De Azote del Estado a Tesoro nacional

El pasado mes de marzo, Guy Debord (Francia,
1931-1994), fue declarado “Tesoro nacional” por
la ministra francesa de cultura. Debord recibe
este título 15 años después de su muerte, pero
¿quién era Debord? y ¿qué era el situacionismo?

09/11/09 · 12:17
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Iván Solbes

Todo empezó en París con un
grupo de artistas denominados
Letristas, fundado por el neodadaísta
Isidore Isou, y que proponía
sustituir la cortesía por el ruido
y la palabra por la letra.
Influido por este movimiento,
Guy Debord, un prototipo de
personaje maldito de formación
heterodoxa y autodidacta, que
había nacido en París, en 1931,
fundó la Internacional Letrista,
una revista que presentaba otra
alternativa al surrealismo. Pero
no fue hasta 1957 cuando se fusionó
con una nueva revista, la
Internacional Situacionista (IS).
Junto a Debord, los principales
situacionistas fueron Isou,
Michelle Bernstein, Gil Wolman
Asger Jorn y Raoul Veneigem.
En la Internacional Situacionista,
Debord pudo por fin presentar
su propuesta teórica, incluyendo
en ésta a pensadores como Hegel, Marx, Lucaks,
Feuerbach, Marat y Fourier. La
teoría situacionista tomó como
principio el concepto alienante
del Espectáculo. Enfocando la
alienación del trabajador, manifestó
que ésta ya no tenía que
ver con la explotación laboral
sino que había conquistado al
ocio que, aparentemente liberado
de la producción industrial,
tiene como objetivo expropiar
el tiempo total de la vida.
Los escritos de la IS asestaron
un golpe ideológico a la cultura
relativamente autosatisfecha y
dependiente de la industria del
entretenimiento. Debord dio el
diagnóstico final, una nueva
pobreza en el corazón de la
abundancia, una pobreza que la
proliferación de mercancías
conserva, envuelve y disimula,
pero no resuelve. Estos escritos
dieron origen a La Sociedad del
Espectáculo, publicado en 1967,
que se compone de aforismos,
sentencias breves y dogmáticas.
Meses después de su aparición
estalló el movimiento de mayo
de 1968, en el que estudiantes y
trabajadores reclamaron el derecho
a controlar sus vidas. Era
el homo ludens en contra del homo
faber. Así el situacionismo
conoció su auténtica primavera.
El Manifiesto Situacionista
proponía los principios y el porqué
del situacionismo. Estaba en
contra del Espectáculo, del arte
antiguo, del arte conservador,
del fragmentario y del unilateral.
Daba énfasis a los momentos
vivenciales, a la producción
colectiva y al anonimato (en el
momento en que te conocieran
eras parte del Espectáculo).
Quería un arte con diálogo, en el
que todos participaran e interactuaran.
Se debían diseñar y crear
situaciones relevantes para
toda la sociedad. Por medio de
ellas se suscitaba una reacción
en cadena, se liberaba la vida
diaria, se creaban pasiones y se
generaba una revolución en el
comportamiento para darle otro
significado a la cultura.
Fue una vanguardia artística,
pero también un nuevo modo de
vida. El arte no debía ser bello,
contemplativo o duradero, simplemente
debía provocar un
impacto y olvidar cualquier pretensión
de que la obra llegara a
algún museo. El verdadero arte
estaba en la vida, en la manera
de transformar el mundo, liberar
las pasiones, transgredir,
convertir los momentos efímeros.
El Situacionismo es una actividad
cultural desde el punto
de vista de la totalidad, como un
método de construcción experimental
del ser humano.

Incendiar el Louvre

La búsqueda de situaciones era
el fondo de todo. Irrumpieron en
Cannes durante el festival de cine,
promovieron la toma de la
Unesco e intentaron incendiar el
museo Louvre; crearon antilibros
encuadernados en papel de
lija; cambiaron las señales de
tráfico; alteraron el sentido de
los mensajes gubernamentales;
complementaron frases en carteles
publicitarios; llamaban a
conferencias falsas; alteraban el
orden en los campus universitarios;
pintaban las calles y colocaban
estampas con frases situacionistas
en cualquier lugar.
Por esas acciones y otras fueron
considerados como anarquistas,
irreverentes, críticos furiosos,
tanto del capitalismo como del
socialismo, revoltosos, depravados
y radicales.
La meta de los situacionistas
era utilizar la fuerza de manifestaciones
culturales conocidas
para transmitir mensajes y para
despertar la reflexión, la sorpresa,
el humor, el deseo de participar
y el escándalo. Debord
planteaba que la cultura es un
sistema que puede ser alterado
conscientemente si se entiende
de manera profunda.
El fin de la IS llegó en 1968.
El movimiento se desbordó. Debord
intentó dictar nuevas leyes,
aunque quiso ir más allá,
fue la acción verdadera lo que
hizo de los situacionistas el movimiento
de ruptura histórica
más grande; los estudiantes de
México, de Praga, de Alemania,
siguieron a este pensador. La
utopía de crear una nueva sociedad
quedó en el fracaso, pero
no las ideas. El arte contemporáneo,
el street art, las críticas
postmodernistas y los estudios
culturales, han retomado
las palabras de Debord; no pensar
en la obra de arte o en su belleza,
pero sí pensar en el acto,
“la victoria –dijo– será para
aquellos que sepan crear un
desorden sin desearlo”.

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