Saberes
Aprendizajes desclasados e inclasificables
21
Abr
2014
21:42
Cómo hacer niños y niñas
Por Fuera de clase

Hace unos meses, la Consejería de Educación de Málaga exigió a un colegio de la ciudad que tratara como tal a una niña transexual de seis años. El colegio se mostraba reticente a dirigirse a ella con su nuevo nombre femenino y a que eligiera el tipo de uniforme y el aseo que quería utilizar. Un grupo de padres solicitó por carta a la Consejería que diera macha atrás y permitiera que a la niña se la siguiera considerando un niño. En la carta se argumentaba que el cambio era fruto de un capricho infantil orientado a llamar la atención, perturbando la buena convivencia en las aulas. Añadían que la transexualidad de la niña podía afectar negativamente al desarrollo psicológico y social de sus compañeros, aparte de al suyo propio.

Mi hija mayor también tiene seis años y, por muchas vueltas que le doy, no me imagino en qué la podría perjudicar que un niño de su clase se convirtiera en niña o viceversa. Es más, se lo he preguntado y ha puesto cara de indiferencia. No obstante, y más allá de la cuestión de la transexualidad infantil, quería utilizar el caso como excusa para recordar cómo hacemos que nuestros hijos sean niños y niñas.

Hablando con padres, madres y profesores –también con psicólogos, pedagogos o médicos–, se encuentra por todas partes el discurso según el cual la naturaleza ha hecho a los niños más activos y agresivos, aunque también más nobles, mientras que a las niñas las ha hecho más calmadas y razonables, aunque también más taimadas. Sin embargo, que percibamos así a niños y niñas se debe a dos razones. La más obvia es que seleccionamos las conductas que encajan en el modelo y las atribuímos a la identidad sexual. Las que no encajan, en cambio, las atribuímos a diferencias individuales o de otro tipo. Pero hay otra razón por la cual percibimos a nuestros hijos como niños o niñas: que nosotros mismos hemos moldeado su comportamiento masculino o femenino. Los arquetipos de masculidad y feminidad predominantes en nuestro ámbito cultural incluyen precisamente los rasgos que repartimos entre niños y niñas: para ellos, el vigor y la franqueza; para ellas, la pasividad y la astucia. De hecho, es la adopción de comportamientos culturalmente considerados masculinos o femeninos lo que hace que nuestros hijos sean niños o niñas. Es decir, son niños y niñas porque se comportan como niños o niñas, no al revés.

Los adultos censuramos las conductas que se salgan del modelo de identidad sexual que hemos asignado a nuestros hijos y premiamos las que lo refuerzan. Este moldeamiento, aunque a menudo sea sutil, tampoco tiene nada de misterioso. Basta fijarse en las prácticas que enumero a continuación, entre otras. La mayoría son bastante obvias. Para describir la mayor parte de ellas me apoyo en el libro clásico de Elena Gianini Belotti A favor de las niñas (Monte Ávila Editores, 1978).

- De entrada, cuando el tamaño o forma de los órganos sexuales del recién nacido no corresponden con claridad al patrón de normalidad masculino o femenino, se realiza una intervención quirúrgica mediante la cual se fija anatómicamente la identidad sexual. En estas intervenciones no sólo se tiene en cuenta la apariencia de los órganos genitales, sino también otros factores, como el patrón cromosómico o las preferencias de los padres. En todo caso, una vez que los genitales del bebé son masculinos o femeninos, la incertidumbre está conjurada y ya se le puede empezara tratar diferencialmente como niño o niña.

- En algunos lugares, las niñas disfrutan de la lactancia materna en menor cantidad que los niños. Cuando se hace explícito, esto se justifica desde la idea de que los varones necesitan más energía y son más voraces. En lo tocante a las niñas, se alega que deben aprender a regular su apetito. Ellas son menos físicas, más espirituales. En general, se supone que los niños son más “brutos” y se admite que mamen de manera desaforada o desordenada. A las niñas, en cambio, se les exige que mamen con delicadeza y a la vez más rápido, con orden. Una de las técnicas usadas para conseguirlo consiste en taparles la nariz a fin de obligarlas a soltar el pezón y ajustarse al ritmo deseado por la madre.

