El Pardo
Grupo musical formado por Javier, Raúl, Paula, Koldo y Miguel
El Pardo: sonreímos cabreados

Conversamos con Javier, Raúl y Paula, integrantes de El Pardo, un grupo de retales post punk hecho en Madrid que se ha autoeditado su primer disco.

, Madrid
04/02/14 · 8:00
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El Pardo es un grupo raro. Pero en plan bien. Por varios motivos. Uno de ellos es que invierten los términos clásicos de acción-reacción para situarse como acción contra la reacción -en un sentido literal- de una escena que ellos conocen bien. Otro aspecto que obliga a mirarles con ojos diferentes es el hecho de que en pocos meses hayan trascendido de un puñado de ideas por articular a unos conciertos en los que las complicidades no entienden de escalones y sí de banda sonora en común. En el camino, han crecido sin dejar de ser público a la vez. Conversamos con parte de ellos para descubrir que tras un primer disco en que lo crudo y lo denso son uno estamos muchos más de los que nos creemos.

Todos estáis en otros tantos proyectos, ¿qué les faltaban a estos o que aporta El Pardo de novedoso con respecto a ellos?

Javi: En mi caso dos cosas: un discurso político más marcado y más agresivo y una forma de composición diferente a la que estoy acostumbrado. Más “asamblearia”, por así decirlo.

Paula: Rabia, sin duda.

Raúl: La propia interrelación, la compañía y la cercanía entre nosotros es la clave, algo que buscamos y encontramos en cada ensayo y concierto. Nos entendemos bien y la base del proyecto se hace sencilla de mantener. Personalmente, tocar con personas a las que cada día quiero más es infinitamente mejor que hacerlo solo. Somos productivos y, en la colaboración, hay siempre un espacio para la sorpresa. El tiempo que compartimos es un tiempo en el que nos cuidamos recíprocamente entre todos. Desde el punto de vista del sonido y del contenido, El Pardo atiende a la necesidad de hacer música ruidosa y cruda, y de expresar y compartir un mensaje de crítica y agitación social que a la vez libera y retroalimenta nuestra indignación y nuestras convicciones políticas.

Quizá una de las grandes premisas de las que parta El Pardo sea la de romper con el extrañamiento, consigo mismo y con los demás, de gente con devoción de lo guitarrero pero hastiada del mundo paralelo al que siempre referencia el género...

Javi: Y en cierta forma, no abominar del rock como tal. Se trata más bien de no tener vergüenza al reivindicar el género rock y al usar un lenguaje más directo en lo que se refiere a lo político.

Raúl: Estoy muy de acuerdo. No sentirse ajeno, no sentirse extraño, es la clave de todo el asunto. También en lo que se refiere a la mezcla de sonido y textos. A todos los que somos El Pardo nos gusta el rock, en un sentido amplio, como vehículo musical para expresarnos. Lo “demasiado” rockero ha sido mal visto durante mucho tiempo, dentro de una parroquia indie que se moría aquejada de envejecimiento crónico. Esa tendencia ahora se revierte incluso dentro del mismo público gracias a una nueva sensibilidad, tal vez forzosa. Pero es que, además, por fin hay renovación de ese público. También surgen de nuevos grupos. Y diría que se generaliza una necesidad: subir las guitarras y elevar la voz. Hay grupos recientes y conocidos que no han tenido miedo de mezclar rock con pop, y con letras apegadas a la realidad, como Ornamento y Delito o incluso Triángulo de Amor Bizarro. O grupos con un trasfondo hardcore, que han suscitado el interés de un público fuera de esa escena, como Betunizer. Además, cada vez es más probable encontrar interrelación entre bandas canónicamente punk, y otras con un discurso radical, pero que añaden elementos de estilos más complejos. Esto es muy saludable y, para nosotros, encontrarnos a gusto en un ámbito con puntos de contacto con escenas, estilos y públicos variados, es en todos los aspectos gratificante.

En cuanto al estilo, sería injusto hablar en abstracto de rock, incluso de punk, estando vuestras coordenadas a medio camino entre el post-punk y el spoken-word…

Javi: Hombre, precisamente el punk cuando se desacelera sin perder lo agresivo o lo reivindicativo, o cuando se hace más sofisticado, también se convierte en rock. No veo nada abstracto.

