Al margen de la política sacra

Alternativa Galega de Esquerda (AGE) se enfrenta a una serie de retos en relación a los partidos de izquierdas y a los movimientos sociales gallegos.

, Activista de A Coruña
19/03/13 · 18:51
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En tiempos de cambios profundos los extremos más conservadores de la sociedad, presentes también en nuestra trinchera ideológica, acostumbran a acomodarse en el resurgir del oscurantismo y de la ortodoxía. Por contra, al margen de la política sacra, apenas en lo profano e irregular podemos encontrar, además de errores, la salida a los obstáculos que, movimientos e izquierda política, encontramos a nivel de país, de Estado o continental, en el ciclo político presente. Y en relación a lo profano, la coalición AGE dio, en la pasada cita electoral de octubre, con claves humanas –fundamentadas en la pegada de Xo­se Manuel Beiras– y discursivas –en­raizadas en una e­nunciación de alianza política de las izquierdas– que ayudaron a que el desenlace se convirtiera en un fenómeno electoral significativo en lo que a la izquierda representativa se refiere en Europa occidental. Su­mándo su resultado (13,90% del voto) al resultado del BNG (10,11%), entre ambas fuerzas políticas lograron un 24% del total de los sufragios.

Incertidumbres al margen, el desenlace de la primera aventura de AGE mostró elementos a tener en cuenta. De un lado, la buena acogida que tiene en la percepcion de la opinion pública de izquierdas, la narrativa del frente común contra la austeridad de los partidos de Régimen, así como la política de alianzas, aún sean éstas electorales. Reveló asimismo que para las fuerzas de carácter estatal (IU, IA, etc.) la posibilidad de hacer política más allá de la meseta pasa por romper con las prácticas centralistas, así como asumir y apoyar la radical diversidad en la composicion nacional del Estado en cualquiera que fueran las futuras propuestas constituyentes. Evidenció además que, en un contexto de crisis profunda de la representatividad, la suma de una gramática sustentada en la incorreción política y una lógica discursiva proyectada en la oposición clara a los elementos sistémicos, ha devenido central para avanzar terreno en el campo del abstencionismo.

AGE ha sabido dosificar una estimulante cuota de agitación discursiva ante la derecha y operar una radicalización política en la dinámica parlamentaria del BNG

Maquiavelo nos recordaba: “Todos ven lo que aparentas pero pocos advierten lo que eres”. Es importante recordar que AGE no es ni una organización política al uso, ni acaso un partido-movimiento. Es apenas, además de una posibilidad futura –comicios europeos, municipales…–, una alianza electoral realmente exitosa y un grupo parlamentario que se ha destacado por saber dosificar una estimulante cuota de agitación discursiva ante la derecha y operar una reconfortante radicalización política en la dinámica parlamentaria de la otra fuerza de la izquierda nacional (BNG). Bajo estas claves, está claro que el territorio a atravesar por las izquierdas gallegas en los próximos meses y años no va a estar exento de tensiones e intereses contrapuestos.

En lo referente a los dos principales pilares sobre los que descansa AGE, Anova debe asentar su forma organizativa y resolver las tensiones entre pasado y presente en su forma de hacer política. EU, ilusoria en militancia en todo el país y prácticamente ausente de las instituciones si no es mediante la coalición, debería determinar en primera instancia si su proyecto político es en solitario y simplemente al asalto a cotas de poder en base al reflujo de votos que le sobrevienen en Galiza al hilo de su discretita dinámica ascendente en el Estado. Y definir si su presumida autonomía orgánica del PCE es fruto de una práctica real, evidenciando si su centro de decisión se halla realmente en Galiza. Cerrando el marco de la izquierda representativa, el BNG, orga­niza­ción mayoritaria del escenario gallego, tiene la responsabilidad de definir cómo puede operar desde un aparato permeado por lógicas de cooptación o laminación de lo diverso y una politicidad aún fuertemente marcada por la dinámica institucional.

El elemento central de debate está en el marco a crear en la relación entre movimientos y partidos. Sería razonable continuar un proceso natural de encuentros tangentes en el que, más allá de la ‘reconstrucción del nacionalismo’, las raíces estén en la construcción de una nueva y plural izquierda nacional que sepa respetar y empaparse de la articulación de una sociedad civil diversa y compleja organizada necesariamente en movimentos sociales autónomos al margen de las políticas de partido.

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