Demencia "cum laude"

Se suele entender el espíritu crítico en aras de la juventud, se nos está permitido. A veces se nos tacha de locos, aguafiestas o frustrados cuando la crítica no es compartida por una mayoría envenenada por el discurso dominante. Así funciona. Sin embargo, a medida que voy caminando entre las paredes de esta Universidad presiento que hemos tocado fondo, y así nos va.
Y es que si algo me sedujo de la Universidad fue su versión romántica como productora del conocimiento, las artes y las ciencias, dejémoslo así.

Jaime Ruíz Fernández
14/03/11 · 18:20
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Se suele entender el espíritu crítico en aras de la juventud, se nos está permitido. A veces se nos tacha de locos, aguafiestas o frustrados cuando la crítica no es compartida por una mayoría envenenada por el discurso dominante. Así funciona. Sin embargo, a medida que voy caminando entre las paredes de esta Universidad presiento que hemos tocado fondo, y así nos va.
Y es que si algo me sedujo de la Universidad fue su versión romántica como productora del conocimiento, las artes y las ciencias, dejémoslo así.
Como muchos otros que apostaron por una disciplina humanista, comencé a verme reflejado en el trabajo de académicos con los que de una forma u otra iba tomando contacto mediante libros, artículos, seminarios o conferencias, salvo las honrosas excepciones en las que me los topaba como docentes. Llega un momento en el que te sumerges en un nivel de abstracción que cualquier tipo de aprendizaje productivo y estimulante puede llegar a sentirse tan hondo y placentero, como otros pueden llegar a distinguir la música, el arte o la poesía, y mucho más si en algunos casos caminamos diariamente en un ambiente magnánimo entre nobles paredes de siglos pasados y monumentos helénicos o barrocos.

¡Qué ingenuidad la nuestra cuando entramos en esta estafa! Una Universidad que deja de lado la reflexión y el pensamiento para monopolizarse en la simple fábrica de profesionales, excluyendo su responsabilidad en el momento en el que se expulsa a los titulados al mercado laboral y mide su prestigio en función del número de graduados escupidos. La academia se ha convertido en un auténtico prostíbulo, proxenetas legítimos e institucionalizados escondidos tras una máscara mediocre de una supuesta intelectualidad.

Pero han conseguido que estemos absortos, completamente adormecidos por un sistema educativo pésimo y decadente hasta el punto de aceptar y dar por sentadas muchas de las carencias de este mundo en el que no estamos formando como futuros profesionales de lo nuestro. Asumimos la mala burocracia como algo inherente a lo público y las imposiciones que desde la primaria estamos tragando bajo el “haz los deberes y estate calladito”. Asumiendo las jerarquías sin rechistar y consiguiendo que casi nadie se percate de la mierda en la que nos encontramos envueltos. Aceptamos que asignen un número a nuestro potencial y que encima nos lo creamos, y que midan nuestro esfuerzo según el número de horas que somos capaces de aguantar ante los monólogos que diariamente soportamos bajo una absurda asistencia obligatoria.

Gastamos nuestro tiempo con numerosos profesores inútiles y estancados en sus trabajos de hace décadas que sedientos de protagonismo y autofelación, vomitan estupideces desde lo alto de una tarima. No solo con esto, sus méritos académicos son estimados según la suma de publicaciones en las que no se valora el contenido ni su aporte a la comunidad científica y nuestra formación y oferta de estudios, depende de los putiferios por la lucha por el poder por parte de los departamentos, facultades y universidades entre sí; así como los juegos de favores bajo las mesas de los despachos de turno. Nos encontramos con la prostitución del conocimiento bajo los intereses mercantilistas de una sociedad que ha hecho del consumo una cultura totalizante. Las carreras cambian de significado y los estudiantes se convierten en clientes que compran créditos y títulos largos con infinitos tecnicismos.

Y no lo tomen por una ofensa sino como una acusación, un señalamiento con el dedo. Pues me veo con la legitimidad de entender como inútil a aquel que de nada sirve si nada produce y de considerar estúpido al discurso estático, pues no hay nada más absurdo que el pensamiento inmóvil en una época de cambios acelerados en la que seguimos aguantando a docentes VHS, aquellos que se rebobinan año tras año y que entienden que el alumno debe limitarse a la simple escucha y asentimiento ante sus especulaciones subtituladas con Power Point.

Y lo que queda por venir…

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