Raúl: Históricamente, el post-punk fue una evolución lógica a partir del punk. El punk fue la ruptura, el estallido que permitió un gran cambio de paradigma. Para empezar el “háztelo tú mismo”. Y nada mejor que “hacértelo” más básico y directo: tres acordes, rock rápido, mensajes sencillos, estribillos potentes. Pero es natural que, al poco, se viese que esa fórmula no es suficiente para cubrir todo lo que hace falta decir y cómo quiere decirse. El post-punk sería el momento en el que se incluyen elementos nuevos y se recuperan elementos incluso denostados por el punk, pero puestos en juego bajo ese nuevo paradigma. Actualmente, el término tiene todo el sentido y, a la vez, resulta difícil separarlo de la perversión que supuso para su significado el abuso de la etiqueta durante el “revival” de mediados de los dosmil, que fue casi puramente estético y de consumo. Pero sí: grupos del post-punk inglés y americano, como Swell Maps, Wire, The Fall, Black Flag, Butthole Surfers… son de los que más nos influyen. En cuanto al spoken-word, para mi es fundamental. Tanto como oyente --me gustan las canciones habladas--, como a efectos de poner en común ideas, dando más importancia a su articulación en el propio texto, que a su adecuación a una métrica o unas rimas.
 

 

¿Qué forma de trabajar tenéis? ¿Cómo de repartido está el apartado musical y el letrístico en El Pardo? ¿El funcionamiento es tan asambleario como pueda parecer desde fuera?

Javi: En cierta forma sí, aunque también cada uno tenga un papel marcado en el grupo. Es cierto que Raúl viene con un esbozo de algo y con al letra ya pensada, pero también se han construido canciones en base a un riff, unos acordes o un ritmo de batería.

Paula: Por lo general las letras las escribe Raúl y la música la ponemos entre todos.

Raúl: La música se construye siempre entre todos, cada uno aportando lo que le sale natural. Por ejemplo, Miguel y Javi tienen enormes dotes para levantar las melodías y pulir las estructuras, Koldo es un guitarrista explosivo y brillante, Paula ha sabido convertir en fortaleza su inexperiencia al comienzo, desarrollando el estilo primitivo y contundente que El Pardo necesita.

Las letras normalmente parten de una idea que llevo al local de ensayo, aunque el proceso de desarrollo y fijación también es colectivo, tanto porque hasta que no se desarrollan las músicas no se terminan de plantear los textos; como porque, en cualquier momento, estaría dispuesto a cambiar una expresión o un concepto si este no convenciese a mis compañeros. En ese sentido, me dan muchas facilidades, mucha manga ancha. Incluso han expresado en alguna ocasión que se sienten muy representados por lo que digo y mi forma de decirlo, lo que es esencial para mi, para poder gritarlo con decisión. En todo caso, el proceso sí es asambleario en el sentido de que los ensayos lo son, cada cual tiene voz y autonomía y se llega a multitud de acuerdos. Hay buena sintonía y es fácil conseguirlo. No hay imposiciones y sí hay mucha colaboración. Por eso y por el talento musical de mis compañeros las canciones nos han salido siempre con facilidad.

En vuestras letras y actitud ha cristalizado gran parte de este despojar a lo indie de su traje del emperador. En “¡Son los 90!” diseccionáis bien el fenómeno: aislacionismo voluntario, egocentrismo, autoindulgencia, escapismo y de nuevo el espejismo de la clase media...

Javi: La realidad es la que es: en España muy pocos son ricos y la música que más se escucha no deja de ser rock urbano, hip hop o música comercial. Es una realidad que nos ha acompañado siempre al indie. El indie tiene cierto complejos, unos que ha ido superando y otros que no. El elitismo del indie es un complejo hasta cierto punto.

Hay mucha gente que aún cree que esto funciona igual que antes y se aferran a la idea de que vendrá un sello y te sacará un disco

Paula: No podríamos haberlo expresado mejor. Esa etapa de hibernación en general en España hizo nacer cierto infantilismo patriarcal en muchísimas cosas y, sobre todo, en la música.

