Un año sin Fernández-Buey
Seguir pensando con Paco Fernández Buey

Un año después de su fallecimiento, recuperamos la obra y la práctica política de Fernández Buey.

, Del Centro de Estudios sobre Movimientos Sociales de la Universitat Pompeu Fabra.
30/08/13 · 16:07
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De entre las diferentes disciplinas que cultivaba, Francisco Fernández Buey tenía especial aprecio a la historia de las ideas, que de algún modo está presente en todas las demás. Siempre tuvo clara la necesidad de conocer bien la historia para poder pensar hoy. Su desaparición nos priva de su mirada clara y perspicaz sobre lo que está por venir, pero tendremos su acompañamiento. Todo lo que nos ha enseñado, sus libros, intervenciones, clases, sus conferencias, presentaciones, traducciones, su esencial práctica política... nos ayudarán a pensar nuestro presente. Su obra es de pasado, presente y futuro.

La explotación

Fernán­dez Buey no dejó de pensar ni un sólo día en la crisis de civilización que estamos viviendo, aun a costa de su sentido del humor ni en cómo estaba atormentando a tantas personas. Algunas de ellas llegándose a quitar la vida. Y empezó a pensar en la “chinización del mundo”. En unos extremos opuestos que, de momento, se complementan y en los que se juega la hegemonía mundial: “chinización” del mundo y neoliberalismo sin restricciones. Para hacerse una idea de lo que se quiere decir cuando se habla de potencial chinización del mundo, un dato. Se calcula que el impacto del coste laboral en la mayoría de las empresas manufactureras chinas no llega al 1% del total. A esto podemos añadir la ausencia de sindicatos y de libertades sindicales propiamente dichas y la práctica liquidación de todos los derechos laborales. Estas preocupaciones han formado parte siempre de su obra y actuación. Desde su tesis doctoral Contribución a la crítica del marxismo cientificista (Edicions de la Universitat de Barcelona, 1984) a Marx (sin ismos) (El Viejo Topo, 1998) podemos leer sus aportaciones al análisis de socialismos, marxismos y comunismos. Con un objetivo claro, la mejora de las condiciones de vida de las personas que viven en este planeta. Sus continuadas aproximaciones a Gramsci hicieron posible libros como Leyendo a Gramsci (El Viejo Topo, 2001) y su pionera preocupación ecológica a finales de los ‘70 conduciría a aportaciones como Ni tribunos. Ideas y materiales para un programa ecosocialista (Siglo XXI, 1996) y Trabajar sin destruir. Traba­jadores, sindicatos y ecologismo (HOAC, 1998), ambos con Jorge Riechmann. Y continuaría al iniciar el nuevo siglo en Por una globalización alter­nativa (Edicio­­nes B, 2004) y Utopías e ilusiones naturales (El Viejo Topo, 2007).

La alteridad

Una de las últimas conversaciones que man­tuvimos con él fue sobre Niall Ferguson y su obra Civiliza­ción. Occidente y el resto (Debate). Determinados análisis y discursos le llevaban a insistir en la preocupación por la otra y el otro, por las otras y los otros. La atención a la alteridad le llevó a retos como la investigación en la obra y actuación de Bartolomé de las Casas, y su relación con la variante latina del concepto de tolerancia que representan Mon­tai­gne o Leopardi; con el objetivo de conocer la historia, hacer historia de las ideas y plantearse los aprendizajes que podían ofrecer, por ejemplo, para pensar ayer y hoy sobre los encuentros y encontronazos entre culturas. Un par de recomendaciones: La gran perturbación. Discurso del indio metropolitano (Ediciones Destino, 1995/ El Viejo Topo, 2000) y La barbarie de ellos y de los nuestros (Ediciones Paidós, 1995).

La Universidad

Se inaugura el curso universitario y a los aumentos de precios de matrículas, a las políticas de profesorado y personal de servicio que están suponiendo despidos, no renovaciones, precarización de los puestos de trabajo, ahora tenemos que añadir la voluntad de suprimir los procesos electorales, la desaparición de la participación estudiantil de los máximos órganos de gobierno o la subordinación del Claustro como órgano de representación del conjunto de la comunidad universitaria. A Fernández Buey esas noticias le animaron a insistir en la necesidad de una universidad democrática, con espacios para el gobierno de la Universidad constituidos desde la participación del conjunto de la comunidad, siempre por mecanismos democráticos. Tenía muy presente lo que costó iniciar un proceso de democratización de la universidad todavía en los años del Franquismo con la creación de un sindicato democrático de estudiantes que venía a acabar con el franquista. Más tarde, las iniciativas que se fueron siguiendo para que las juntas de facultad, los consejos de departamento, claustros y rectorados se pudieran elegir por sufragio y no fueran resultado de la imposición. Por una universidad democrática (El Viejo Topo, 2009) puede ser leído como una contribución para conocer la historia de los intentos por hacer de la Universidad, y de la sociedad de la que surge, espacios democráticos y para analizar la evolución que ha ido siguiendo en nuestro país hasta llegar a la situación actual.

De las obras citadas y otras que aquí no hemos recogido, pero que se encontrarán en bibliotecas, librerías y la red, hay grandes aprendizajes que obtener y muchos diálogos que mantener para continuar pensando con nuestras propias cabezas. Invitamos a ello.

Poema-homenaje

A Paco Fernández Buey no le quedaba bien la academia, quizá por ello era tan buen profesor y tan activo pensador, y quizá también por ello nunca pudo dejar de mirar ni señalar hacia afuera. Una muestra de ello es el libro que andaba leyendo últimamente (así nos lo indicó su hijo Eloy): el poemario de Ernesto Cardenal, Vuelos de Victoria (de 1984, reeditado por Visor). Queremos, así, acabar este homenaje con Barricada, uno de los combativos poemas que se encuentran en la primera sección del libro (Vuelos de insurrección) y que nos parece que tintinea de modo especial a la luz de Paco.

Barricada | Ernesto Cardenal

Fue una tarea de todos.
Los que se fueron sin besar a su mamá
para que no supiera que se iban.
El que besó por última vez a su novia.
Y la que dejó los brazos de él para abrazar un Fal.
El que besó a la abuelita que hacía las veces de madre
y dijo que ya volvía, cogió la gorra, y no volvió.
Los que estuvieron años en la montaña. Años
en la clandestinidad, en ciudades más peligrosas que la montaña.
Los que servían de correos en los senderos sombríos del norte,
o choferes en Managua, choferes de guerrilleros cada anochecer.
Los que compraban armas en el extranjero tratando con gángsters.
Los que montaban mítines en el extranjero con banderas y gritos
o pisaban la alfombra de la sala de audiencias de un presidente.
Los que asaltaban cuarteles al grito de Patria Libre o Morir.
El muchacho vigilante en la esquina de la calle liberada
con un pañuelo roji-negro en el rostro.
Los niños acarreando adoquines,
arrancando los adoquines de las calles
--que fueron un negocio de Somoza--
y acarreando adoquines y adoquines
para las barricadas del pueblo.
Las que llevaban café a los muchachos
que estaban en las barricadas.
Los que hicieron las tareas importantes,
y los que hacían las menos importantes:
Esto fue una tarea de todos.
La verdad es que todos pusimos
adoquines en la gran barricada.
Fue una tarea de todos.
Fue el pueblo unido.
Y lo hicimos.

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