- Las habitaciones de las niñas suelen acondicionarse con colores pastel y mayor cantidad de adornos. Las de los niños suelen ser más austeras y pintadas con tonos vivos. Es bastante obvia la asociación simbólica de ambos tipos de decoración con la cursilería y la contención, respectivamente. En el primer caso se manifiestan valores de expresividad emocional y exhibición. En el segundo caso se manifiestan valores de gravedad y racionalidad.

- La indumentaria fememina, en la que también predominan los colores débiles y los ornamentos –a menudo extremadamente vistosos, como los lazos–, acostumbra a ser menos práctica, a dificultar los movimientos y a requerir más cuidados y fomentar la preocupación por no enseñar determinadas partes del cuerpo, pero precisamente porque es difícil no enseñarlas (especialmente en épocas cálidas, la ropa de niña deja al descubierto una mayor cantiad de superficie corporal). Las faldas se suben o se enganchan, las medias se deshilachan, los collares y las pulseras se se rompen.... Por otro lado, las niñas son las únicas a las que se causa una lesión intencionada: la perforación de los lóbulos de las orejas.

- Igualmente, los peinados de los niños suelen ser más prácticos y menos vistosos. Tanto por las mañanas como después del baño, el tiempo dedicado al cabello es mayor en el caso de las niñas, sobre las cuales se deben aplicar técnicas más complejas de peinado y secado, que incluyen el uso del secador, la confección de trenzas o coletas, el empleo de prendedores, pinzas o diademas, etc. Del mismo modo, el cuidado que el cabello requiere a lo largo del día es mayor en el caso de las niñas, lo cual también afecta al tipo de movimientos que pueden hacer y, por tanto, a los juegos en que pueden participar.

- La coquetería de las niñas se estimula, mientras que en los niños hace sospechar afeminamiento. El lenguaje corporal que compone el modelado del niño incluye gestos más secos, mientras que el que compone el modelado de la niña incluye gestos más afectados. Un niño melindroso se ve como poco masculino.

- La limpieza también se suele administrar diferencialmente en niños y niñas. Con ellas hay menos margen de tolerancia en lo relativo a la suciedad corporal, empezando por el pis y la caca. Sobre todo, a las niñas se les tolera menos que se manchen cuando juegan. Su ropa debe estar limpia y bien colocada. Una niña que sale del parque llena de barro y con las rodillas raspadas tiende a ser vista, consciente o inconscientemente, como poco femenina.

- Hay asimismo una menor censura cuando los niños tocan y juguetean con sus órganos genitales que cuando lo hacen las niñas, como si éstas fueran sospechosas de algún tipo de iniciación sexual precoz.

- Los movimientos físicos, sobre todo si son aparatosos, se reprimen con mayor frecuencia en el caso de las niñas, las cuales se supone que deben guardar una cierta compostura. Al asumirse que los niños son más activos por naturaleza, se les permite que se muevan más. Se consideran poco femeninas las niñas que exploran mucho o que son vivaces, independientes, traviesas o alborotadoras, y por supuesto las que son agresivas. En cambio, se considera normal que lloren más que los niños (sigue sin ser del todo infrecuente que un padre recrimine a su hijo por “llorar como una nena”).

- En la misma línea, se ve peor que las niñas rían ruidosamente, digan palabrotas, sean desordenadas, sean maleducadas o desobedezcan órdenes. En particular, resulta más extraño que una niña no sea afectuosa, evite el contacto corporal, rechace besos y abrazos o sea ella misma poco besucona. Y se ve peor que los niños tengan miedo, lloren mucho o no sean intrépidos.

