La ilusión "democrática"
La herramienta más eficaz de dominación

‘Más allá de la democracia’, de Gilles Dauvé y Karl Nesic, plantea la limitación que supone tomar ese término para plantear un movimiento revolucionario.

, Madrid
14/08/13 · 8:08
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Cuando estalla la Revolución Rusa en 1917, los obreros ocupan las fábricas en las que trabajan y comienzan a autogestionar la producción. En muchos casos, se encuentran con la oposición de los dueños y los directivos de las compañías, que se niegan a abandonar sus propiedades y sus antiguas funciones. Esa resistencia hace que los obreros se vean obligados a expulsarles, pero no lo harán utilizando la violencia física directa. Lo que harán será ridiculizarlos, alterar la normalidad de las relaciones entre dominantes y dominados que habían estado vigentes hasta entonces. En las ciudades rusas, se popularizará la práctica de sentar a los dueños y los directivos en una carretilla y llevarlos hasta las puertas de la fábrica, donde se les descargaba. Los obreros ejercían así una contraviolencia simbólica que tenía la capacidad de derribar en un solo instante decenas de años de relaciones de dominación. En tanto que no era reconocida por una de las partes, la posición de poder dejaba de existir.

El asalto a la normalidad impedía el mantenimiento de la dominación. La revolución requiere la abolición de la normalidad, la ruptura de las rutinas y los roles adquiridos El asalto a la normalidad impedía el mantenimiento de la dominación. La revolución requiere la abolición de la normalidad, la ruptura de las rutinas y los roles adquiridos. Como señalan Gilles Dauvé y Karl Nesic, los autores de Más allá de la democracia, cualquier ruptura del orden establecido –sea total o parcial– exige un desbordamiento de la normalidad, y ese desbordamiento de la realidad requiere tanto la salida de la legalidad como un cierto grado de violencia, en tanto que impone la anormalidad. Cuando los movimientos sociales no son capaces de desbordar esa normalidad, se ven abocados al fracaso.

En uno de los que, sin duda, son los puntos fuertes del ensayo, los autores explican este fracaso de los movimientos sociales en la democracia por esa incapacidad de salir de los márgenes impuestos. Las brechas abiertas en la normalidad por la ocupación de las universidades en mayo del '68 o de las plazas el 15M no pudieron provocar un cambio porque no se cuestionaban los roles adquiridos, que son los que permiten el mantenimiento de la dominación. Al final, las ideas de autogestión y autoorganización que recorrían las asambleas acabaron por concretarse en una petición de “democracia real”, como si lo que estamos viviendo fuese un espejismo.

El sistema, sostienen los autores de este libro, logró canalizar las demandas de los ciudadanos, hacer que estos no cuestionasen el orden establecido, sino solo su participación en él El sistema, sostienen, logró canalizar las demandas de los ciudadanos, hacer que estos no cuestionasen el orden establecido, sino solo su participación en él. Curiosamente, se acabó pidiendo una democracia participativa a los encargados de la representación, los políticos. Como señalan los autores, la democracia volvía a mostrarse como la forma más eficaz de dominación: “Desde el punto de vista del mantenimiento del orden y la perpetuación del capitalismo, el mejor Estado es el que es de todos”.

Hoy en día, el Estado tiene una capacidad represiva sin igual –el número de reclusos en la UE llega a 600.000, la tasa más alta de la historia–, pero, en cambio, cuando ejerce la represión se dice que la democracia está siendo falseada o incluso usurpada por una deriva fascista del régimen. Sin embargo, la realidad es que la represión es la máxima expresión de la democracia, ya que ésta es en esencia el mantenimiento del orden dentro de los límites marcados.

Frente a esto, Nesic y Dauvé plantean la necesidad de ir más allá, de construir una forma de organización social distinta, en la que las personas sean sujetos autónomos y no meros objetos de las decisiones de una élite privilegiada. Sin embargo, aquí es donde nos encontramos con el punto débil del libro, ya que la propuesta acaba diluyéndose en una cierta indefinición provocada por la confusión en los conceptos que se utilizan.

Si denominamos democracia al sistema actual, no podemos pedir una forma de organización social distinta y llamarla también de esa manera. Realidades distintas exigen términos distintos. El nuevo sistema social requerirá otro nombre porque las palabras no son neutrales: sirven a quien las crea. La democracia no ha sido falseada ni usurpada: nunca ha sido algo distinto a lo que es hoy, ni siquiera en los manidos ejemplos de la Grecia clásica.

La democracia nunca fue el poder del pueblo, sino el poder a través del pueblo. Quizás conscientes de su error, al final del libro los autores dan otro nombre a esa nueva forma de organización social. Deciden llamarlo comunismo, pero eso aumenta aún más la confusión, porque ese término hace referencia a una realidad histórica que no es la que los autores plantean. No obstante, aunque podría haberse eliminado, esta confusión es comprensible hasta cierto punto, porque los nuevos términos aún no se han inventado, sino que surgirán en un debate colectivo. En este sentido, el libro es una importante contribución a ese debate, ya que los cambios surgen de una crítica del orden existente y de un análisis de los fracasos anteriores.

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comentarios

3

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    Ulmo
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    18/08/2013 - 8:46pm
    Este es el peligro del lenguaje, que se puede vaciar de contenido la palabra. democracia, austeridad, globalización, fueron en su día palabras positivas, que se han visto prostituidas por el sistema. En cuanto al supuesto fracaso de los movimientos sociales, yo tendría mis dudas. Vivimos en un mundo de la inmediatez, en el que todo debe dar resultado en un breve espacio de tiempo. EL 15M y muchos otros movimientos sociales son criaturas muy jóvenes. Perderán fuerza,la ganarán otra vez, mutarán en otros movimientos. Lo importante es que la gran mayoría de la sociedad se está sensibilizando en muchos sentidos y muestra su desencanto con el sistema. La vía del futuro tendrá que estar basada en una convivencialidad y apoyo mutuo, o dejaremos de existir como sociedad. En una país como España/Portugal/Grecia/Italia no podrá triunfar el plan del capitalismo de convertirnos en una sociedad de sirvientes bajo el modelo esclavo-consumidor. Para bien o para mal, no somos los serviciales asiáticos ni los consumistas americanos. 
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    Eugeni
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    17/08/2013 - 8:43pm
    ¿Hay posibilidad de conseguir el libro sin tener que comprarlo? A los que nos duele pagar 15 o 17 euros por algo nos gustaría participar de ese debate colectivo sobre los términos a utilizar para definir los escenarios políticos más justos por los que luchamos. Gracias
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    Melchor
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    17/08/2013 - 8:08pm
    Pues si democracia es un término devaluado, comunismo ni te digo. ¿Qué tal si nos centramos en el contenido y bautizamos a la criatura después?
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