en la mitología, es, por tanto, un hito para ver si la CT está en forma, si puede actuar como siempre, si puede utilizar verticalmente un hecho para intensificar una idea. Es pertinente preguntarse por eso, pues desde 2011 estamos viviendo una revolución cultural que cuestiona comportamientos en los medios habituales antes de aquel año.

Y, en este sentido, se tiene que decir que el nacimiento de la ceremonia de Suárez fue extraña. Es decir, la coló en la agenda informativa el hijo de Suárez, y no el Estado, lo que implica la suposición de que el hijo dudaba de la efectividad del Estado para iniciar la ceremonia. La ceremonia fúnebre de Suárez nació, pues, con un vivo. Aun así, se articuló rápidamente en los dos grandes géneros de este gran subgénero CT denominado ceremonia. Es decir, la vertebración de la información a través de su acceso sentimental, o de la elaboración de cohesión social en torno al mito. Siempre pasa.Se tiene que decir que el nacimiento de la ceremonia de Suárez fue extraña. Es decir, la coló en la agenda informativa el hijo de Suárez, y no el Estado

En los grandes medios se está explicando el mito / lo que sería deseable / lo que es identificable como Régimen. No lo que está pasando. El Régimen del 78, atribuido a Suárez, por lo que oigo, y no a otros sujetos –verbigracia: la Trilateral, las fundaciones políticas alemanas, la Secre­taría de Estado de EE UU, el Ejér­cito, fueron otros sujetos importantes; tal vez, muy importantes–, de­sapareció hace poco, con la reforma constitucional exprés.

Bienestar a cambio de todo

Con aquella reforma de la Consti­tución se rompió el único pacto amplio e importante para la sociedad de la Transición: nos dais bienestar y os quedáis con todo lo demás. Técni­camente, lo que firmó el Régimen del 78 en agosto de 2011 supone un cambio estructural descomunal. Es un cambio tan descomunal que, de hecho, el Régimen del 78 se tendría que llamar Régimen de 2011. Es otro Régimen. De legalidad a legalidad, como les gusta decir. Es lógico, por tanto, que las coordenadas míticas del Régimen del 78 no funcionen con el Régimen de 2012. Es por eso por lo que, al leer o escuchar todo lo que se está publicando, los accesos sentimentales y míticos se tambalean. Suenan a autoparodia. Un régimen sustentado en su propaganda sólo dura lo que dura su propaganda. La vieja propaganda, la CT, ya no sirve para cohesionar este nuevo régimen.
Discretamente, y esto creo que es importante, se detecta la emisión de nuevas propuestas intelectuales, más ajustadas a la realidad y que prefiguren las nuevas oleadas de propaganda o, al menos, de puntos de vista oficiales. A las pocas horas de morir Suárez, Cinco Días publicaba en su blog una semblanza ad hoc. Lo de siempre, hasta que, ñaca, aparecía un nuevo concepto: Suárez es el límite progresista de la democracia española, un lugar donde no volver nunca. Unas horas antes de la muerte de Suárez, El País sacó un titular impactante. En Madrid se había hecho una de las manifestaciones más importantes de la democracia, y en el titular se cuantificaba el número de manifestantes en 50.000. Este titular, beligerante, que no vela por la verosimilitud, ni por cohesionar la sociedad con mitos –la CT no habría emitido este titular; seguramente no habría emitido ninguno–, puede ser un indicio de hacia dónde va la nueva propaganda del Estado. No necesita mitos democráticos. Es posible que, también, ya hayan sido amortizados. Y sólo tiene un interés propagandístico: el orden.

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