Raúl: Todo lo que señalas está ahí. Está en la letra. Han sido males arrastrados durante dos décadas de indie español. Elena Cabrera, brillante periodista cultural y buena amiga, decía, aproximadamente, que lo que le terminó de espantar del las escena del “pop-rock independiente” fue su neoliberalismo obtuso; ese afán de incorporación a una supuesta élite artística que, además, en España lo es de manera muy mediocre, pues ni siquiera cuenta con el desarrollo industrial o comercial que le pudiese permitir incorporarse al capitalismo de manera efectiva.

En este sentido, en el de no rehuir el conflicto, habéis venido a llenar un vacío que nadie parecía querer ocupar, al menos en grupos un poco más veteranos generacionalmente...

Javi: Tampoco es algo buscado. La realidad es la que es. Si te sientes frustrado social y económicamente, no deja de tener un peso importante en tu vida, más allá de que aquella chica te haga más o menos caso… Creo que ambas cosas te empujan a hacer algo.

Paula: Quizás creo que sigue habiendo ese miedo de resultar panfletario.

Raúl: Si quieres disfrutar con la música y lanzar a través de ella un mensaje personal sincero, no cabe preocuparse pensando si existe un espacio “ideal” por llenar. Ese planteamiento puede valer para estrategias mercantiles. Pero en algo tan vivo y tan modesto como es esta pequeña pero significativa escena “underground” en la que nos relacionamos, definitivamente sólo cabe presentarse tal cual eres. Eso no quiere decir que haya que renunciar a afirmarse, en parte, marcando distancias con actitudes presentes que a uno no le convenzan; en ese sentido, sí estamos dispuestos a reclamar un hueco, que es o será el que el público nos permita ocupar mientras nosotros sigamos haciendo las cosas como mejor sabemos y de la manera en que creemos deben hacerse.

No poca gente destaca que el colectivo de personas dedicadas a la música, dejando aparte a Fundación Robo, es quizá el gran ausente de la repolitización última. Aunque sus vacaciones venían siendo largas, se entiende menos porque ya ni siquiera quedan grandes contratos en juego...

Javi: Precisamente. Hay mucha gente que aún cree que esto funciona igual que antes y se aferran a la idea de que vendrá un sello y te sacará un disco. Y esa fijación hace que obvien el animal político que son. También influye la cultura hedonista a toda costa que existe, que creo que impregna todo.

Raúl: La despolitización algo habrá tenido que ver con las expectativas comerciales de los grupos, pero pienso que más aún ha tenido que ver con cuestiones menos prácticas, menos crematísticas, más “intelectuales”; una intelectualización pobre que recetaba el cinismo como remedio para todo, frente a lo romántico y frente a la beligerancia social. Aunque estilística y conceptualmente hay mucho de la Fundación Robo en lo que no me siento incluido, sí creo que sirvió para que un público despolitizado tomase conciencia de que no sólo en el punk u otros estilos radicales cabía la canción con conciencia social.

Aun así, parte de la clave quizá sigue estando en que la música por sí sola no crea cambio social, sino que lo acompaña o ayuda a despertar una curiosidad a los oyentes más jóvenes. Lo importante parece estar en lo que la música hace hacer o en lo que se hace mientras se escucha, más que en lo que diga... En ese sentido, El Pardo también parece cumplir.

Javi: Hombre, las letras de El Pardo se tienen que revestir de una agresividad musical. Es el mejor traje para esas ideas. Y bueno, con un riff se puede decir a veces mucho más que con algunas letras que oyes por ahí…

Raúl: Algo así exponíamos en la declaración de intenciones y motivos, al hilo del estreno del disco. Somos conscientes de que la música no es por sí misma un motor de cambio social, pero parece demostrado que escuchar y hacer música es una de las actividades más intuitivas e inmemoriales del ser humano. Mucha de la música que escuchamos actualmente tiene como origen primigenio el talento y la necesidad de creación de las poblaciones negras esclavas. Ahora la música debería acompañar un irrenunciable momento de revuelta social. En ese contexto, sería más raro que los jóvenes pasasen a escuchar Enya en vez de a los grupos que gritan sobre su realidad precaria de cada día.

Decís “juntos somos más dignos y vivimos más y mejor”, algo que en música pasa por hacer disfrutar a cuantos más mejor, he visto sonrisas en vuestros conciertos que parecían querer decir “esto es muy verdad”.

Javi: Está claro que con un lenguaje directo y sin metáfora o escapismo puedes conectar en un directo mucho más fácilmente que otros.