- Las muestras de incapacidad de las niñas se toleran mejor que las de los niños: se admite con mayor facilidad que reconozcan no poder hacer algo o pidan ayuda. Por lo mismo, se supone que son y han de ser más humildes, pacientes y dependientes. La actual alcaldesa de Madrid dijo hace unos años que La Cenicienta es un modelo porque acepta ser humillada y busca consuelo en el recuerdo de su madre.

- Juegos y juguetes –y deportes– merecerían un capítulo aparte. Son los aspectos más evidentes de la construcción de la identidad sexual infantil y los más denunciados por el feminismo desde hace décadas, pero no por ello han dejado de operar, aunque en algunos casos se hayan atenuado un poco. Los juegos masculinos son más físicos, así como agresivos y competitivos. Los femeninos son más verbales y pausados. Por supuesto, los propios grupos de niños y niñas acaban funcionando como dispositivos de control de la diferencia y propenden a marginar a las niñas demasiado impetuosas o a los niños inhibidos. Los muñecos para las niñas tienden a evocar el rol materno: muñecos de aspecto aniñado o muñecas a las que acunar y cuidar. Los muñecos para los niños tienden a ser neutros o bien reproducen animales, superhéroes, guerreros, astronautas, etc. Por descontado, los niños de cierta edad piden con mayor probabilidad los juguetes propios de su género... precisamente porque han aprendido que los del otro es posible que les sean denegados.

- Son asimismo bien conocidos los modelos de género subyacentes a los cuentos tradicionales: las mujeres suelen ser o tan buenas que rozan la imbecilidad o perversamente malas, mientras que los varones suelen ser heróicos, nobles y luchadores.

Los efectos de construcción de la identidad sexual que tienen cada una de las anteriores prácticas apuntan, en términos generales, hacia el modelo de masculidad y feminidad que ya conocemos: las mujeres son emocionales, expresivas, abnegadas, presumidas, prudentes, sensibles, etc.; los hombres son racionales, parcos, egocéntricos, simples, imprudentes, poco sensibles, etc. En realidad, son las prácticas de crianza y educación las que hacen que nuestros hijos reproduzcan este modelo y, con ello, lo refuercen y naturalicen.

