30 años de exilio y persecución
Assata Shakur: nosotros y ellos

El FBI ha incluído a la activista afroamericana exiliada en su lista de terroristas más buscados. En España se acaba de publicar su autobiografía.

, Periodista
21/05/13 · 13:11

En algunos barrios de Nueva Orleans es habitual que la gente se salude por la calle, como si se conocieran desde hace tiempo. Incluso si te incorporas a la rutina de forma ocasional el protocolo funciona. Una amiga cuenta que es un mecanismo de defensa social, una forma de protegerse. La amenaza viene en forma de noticias constantes sobre violencia que tratan de generar miedo y que proyectan las televisiones estadounidenses con machacona reiteración. Puede ser tras lo ocurrido en Boston, tras el secuestro de unas chicas en Cleveland o tras el desfile del día de la madre en la propia Nueva Orleans. Se trata de generar una permanente sensación de paranoia y desconfianza en la sociedad.

Assata relata la ponzoña de un sistema judicial y policial plagado de lodos, falto de garantías y atravesado por la supremacía racial y económica“Si nos saludamos vamos construyendo un nosotros cada vez más amplio y esto nos genera la confianza de que cada vez hay menos de ellos”, dice la amiga. Ellos son los que disparan, los que ponen bombas o los que pretenden difundir terror e inseguridad por la televisión. Quizá ellos también son los que dirigen el engranaje de gestión de los pánicos, porque para esta amiga esa lógica también tiene que ver con la proyección militar de su país, con la cultura de la violencia, con la posesión de armas, con la exclusión y con la marginación de las mayorías. Con las formas dominantes de ser y estar en Estados Unidos. Frente a la supervivencia del más fuerte, saludarse abre la posibilidad de tenerse en cuenta como sujeto, de asegurar un mínimo afecto, de encontrarse en un lugar común, de perder la desconfianza. No es mucho, pero es algo (o al revés, dependiendo de para quién). Un nosotros en construcción permanente, con vocación cotidiana de ampliarse. Una acción.

Assata Shakur cuenta en su autobiografía (Capitán Swing, 2013) su proceso vital. El de una afroamericana que crece en una sociedad racista donde la segregación es la atmósfera que desayunan, comen y cenan millones de personas, de todas las edades, en la escuela, en el trabajo, en la calle, en el autobús o en los servicios de una gasolinera. Con la mayoría de edad ella va conformando su conciencia política. En un momento dado, Assata se une a las luchas por la liberación de su gente. Pasa por distintas organizaciones hasta llegar al Ejército de Liberación Negro. En su condición de militante “clandestina” se ve envuelta en un tiroteo inesperado cuando dos policías blancos paran el coche en el que circula con varios compañeros que termina con la muerte de un agente y un compañero de organización. A partir de ahí Assata relata la ponzoña de un sistema judicial y policial plagado de lodos, falto de garantías y atravesado por la supremacía racial y económica. Entonces como ahora, la población carcelaria de Estados Unidos es mayoritariamente afroamericana y pobre.

Cuando se habla o escribe de política la forma es protagonista. No es un tema menor. Ocurre con excesiva frecuencia que el ensayo viene acompañado de una reivindicación absoluta del autor, que quiere mostrarnos en primera persona lo guapo que sale en la fotografía a través de su propio protagonismo en el relato. Esta concepción de la literatura política es muy habitual también cuando se cuentan aventuras políticas del pasado en primera persona. La autobiografía de Assata tiene, entre otras virtudes, que no cae en la tentación ni del ego ni de la autoadulación, en singular o en plural. Ni la suya ni la de los entornos políticos que de alguna manera compartía. Al hilo de algunas críticas de revolucionarios pontificantes señala: “Su total y equivocada arrogancia me asqueaba”.
40 años después del tiroteo por el que fue acusada de asesinato, el FBI la ha renovado en la lista de terroristas más buscados
Cuarenta años después del fatal encontronazo en la carretera de condado estatal de Nueva Jersey por el que Assata fue acusada del asesinato del agente Werner Foerster, y casi treinta desde que Assata se exilió a Cuba (tras escaparse de la prisión de máxima seguridad de Hunterdon County) el FBI la ha renovado en la lista Most Wanted Terrorists de Estados Unidos. La recompensa por su captura es de dos millones de dólares, la única mujer en la lista de “terroristas más buscados” por el FBI. El coronel Rick Fuentes, actual “superintendente de la policía” en Nueva Jersey, dijo que el caso de la fugitiva es “una herida abierta para los agentes” del condado. Cuando en 2005 el FBI publicitó la busca y captura de la activista afroamericana la apuesta económica era de un millón de dólares por cortar la cabellera de Assata. El coronel Joseph R. Fuentes, entonces superintendente, declaró: "la recompensa deberá hacer a Chesimard (Assata Shakur) una presa mucho más atractiva para los cazadores de recompensas profesionales." En este caso, el ellos es el FBI, el sistema judicial estadounidense y la fascinación norteamericana por mantenerse en las lógicas justicieras de las películas de vaqueros.