Paula: Creo que estamos muy unidos en mil aspectos, muchas veces tengo un día horrible, llego al local, les veo y sonrío. Es imposible no hacerlo.

Raúl: Decidimos ser todo lo directos que estuviese en nuestra mano, compartir las cosas con sinceridad, explicar las decisiones; nuestras letras también son bastante transparentes, y la música no deja de servirse cruda. Si queremos ser accesibles es porque nos sale así, porque nos gusta sentirnos en comunidad con personas que sufren como nosotros y a las que, como a nosotros, gritar contra lo malo les libera y les anima a seguir. Es una forma sana y nada alienante de pasarlo bien, de disfrutar. Además de grupo, somos público –entre otras cosas-, y pienso que tratamos de ofrecer lo que nos gusta recibir.

Vuestras canciones son banda sonora perfecta para un precariado al que le han negado incluso la épica mediante la petición de carnets revolucionarios, arrinconándolo con peticiones de coherencia que intentan paralizar. ¿Os reconocéis hijos de las nuevas, inclusivas y transversales formas de oposición social que han fraguado desde mayo de 2011?

Javi: Yo personalmente siempre he tenido unas ideas políticas similares. Estuve en la manifestación fundacional y a raíz de ahí conocí ciertos grupos relacionados. No sé si hijos, pero siempre he creído que nuestra generación está viviendo las contradicciones de un sistema en el que muchos o creían o no se preocupaban por él. Los más jóvenes es que ya ni han sido engañados. Han nacido directamente en el túnel oscuro.

Paula: Suena a nivel súper alto. A mi me encantaría llegar a ser una de esas hijas.

Raúl: Sí, sin duda. Ese momento fue de ruptura y, a la vez, de inclusión. Se rompió por abajo con un statu quo que se había estado rompiendo, por arriba, desde el momento mismo de declararlo y promulgarlo. Ese statu quo, a efectos de la llamada “clase media”, no era sino el engaño que nos debería llevar a todos a ser esclavos inconscientes de sus cadenas, orgullosos de nuestras desgracias y desapegados entre nosotros, entre los iguales. Esa exigencia de supuesta perfección para reconocer a alguien como un activista válido, no deja de ser un resto de la estafa de la eximia e insulsa clase media. En cuanto a la música, en nuestro entorno es fundamental el ejemplo ético de Aplasta tus Gafas de Pasta que, en un ámbito tan mediocre como elitista --el del indie-rock bailable y el pseudofolk de derechas, de mitad de los dosmil-- reivindican la canción, las letras, el ruido y, sobre todo, la apertura y la colaboración. No en vano, sus responsables se incorporaron con entusiasmo a plataformas activistas surgidas a partir del 15M.

Os manifestáis en deuda con Pier Paolo Pasolini, Servando Rocha, Moe Tucker, Black Flag, Swell Maps, ¿por qué y con quién más?

Javi: Ian McKaye.

Paula: Yo me declaro en deuda con Burial, Godard y Derribos Arias.

Raúl: Esas deudas de gratitud que señalas son directas, pues tanto las musicales como las literarias e ideológicas han formado parte del espíritu del grupo y del contenido del disco. Habría muchas más influencias y gratitudes que declarar. Personalmente, yo me declaro en deuda de gratitud con los medios de información alternativa que, como DIAGONAL, hacen todo lo posible para romper con el discurso único de un sistema que, a través de los medios masivos, ha corrompido la capacidad de crítica profunda de la ciudadanía. Y también en deuda con cada entorno y cada figura que nos ha enseñado elementos vertebradores para los aspectos organizativos y de colaboración, que son esenciales para El Pardo. Así, por ejemplo, las organizadoras de Ladyfest, o la artista Sole Le Parody.

En noviembre se presentó La Resistencia (Discos y Conciertos). ¿Cuáles son las bases y ambiciones de este proyecto colectivo y cómo definís al mismo?

Paula: La Resistencia pretende organizar conciertos y sacar discos en colectivo, en una época fea en la que se prohíbe todo y la cultura molesta. Hacer las cosas más sencillas. Y que la música fluya. En conciertos y en discos accesibles.