José Carlos Loredo Narciandi

comentarios

5

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    JC
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    Mié, 05/21/2014 - 21:13
    Perdón, he mezclado los comentarios de Mme Calvitie y Saida :-(
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    JC
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    Mié, 05/21/2014 - 11:51
    Saida, gracias por tus comentarios. En cuanto al uso del masculino como género gramatical, tengo mis dudas, aunque estoy dispuesto a reconocer que fallo, como dices. ¿No crees que sólo invisibiliza a las mujeres si se ha hecho la operación previa de considerarlo masculino y no neutro -y, en ese sentido, "sexualizarlo"-? Respecto a la identidad sexual, creo que es discutible que salga de dentro de cada individuo (aunque es un debate complejo que no cabe aquí). Precisamente la cuestión es mostrar cómo se construye a través de prácticas culturales que los sujetos interiorizamos. Por supuesto, eso no supone ninguna falta de respeto a la identidad sexual que cada cual elija o sienta como propia (hombre, mujer, trans, intermedia, ni una ni otra...). Un saludo.
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    Madame Calvitie
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    Lun, 05/05/2014 - 17:19
    Otra forma de discriminación clara es el lenguaje. El uso del masculino como supuesto genérico enseña a las niñas a renunciar a su identidad y visibilidad lingüística en el momento en que se aprecie un varón en el horizonte simbólico (a parte de considerarse no como una igual sino una subordinada). Así, es harto probable que de una mujer y un perro macho se hable en masculino. En este sentido, la propia persona que escribe el artículo falla. Por lo demás, efectivamente, bastante exhaustivo.
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    Vie, 04/25/2014 - 14:34
    Me gustaría aportar mi pequeño grano de arena a esta tan exhaustiva descripción del tratamiento sexista al que nos enfrentamos en esta sociedad que nos ha tocado vivir, diferenciando y puntualizando algunas cuestiones. En el caso de la transexualidad infantil, cuestión que puedo tratar con conocimiento pues me toca muy de cerca, el enfoque no parte desde el gesto o expresión del género, es decir, se diferencia perfectamente lo que es una "expresión de género no normativa" (niñas que juegan al fútbol y son más activas o niños que juegan a las cocinitas, siendo a su vez delicados, etc) y lo que conocemos como la propia identidad sexual del menor, que nace de dentro del propio ser y no como causa de un agente externo, sea familiar, social, etc Cualquier otra disertación sobre esta cuestión no dejará de ser una teoría conductista donde el individuo pierde todo valor como tal pasando a ser un mero objeto de estudio y análisis, que es justo lo contrario a lo que pasa en realidad, cuando una persona es transexual parte de su sexo sentido para adaptar o no los agentes externos y sociales. Respecto a las técnicas de reasignación sexual en recién nacidos intersexuales que comentas, han sido salvajadas llevadas a cabo que fijaban la genitalidad del neonato pero nunca su identidad sexual, característica ésta unida únicamente al cerebro y que tiene poco que ver con los genitales que a uno le haya tocado tener. Sí es cierto que en la "mayoría" de las personas a nivel estadístico coincide su identidad sexual y su genitalidad, aunque podemos agradecer que la visibilización empiece a arrojar luz a este asunto y que, actualmente existan estudios fiables y se barajen cifras que reflejan que esa minoría no lo es tanto, y que no es más que otra pincelada de la diversidad humana y en este caso, sexual.
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    Vie, 04/25/2014 - 14:34
    Me gustaría aportar mi pequeño grano de arena a esta tan exhaustiva descripción del tratamiento sexista al que nos enfrentamos en esta sociedad que nos ha tocado vivir, diferenciando y puntualizando algunas cuestiones. En el caso de la transexualidad infantil, cuestión que puedo tratar con conocimiento pues me toca muy de cerca, el enfoque no parte desde el gesto o expresión del género, es decir, se diferencia perfectamente lo que es una "expresión de género no normativa" (niñas que juegan al fútbol y son más activas o niños que juegan a las cocinitas, siendo a su vez delicados, etc) y lo que conocemos como la propia identidad sexual del menor, que nace de dentro del propio ser y no como causa de un agente externo, sea familiar, social, etc Cualquier otra disertación sobre esta cuestión no dejará de ser una teoría conductista donde el individuo pierde todo valor como tal pasando a ser un mero objeto de estudio y análisis, que es justo lo contrario a lo que pasa en realidad, cuando una persona es transexual parte de su sexo sentido para adaptar o no los agentes externos y sociales. Respecto a las técnicas de reasignación sexual en recién nacidos intersexuales que comentas, han sido salvajadas llevadas a cabo que fijaban la genitalidad del neonato pero nunca su identidad sexual, característica ésta unida únicamente al cerebro y que tiene poco que ver con los genitales que a uno le haya tocado tener. Sí es cierto que en la "mayoría" de las personas a nivel estadístico coincide su identidad sexual y su genitalidad, aunque podemos agradecer que la visibilización empiece a arrojar luz a este asunto y que, actualmente existan estudios fiables y se barajen cifras que reflejan que esa minoría no lo es tanto, y que no es más que otra pincelada de la diversidad humana y en este caso, sexual.
  • Fuera de clase

    Somos un grupo heterogéneo de personas que habita tanto los dentros como los fueras de clase. Nuestra intención es acercarnos de modo crítico y transformador a los procesos de aprendizaje en un sentido amplio. No nos interesa desarrollar un conocimiento experto y sí facilitar la formación de una comunidad de aprendizajes no unidireccionales en la que las prácticas, las ideas y las metodologías sean situadas, abiertas, liberadoras y resistentes. El blog que ensayamos tiene vocación de ser un laboratorio común en el que se ponen en juego diferentes lenguajes y conexiones entre lo local y lo global, lo de dentro y lo de fuera, lo viejo y lo joven, lo de arriba y lo de abajo, el norte y el sur. Nos gusta soñar con una educación desplegada, crítica, inclusiva y anticapitalista.
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