Assata no fue declarada culpable de asesinato, sino de "ayuda o aliento” del crimen. En el juicio se declaró: “Los análisis de Activación de Neutrón hechos inmediatamente después de que Assata fuera llevada al hospital aquella noche mostraron que no había residuos de pólvora en sus manos. Refutando efectivamente la posibilidad de que ella hubiese disparado una pistola. (Los análisis oficiales fueron admitidos como evidencia)”. Presidía la corte el juez Theodore Appleby y el jurado estaba compuesto en su totalidad por ciudadanos blancos, algunos de los cuáles tenían relación personal con la policía de Nueva Jersey.

Stanley Cohen era uno de los abogados de Assata en el juicio que se celebró contra ella en 1977. Cohen tenía un plan para su defensa, apoyado en nuevas revelaciones y documentos que le habían “entusiasmado”. Sin embargo, Cohen apareció muerto días antes de iniciarse la vista contra Assata, y las circunstancias de su muerte todavía no están claras. El Departamento de Policía de Nueva York se quedó con parte de la documentación encontrada en su casa, entre ellos los apuntes con la estrategia del juicio. Al juez Appleby no le pareció relevante el caso en relación al proceso contra Assata. A pesar de que era conocido que existía un plan gubernamental de contrainteligencia (llamado COINTELPRO) cuyo actuar contra el movimiento negro consistía en contaminarlo, asfixiarlo y aniquilarlo sin contemplaciones.

El libro es también un cuestionamiento honesto de ella misma y su forma de situarse en el mundoLa autobiografía de Assata Shakur se publicó en inglés en 1984, escrita desde Cuba. Ahora la editorial Capitán Swing la publica en castellano y hace un regalo a los lectores con voluntad de enriquecerse de reflexiones, personales y políticas. También a aquellos que quieran conocer un tiempo que, a pesar de los años transcurridos, no es tan diferente del actual. Incluso con Obama en la Casa Blanca, Oprah Winfrey en prime time y LeBron James anunciando refrescos con gas en multitud de publicidades y promociones. Pero el libro es mucho más que un documento en contra de la injusticia de su proceso judicial. Es una mirada, un tacto, una atmósfera y una historia. También un cuestionamiento honesto de ella misma y su forma de situarse en el mundo, especialmente sentido tras la lectura del trayecto vital que había recorrido -sin renunciar a nada- hasta llegar al punto en el que “las generalidades ya no me servían”.

Aplicando la teoría del saludo a otra escala, algunos movimientos sociales en Estados Unidos reivindican la situación del 99% de la sociedad frente al 1% de privilegiados que de forma más o menos directa gobiernan el país. La brecha social en aumento, dicen. La fractura no es sólo por la condición racial y el género, a pesar de que se difumine con personajes como Condolezza Rice, sino por la propia composición de clase. Las mareas de excluidos pueden ser negros, blancos, latinos o asiático americanos, como se vio al hilo del huracán Katrina. El color del dinero ya no es tan evidente como antes, pero sí sus desigualdades.

El racismo también es una concepción del mundo alrededor del nosotros y ellos. Se alimenta por la ignorancia, la manipulación, los intereses económicos y los miedos. Para esto último es necesario un soporte técnico. Las televisiones suelen ser un buen aliado, la alienación es más fácil que entre por la vista que por el oído o el paladar. A través de las pantallas se puede normalizar. Ocurre aquí, donde hay redadas policiales que identifican a ciudadanos por el color de su piel a diario. El libro de Assata es bueno por muchos motivos, también como recordatorio de un tiempo que está a la vuelta de la esquina porque no se ha ido. No es sencillo resolver el crucigrama, pero quizá saludarse por la calle es una forma muy sana de empezar a hacerlo. En Nueva Orleans, por ejemplo, algunos ciudadanos lo hacen por todos nosotros.

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Shakur después de su arresto. / New Jersey Department of Corrections
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