Raúl: Querríamos que fuese, sobre todo, una plataforma abierta, cooperativa, que sirva para que los esfuerzos y el aprendizaje llevado a cabo a favor de proyectos como la publicación del disco y la organización de los conciertos de El Pardo, aprovechen a otros grupos y proyectos personales, musicales, culturales y, en general, de activismo social alrededor de la música en los que creemos. Para mí es la continuación, mejorada, de tareas que ya venía desempeñando. Una vez más, el ejemplo ético inclusivo sería el de Aplasta, pero intentando acercarse al buen funcionamiento de La Fonoteca o el Ladyfest.

Podría decirse que el ruido que ha hecho El Pardo está siendo relativamente mayor al que tienen vuestros otros proyectos. ¿Cabe la posibilidad de una absorción de tiempo “parda” total en función del crecimiento?

Javi: Bueno, el funcionamiento es diferente y las aspiraciones también. No voy a renunciar a otros proyectos si esos me hacen feliz por la razón que sea. Tampoco tengo la sensación de estar compitiendo conmigo mismo.

Paula: Yo estoy de cabeza en el proyecto. ¿Más tiempo? Más tiempo. Y serpentinas.

Raúl: Espero que El Pardo siga funcionando y que eso no lastre, sino que refuerce, la vitalidad de esos otros proyectos. Para mi la existencia de Tigres Leones, de Alborotador Gomasio, la de mi propia producción personal como Raúl Querido, etc., tienen una importancia clave para El Pardo, pues la complementan y retroalimentan en algún sentido.

La idea tras El Pardo no es hacer un grupo grande o un grupo de éxito, sino la de juntarnos y dar salida a determinados planteamientos que compartimos o que son el producto complementario de los cinco miembros del grupo.

Habéis seguido una política muy transparente con la liberación de las canciones. Presentasteis el disco sin exclusiva alguna y habláis de tú a tú al oyente. Bajáis de la tarima y os resistís a pedir o exigir, confiando y dignificando al receptor. ¿Son estas dos de las patas de la nueva justicia musical?

Paula: Creo que deberían serlo. Creo que no debería haber tarima, directamente.

Raúl: Desde La Resistencia vamos a animar a que cada grupo elija cómo hacer las cosas en función de lo que más le convenza. Está claro que la propia naturaleza del sello y promotora, como algo pequeño e independiente, va a ser una limitación si es que a alguno de los grupos le viniese en gana convertirse en una “rockstar” --algo que, a mayor abundamiento, tampoco es que exista en España--.

Dicho esto, nosotros, El Pardo, hemos optado por un planteamiento claro y creo que radical: no hay exclusivas con los medios tradicionales; nuestra relación es, principalmente, con los oyentes; el disco tiene un coste y, por eso, se comparte pero no se regala, sino que se ofrece a precio libre en digital, y a un precio muy económico en CD. La licencia que usamos es una Creative Commons (autoría, no comercial, compartir igual). No creo que, de cara al segundo disco, ese planteamiento cambie.

Estamos ya en 2014. ¿Qué ha muerto definitivamente y qué vamos a tener que matar nosotrxs mismxs del viejo consenso aproblemático musical?

Javi: Han muerto los pelotazos y los derechos de autor como se conocían antes. Ahora queda matar la complacencia de la que hablabas antes.

Paula: La tarima.

Raúl: La inexistencia de una industria musical ha hecho que, una vez estallada la burbuja, no quede casi nada de provecho para personas que antes se movían, sobre todo, en ámbitos anejos a la música, pero no en los puramente musicales. Los puramente musicales están mejor que nunca. Y hay mucha fraternidad, pero también mucho disenso, lo que es muy sano.

¿Tenéis ya planes en el horizonte, además de los directos?

Paula: Grabar las canciones nuevas y seguir asistiendo a conciertos.

Raúl: Efectivamente, en abril o principios de mayo intentaremos organizar un concierto especial de apoyo a nuestra próxima grabación y en cuanto sea posible meternos de nuevo en DGR Sónica, y grabar el segundo LP. Antes del verano, seguro. Yo tengo cierta ansiedad por hacerlo, pues el estado de provisionalidad actual es tal que, si uno deja pasar el momento, cualquier plan es susceptible de verse truncado. Nosotros no queremos que El Pardo dure porque sí, no querríamos volvernos una parodia en ningún caso. Pero está claro que, de momento, sí queremos que dure. Tenemos cosas que decir.

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